«¿Cómo que no existe un fenómeno Carabanchel? ¿Quién puede pensar algo así? ¡Si esto está lleno de artistas y galerías! También hay músicos, cineastas…». Quien así me aborda es el creador Javier Núñez Gasco, uno de los últimos en llegar a este populoso distrito madrileño. Lo hace mientras disfruto de las fantásticas vistas de Madrid desde su terraza –son 500 m2– en una vivienda que también es estudio. «Yo voy aquí al Mercadona y me encuentro en la cola con Pedro, el galerista de La Gran. Pero es que en el camino de vuelta me topo con diez personas distintas del mundo del arte», prosigue.Noticias relacionadas estandar Si ARTE MMMAD: Hechizos artísticos en lo físico y lo digital Nerea Ubieto estandar Si En el Museo Reina Sofía ‘Néstor reencontrado’: el discreto encanto de la decadencia Javier Díaz-GuardiolaNúñez Gasco se vino a vivir al barrio a comienzos de año, al mismo edificio en el que en la planta baja y la segunda se distribuyen los estudios de hasta once artistas (Irma Álvarez-Laviada, Elvira Amor, FOD, Sonia Navarro, Miki Leal …), cuya agrupación se dio en llamar hace ya más de diez años Nave Oporto. Justo en medio, en la primera, Mala Fama, un proyecto similar impulsado por Carlos Aires que en el pasado albergó el puesto de trabajo de hasta siete creadores (Ruth Quirce, Alejandro Botubol, Rafael Díaz…), y al que ahora acompañan Pablo Linsambarth y Paula Anta. Hasta ese momento, Núñez Gasco ejercía desde «una oficina de 200 m2 y precio desorbitado» en Núñez de Balboa, mientras residía cerca del Teatro Real, donde además tenía alquilado un tercer inmueble que usaba como almacén: «Pagaba pues tres alquileres. Aquí, en Carabanchel, he reducido la factura a la mitad, contando con una vivienda de unos 300 metros y la terraza que has visto».De Chueca al corazón del barrioGasco llegó aquí por casualidad, porque su pareja, Raquel, dio con el espacio. Había una lista de espera de hasta 15 personas. Pero a la propietaria le hizo gracia que pudiera volver a ocuparlo un artista, profesión del antiguo inquilino. Nuestro interlocutor es muy amigo de Paco Martín, responsable de La Pelubrería, un espacio cultural independiente que a principios de 2018 abrió en una peluquería en Chueca. Desde hace poco, su sede se ha trasladado al Mercado de San Isidro, no muy lejos de la vivienda de Javier. Y es que lo que está sucediendo hoy en este distrito de Madrid, que sin ser el más extenso si que es uno de los más poblados, resultado de la anexión en el siglo XX a Madrid de dos municipios independientes (Carabanchel Alto y Bajo), con personalidad obrera, donde hasta no hace mucho se desarrolló todo un tejido industrial de artes gráficas y empresas textiles de tamaño medio, está dando pie a un tejido cultural poblado por artistas, galerías, espacios alternativos, sí, pero también salas de ensayo, diseñadores, gente del cine y estudios de arquitectura. Los actores primarios. De arriba abajo, Miguel Fructuoso, Irma González-Laviada y Nicolás Combarro, de Nave Oporto; fachada de la galería Memoria, donde se observa cómo sus responsables han utilizado otro tipo de pintura para cubrir una pintada amenazante; Rafael Bonilla de Garage Bonilla Guillermo Navarro / Tania Sieira«Puede parecer desde nuestro ámbito que todo se mueve en torno al arte, pero nosotros somos tan solo la punta del iceberg. Lo que hay detrás de Carabanchel es otra cosa en el que nosotros somos una pieza, un elemento más», explica Daniel Silvo, propietario en el barrio de una de las franquicias de Galería Nueva y director de una de las ferias de arte en el mismo, Obertura, inaugurada en 2020 y que este 2025 se transformará en festival de arte digital. «En el caso del arte –prosigue Silvo– el fenómeno fue muy natural. Carabanchel contaba con un tejido industrial que o bien desapareció o cambió de lugar tras la gran crisis de 2008, lo que dejó naves de tamaño considerable, con una luz estupenda y unas posibilidades muy buenas para el desarrollo de la labor de los artistas a un precio asequible. En Tetuán se dio también, pero no eclosionó igual, quizás por sus comunicaciones. Detrás de los artistas llega La Gran, la primera galería, aunque aquí ya estaba desde hace años Dan Benveniste con su taller de grabado, que abre tras cerrar detrás del Congreso, y en el que habilita una sala de exposiciones. Luego llegó la segunda sede en Madrid de Sabrina Amrani, y los argumentos para los galeristas son los mismos: pueden hacer expos muy grandes y potentes en locales inmensos y baratos». Más galerías que en torno al Reina SofíaHoy hasta nueve firmas (las mencionadas La Gran, Sabrina, Galería Nueva y Benveniste, más VETA, La Oficina, Belmonte, Planta 1 y Memoria ) conforman Círculo Carabanchel, la entidad que procura fomentar un circuito entre todas estas galerías del sur de Madrid y generar sinergias, pero a las que se pretenden sumar las llegadas en los últimos meses: OB, Lapislázuli, La Caja Negra, Marquesa, 95 Art Gallery –una locura de espacio dedicado al arte urbano y el grafiti–, también la benjamina, Garage Bonilla. En la actualidad, este distrito alberga más espacios privados de venta de arte que Doctor Fourquet, donde se vivió una fiebre galerística la década pasada, en pleno centro y al calor del Museo Reina Sofía.Tal es la efervescencia cultural que hasta el Ayuntamiento de la capital ha puesto en marcha un programa que intenta mapear todo lo que ocurre entre Latina, Arganzuela y Usera, sus límites naturales, y que se ha dado en llamar Distrito 11 (porque este es el número que unifica a todos sus barrios y porque tiene en cuenta las 10 disciplinas creativas reconocidas en sus contextos, más la gastronomía), que se ha dividido en ocho ámbitos: Arrancaría con Polígono ISO, cerca de General Ricardos, sede del Instituto Europeo del Diseño y con edificios enteros dedicados a locales de ensayo. Hasta 3.000 músicos estima el Consistorio que se mueven semanalmente por la zona. Sería la sede de estudios como Mala Fama y Nave Oporto. Precisamente Oporto se ha denominado al segundo, llamado a ser la ‘capital’ de todo el tinglado y centralidad de Distrito 11. Vista Alegre, el tercero, contenedor del audiovisual (Instituto de Puerta Bonita) y la danza desde La Finca de Vista Alegre, y con el Palacio de Vistalegre para grandes eventos deportivos y musicales. Colonia Tercio Terol, el cuarto, es territorio del cine, y San Isidro, el quinto, con la pradera como joya de la corona con tres escenarios. El sexto es Opañel, con más galerías, y el séptimo, Comillas, tomado por la gente del diseño (hasta aquí se tiene que desplazar el Madrid Design Festival cada año), la foto y las salas alternativas de teatro. Por último, Espacio Río es vía de unión con Matadero. Piedrita a piedrita. De arriba abajo, Pedro Gallego de Lerma y Yaiza González, responsables de La Gran; Carlos Aires, artífice de Mala Fama; y mural en el barrio de Abraham Lacalle Isabel Permuy / Guillermo Navarro Carlos Izquierdo, concejal del distrito, explica que la puesta en valor de todo esto comenzó hace un año con el estudio de estas localizaciones y la presentación de la marca. «En breve –anuncia el político– una web las recogerá a todas y las hará visibles. Asimismo queremos dar a conocer todo el potencial de la zona desde