No robó una bolsa de cacahuetes. Ni tampoco golpeó a la propietaria de la tienda como Mónica Cervera, la actriz de ‘La que se avecina’ detenida hace unos días en Marbella. Aunque el Calandria acabó en el calabozo, como esta intérprete que pasó de triunfar en la televisión y estar nominada a un Goya a vivir en la calle. Y la historia del ‘ Melómano de Chamberí ‘ que contó Leandro Blanco en la revista ‘Blanco y Negro’ en 1933 bien podría inspirar un episodio de la famosa serie. « Todas las noches faltaba un melón », comenzó la narración del periodista, que cada semana daba cuenta de un suceso. Y todas las mañanas el señor Jeromo despertaba con sus gritos y maldiciones a los vecinos de la calle Santa Engracia. La primera vez que este «centinela avanzado de Villaconejos en aquel puesto del distrito de Chamberí» descubrió el robo, se llevó las manos a la cabeza y se quejó amargamente a la portera de la casa de enfrente. « De los de a 2 pesetas », se lamentó, sin sospechar el zasca que recibiría como respuesta por su ‘desorbitado’ precio. «¡Mi madre, qué escándalo!. ‘Pus’ con razón se los roban», le soltó la ‘señá Sidora’.La desesperación del dueño del puesto no impidió que al día siguiente advirtiera una nueva falta, ni que siguieran desapareciendo melones en un goteo constante. «Era una especie de contribución que pagaba al misterio, pero he aquí que pasados unos días más el misterio le subió la contribución el 100 por 100 », continuó Blanco. Pasaron a ser dos los melones que corrieron la suerte de sus antecesores, después tres y al cabo de un tiempo las desapariciones se sucedieron «en masa y sin medida». «¡Hoy me faltan doce, señá Sidora!», se quejó el señor Jeromo con los ojos en lágrimas. Noticia Relacionada Decíamos ayer reportaje Si El escándalo del beso robado de 1924: «Ha de tener severo castigo» Mónica Arrizabalaga Desde ABC se pidió un escarmiento para un «mozo besuqueador» por un «sonoro ósculo» no consentido a una señorita en un tranvía de Madrid. «Lo contrario sentaría una jurisprudencia muy peligrosa»A la portera se le ablandó el corazón o tal vez se cansó de tanto alboroto mañanero, quién sabe, pero tras burlarse un poco del desquiciado vendedor («Y cómo va usté a arreglarse pa el quorum?»), decidió echarle una mano. Tenía un cuñado que había perdido su empleo de guarda en una finca cercana. Podría vigilar el puesto por las noches con su escopeta, le ofreció a Jeromo. « No es que sea ‘talmente’ un Sherlock Holmes, pero estará a la mira », le prometió. Así fue cómo entró en escena Jacinto, un hombre recio, bien plantado y completamente calvo. Su calva era «la inspiradora de todas las vulgaridades que circulan por el mundo con motivo de una calva», según Blanco. El prometedor ‘Piloservator’ o el ‘Trilysin’ que se anunciaban por entonces no obtenían los resultados turcos de ahora… A Jacinto le bastó una noche para atrapar al Melómano de Chamberí, a pesar o, mejor dicho, gracias a que a las pocas horas como vigilante, le entró un sueño invencible. Reclinó su cabeza entre los melones amarillos y se quedó profundamente dormido . No pudo ver al Calandria, que se asomó a la calle hacia las tres de la madrugada. Jaime Vázquez Ordóñez, «cliente asiduo de comisarías, escribanías y celdas comunes», no ‘trabajaba en ciego’. Se aseguraba de que nadie lo observaba y se acercaba al puesto con toda clase de precauciones. «Tendía su vista sobre la asamblea de cucurbitáceas, fijaba la mirada en una de ellas y antes de cogerla, para cerciorarse por el sonido si era de buena calidad, le daba un golpe », explicó Blanco. Así actuó también aquella noche, con tan mala fortuna para él que, en la penumbra de la noche, confundió la calva de Jacinto con un melón amarillo y le asestó su clásico papirotazo de técnico en melones. Para su sorpresa, en esta ocasión el melón elegido se levantó de repente y le apuntó con una escopeta . «Al grito de ¡manos arriba! -continuó el