The Studio ‘ (Apple TV) es una serie que se ríe de Hollywood y de los hombres, no siempre en este orden. En el cuarto capítulo, Seth Rogen, director de un gran estudio, un puesto de esos en los que mueves millones como otros mueven cajas, está inquieto porque se ha teñido las canas y no sabe si se le nota demasiado. Le pregunta a un compañero y este le aconseja ponerse un sombrero de detective de cine negro: así llama menos la atención.El chiste funciona porque el mundo se está acabando pero la gran preocupación del hombre blanco heterosexual sigue siendo su pelo: dónde está, a dónde va, cómo se encuentra. Así, cuando Trump se levanta por la mañana, tal vez con un mensaje de J.D. Vance proponiéndole una nueva invasión a, me lo invento, Nueva Caledonia, el presidente de Estados Unidos no piensa en las guerras ni en su lucha contra el demonio woke ni en cómo el comercio mundial está sufriendo con sus aranceles. No. Lo primero que hace es mirarse al espejo y comprobar el estado de la nación capilar: no tengo pruebas pero tampoco dudas. La raíz del pelo es la frontera más inestable del planeta. Todo esto tiene más gracia porque aún se escriben artículos sobre las nuevas masculinidades, que es el nombre que algunos teóricos y algunas teóricas le dieron a sus deseos, también teóricos, de fundar un hombre nuevo. Mientras hablaban de deconstruir el género masculino para librarlo de su toxicidad, de su violencia, el negocio de la cirugía capilar no dejaba de crecer, igual que el de los entrenadores personales y los batidos proteicos y los influencers de la machosfera. De las nuevas masculinidades lo único que nos queda es Timothée Chalamet , que es un hombre nuevo en forma pero no en fondo. Él ama lo que ya se amaba en el siglo XX.La brecha entre el discurso y la realidad no es exclusiva del reino varonil. La discusión sobre la gordofobia en hombres y mujeres la zanjó el Ozempic. Y el nuevo canon de belleza no lo ha impuesto el patriarcado, sino el algoritmo de Instagram, con efectos similares, aunque más extremos. Lo que sucede ahora es que la distancia entre los verbos y los hechos es cada vez menor. Está desapareciendo la hipocresía, o mutando, con consecuencias aún por descubrir. Lo que ya vamos intuyendo es por dónde van los chistes. The Studio ‘ (Apple TV) es una serie que se ríe de Hollywood y de los hombres, no siempre en este orden. En el cuarto capítulo, Seth Rogen, director de un gran estudio, un puesto de esos en los que mueves millones como otros mueven cajas, está inquieto porque se ha teñido las canas y no sabe si se le nota demasiado. Le pregunta a un compañero y este le aconseja ponerse un sombrero de detective de cine negro: así llama menos la atención.El chiste funciona porque el mundo se está acabando pero la gran preocupación del hombre blanco heterosexual sigue siendo su pelo: dónde está, a dónde va, cómo se encuentra. Así, cuando Trump se levanta por la mañana, tal vez con un mensaje de J.D. Vance proponiéndole una nueva invasión a, me lo invento, Nueva Caledonia, el presidente de Estados Unidos no piensa en las guerras ni en su lucha contra el demonio woke ni en cómo el comercio mundial está sufriendo con sus aranceles. No. Lo primero que hace es mirarse al espejo y comprobar el estado de la nación capilar: no tengo pruebas pero tampoco dudas. La raíz del pelo es la frontera más inestable del planeta. Todo esto tiene más gracia porque aún se escriben artículos sobre las nuevas masculinidades, que es el nombre que algunos teóricos y algunas teóricas le dieron a sus deseos, también teóricos, de fundar un hombre nuevo. Mientras hablaban de deconstruir el género masculino para librarlo de su toxicidad, de su violencia, el negocio de la cirugía capilar no dejaba de crecer, igual que el de los entrenadores personales y los batidos proteicos y los influencers de la machosfera. De las nuevas masculinidades lo único que nos queda es Timothée Chalamet , que es un hombre nuevo en forma pero no en fondo. Él ama lo que ya se amaba en el siglo XX.La brecha entre el discurso y la realidad no es exclusiva del reino varonil. La discusión sobre la gordofobia en hombres y mujeres la zanjó el Ozempic. Y el nuevo canon de belleza no lo ha impuesto el patriarcado, sino el algoritmo de Instagram, con efectos similares, aunque más extremos. Lo que sucede ahora es que la distancia entre los verbos y los hechos es cada vez menor. Está desapareciendo la hipocresía, o mutando, con consecuencias aún por descubrir. Lo que ya vamos intuyendo es por dónde van los chistes.
Televidente
«El mundo se está acabando pero la gran preocupación del hombre blanco heterosexual sigue siendo su pelo: dónde está, a dónde va, cómo se encuentra»
The Studio‘ (Apple TV) es una serie que se ríe de Hollywood y de los hombres, no siempre en este orden. En el cuarto capítulo, Seth Rogen, director de un gran estudio, un puesto de esos en los que mueves millones como otros mueven … cajas, está inquieto porque se ha teñido las canas y no sabe si se le nota demasiado. Le pregunta a un compañero y este le aconseja ponerse un sombrero de detective de cine negro: así llama menos la atención.
El chiste funciona porque el mundo se está acabando pero la gran preocupación del hombre blanco heterosexual sigue siendo su pelo: dónde está, a dónde va, cómo se encuentra. Así, cuando Trump se levanta por la mañana, tal vez con un mensaje de J.D. Vance proponiéndole una nueva invasión a, me lo invento, Nueva Caledonia, el presidente de Estados Unidos no piensa en las guerras ni en su lucha contra el demonio woke ni en cómo el comercio mundial está sufriendo con sus aranceles. No. Lo primero que hace es mirarse al espejo y comprobar el estado de la nación capilar: no tengo pruebas pero tampoco dudas. La raíz del pelo es la frontera más inestable del planeta.
Todo esto tiene más gracia porque aún se escriben artículos sobre las nuevas masculinidades, que es el nombre que algunos teóricos y algunas teóricas le dieron a sus deseos, también teóricos, de fundar un hombre nuevo. Mientras hablaban de deconstruir el género masculino para librarlo de su toxicidad, de su violencia, el negocio de la cirugía capilar no dejaba de crecer, igual que el de los entrenadores personales y los batidos proteicos y los influencers de la machosfera. De las nuevas masculinidades lo único que nos queda es Timothée Chalamet, que es un hombre nuevo en forma pero no en fondo. Él ama lo que ya se amaba en el siglo XX.
La brecha entre el discurso y la realidad no es exclusiva del reino varonil. La discusión sobre la gordofobia en hombres y mujeres la zanjó el Ozempic. Y el nuevo canon de belleza no lo ha impuesto el patriarcado, sino el algoritmo de Instagram, con efectos similares, aunque más extremos. Lo que sucede ahora es que la distancia entre los verbos y los hechos es cada vez menor. Está desapareciendo la hipocresía, o mutando, con consecuencias aún por descubrir. Lo que ya vamos intuyendo es por dónde van los chistes.
Límite de sesiones alcanzadas
- El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a la vez. Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Volver a intentar
Has superado el límite de sesiones
- Sólo puedes tener tres sesiones iniciadas a la vez. Hemos cerrado la sesión más antigua para que sigas navegando sin límites en el resto.
Sigue navegando
Artículo solo para suscriptores
RSS de noticias de play