tres vías. De un lado, la celebración de ‘open studios’ en fechas puntuales. Por otro, desde el programa ‘Plazas con Alma’, seis plazas del tejido de la zona donde el Consistorio generará la infraestructura necesaria para que los creadores –escritores, compañías, bandas– exhiban o actúen. Y ‘Rutas con arte’, con dos ramales: una dedicada al arte actual y una segunda para el arte urbano». La primera incluye los murales de grandes dimensiones en el barrio de Santiago Ydáñez y Abraham Lacalle, ambos vinculados a la galería VETA, que quiere producir más en el futuro. También la escultura monumental de Rafael Canogar que ahora luce frente a CentroCentro y que será allí trasladada. La segunda, 20 murales de grafiteros como el último dedicado a 13 Rue el Percebe o ‘María’, la musa de Vista Alegre, en la fachada del Palacio con la firma de Sfhir, a los que se unen desde ayer el pintado por Lidia Cao y Mentalink en el hotel NODE, vendido como el más grande de Europa (¡más de mil habitaciones! ¡En Carabanchel!), con el auspicio de 95 Art Gallery.Pero, ¿qué piensan los artistas de todo esto? Obviamente, ellos ya estaban aquí antes de todo este boom, como bien ha documentado Luis Pérez Calvo, autor de nuestra portada, del proyecto ‘Los Carabancheles’, propiedad ahora de la Fundación Masaveu, un trabajo que ‘ilumina’ en formato comiquero y ‘3-D’ toda la intensidad, la historia y la vida del distrito. Sus cuadernos de apuntes, que hoy nos enseña, son pura maravilla: «Si te vas muy atrás, se puede hasta decir que Goya fue el primer artista del barrio. En el Carabanchel pre-fenómeno, lo más cercano al arte, en la calle Gascón, era el último estudio que diseñaba a mano los carteles para los cines. Yo trabajaba por la zona y cuando iba pedía permiso para verlos. Me quedaba embelesado». Como La AlhambraPérez Calvo recuerda a Laura Lío, a Alfredo García Revuelta, como los primeros creadores asentados. También él, con Patricia Mateo y José Luis López Moral [ahora en Zona Común, en el edificio en Nicolás Morales de La Gran] y Sandra Val [integrante de Espacio Corner, estudio de artistas y galería solo para autores del distrito]: «Yo el barrio lo veo muy divertido. No es bonito, pero esto es como La Alhambra: es deslumbrante de puertas adentro. Y yo lo prefiero lleno de arte, de murales, que de ‘latin kings’ o de basura».Desde Nave Oporto, de los primeros en impulsar la visibilidad de la zona, donde pusieron en marcha esta experiencia compartida heredada del paso de muchos de sus primeros integrantes en la Academia de España en Roma donde coincidieron, se sacan otras conclusiones: «Ni nosotros mismos al principio teníamos mucha conciencia de lo que significa estar en Carabanchel. Ahora sí. Es estar en espacios que son patrimonio industrial y que hay que preservar. Ahora aquí hay un doble desarrollo: una cosa es lo que hacemos los artistas y otra lo que pasa en el barrio, que trasciende nuestra práctica». A lo que se refieren estos autores es a titulares bombásticos como el de ‘Time Out’ considerando Carabanchel como ‘el tercer barrio más ‘cool’ del mundo’ («lo que responde a intereses especulativos, sin duda», afirman); la acusación a los artistas de gentrificar la zona o las pintadas que decoran algunas de sus calles: «Tu arte me sube el alquiler» o «Modernos, no». Ellos también son víctima de todos estos nubarrones: «Se nos acaba el contrato en cinco años y probablemente, si queremos seguir juntos, tendremos que cambiar de zona. Fuimos los primeros en llegar y posiblemente seamos los primeros en salir. Los precios, si quisieramos hacer Nave Oporto hoy, son disparatados además de que ya no hay tanto para elegir. Muchos colegas nos comentan que ya se mueven hacia el Paseo de Extremadura, Usera, Vallecas o Plaza Elíptica. Es una lógica basada en la necesidad, como ocurrió entonces, no porque esto fuera lo más ‘cool’ del mundo». Otro histórico, CasaBanchel, tendrá que cerrar sus puertas: su alquiler se triplica. Y ellos mismos reconocen que es poquísima la interacción entre galerías y artistas del barrio: estas tiran de los de sus nóminas.Otros nombres. De arriba abajo, Javier Núñez Gasco y Néstor García, artistas; pintada contra los artistas y galeristas en el distrito: y Luis Pérez Calvo, autor de ‘Los Carabancheles’ Isabel Permuy«¿Sabes cuál es el cambio más significativo del barrio en diez años? –me pregunta Carlos Aires, una planta más arriba–. Se observa desde la ventana. Ven a verlo: Talleres que de la noche a la mañana se dividen en tres estancias y se convierten en viviendas». Confiesa el promotor de Mala Fama que él sigue haciendo lo mismo que antes, «con la salvedad de que ahora me suministro de lo que necesito en el barrio. Antes tenía que ir a Alcalá de Henares a cortar con láser, por ejemplo». «La zona se ha puesto de moda, hasta yo me sorprendo. Por lo mismo tenemos el barrio lleno de pintadas en nuestra contra. Sabemos que existe cierto fenómeno de especulación, pero pensar que la raíz de ese problema es el artista es desconocer completamente nuestro trabajo. Por aquí han pasado muchos políticos y antes de hacerse la foto siempre les digo lo mismo: ‘¿Sabéis que estáis en un espacio ilegal? La mayoría de los estudios no tienen licencia. Los creadores seguimos siendo parapeto de una serie de golpes inmerecidos».El de Núñez Gasco (que reconoce que en el distrito «hay un movimiento inmobiliario bestial, incluso antes de los artistas, desarrollado conforme a un plan claro y evidente con inversores detrás muy gordos, algunos incluso vinculados a alguna gran galería») es tan grande que se puede permitir acoger en residencia a otros autores. Ahora mismo ahí trabaja ‘sine die’ el venezolano Néstor García, protagonista de una muestra en Archivo Arkhé, que pone perspectiva internacional a lo que está sucediendo: «El fenómeno de Carabanchel lo he vivido ya hasta tres veces. En Caracas comenzó en un lugar denominado Centro de Arte Los Galpones; en Bogotá, en el barrio de San Felipe, donde estuve cinco años y cada vez hay más galerías. Pero los antecedentes están en Winburg, en Miami, en el Soho de Nueva York, barrios obreros que crecen y en los que los artistas depuran porque son los únicos que se atreven a meterse allí. Lo que está pasando en Madrid está pasando en Bogotá, en Sao Paulo… Zonas deprimidas o de clase obrera que tienen imprentas, grandes naves, que primero atraen a los artistas y luego a las galerías, lo que genera circuito. Yo no lo veo como parte de una estrategia sino como un proceso orgánico. Es el reordenamiento del ámbito cultural, que da capital simbólico a los lugares, en el espacio geográfico. Obviamente, eso trae un proceso de gentrificación, y que se ponga el lugar de moda. No es ni positivo ni negativo, sino un fenómeno de la globalización, de la estandarización de la cultura».Y siguen llegando. De arriba abajo, Javier Lauret, Marcelo Mendonça y Chema Perona, los responsables de Estudio Inverso; Sabrina Amrani y Fer Francés, director de VETA Tania Sieira / Isabel PermuyAún así, hay voces que no comparten esto de ‘fenómeno’ en el distrito. Es el caso de Sabrina Amrani, donde la galería aterrizó sin cerrar su sede primigenia en Malasaña, para dar la oportunidad a algunos de sus artistas que «precisan ocupar