redactor- el randa se dejó capturar dócilmente y emprendió una vez más en su vida el camino de la comisaría». Blanco aún añadió una conversación del Calandria en el calabozo. «No sabéis ande tenéis la cabeza», le reprendió un viejo topista. « Ande la tenía yo, sí, señor. Lo que tenía de haber sabido es ande la tenía el guardia. ¡Dita sea mi suerte…!», contestó contrariado Vázquez.Noticias relacionadas estandar No Detenida en Marbella Mónica Cervera, actriz de ‘La que se avecina’ que vivía en la calle J. J. Madueño estandar No Por un intento de robo con violencia La actriz Mónica Cervera, condenada a once meses de prisión ABCEl propio Leandro Blanco escribió que la historia no tiene imaginación, tira de copias de sus episodios, hace clichés de sus hechos culminantes y aprovecha, en suma, las circunstancias que se le ofrecen para plagiarse a sí misma descaradamente. La historia se repite, decía el reputado periodista, ganador de un premio Luca de Tena en 1929. Sin embargo, el caso del Melómano de Chamberí que ilustró el fotógrafo Virgilio Muro con la ayuda de dos actores del teatro Fuencarral no tiene parangón. Ni siquiera reflejo en ninguna otra información de la época. ¿Cómo pudo recrear con tanto detalle el suceso? « El informador responde de la autenticidad del suceso que relatado queda (…) ¡Ay si pudiera hacerlo con el diálogo!», aseguró Blanco en otro de sus artículos. No robó una bolsa de cacahuetes. Ni tampoco golpeó a la propietaria de la tienda como Mónica Cervera, la actriz de ‘La que se avecina’ detenida hace unos días en Marbella. Aunque el Calandria acabó en el calabozo, como esta intérprete que pasó de triunfar en la televisión y estar nominada a un Goya a vivir en la calle. Y la historia del ‘ Melómano de Chamberí ‘ que contó Leandro Blanco en la revista ‘Blanco y Negro’ en 1933 bien podría inspirar un episodio de la famosa serie. « Todas las noches faltaba un melón », comenzó la narración del periodista, que cada semana daba cuenta de un suceso. Y todas las mañanas el señor Jeromo despertaba con sus gritos y maldiciones a los vecinos de la calle Santa Engracia. La primera vez que este «centinela avanzado de Villaconejos en aquel puesto del distrito de Chamberí» descubrió el robo, se llevó las manos a la cabeza y se quejó amargamente a la portera de la casa de enfrente. « De los de a 2 pesetas », se lamentó, sin sospechar el zasca que recibiría como respuesta por su ‘desorbitado’ precio. «¡Mi madre, qué escándalo!. ‘Pus’ con razón se los roban», le soltó la ‘señá Sidora’.La desesperación del dueño del puesto no impidió que al día siguiente advirtiera una nueva falta, ni que siguieran desapareciendo melones en un goteo constante. «Era una especie de contribución que pagaba al misterio, pero he aquí que pasados unos días más el misterio le subió la contribución el 100 por 100 », continuó Blanco. Pasaron a ser dos los melones que corrieron la suerte de sus antecesores, después tres y al cabo de un tiempo las desapariciones se sucedieron «en masa y sin medida». «¡Hoy me faltan doce, señá Sidora!», se quejó el señor Jeromo con los ojos en lágrimas. Noticia Relacionada Decíamos ayer reportaje Si El escándalo del beso robado de 1924: «Ha de tener severo castigo» Mónica Arrizabalaga Desde ABC se pidió un escarmiento para un «mozo besuqueador» por un «sonoro ósculo» no consentido a una señorita en un tranvía de Madrid. «Lo contrario sentaría una jurisprudencia muy peligrosa»A la portera se le ablandó el corazón o tal vez se cansó de tanto alboroto mañanero, quién sabe, pero tras burlarse un poco del desquiciado vendedor («Y cómo va usté a arreglarse pa el quorum?»), decidió echarle una mano. Tenía un cuñado que había perdido su empleo de guarda en una finca cercana. Podría vigilar el puesto por las noches con su escopeta, le ofreció a Jeromo. « No es que sea ‘talmente’ un Sherlock Holmes, pero estará a la mira », le prometió. Así fue cómo entró