La jornada arranca sin descanso en el Museo Naval de Madrid tras un Día de la Hispanidad muy agitado. Después de la tempestad que supuso el ataque con pintura contra una de las muchas joyas que atesora la exhibición, el cuadro de José Garnelo titulado ‘ El primer homenaje a Colón ‘, conservadores, restauradores y operarios continúan la ardua tarea que supone devolver su gloria a este lienzo que se dio a conocer en 1892. El golpe más inmediato ha sido detenido, según explica a ABC la directora técnica del centro, Berta Gasca , pero la realidad es que la obra «necesitará otro tipo de intervención a largo plazo» que podría costar «miles y miles de euros». Con todo, la experta insiste en que llevará tiempo dirimir el tipo de restauración integral que habrá que acometer.A pesar de ello, lo que se tiene claro desde la institución es que este ataque no privará a los visitantes de disfrutar de una de las obras magnas de Garmelo. «Seguiremos enseñando el cuadro con sus heridas», confirma a este diario el vicealmirante Enrique Torres Piñeyro frente a este colosal lienzo de 6 metros de ancho y 3 de largo. El director del Instituto de Historia y Cultura Naval (IHCN), organismo del que depende el Museo Naval, pone el foco sobre la «rápida reacción que hubo desde el primer momento» por parte de los restauradores, del personal militar y hasta de varios voluntarios externos que interrumpieron su domingo para ayudar a paliar, en la medida de lo posible, la tragedia. El capitán de navío, Juan Escrigas, director del centro, se une a estas loas: «La ayuda ha sido increíble, y quiero agradecerla a todos».Y todo ello, mientras el ministro de Cultura, Ernest Urtasun, guarda silencio y no se pronuncia sobre el ataque de Futuro Vegetal.Ecoterrorismo Bullen de vida los pasillos del Museo Naval; y eso, a pesar de que los lunes permanece cerrado al público. Aunque hoy hay un protagonista indiscutible: el cuadro de Garnelo. Una escena inocente que muestra cómo un grupo de nativos americanos ofrece regalos a Cristóbal Colón y a sus hombres el 12 de octubre de 1492. Casi siglo y medio de obra de arte que, el domingo, se convirtió en el objetivo de la ignorancia ecoterrorista. La historia corre rauda de sala en sala, pero el primero en vivirla fue un hombre con nombre y apellidos: Daniel Vasile Antal , de 57 años. Poco después de que el centro abriera sus puertas, pasado ya el mediodía, dos chicas se acercaron a este guarda de seguridad. «Una de ellas me preguntó dónde estaba el baño», afirma a ABC.Noticia Relacionada Movimiento desobediencia civil estandar No Vandalizan un cuadro de Colón en el Museo Naval en protesta por el 12-O ABC Ambas autoras del acto, el cual han ejecutado como protesta ante los actos de celebración del 12 de octubre, han sido detenidas por la Policía NacionalMinutos después volvió a saber de ellas: «Cuando hacía la ronda, vi que estaban frente al cuadro. Después, escuché unos gritos». Según recuerda, serían las dos menos cuarto de la tarde cuando arrojaron pintura roja sobre la mitad izquierda del lienzo. «No sé que dijeron. Una protesta sobre el Día de la Hispanidad , creo». En segundos, se abalanzó sobre ellas para detenerlas. «Me resbalé en la pintura, pero las agarré mientras caía», sentencia. Está convencido de que su reacción fue instintiva. «No me había pasado una cosa así desde que llegué de Rumanía en 2008, pero es sencillo: cuando ves que alguien hace algo malo, debes actuar lo más rápido posible». Tras inmovilizarlas, dos agentes de paisano que visitaban la exposición –guardias civiles, según afirma– le ayudaron a inmovilizarlas mientras llamaban a las autoridades.El cuadro, antes de la limpiezaE ABCA partir de ahí, todos los mecanismos de la institución se pusieron en marcha. «Yo estaba con mis padres, íbamos a empezar a comer… y sonó el teléfono. Era el subdirector para informarme de lo que había pasado», señala Gasca, recién llegada tras prestar declaración sobre los hechos. La directora técnica pidió que le enviaran unas