espacios más grandes». Y así lo argumenta: «Me gusta decir que más que un fenómeno Carabanchel, hay un fenómeno Madrid. Diferentes áreas de la ciudad se han desarrollado de forma distinta porque esto es una capital que ha tenido siempre un tamaño muy humano. La urbe ha vivido hasta ahora muy bien en su centro como claustro, donde pasaba todo». Para Amrani, Carabanchel ya existía antes de que ella llegara: «Paseo por el barrio y los locales de siempre son sustituidos por viviendas, no por galerías. Es muy madrileño lo de ver arriesgado estar fuera del centro. Fue la reacción del gremio cuando dije que abría: «¿Que vas a hacer qué? ¡Vas a cruzar el río!». Lucho por desmitificar esto. No quiero más pisos abriendo en bajos. Pero ese fenómeno de pérdida no es solo Carabanchel, es todo Madrid. Aquí no hay nada específico».Los ‘fenomenos’De manera similar se expresan desde La Gran Pedro Gallego de Lerma y Yaiza González, cuyo salto fue de Valladolid al sur de Madrid: ««¡Qué gran apuesta!», nos decían. La apuesta realmente era quedarse en Castilla y León. Nosotros nos alejamos del término fenómeno, que nos servía para referirnos humorísticamente a los que decían que entraban a la galería atraídos por el mismo: «Hoy han venido tres fenómenos»». Para estos agentes artísticos, es evidente que se ha creado un contexto, que a ellos les gustaría que fuera más «activo y activista»: « La gente se mueve por saraos. La vivencia del arte es ahora mucho más experiencial. Eso es lo que te asegura la llegada de otros públicos que no son los del barrio. Pero para eso tienes que hacer cosas especiales». Silvo me recuerda que el coleccionista que es capaz de irse a Toledo o Arévalo no tiene reparo en llegar a Carabanchel «si lo que se le ofrece merece la pena».Y en ese ‘valer la pena’ están exposiciones monumentales como las de VETA , el espacio privado en su naturaleza más grande, posiblemente de España, con sus 3.000 m2 en dos plantas (en la superior se desarrollan residencias), más una tercera de párking. Eso también es Carabanchel: «El distrito está en un punto de mucha efervescencia, pero falta infraestructura. Las vías de crecimiento en este sentido son evidentes», declara Fer Francés, su director. Este se sonríe cuando le hablamos de gentrificación y especulación: «Este espacio es alquilado y seguro que tengo el alquiler más caro de la zona. Allá donde yo vaya voy a parecer un elemento gentrificador, porque es lo que hacemos las buenas galerías. Es inevitable que nos pongan esas etiquetas».Rocío Martínez, directora de Marquesa Gallery Tania Sieira «Modernos, no» «La gente del barrio de toda la vida está contenta –explica Rafael Bonilla– Luego hay una minoría, y de jóvenes [el concejal del distrito, Carlos Izquierdo, la relaciona con cierto movimiento okupa de extrema izquierda, que incluso llega de otras partes de la Comunidad de Madrid– que se opone al movimiento cultural». «Modernos, no» o «Tu arte me sube el alquiler» son pintadas comunes con las que se topa cualquiera que se pasee por estas calles. «Nosotros podemos darle más o menos vida a tu barrio –apunta el gestor artístico– pero es la gentrificación de otros lo que potencia la de este». El problema es cuando, como sucedió en el pasado, se intentan reventar los proyectos (esta fue una de las razones que acabó con la primera ‘feria’ del distrito, ArtBanchel) o se asalta con pasquines la inauguración de Jorge Galindo en VETA. Y esto, semanas después de que todas las galerías de Círculo Carabanchel se encontraran a principios de marzo con sus cierres intervenidos con pintadas agresivas. «Fuera». Marquesa, de Rocío Martínez y Mariana Rey, de las últimas en llegar, fueron las únicas que se rebelaron y convirtieron la provocación en proyecto artístico. Un llamamiento en redes ha buscado hasta el 9 de mayo a un creador para revertir con su arte el despropósito. Se han recibido 55 propuestas. La ganadora recibirá un premio de 500 euros, materiales para ejecutar su propuesta y el pase a formar parte de la nómina de la galería. Contra el grito, la cultura.Y el ritmo no para. Recientemente abrió sus puertas Garage Bonilla, detrás del cual se sitúa uno de los responsables del extinto Paisaje Doméstico de Suanzes, y en semanas lo hará otro taller compartido, la segunda sede del Estudio Inverso de Marcelo Mendonça (que ya trabajó en Corner, por lo que regresa a este contexto) y Chema Perona, que gestionarán el espacio de 320 m2 de unos coleccionistas españoles residentes en Londres que también se dedicaban allí a la gestión cultural. «Yo siempre he renegado de Carabanchel, pero ahora me doy cuenta de que es una familia, lo que tal vez no es fácil ver desde fuera», confiesa Bonilla. «Aquí todo el mundo cuida a todo el mundo y las visitas son continuas. Vecinos de toda la vida, sí, pero el contexto del arte también. En mi última inauguración estuvo Borja-Villel. Y lo mejor es que se vende. Las inauguraciones son multitudinarias porque esto es Carabanchel».Siguen abriendo galerías y espacios en Madrid y obviamente no todos apuestan por este distrito. Recientemente lo hizo Marc Bibiloni en Delicias y está semana lo ha hecho la barcelonesa Bombón en Malasaña. También en breve se muda Espacio Mínimo a Vallecas. Que se racionalicen alquileres, vivienda, es algo que piden todos nuestros interlocutores. Políticas más humanas que no expulsen a nadie de ningún barrio. Que la lógica sea preservar y los titulares tipo ‘Time Out’ sean espejismos. Nos damos de plazo otros quince años. O cinco, en el caso de Nave Oporto. «¿Cómo que no existe un fenómeno Carabanchel? ¿Quién puede pensar algo así? ¡Si esto está lleno de artistas y galerías! También hay músicos, cineastas…». Quien así me aborda es el creador Javier Núñez Gasco, uno de los últimos en llegar a este populoso distrito madrileño. Lo hace mientras disfruto de las fantásticas vistas de Madrid desde su terraza –son 500 m2– en una vivienda que también es estudio. «Yo voy aquí al Mercadona y me encuentro en la cola con Pedro, el galerista de La Gran. Pero es que en el camino de vuelta me topo con diez personas distintas del mundo del arte», prosigue.Noticias relacionadas estandar Si ARTE MMMAD: Hechizos artísticos en lo físico y lo digital Nerea Ubieto estandar Si En el Museo Reina Sofía ‘Néstor reencontrado’: el discreto encanto de la decadencia Javier Díaz-GuardiolaNúñez Gasco se vino a vivir al barrio a comienzos de año, al mismo edificio en el que en la planta baja y la segunda se distribuyen los estudios de hasta once artistas (Irma Álvarez-Laviada, Elvira Amor, FOD, Sonia Navarro, Miki Leal …), cuya agrupación se dio en llamar hace ya más de diez años Nave Oporto. Justo en medio, en la primera, Mala Fama, un proyecto similar impulsado por Carlos Aires que en el pasado albergó el puesto de trabajo de hasta siete creadores (Ruth Quirce, Alejandro Botubol, Rafael Díaz…), y al que ahora acompañan Pablo Linsambarth y Paula Anta. Hasta ese momento, Núñez Gasco ejercía desde «una oficina de 200 m2 y precio desorbitado» en Núñez de Balboa, mientras residía cerca del Teatro Real, donde además tenía alquilado un tercer inmueble que usaba como almacén: «Pagaba pues tres alquileres. Aquí, en Carabanchel, he reducido la factura a la mitad, contando con