en escena Jacinto, un hombre recio, bien plantado y completamente calvo. Su calva era «la inspiradora de todas las vulgaridades que circulan por el mundo con motivo de una calva», según Blanco. El prometedor ‘Piloservator’ o el ‘Trilysin’ que se anunciaban por entonces no obtenían los resultados turcos de ahora… A Jacinto le bastó una noche para atrapar al Melómano de Chamberí, a pesar o, mejor dicho, gracias a que a las pocas horas como vigilante, le entró un sueño invencible. Reclinó su cabeza entre los melones amarillos y se quedó profundamente dormido . No pudo ver al Calandria, que se asomó a la calle hacia las tres de la madrugada. Jaime Vázquez Ordóñez, «cliente asiduo de comisarías, escribanías y celdas comunes», no ‘trabajaba en ciego’. Se aseguraba de que nadie lo observaba y se acercaba al puesto con toda clase de precauciones. «Tendía su vista sobre la asamblea de cucurbitáceas, fijaba la mirada en una de ellas y antes de cogerla, para cerciorarse por el sonido si era de buena calidad, le daba un golpe », explicó Blanco. Así actuó también aquella noche, con tan mala fortuna para él que, en la penumbra de la noche, confundió la calva de Jacinto con un melón amarillo y le asestó su clásico papirotazo de técnico en melones. Para su sorpresa, en esta ocasión el melón elegido se levantó de repente y le apuntó con una escopeta . «Al grito de ¡manos arriba! -continuó el redactor- el randa se dejó capturar dócilmente y emprendió una vez más en su vida el camino de la comisaría». Blanco aún añadió una conversación del Calandria en el calabozo. «No sabéis ande tenéis la cabeza», le reprendió un viejo topista. « Ande la tenía yo, sí, señor. Lo que tenía de haber sabido es ande la tenía el guardia. ¡Dita sea mi suerte…!», contestó contrariado Vázquez.Noticias relacionadas estandar No Detenida en Marbella Mónica Cervera, actriz de ‘La que se avecina’ que vivía en la calle J. J. Madueño estandar No Por un intento de robo con violencia La actriz Mónica Cervera, condenada a once meses de prisión ABCEl propio Leandro Blanco escribió que la historia no tiene imaginación, tira de copias de sus episodios, hace clichés de sus hechos culminantes y aprovecha, en suma, las circunstancias que se le ofrecen para plagiarse a sí misma descaradamente. La historia se repite, decía el reputado periodista, ganador de un premio Luca de Tena en 1929. Sin embargo, el caso del Melómano de Chamberí que ilustró el fotógrafo Virgilio Muro con la ayuda de dos actores del teatro Fuencarral no tiene parangón. Ni siquiera reflejo en ninguna otra información de la época. ¿Cómo pudo recrear con tanto detalle el suceso? « El informador responde de la autenticidad del suceso que relatado queda (…) ¡Ay si pudiera hacerlo con el diálogo!», aseguró Blanco en otro de sus artículos.
No robó una bolsa de cacahuetes. Ni tampoco golpeó a la propietaria de la tienda como Mónica Cervera, la actriz de ‘La que se avecina’ detenida hace unos días en Marbella. Aunque el Calandria acabó en el calabozo, como esta intérprete que pasó de … triunfar en la televisión y estar nominada a un Goya a vivir en la calle. Y la historia del ‘Melómano de Chamberí‘ que contó Leandro Blanco en la revista ‘Blanco y Negro’ en 1933 bien podría inspirar un episodio de la famosa serie.
«Todas las noches faltaba un melón», comenzó la narración del periodista, que cada semana daba cuenta de un suceso. Y todas las mañanas el señor Jeromo despertaba con sus gritos y maldiciones a los vecinos de la calle Santa Engracia. La primera vez que este «centinela avanzado de Villaconejos en aquel puesto del distrito de Chamberí» descubrió el robo, se llevó las manos a la cabeza y se quejó amargamente a la portera de la casa de enfrente. «De los de a 2 pesetas», se lamentó, sin sospechar el zasca que recibiría como respuesta por su ‘desorbitado’ precio. «¡Mi madre, qué escándalo!. ‘Pus’ con razón se los roban», le soltó la ‘señá Sidora’.