fotografías para valorar los daños y se confirmó lo peor. «Hablé entonces con el equipo. Todos acudimos al Museo Naval. Muchos estaban de viaje, pero lo interrumpieron», completa. En menos de una hora, un equipo de siete personas estaba en las instalaciones para iniciar las labores de limpieza, y a contrarreloj. «Desde el principio, vimos que la clave era que la pintura no se secara», expone.Gasca y Escrigas, frente al cuadro José ramón ladraUna de las muchas que acudió a la llamada de Gasca fue Regina Zurdo , conservadora y restauradora titular del Museo Naval. Según afirma a este diario, ella también llamó a varias amigas del gremio. «Nos avisamos unos a otros. Al final vinieron varios voluntarios. Entre ellos, una persona del Museo del Prado que nos ayudó con la limpieza inicial», sentencia. Todo a la velocidad del rayo; porque, como insiste la directora técnica, solo era cuestión de un suspiro que el pigmento supersaturado causara estragos. «Bajamos el cuadro y empezamos a retirar toda la pintura, que estaba chorreando». Primero con papel y algodón; luego, con hisopos. Y lo hicieron durante cuatro horas, tras llevar a cabo diferentes pruebas para elegir qué producto era menos invasivo.Daños a largo plazoContenido el tifón inicial, ahora toca detenerse a analizar los daños, que serán a largo plazo. «Por el momento, hemos visto que las escorrentías han pasado al barniz. Hay micro lugares en los que tendremos que estudiar el alcance», explica Gasca. A su lado, Zurdo señala la marca que ha dejado uno de los chorretones: «La pintura, al caer, ha pasmado el barniz. Eso quiere decir que se meten partículas de agua entre sus fisuras y que se queda blanquecino. Durante la limpieza ese proceso ha aumentado, pero no había otra forma de hacerlo para evitar daños mayores». Para colmo, al remover la pintura roja se ha arrastrado polución que está en superficie, lo que ha generado «zonas más claras que habrá que restaurar». La directora técnica lo tiene claro: el proceso será largo, laborioso y costoso, de «miles y miles de euros». De poco vale que, según han afirmado tras otros tantos ataques grupos como Futuro Vegetal , la pintura que arrojan sea biodegradable y ecológica. «Para empezar, no creo que lo sea, porque algunos miembros del personal han tenido reacciones alérgicas. Pero es que ninguna es inocua. Cualquier material que se aplica a otro produce una serie de reacciones químicas que nosotros no podemos valorar hasta que no procedamos con los análisis», completa Gasca. En sus palabras, aunque hayan «retirado la capa visible», todavía hay residuos que «no se han quitado» y de los que costará mucho deshacerse. «Por eso no podemos restaurar el cuadro de hoy para mañana. Esto tendrá una repercusión muy grave en la obra», añade.El equipo de restauradores, junto a Gasca (izq) y Escrigas (der) José Ramón LadraLos daños no se limitan al lienzo, que ya sería mucho decir. A la vera de un carro con todos los productos necesarios para rematar la limpieza inicial, desde agua ionizada hasta algodón, Gasca señala unas manchas rojas en el techo y una vitrina y un cañón que también han resultado dañados. «El marco también habrá que restaurarlo», suscribe. Al final, asevera, se va a tener que invertir mucho dinero en devolver a la vida un cuadro que estaba muy bien conservado. «El gasto va a ser considerable. Cuando restauras una obra de arte así, lo tienes que hacer de forma integral, no se puede hacer por partes», sentencia.Con todo, Escrigas prefiere acabar en positivo. «Es un orgullo lo que se vivió aquí ayer. Cuando llegué ya se habían personado la directora técnica y muchos restauradores. En apenas veinte minutos estábamos en marcha. El trabajo ingente que se ha hecho ha sido excepcional, y lo ha sido por su respuesta y por su cariño». Según explica, mucha gente le escribió para decirle que aquello había sido un milagro, pero no lo fue. «El milagro se llama cariño y esfuerzo, y eso es lo que han mostrado todas las personas que vinieron ayer». La