una vivienda de unos 300 metros y la terraza que has visto».De Chueca al corazón del barrioGasco llegó aquí por casualidad, porque su pareja, Raquel, dio con el espacio. Había una lista de espera de hasta 15 personas. Pero a la propietaria le hizo gracia que pudiera volver a ocuparlo un artista, profesión del antiguo inquilino. Nuestro interlocutor es muy amigo de Paco Martín, responsable de La Pelubrería, un espacio cultural independiente que a principios de 2018 abrió en una peluquería en Chueca. Desde hace poco, su sede se ha trasladado al Mercado de San Isidro, no muy lejos de la vivienda de Javier. Y es que lo que está sucediendo hoy en este distrito de Madrid, que sin ser el más extenso si que es uno de los más poblados, resultado de la anexión en el siglo XX a Madrid de dos municipios independientes (Carabanchel Alto y Bajo), con personalidad obrera, donde hasta no hace mucho se desarrolló todo un tejido industrial de artes gráficas y empresas textiles de tamaño medio, está dando pie a un tejido cultural poblado por artistas, galerías, espacios alternativos, sí, pero también salas de ensayo, diseñadores, gente del cine y estudios de arquitectura. Los actores primarios. De arriba abajo, Miguel Fructuoso, Irma González-Laviada y Nicolás Combarro, de Nave Oporto; fachada de la galería Memoria, donde se observa cómo sus responsables han utilizado otro tipo de pintura para cubrir una pintada amenazante; Rafael Bonilla de Garage Bonilla Guillermo Navarro / Tania Sieira«Puede parecer desde nuestro ámbito que todo se mueve en torno al arte, pero nosotros somos tan solo la punta del iceberg. Lo que hay detrás de Carabanchel es otra cosa en el que nosotros somos una pieza, un elemento más», explica Daniel Silvo, propietario en el barrio de una de las franquicias de Galería Nueva y director de una de las ferias de arte en el mismo, Obertura, inaugurada en 2020 y que este 2025 se transformará en festival de arte digital. «En el caso del arte –prosigue Silvo– el fenómeno fue muy natural. Carabanchel contaba con un tejido industrial que o bien desapareció o cambió de lugar tras la gran crisis de 2008, lo que dejó naves de tamaño considerable, con una luz estupenda y unas posibilidades muy buenas para el desarrollo de la labor de los artistas a un precio asequible. En Tetuán se dio también, pero no eclosionó igual, quizás por sus comunicaciones. Detrás de los artistas llega La Gran, la primera galería, aunque aquí ya estaba desde hace años Dan Benveniste con su taller de grabado, que abre tras cerrar detrás del Congreso, y en el que habilita una sala de exposiciones. Luego llegó la segunda sede en Madrid de Sabrina Amrani, y los argumentos para los galeristas son los mismos: pueden hacer expos muy grandes y potentes en locales inmensos y baratos». Más galerías que en torno al Reina SofíaHoy hasta nueve firmas (las mencionadas La Gran, Sabrina, Galería Nueva y Benveniste, más VETA, La Oficina, Belmonte, Planta 1 y Memoria ) conforman Círculo Carabanchel, la entidad que procura fomentar un circuito entre todas estas galerías del sur de Madrid y generar sinergias, pero a las que se pretenden sumar las llegadas en los últimos meses: OB, Lapislázuli, La Caja Negra, Marquesa, 95 Art Gallery –una locura de espacio dedicado al arte urbano y el grafiti–, también la benjamina, Garage Bonilla. En la actualidad, este distrito alberga más espacios privados de venta de arte que Doctor Fourquet, donde se vivió una fiebre galerística la década pasada, en pleno centro y al calor del Museo Reina Sofía.Tal es la efervescencia cultural que hasta el Ayuntamiento de la capital ha puesto en marcha un programa que intenta mapear todo lo que ocurre entre Latina, Arganzuela y Usera, sus límites naturales, y que se ha dado en llamar Distrito 11 (porque este es el número que unifica a todos sus barrios y porque tiene en cuenta las 10 disciplinas creativas reconocidas en sus contextos, más la gastronomía), que se ha dividido en ocho ámbitos: Arrancaría con Polígono ISO, cerca de General Ricardos, sede del Instituto Europeo del Diseño y con edificios enteros dedicados a locales de ensayo. Hasta 3.000 músicos estima el Consistorio que se mueven semanalmente por la zona. Sería la sede de estudios como Mala Fama y Nave Oporto. Precisamente Oporto se ha denominado al segundo, llamado a ser la ‘capital’ de todo el tinglado y centralidad de Distrito 11. Vista Alegre, el tercero, contenedor del audiovisual (Instituto de Puerta Bonita) y la danza desde La Finca de Vista Alegre, y con el Palacio de Vistalegre para grandes eventos deportivos y musicales. Colonia Tercio Terol, el cuarto, es territorio del cine, y San Isidro, el quinto, con la pradera como joya de la corona con tres escenarios. El sexto es Opañel, con más galerías, y el séptimo, Comillas, tomado por la gente del diseño (hasta aquí se tiene que desplazar el Madrid Design Festival cada año), la foto y las salas alternativas de teatro. Por último, Espacio Río es vía de unión con Matadero. Piedrita a piedrita. De arriba abajo, Pedro Gallego de Lerma y Yaiza González, responsables de La Gran; Carlos Aires, artífice de Mala Fama; y mural en el barrio de Abraham Lacalle Isabel Permuy / Guillermo Navarro Carlos Izquierdo, concejal del distrito, explica que la puesta en valor de todo esto comenzó hace un año con el estudio de estas localizaciones y la presentación de la marca. «En breve –anuncia el político– una web las recogerá a todas y las hará visibles. Asimismo queremos dar a conocer todo el potencial de la zona desde tres vías. De un lado, la celebración de ‘open studios’ en fechas puntuales. Por otro, desde el programa ‘Plazas con Alma’, seis plazas del tejido de la zona donde el Consistorio generará la infraestructura necesaria para que los creadores –escritores, compañías, bandas– exhiban o actúen. Y ‘Rutas con arte’, con dos ramales: una dedicada al arte actual y una segunda para el arte urbano». La primera incluye los murales de grandes dimensiones en el barrio de Santiago Ydáñez y Abraham Lacalle, ambos vinculados a la galería VETA, que quiere producir más en el futuro. También la escultura monumental de Rafael Canogar que ahora luce frente a CentroCentro y que será allí trasladada. La segunda, 20 murales de grafiteros como el último dedicado a 13 Rue el Percebe o ‘María’, la musa de Vista Alegre, en la fachada del Palacio con la firma de Sfhir, a los que se unen desde ayer el pintado por Lidia Cao y Mentalink en el hotel NODE, vendido como el más grande de Europa (¡más de mil habitaciones! ¡En Carabanchel!), con el auspicio de 95 Art Gallery.Pero, ¿qué piensan los artistas de todo esto? Obviamente, ellos ya estaban aquí antes de todo este boom, como bien ha documentado Luis Pérez Calvo, autor de nuestra portada, del proyecto ‘Los Carabancheles’, propiedad ahora de la Fundación Masaveu, un trabajo que ‘ilumina’ en formato comiquero y ‘3-D’ toda la intensidad, la historia y la vida del distrito. Sus cuadernos de apuntes, que hoy nos enseña, son pura maravilla: «Si te vas muy atrás, se puede hasta decir que Goya fue el primer artista del barrio. En el Carabanchel pre-fenómeno, lo más cercano al arte, en la calle Gascón, era el último estudio que diseñaba a mano los carteles para los cines. Yo