La desesperación del dueño del puesto no impidió que al día siguiente advirtiera una nueva falta, ni que siguieran desapareciendo melones en un goteo constante. «Era una especie de contribución que pagaba al misterio, pero he aquí que pasados unos días más el misterio le subió la contribución el 100 por 100», continuó Blanco. Pasaron a ser dos los melones que corrieron la suerte de sus antecesores, después tres y al cabo de un tiempo las desapariciones se sucedieron «en masa y sin medida». «¡Hoy me faltan doce, señá Sidora!», se quejó el señor Jeromo con los ojos en lágrimas.
A la portera se le ablandó el corazón o tal vez se cansó de tanto alboroto mañanero, quién sabe, pero tras burlarse un poco del desquiciado vendedor («Y cómo va usté a arreglarse pa el quorum?»), decidió echarle una mano. Tenía un cuñado que había perdido su empleo de guarda en una finca cercana. Podría vigilar el puesto por las noches con su escopeta, le ofreció a Jeromo. «No es que sea ‘talmente’ un Sherlock Holmes, pero estará a la mira», le prometió.

Así fue cómo entró en escena Jacinto, un hombre recio, bien plantado y completamente calvo. Su calva era «la inspiradora de todas las vulgaridades que circulan por el mundo con motivo de una calva», según Blanco. El prometedor ‘Piloservator’ o el ‘Trilysin’ que se anunciaban por entonces no obtenían los resultados turcos de ahora…
A Jacinto le bastó una noche para atrapar al Melómano de Chamberí, a pesar o, mejor dicho, gracias a que a las pocas horas como vigilante, le entró un sueño invencible. Reclinó su cabeza entre los melones amarillos y se quedó profundamente dormido. No pudo ver al Calandria, que se asomó a la calle hacia las tres de la madrugada. Jaime Vázquez Ordóñez, «cliente asiduo de comisarías, escribanías y celdas comunes», no ‘trabajaba en ciego’. Se aseguraba de que nadie lo observaba y se acercaba al puesto con toda clase de precauciones. «Tendía su vista sobre la asamblea de cucurbitáceas, fijaba la mirada en una de ellas y antes de cogerla, para cerciorarse por el sonido si era de buena calidad, le daba un golpe», explicó Blanco.
Así actuó también aquella noche, con tan mala fortuna para él que, en la penumbra de la noche, confundió la calva de Jacinto con un melón amarillo y le asestó su clásico papirotazo de técnico en melones. Para su sorpresa, en esta ocasión el melón elegido se levantó de repente y le apuntó con una escopeta. «Al grito de ¡manos arriba! -continuó el redactor- el randa se dejó capturar dócilmente y emprendió una vez más en su vida el camino de la comisaría». Blanco aún añadió una conversación del Calandria en el calabozo. «No sabéis ande tenéis la cabeza», le reprendió un viejo topista. «Ande la tenía yo, sí, señor. Lo que tenía de haber sabido es ande la tenía el guardia. ¡Dita sea mi suerte…!», contestó contrariado Vázquez.
El propio Leandro Blanco escribió que la historia no tiene imaginación, tira de copias de sus episodios, hace clichés de sus hechos culminantes y aprovecha, en suma, las circunstancias que se le ofrecen para plagiarse a sí misma descaradamente. La historia se repite, decía el reputado periodista, ganador de un premio Luca de Tena en 1929. Sin embargo, el caso del Melómano de Chamberí que ilustró el fotógrafo Virgilio Muro con la ayuda de dos actores del teatro Fuencarral no tiene parangón. Ni siquiera reflejo en ninguna otra información de la época. ¿Cómo pudo recrear con tanto detalle el suceso? «El informador responde de la autenticidad del suceso que relatado queda (…) ¡Ay si pudiera hacerlo con el diálogo!», aseguró Blanco en otro de sus artículos.
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