jornada arranca sin descanso en el Museo Naval de Madrid tras un Día de la Hispanidad muy agitado. Después de la tempestad que supuso el ataque con pintura contra una de las muchas joyas que atesora la exhibición, el cuadro de José Garnelo titulado ‘ El primer homenaje a Colón ‘, conservadores, restauradores y operarios continúan la ardua tarea que supone devolver su gloria a este lienzo que se dio a conocer en 1892. El golpe más inmediato ha sido detenido, según explica a ABC la directora técnica del centro, Berta Gasca , pero la realidad es que la obra «necesitará otro tipo de intervención a largo plazo» que podría costar «miles y miles de euros». Con todo, la experta insiste en que llevará tiempo dirimir el tipo de restauración integral que habrá que acometer.A pesar de ello, lo que se tiene claro desde la institución es que este ataque no privará a los visitantes de disfrutar de una de las obras magnas de Garmelo. «Seguiremos enseñando el cuadro con sus heridas», confirma a este diario el vicealmirante Enrique Torres Piñeyro frente a este colosal lienzo de 6 metros de ancho y 3 de largo. El director del Instituto de Historia y Cultura Naval (IHCN), organismo del que depende el Museo Naval, pone el foco sobre la «rápida reacción que hubo desde el primer momento» por parte de los restauradores, del personal militar y hasta de varios voluntarios externos que interrumpieron su domingo para ayudar a paliar, en la medida de lo posible, la tragedia. El capitán de navío, Juan Escrigas, director del centro, se une a estas loas: «La ayuda ha sido increíble, y quiero agradecerla a todos».Y todo ello, mientras el ministro de Cultura, Ernest Urtasun, guarda silencio y no se pronuncia sobre el ataque de Futuro Vegetal.Ecoterrorismo Bullen de vida los pasillos del Museo Naval; y eso, a pesar de que los lunes permanece cerrado al público. Aunque hoy hay un protagonista indiscutible: el cuadro de Garnelo. Una escena inocente que muestra cómo un grupo de nativos americanos ofrece regalos a Cristóbal Colón y a sus hombres el 12 de octubre de 1492. Casi siglo y medio de obra de arte que, el domingo, se convirtió en el objetivo de la ignorancia ecoterrorista. La historia corre rauda de sala en sala, pero el primero en vivirla fue un hombre con nombre y apellidos: Daniel Vasile Antal , de 57 años. Poco después de que el centro abriera sus puertas, pasado ya el mediodía, dos chicas se acercaron a este guarda de seguridad. «Una de ellas me preguntó dónde estaba el baño», afirma a ABC.Noticia Relacionada Movimiento desobediencia civil estandar No Vandalizan un cuadro de Colón en el Museo Naval en protesta por el 12-O ABC Ambas autoras del acto, el cual han ejecutado como protesta ante los actos de celebración del 12 de octubre, han sido detenidas por la Policía NacionalMinutos después volvió a saber de ellas: «Cuando hacía la ronda, vi que estaban frente al cuadro. Después, escuché unos gritos». Según recuerda, serían las dos menos cuarto de la tarde cuando arrojaron pintura roja sobre la mitad izquierda del lienzo. «No sé que dijeron. Una protesta sobre el Día de la Hispanidad , creo». En segundos, se abalanzó sobre ellas para detenerlas. «Me resbalé en la pintura, pero las agarré mientras caía», sentencia. Está convencido de que su reacción fue instintiva. «No me había pasado una cosa así desde que llegué de Rumanía en 2008, pero es sencillo: cuando ves que alguien hace algo malo, debes actuar lo más rápido posible». Tras inmovilizarlas, dos agentes de paisano que visitaban la exposición –guardias civiles, según afirma– le ayudaron a inmovilizarlas mientras llamaban a las autoridades.El cuadro, antes de la limpiezaE ABCA partir de ahí, todos los mecanismos de la institución se pusieron en marcha. «Yo estaba con mis padres, íbamos a empezar a comer… y sonó el teléfono. Era el subdirector para informarme de lo que había pasado», señala Gasca, recién llegada tras prestar declaración sobre los hechos. La directora técnica pidió que le enviaran unas