trabajaba por la zona y cuando iba pedía permiso para verlos. Me quedaba embelesado». Como La AlhambraPérez Calvo recuerda a Laura Lío, a Alfredo García Revuelta, como los primeros creadores asentados. También él, con Patricia Mateo y José Luis López Moral [ahora en Zona Común, en el edificio en Nicolás Morales de La Gran] y Sandra Val [integrante de Espacio Corner, estudio de artistas y galería solo para autores del distrito]: «Yo el barrio lo veo muy divertido. No es bonito, pero esto es como La Alhambra: es deslumbrante de puertas adentro. Y yo lo prefiero lleno de arte, de murales, que de ‘latin kings’ o de basura».Desde Nave Oporto, de los primeros en impulsar la visibilidad de la zona, donde pusieron en marcha esta experiencia compartida heredada del paso de muchos de sus primeros integrantes en la Academia de España en Roma donde coincidieron, se sacan otras conclusiones: «Ni nosotros mismos al principio teníamos mucha conciencia de lo que significa estar en Carabanchel. Ahora sí. Es estar en espacios que son patrimonio industrial y que hay que preservar. Ahora aquí hay un doble desarrollo: una cosa es lo que hacemos los artistas y otra lo que pasa en el barrio, que trasciende nuestra práctica». A lo que se refieren estos autores es a titulares bombásticos como el de ‘Time Out’ considerando Carabanchel como ‘el tercer barrio más ‘cool’ del mundo’ («lo que responde a intereses especulativos, sin duda», afirman); la acusación a los artistas de gentrificar la zona o las pintadas que decoran algunas de sus calles: «Tu arte me sube el alquiler» o «Modernos, no». Ellos también son víctima de todos estos nubarrones: «Se nos acaba el contrato en cinco años y probablemente, si queremos seguir juntos, tendremos que cambiar de zona. Fuimos los primeros en llegar y posiblemente seamos los primeros en salir. Los precios, si quisieramos hacer Nave Oporto hoy, son disparatados además de que ya no hay tanto para elegir. Muchos colegas nos comentan que ya se mueven hacia el Paseo de Extremadura, Usera, Vallecas o Plaza Elíptica. Es una lógica basada en la necesidad, como ocurrió entonces, no porque esto fuera lo más ‘cool’ del mundo». Otro histórico, CasaBanchel, tendrá que cerrar sus puertas: su alquiler se triplica. Y ellos mismos reconocen que es poquísima la interacción entre galerías y artistas del barrio: estas tiran de los de sus nóminas.Otros nombres. De arriba abajo, Javier Núñez Gasco y Néstor García, artistas; pintada contra los artistas y galeristas en el distrito: y Luis Pérez Calvo, autor de ‘Los Carabancheles’ Isabel Permuy«¿Sabes cuál es el cambio más significativo del barrio en diez años? –me pregunta Carlos Aires, una planta más arriba–. Se observa desde la ventana. Ven a verlo: Talleres que de la noche a la mañana se dividen en tres estancias y se convierten en viviendas». Confiesa el promotor de Mala Fama que él sigue haciendo lo mismo que antes, «con la salvedad de que ahora me suministro de lo que necesito en el barrio. Antes tenía que ir a Alcalá de Henares a cortar con láser, por ejemplo». «La zona se ha puesto de moda, hasta yo me sorprendo. Por lo mismo tenemos el barrio lleno de pintadas en nuestra contra. Sabemos que existe cierto fenómeno de especulación, pero pensar que la raíz de ese problema es el artista es desconocer completamente nuestro trabajo. Por aquí han pasado muchos políticos y antes de hacerse la foto siempre les digo lo mismo: ‘¿Sabéis que estáis en un espacio ilegal? La mayoría de los estudios no tienen licencia. Los creadores seguimos siendo parapeto de una serie de golpes inmerecidos».El de Núñez Gasco (que reconoce que en el distrito «hay un movimiento inmobiliario bestial, incluso antes de los artistas, desarrollado conforme a un plan claro y evidente con inversores detrás muy gordos, algunos incluso vinculados a alguna gran galería») es tan grande que se puede permitir acoger en residencia a otros autores. Ahora mismo ahí trabaja ‘sine die’ el venezolano Néstor García, protagonista de una muestra en Archivo Arkhé, que pone perspectiva internacional a lo que está sucediendo: «El fenómeno de Carabanchel lo he vivido ya hasta tres veces. En Caracas comenzó en un lugar denominado Centro de Arte Los Galpones; en Bogotá, en el barrio de San Felipe, donde estuve cinco años y cada vez hay más galerías. Pero los antecedentes están en Winburg, en Miami, en el Soho de Nueva York, barrios obreros que crecen y en los que los artistas depuran porque son los únicos que se atreven a meterse allí. Lo que está pasando en Madrid está pasando en Bogotá, en Sao Paulo… Zonas deprimidas o de clase obrera que tienen imprentas, grandes naves, que primero atraen a los artistas y luego a las galerías, lo que genera circuito. Yo no lo veo como parte de una estrategia sino como un proceso orgánico. Es el reordenamiento del ámbito cultural, que da capital simbólico a los lugares, en el espacio geográfico. Obviamente, eso trae un proceso de gentrificación, y que se ponga el lugar de moda. No es ni positivo ni negativo, sino un fenómeno de la globalización, de la estandarización de la cultura».Y siguen llegando. De arriba abajo, Javier Lauret, Marcelo Mendonça y Chema Perona, los responsables de Estudio Inverso; Sabrina Amrani y Fer Francés, director de VETA Tania Sieira / Isabel PermuyAún así, hay voces que no comparten esto de ‘fenómeno’ en el distrito. Es el caso de Sabrina Amrani, donde la galería aterrizó sin cerrar su sede primigenia en Malasaña, para dar la oportunidad a algunos de sus artistas que «precisan ocupar espacios más grandes». Y así lo argumenta: «Me gusta decir que más que un fenómeno Carabanchel, hay un fenómeno Madrid. Diferentes áreas de la ciudad se han desarrollado de forma distinta porque esto es una capital que ha tenido siempre un tamaño muy humano. La urbe ha vivido hasta ahora muy bien en su centro como claustro, donde pasaba todo». Para Amrani, Carabanchel ya existía antes de que ella llegara: «Paseo por el barrio y los locales de siempre son sustituidos por viviendas, no por galerías. Es muy madrileño lo de ver arriesgado estar fuera del centro. Fue la reacción del gremio cuando dije que abría: «¿Que vas a hacer qué? ¡Vas a cruzar el río!». Lucho por desmitificar esto. No quiero más pisos abriendo en bajos. Pero ese fenómeno de pérdida no es solo Carabanchel, es todo Madrid. Aquí no hay nada específico».Los ‘fenomenos’De manera similar se expresan desde La Gran Pedro Gallego de Lerma y Yaiza González, cuyo salto fue de Valladolid al sur de Madrid: ««¡Qué gran apuesta!», nos decían. La apuesta realmente era quedarse en Castilla y León. Nosotros nos alejamos del término fenómeno, que nos servía para referirnos humorísticamente a los que decían que entraban a la galería atraídos por el mismo: «Hoy han venido tres fenómenos»». Para estos agentes artísticos, es evidente que se ha creado un contexto, que a ellos les gustaría que fuera más «activo y activista»: « La gente se mueve por saraos. La vivencia del arte es ahora mucho más experiencial. Eso es lo que te asegura la llegada de otros públicos que no son los del barrio. Pero para eso tienes que hacer cosas especiales». Silvo me recuerda que el coleccionista que es capaz de irse a Toledo o Arévalo no tiene reparo en llegar a Carabanchel «si lo que se le ofrece merece la pena».Y en ese ‘valer la pena’ están exposiciones monumentales como las de VETA , el espacio privado en su naturaleza más grande, posiblemente de España, con sus 3.000 m2 en dos plantas (en la superior se desarrollan residencias), más una tercera de párking. Eso también es Carabanchel: «El distrito está en un punto de mucha efervescencia, pero falta infraestructura. Las vías de crecimiento en este sentido son evidentes», declara Fer Francés, su director. Este se sonríe cuando le hablamos de gentrificación y especulación: «Este espacio es alquilado y seguro que tengo el alquiler más caro de la zona. Allá donde yo vaya voy a parecer un elemento gentrificador, porque es lo que hacemos las buenas galerías. Es inevitable que nos pongan esas etiquetas».Rocío Martínez, directora de Marquesa Gallery Tania Sieira «Modernos, no» «La gente del barrio de toda la vida está contenta –explica Rafael Bonilla– Luego hay una minoría, y de jóvenes [el concejal del distrito, Carlos Izquierdo, la relaciona con cierto movimiento okupa de extrema izquierda, que incluso llega de otras partes de la Comunidad de Madrid– que se opone al movimiento cultural». «Modernos, no» o «Tu arte me sube el alquiler» son pintadas comunes con las que se topa cualquiera que se pasee por estas calles. «Nosotros podemos darle más o menos vida a tu barrio –apunta el gestor artístico– pero es la gentrificación de otros lo que potencia la de este». El problema es cuando, como sucedió en el pasado, se intentan reventar los proyectos (esta fue una de las razones que acabó con la primera ‘feria’ del distrito, ArtBanchel) o se asalta con pasquines la inauguración de Jorge Galindo en VETA. Y esto, semanas después de que todas las galerías de Círculo Carabanchel se encontraran a principios de marzo con sus cierres intervenidos con pintadas agresivas. «Fuera». Marquesa, de Rocío Martínez y Mariana Rey, de las últimas en llegar, fueron las únicas que se rebelaron y convirtieron la provocación en proyecto artístico. Un llamamiento en redes ha buscado hasta el 9 de mayo a un creador para revertir con su arte el despropósito. Se han recibido 55 propuestas. La ganadora recibirá un premio de 500 euros, materiales para ejecutar su propuesta y el pase a formar parte de la nómina de la galería. Contra el grito, la cultura.Y el ritmo no para. Recientemente abrió sus puertas Garage Bonilla, detrás del cual se sitúa uno de los responsables del extinto Paisaje Doméstico de Suanzes, y en semanas lo hará otro taller compartido, la segunda sede del Estudio Inverso de Marcelo Mendonça (que ya trabajó en Corner, por lo que regresa a este contexto) y Chema Perona, que gestionarán el espacio de 320 m2 de unos coleccionistas españoles residentes en Londres que también se dedicaban allí a la gestión cultural. «Yo siempre he renegado de Carabanchel, pero ahora me doy cuenta de que es una familia, lo que tal vez no es fácil ver desde fuera», confiesa Bonilla. «Aquí todo el mundo cuida a todo el mundo y las visitas son continuas. Vecinos de toda la vida, sí, pero el contexto del arte también. En mi última inauguración estuvo Borja-Villel. Y lo mejor es que se vende. Las inauguraciones son multitudinarias porque esto es Carabanchel».Siguen abriendo galerías y espacios en Madrid y obviamente no todos apuestan por este distrito. Recientemente lo hizo Marc Bibiloni en Delicias y está semana lo ha hecho la barcelonesa Bombón en Malasaña. También en breve se muda Espacio Mínimo a Vallecas. Que se racionalicen alquileres, vivienda, es algo que piden todos nuestros interlocutores. Políticas más humanas que no expulsen a nadie de ningún barrio. Que la lógica sea preservar y los titulares tipo ‘Time Out’ sean espejismos. Nos damos de plazo otros quince años. O cinco, en el caso de Nave Oporto.
«¿Cómo que no existe un fenómeno Carabanchel? ¿Quién puede pensar algo así? ¡Si esto está lleno de artistas y galerías! También hay músicos, cineastas…». Quien así me aborda es el creador Javier Núñez Gasco, uno de los últimos en llegar a este populoso … distrito madrileño.
Lo hace mientras disfruto de las fantásticas vistas de Madrid desde su terraza –son 500 m2– en una vivienda que también es estudio. «Yo voy aquí al Mercadona y me encuentro en la cola con Pedro, el galerista de La Gran. Pero es que en el camino de vuelta me topo con diez personas distintas del mundo del arte», prosigue.
Núñez Gasco se vino a vivir al barrio a comienzos de año, al mismo edificio en el que en la planta baja y la segunda se distribuyen los estudios de hasta once artistas (Irma Álvarez-Laviada, Elvira Amor, FOD, Sonia Navarro, Miki Leal…), cuya agrupación se dio en llamar hace ya más de diez años Nave Oporto. Justo en medio, en la primera, Mala Fama, un proyecto similar impulsado por Carlos Aires que en el pasado albergó el puesto de trabajo de hasta siete creadores (Ruth Quirce, Alejandro Botubol, Rafael Díaz…), y al que ahora acompañan Pablo Linsambarth y Paula Anta.
Hasta ese momento, Núñez Gasco ejercía desde «una oficina de 200 m2 y precio desorbitado» en Núñez de Balboa, mientras residía cerca del Teatro Real, donde además tenía alquilado un tercer inmueble que usaba como almacén: «Pagaba pues tres alquileres. Aquí, en Carabanchel, he reducido la factura a la mitad, contando con una vivienda de unos 300 metros y la terraza que has visto».
De Chueca al corazón del barrio
Gasco llegó aquí por casualidad, porque su pareja, Raquel, dio con el espacio. Había una lista de espera de hasta 15 personas. Pero a la propietaria le hizo gracia que pudiera volver a ocuparlo un artista, profesión del antiguo inquilino. Nuestro interlocutor es muy amigo de Paco Martín, responsable de La Pelubrería, un espacio cultural independiente que a principios de 2018 abrió en una peluquería en Chueca. Desde hace poco, su sede se ha trasladado al Mercado de San Isidro, no muy lejos de la vivienda de Javier.
Y es que lo que está sucediendo hoy en este distrito de Madrid, que sin ser el más extenso si que es uno de los más poblados, resultado de la anexión en el siglo XX a Madrid de dos municipios independientes (Carabanchel Alto y Bajo), con personalidad obrera, donde hasta no hace mucho se desarrolló todo un tejido industrial de artes gráficas y empresas textiles de tamaño medio, está dando pie a un tejido cultural poblado por artistas, galerías, espacios alternativos, sí, pero también salas de ensayo, diseñadores, gente del cine y estudios de arquitectura.


De arriba abajo, Miguel Fructuoso, Irma González-Laviada y Nicolás Combarro, de Nave Oporto; fachada de la galería Memoria, donde se observa cómo sus responsables han utilizado otro tipo de pintura para cubrir una pintada amenazante; Rafael Bonilla de Garage Bonilla
Guillermo Navarro / Tania Sieira
«Puede parecer desde nuestro ámbito que todo se mueve en torno al arte, pero nosotros somos tan solo la punta del iceberg. Lo que hay detrás de Carabanchel es otra cosa en el que nosotros somos una pieza, un elemento más», explica Daniel Silvo, propietario en el barrio de una de las franquicias de Galería Nueva y director de una de las ferias de arte en el mismo, Obertura, inaugurada en 2020 y que este 2025 se transformará en festival de arte digital.