fotografías para valorar los daños y se confirmó lo peor. «Hablé entonces con el equipo. Todos acudimos al Museo Naval. Muchos estaban de viaje, pero lo interrumpieron», completa. En menos de una hora, un equipo de siete personas estaba en las instalaciones para iniciar las labores de limpieza, y a contrarreloj. «Desde el principio, vimos que la clave era que la pintura no se secara», expone.Gasca y Escrigas, frente al cuadro José ramón ladraUna de las muchas que acudió a la llamada de Gasca fue Regina Zurdo , conservadora y restauradora titular del Museo Naval. Según afirma a este diario, ella también llamó a varias amigas del gremio. «Nos avisamos unos a otros. Al final vinieron varios voluntarios. Entre ellos, una persona del Museo del Prado que nos ayudó con la limpieza inicial», sentencia. Todo a la velocidad del rayo; porque, como insiste la directora técnica, solo era cuestión de un suspiro que el pigmento supersaturado causara estragos. «Bajamos el cuadro y empezamos a retirar toda la pintura, que estaba chorreando». Primero con papel y algodón; luego, con hisopos. Y lo hicieron durante cuatro horas, tras llevar a cabo diferentes pruebas para elegir qué producto era menos invasivo.Daños a largo plazoContenido el tifón inicial, ahora toca detenerse a analizar los daños, que serán a largo plazo. «Por el momento, hemos visto que las escorrentías han pasado al barniz. Hay micro lugares en los que tendremos que estudiar el alcance», explica Gasca. A su lado, Zurdo señala la marca que ha dejado uno de los chorretones: «La pintura, al caer, ha pasmado el barniz. Eso quiere decir que se meten partículas de agua entre sus fisuras y que se queda blanquecino. Durante la limpieza ese proceso ha aumentado, pero no había otra forma de hacerlo para evitar daños mayores». Para colmo, al remover la pintura roja se ha arrastrado polución que está en superficie, lo que ha generado «zonas más claras que habrá que restaurar». La directora técnica lo tiene claro: el proceso será largo, laborioso y costoso, de «miles y miles de euros». De poco vale que, según han afirmado tras otros tantos ataques grupos como Futuro Vegetal , la pintura que arrojan sea biodegradable y ecológica. «Para empezar, no creo que lo sea, porque algunos miembros del personal han tenido reacciones alérgicas. Pero es que ninguna es inocua. Cualquier material que se aplica a otro produce una serie de reacciones químicas que nosotros no podemos valorar hasta que no procedamos con los análisis», completa Gasca. En sus palabras, aunque hayan «retirado la capa visible», todavía hay residuos que «no se han quitado» y de los que costará mucho deshacerse. «Por eso no podemos restaurar el cuadro de hoy para mañana. Esto tendrá una repercusión muy grave en la obra», añade.El equipo de restauradores, junto a Gasca (izq) y Escrigas (der) José Ramón LadraLos daños no se limitan al lienzo, que ya sería mucho decir. A la vera de un carro con todos los productos necesarios para rematar la limpieza inicial, desde agua ionizada hasta algodón, Gasca señala unas manchas rojas en el techo y una vitrina y un cañón que también han resultado dañados. «El marco también habrá que restaurarlo», suscribe. Al final, asevera, se va a tener que invertir mucho dinero en devolver a la vida un cuadro que estaba muy bien conservado. «El gasto va a ser considerable. Cuando restauras una obra de arte así, lo tienes que hacer de forma integral, no se puede hacer por partes», sentencia.Con todo, Escrigas prefiere acabar en positivo. «Es un orgullo lo que se vivió aquí ayer. Cuando llegué ya se habían personado la directora técnica y muchos restauradores. En apenas veinte minutos estábamos en marcha. El trabajo ingente que se ha hecho ha sido excepcional, y lo ha sido por su respuesta y por su cariño». Según explica, mucha gente le escribió para decirle que aquello había sido un milagro, pero no lo fue. «El milagro se llama cariño y esfuerzo, y eso es lo que han mostrado todas las personas que vinieron ayer».
La jornada arranca sin descanso en el Museo Naval de Madrid tras un Día de la Hispanidad muy agitado. Después de la tempestad que supuso el ataque con pintura contra una de las muchas joyas que atesora la exhibición, el cuadro de José … Garnelo titulado ‘El primer homenaje a Colón‘, conservadores, restauradores y operarios continúan la ardua tarea que supone devolver su gloria a este lienzo que se dio a conocer en 1892. El golpe más inmediato ha sido detenido, según explica a ABC la directora técnica del centro, Berta Gasca, pero la realidad es que la obra «necesitará otro tipo de intervención a largo plazo» que podría costar «miles y miles de euros». Con todo, la experta insiste en que llevará tiempo dirimir el tipo de restauración integral que habrá que acometer.
A pesar de ello, lo que se tiene claro desde la institución es que este ataque no privará a los visitantes de disfrutar de una de las obras magnas de Garmelo. «Seguiremos enseñando el cuadro con sus heridas», confirma a este diario el vicealmirante Enrique Torres Piñeyro frente a este colosal lienzo de 6 metros de ancho y 3 de largo. El director del Instituto de Historia y Cultura Naval (IHCN), organismo del que depende el Museo Naval, pone el foco sobre la «rápida reacción que hubo desde el primer momento» por parte de los restauradores, del personal militar y hasta de varios voluntarios externos que interrumpieron su domingo para ayudar a paliar, en la medida de lo posible, la tragedia. El capitán de navío, Juan Escrigas, director del centro, se une a estas loas: «La ayuda ha sido increíble, y quiero agradecerla a todos».
Y todo ello, mientras el ministro de Cultura, Ernest Urtasun, guarda silencio y no se pronuncia sobre el ataque de Futuro Vegetal.
Ecoterrorismo
Bullen de vida los pasillos del Museo Naval; y eso, a pesar de que los lunes permanece cerrado al público. Aunque hoy hay un protagonista indiscutible: el cuadro de Garnelo. Una escena inocente que muestra cómo un grupo de nativos americanos ofrece regalos a Cristóbal Colón y a sus hombres el 12 de octubre de 1492. Casi siglo y medio de obra de arte que, el domingo, se convirtió en el objetivo de la ignorancia ecoterrorista. La historia corre rauda de sala en sala, pero el primero en vivirla fue un hombre con nombre y apellidos: Daniel Vasile Antal, de 57 años. Poco después de que el centro abriera sus puertas, pasado ya el mediodía, dos chicas se acercaron a este guarda de seguridad. «Una de ellas me preguntó dónde estaba el baño», afirma a ABC.
Minutos después volvió a saber de ellas: «Cuando hacía la ronda, vi que estaban frente al cuadro. Después, escuché unos gritos». Según recuerda, serían las dos menos cuarto de la tarde cuando arrojaron pintura roja sobre la mitad izquierda del lienzo. «No sé que dijeron. Una protesta sobre el Día de la Hispanidad, creo». En segundos, se abalanzó sobre ellas para detenerlas. «Me resbalé en la pintura, pero las agarré mientras caía», sentencia. Está convencido de que su reacción fue instintiva. «No me había pasado una cosa así desde que llegué de Rumanía en 2008, pero es sencillo: cuando ves que alguien hace algo malo, debes actuar lo más rápido posible». Tras inmovilizarlas, dos agentes de paisano que visitaban la exposición –guardias civiles, según afirma– le ayudaron a inmovilizarlas mientras llamaban a las autoridades.