«En el caso del arte –prosigue Silvo– el fenómeno fue muy natural. Carabanchel contaba con un tejido industrial que o bien desapareció o cambió de lugar tras la gran crisis de 2008, lo que dejó naves de tamaño considerable, con una luz estupenda y unas posibilidades muy buenas para el desarrollo de la labor de los artistas a un precio asequible. En Tetuán se dio también, pero no eclosionó igual, quizás por sus comunicaciones. Detrás de los artistas llega La Gran, la primera galería, aunque aquí ya estaba desde hace años Dan Benveniste con su taller de grabado, que abre tras cerrar detrás del Congreso, y en el que habilita una sala de exposiciones. Luego llegó la segunda sede en Madrid de Sabrina Amrani, y los argumentos para los galeristas son los mismos: pueden hacer expos muy grandes y potentes en locales inmensos y baratos».
Más galerías que en torno al Reina Sofía
Hoy hasta nueve firmas (las mencionadas La Gran, Sabrina, Galería Nueva y Benveniste, más VETA, La Oficina, Belmonte, Planta 1 y Memoria) conforman Círculo Carabanchel, la entidad que procura fomentar un circuito entre todas estas galerías del sur de Madrid y generar sinergias, pero a las que se pretenden sumar las llegadas en los últimos meses: OB, Lapislázuli, La Caja Negra, Marquesa, 95 Art Gallery –una locura de espacio dedicado al arte urbano y el grafiti–, también la benjamina, Garage Bonilla. En la actualidad, este distrito alberga más espacios privados de venta de arte que Doctor Fourquet, donde se vivió una fiebre galerística la década pasada, en pleno centro y al calor del Museo Reina Sofía.
Tal es la efervescencia cultural que hasta el Ayuntamiento de la capital ha puesto en marcha un programa que intenta mapear todo lo que ocurre entre Latina, Arganzuela y Usera, sus límites naturales, y que se ha dado en llamar Distrito 11 (porque este es el número que unifica a todos sus barrios y porque tiene en cuenta las 10 disciplinas creativas reconocidas en sus contextos, más la gastronomía), que se ha dividido en ocho ámbitos: Arrancaría con Polígono ISO, cerca de General Ricardos, sede del Instituto Europeo del Diseño y con edificios enteros dedicados a locales de ensayo. Hasta 3.000 músicos estima el Consistorio que se mueven semanalmente por la zona. Sería la sede de estudios como Mala Fama y Nave Oporto.
Precisamente Oporto se ha denominado al segundo, llamado a ser la ‘capital’ de todo el tinglado y centralidad de Distrito 11. Vista Alegre, el tercero, contenedor del audiovisual (Instituto de Puerta Bonita) y la danza desde La Finca de Vista Alegre, y con el Palacio de Vistalegre para grandes eventos deportivos y musicales. Colonia Tercio Terol, el cuarto, es territorio del cine, y San Isidro, el quinto, con la pradera como joya de la corona con tres escenarios. El sexto es Opañel, con más galerías, y el séptimo, Comillas, tomado por la gente del diseño (hasta aquí se tiene que desplazar el Madrid Design Festival cada año), la foto y las salas alternativas de teatro. Por último, Espacio Río es vía de unión con Matadero.


De arriba abajo, Pedro Gallego de Lerma y Yaiza González, responsables de La Gran; Carlos Aires, artífice de Mala Fama; y mural en el barrio de Abraham Lacalle
Isabel Permuy / Guillermo Navarro
Carlos Izquierdo, concejal del distrito, explica que la puesta en valor de todo esto comenzó hace un año con el estudio de estas localizaciones y la presentación de la marca. «En breve –anuncia el político– una web las recogerá a todas y las hará visibles. Asimismo queremos dar a conocer todo el potencial de la zona desde tres vías. De un lado, la celebración de ‘open studios’ en fechas puntuales. Por otro, desde el programa ‘Plazas con Alma’, seis plazas del tejido de la zona donde el Consistorio generará la infraestructura necesaria para que los creadores –escritores, compañías, bandas– exhiban o actúen. Y ‘Rutas con arte’, con dos ramales: una dedicada al arte actual y una segunda para el arte urbano».
La primera incluye los murales de grandes dimensiones en el barrio de Santiago Ydáñez y Abraham Lacalle, ambos vinculados a la galería VETA, que quiere producir más en el futuro. También la escultura monumental de Rafael Canogar que ahora luce frente a CentroCentro y que será allí trasladada. La segunda, 20 murales de grafiteros como el último dedicado a 13 Rue el Percebe o ‘María’, la musa de Vista Alegre, en la fachada del Palacio con la firma de Sfhir, a los que se unen desde ayer el pintado por Lidia Cao y Mentalink en el hotel NODE, vendido como el más grande de Europa (¡más de mil habitaciones! ¡En Carabanchel!), con el auspicio de 95 Art Gallery.
Pero, ¿qué piensan los artistas de todo esto? Obviamente, ellos ya estaban aquí antes de todo este boom, como bien ha documentado Luis Pérez Calvo, autor de nuestra portada, del proyecto ‘Los Carabancheles’, propiedad ahora de la Fundación Masaveu, un trabajo que ‘ilumina’ en formato comiquero y ‘3-D’ toda la intensidad, la historia y la vida del distrito. Sus cuadernos de apuntes, que hoy nos enseña, son pura maravilla: «Si te vas muy atrás, se puede hasta decir que Goya fue el primer artista del barrio. En el Carabanchel pre-fenómeno, lo más cercano al arte, en la calle Gascón, era el último estudio que diseñaba a mano los carteles para los cines. Yo trabajaba por la zona y cuando iba pedía permiso para verlos. Me quedaba embelesado».
Como La Alhambra
Pérez Calvo recuerda a Laura Lío, a Alfredo García Revuelta, como los primeros creadores asentados. También él, con Patricia Mateo y José Luis López Moral [ahora en Zona Común, en el edificio en Nicolás Morales de La Gran] y Sandra Val [integrante de Espacio Corner, estudio de artistas y galería solo para autores del distrito]: «Yo el barrio lo veo muy divertido. No es bonito, pero esto es como La Alhambra: es deslumbrante de puertas adentro. Y yo lo prefiero lleno de arte, de murales, que de ‘latin kings’ o de basura».
Desde Nave Oporto, de los primeros en impulsar la visibilidad de la zona, donde pusieron en marcha esta experiencia compartida heredada del paso de muchos de sus primeros integrantes en la Academia de España en Roma donde coincidieron, se sacan otras conclusiones: «Ni nosotros mismos al principio teníamos mucha conciencia de lo que significa estar en Carabanchel. Ahora sí. Es estar en espacios que son patrimonio industrial y que hay que preservar. Ahora aquí hay un doble desarrollo: una cosa es lo que hacemos los artistas y otra lo que pasa en el barrio, que trasciende nuestra práctica».
A lo que se refieren estos autores es a titulares bombásticos como el de ‘Time Out’ considerando Carabanchel como ‘el tercer barrio más ‘cool’ del mundo’ («lo que responde a intereses especulativos, sin duda», afirman); la acusación a los artistas de gentrificar la zona o las pintadas que decoran algunas de sus calles: «Tu arte me sube el alquiler» o «Modernos, no». Ellos también son víctima de todos estos nubarrones: «Se nos acaba el contrato en cinco años y probablemente, si queremos seguir juntos, tendremos que cambiar de zona. Fuimos los primeros en llegar y posiblemente seamos los primeros en salir. Los precios, si quisieramos hacer Nave Oporto hoy, son disparatados además de que ya no hay tanto para elegir. Muchos colegas nos comentan que ya se mueven hacia el Paseo de Extremadura, Usera, Vallecas o Plaza Elíptica. Es una lógica basada en la necesidad, como ocurrió entonces, no porque esto fuera lo más ‘cool’ del mundo». Otro histórico, CasaBanchel, tendrá que cerrar sus puertas: su alquiler se triplica. Y ellos mismos reconocen que es poquísima la interacción entre galerías y artistas del barrio: estas tiran de los de sus nóminas.



De arriba abajo, Javier Núñez Gasco y Néstor García, artistas; pintada contra los artistas y galeristas en el distrito: y Luis Pérez Calvo, autor de ‘Los Carabancheles’
Isabel Permuy
«¿Sabes cuál es el cambio más significativo del barrio en diez años? –me pregunta Carlos Aires, una planta más arriba–. Se observa desde la ventana. Ven a verlo: Talleres que de la noche a la mañana se dividen en tres estancias y se convierten en viviendas». Confiesa el promotor de Mala Fama que él sigue haciendo lo mismo que antes, «con la salvedad de que ahora me suministro de lo que necesito en el barrio. Antes tenía que ir a Alcalá de Henares a cortar con láser, por ejemplo». «La zona se ha puesto de moda, hasta yo me sorprendo. Por lo mismo tenemos el barrio lleno de pintadas en nuestra contra. Sabemos que existe cierto fenómeno de especulación, pero pensar que la raíz de ese problema es el artista es desconocer completamente nuestro trabajo. Por aquí han pasado muchos políticos y antes de hacerse la foto siempre les digo lo mismo: ‘¿Sabéis que estáis en un espacio ilegal? La mayoría de los estudios no tienen licencia. Los creadores seguimos siendo parapeto de una serie de golpes inmerecidos».
El de Núñez Gasco (que reconoce que en el distrito «hay un movimiento inmobiliario bestial, incluso antes de los artistas, desarrollado conforme a un plan claro y evidente con inversores detrás muy gordos, algunos incluso vinculados a alguna gran galería») es tan grande que se puede permitir acoger en residencia a otros autores.
Ahora mismo ahí trabaja ‘sine die’ el venezolano Néstor García, protagonista de una muestra en Archivo Arkhé, que pone perspectiva internacional a lo que está sucediendo: «El fenómeno de Carabanchel lo he vivido ya hasta tres veces. En Caracas comenzó en un lugar denominado Centro de Arte Los Galpones; en Bogotá, en el barrio de San Felipe, donde estuve cinco años y cada vez hay más galerías. Pero los antecedentes están en Winburg, en Miami, en el Soho de Nueva York, barrios obreros que crecen y en los que los artistas depuran porque son los únicos que se atreven a meterse allí. Lo que está pasando en Madrid está pasando en Bogotá, en Sao Paulo… Zonas deprimidas o de clase obrera que tienen imprentas, grandes naves, que primero atraen a los artistas y luego a las galerías, lo que genera circuito. Yo no lo veo como parte de una estrategia sino como un proceso orgánico. Es el reordenamiento del ámbito cultural, que da capital simbólico a los lugares, en el espacio geográfico. Obviamente, eso trae un proceso de gentrificación, y que se ponga el lugar de moda. No es ni positivo ni negativo, sino un fenómeno de la globalización, de la estandarización de la cultura».



De arriba abajo, Javier Lauret, Marcelo Mendonça y Chema Perona, los responsables de Estudio Inverso; Sabrina Amrani y Fer Francés, director de VETA
Tania Sieira / Isabel Permuy
Aún así, hay voces que no comparten esto de ‘fenómeno’ en el distrito. Es el caso de Sabrina Amrani, donde la galería aterrizó sin cerrar su sede primigenia en Malasaña, para dar la oportunidad a algunos de sus artistas que «precisan ocupar espacios más grandes». Y así lo argumenta: «Me gusta decir que más que un fenómeno Carabanchel, hay un fenómeno Madrid. Diferentes áreas de la ciudad se han desarrollado de forma distinta porque esto es una capital que ha tenido siempre un tamaño muy humano. La urbe ha vivido hasta ahora muy bien en su centro como claustro, donde pasaba todo».
Para Amrani, Carabanchel ya existía antes de que ella llegara: «Paseo por el barrio y los locales de siempre son sustituidos por viviendas, no por galerías. Es muy madrileño lo de ver arriesgado estar fuera del centro. Fue la reacción del gremio cuando dije que abría: «¿Que vas a hacer qué? ¡Vas a cruzar el río!». Lucho por desmitificar esto. No quiero más pisos abriendo en bajos. Pero ese fenómeno de pérdida no es solo Carabanchel, es todo Madrid. Aquí no hay nada específico».
Los ‘fenomenos’
De manera similar se expresan desde La Gran Pedro Gallego de Lerma y Yaiza González, cuyo salto fue de Valladolid al sur de Madrid: ««¡Qué gran apuesta!», nos decían. La apuesta realmente era quedarse en Castilla y León. Nosotros nos alejamos del término fenómeno, que nos servía para referirnos humorísticamente a los que decían que entraban a la galería atraídos por el mismo: «Hoy han venido tres fenómenos»».
Para estos agentes artísticos, es evidente que se ha creado un contexto, que a ellos les gustaría que fuera más «activo y activista»: «La gente se mueve por saraos. La vivencia del arte es ahora mucho más experiencial. Eso es lo que te asegura la llegada de otros públicos que no son los del barrio. Pero para eso tienes que hacer cosas especiales». Silvo me recuerda que el coleccionista que es capaz de irse a Toledo o Arévalo no tiene reparo en llegar a Carabanchel «si lo que se le ofrece merece la pena».
Y en ese ‘valer la pena’ están exposiciones monumentales como las de VETA, el espacio privado en su naturaleza más grande, posiblemente de España, con sus 3.000 m2 en dos plantas (en la superior se desarrollan residencias), más una tercera de párking. Eso también es Carabanchel: «El distrito está en un punto de mucha efervescencia, pero falta infraestructura. Las vías de crecimiento en este sentido son evidentes», declara Fer Francés, su director. Este se sonríe cuando le hablamos de gentrificación y especulación: «Este espacio es alquilado y seguro que tengo el alquiler más caro de la zona. Allá donde yo vaya voy a parecer un elemento gentrificador, porque es lo que hacemos las buenas galerías. Es inevitable que nos pongan esas etiquetas».
Y el ritmo no para. Recientemente abrió sus puertas Garage Bonilla, detrás del cual se sitúa uno de los responsables del extinto Paisaje Doméstico de Suanzes, y en semanas lo hará otro taller compartido, la segunda sede del Estudio Inverso de Marcelo Mendonça (que ya trabajó en Corner, por lo que regresa a este contexto) y Chema Perona, que gestionarán el espacio de 320 m2 de unos coleccionistas españoles residentes en Londres que también se dedicaban allí a la gestión cultural.
«Yo siempre he renegado de Carabanchel, pero ahora me doy cuenta de que es una familia, lo que tal vez no es fácil ver desde fuera», confiesa Bonilla. «Aquí todo el mundo cuida a todo el mundo y las visitas son continuas. Vecinos de toda la vida, sí, pero el contexto del arte también. En mi última inauguración estuvo Borja-Villel. Y lo mejor es que se vende. Las inauguraciones son multitudinarias porque esto es Carabanchel».
Siguen abriendo galerías y espacios en Madrid y obviamente no todos apuestan por este distrito. Recientemente lo hizo Marc Bibiloni en Delicias y está semana lo ha hecho la barcelonesa Bombón en Malasaña. También en breve se muda Espacio Mínimo a Vallecas. Que se racionalicen alquileres, vivienda, es algo que piden todos nuestros interlocutores. Políticas más humanas que no expulsen a nadie de ningún barrio. Que la lógica sea preservar y los titulares tipo ‘Time Out’ sean espejismos. Nos damos de plazo otros quince años. O cinco, en el caso de Nave Oporto.
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