ABC
A partir de ahí, todos los mecanismos de la institución se pusieron en marcha. «Yo estaba con mis padres, íbamos a empezar a comer… y sonó el teléfono. Era el subdirector para informarme de lo que había pasado», señala Gasca, recién llegada tras prestar declaración sobre los hechos. La directora técnica pidió que le enviaran unas fotografías para valorar los daños y se confirmó lo peor. «Hablé entonces con el equipo. Todos acudimos al Museo Naval. Muchos estaban de viaje, pero lo interrumpieron», completa. En menos de una hora, un equipo de siete personas estaba en las instalaciones para iniciar las labores de limpieza, y a contrarreloj. «Desde el principio, vimos que la clave era que la pintura no se secara», expone.
José ramón ladra
Una de las muchas que acudió a la llamada de Gasca fue Regina Zurdo, conservadora y restauradora titular del Museo Naval. Según afirma a este diario, ella también llamó a varias amigas del gremio. «Nos avisamos unos a otros. Al final vinieron varios voluntarios. Entre ellos, una persona del Museo del Prado que nos ayudó con la limpieza inicial», sentencia. Todo a la velocidad del rayo; porque, como insiste la directora técnica, solo era cuestión de un suspiro que el pigmento supersaturado causara estragos. «Bajamos el cuadro y empezamos a retirar toda la pintura, que estaba chorreando». Primero con papel y algodón; luego, con hisopos. Y lo hicieron durante cuatro horas, tras llevar a cabo diferentes pruebas para elegir qué producto era menos invasivo.
Daños a largo plazo
Contenido el tifón inicial, ahora toca detenerse a analizar los daños, que serán a largo plazo. «Por el momento, hemos visto que las escorrentías han pasado al barniz. Hay micro lugares en los que tendremos que estudiar el alcance», explica Gasca. A su lado, Zurdo señala la marca que ha dejado uno de los chorretones: «La pintura, al caer, ha pasmado el barniz. Eso quiere decir que se meten partículas de agua entre sus fisuras y que se queda blanquecino. Durante la limpieza ese proceso ha aumentado, pero no había otra forma de hacerlo para evitar daños mayores». Para colmo, al remover la pintura roja se ha arrastrado polución que está en superficie, lo que ha generado «zonas más claras que habrá que restaurar».
La directora técnica lo tiene claro: el proceso será largo, laborioso y costoso, de «miles y miles de euros». De poco vale que, según han afirmado tras otros tantos ataques grupos como Futuro Vegetal, la pintura que arrojan sea biodegradable y ecológica. «Para empezar, no creo que lo sea, porque algunos miembros del personal han tenido reacciones alérgicas. Pero es que ninguna es inocua. Cualquier material que se aplica a otro produce una serie de reacciones químicas que nosotros no podemos valorar hasta que no procedamos con los análisis», completa Gasca. En sus palabras, aunque hayan «retirado la capa visible», todavía hay residuos que «no se han quitado» y de los que costará mucho deshacerse. «Por eso no podemos restaurar el cuadro de hoy para mañana. Esto tendrá una repercusión muy grave en la obra», añade.
José Ramón Ladra
Los daños no se limitan al lienzo, que ya sería mucho decir. A la vera de un carro con todos los productos necesarios para rematar la limpieza inicial, desde agua ionizada hasta algodón, Gasca señala unas manchas rojas en el techo y una vitrina y un cañón que también han resultado dañados. «El marco también habrá que restaurarlo», suscribe. Al final, asevera, se va a tener que invertir mucho dinero en devolver a la vida un cuadro que estaba muy bien conservado. «El gasto va a ser considerable. Cuando restauras una obra de arte así, lo tienes que hacer de forma integral, no se puede hacer por partes», sentencia.
Con todo, Escrigas prefiere acabar en positivo. «Es un orgullo lo que se vivió aquí ayer. Cuando llegué ya se habían personado la directora técnica y muchos restauradores. En apenas veinte minutos estábamos en marcha. El trabajo ingente que se ha hecho ha sido excepcional, y lo ha sido por su respuesta y por su cariño». Según explica, mucha gente le escribió para decirle que aquello había sido un milagro, pero no lo fue. «El milagro se llama cariño y esfuerzo, y eso es lo que han mostrado todas las personas que vinieron ayer».
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