Lo del Museo de América —perdonen que insista— es de un despotismo del señor ministro de Cultura propio de los tiempos de Franco. Sin siquiera conocer bien ese maravilloso museo, Ernest Urtasun quiere descolonizarlo. Necesita actualizaciones (el museo), pero sobre todo medios, atención y cuidado. En su colección, que nada tienen de colonial puesto que es una institución pensada durante la II República —aunque construida después de la guerra, en plena dictadura— se muestran obras de importancia capital para entender la historia de Hispanoamérica, con todas sus luces y todas sus sombras, que son muchas (ambas). Que el Ministerio imponga una muestra de réplicas actuales de la colección Quimbaya, hechas por un orfebre privado y traídas por la embajada de Colombia, es un caso digno de explicarse en el Congreso, si algún grupo político presta un poco de atención. ¿Por qué? Porque sirve a una causa política y ha obligado a los responsables del museo a aceptar ese proyecto humillante. Se titulaba ‘Oro y hoja de coca’. Tenía algo muy bueno: duraba sólo tres días. Por mucho que quisiera verla usted, lector, ya se la ha perdido. Yo sí la vi, indigna de un centro tan serio como es el Museo de América. Pero no todo está perdido. Según la noticia que hemos publicado, el director rechazó incluirla en las salas cuando se la propusieron. Una vez. Y bastó ese intento para que el ministro del movimiento (descolonizador) mandara que le llamasen a capítulo: «¿Qué se ha creído? ¡Usted expondrá lo que yo le diga!». El famoso progresismo Lo del Museo de América —perdonen que insista— es de un despotismo del señor ministro de Cultura propio de los tiempos de Franco. Sin siquiera conocer bien ese maravilloso museo, Ernest Urtasun quiere descolonizarlo. Necesita actualizaciones (el museo), pero sobre todo medios, atención y cuidado. En su colección, que nada tienen de colonial puesto que es una institución pensada durante la II República —aunque construida después de la guerra, en plena dictadura— se muestran obras de importancia capital para entender la historia de Hispanoamérica, con todas sus luces y todas sus sombras, que son muchas (ambas). Que el Ministerio imponga una muestra de réplicas actuales de la colección Quimbaya, hechas por un orfebre privado y traídas por la embajada de Colombia, es un caso digno de explicarse en el Congreso, si algún grupo político presta un poco de atención. ¿Por qué? Porque sirve a una causa política y ha obligado a los responsables del museo a aceptar ese proyecto humillante. Se titulaba ‘Oro y hoja de coca’. Tenía algo muy bueno: duraba sólo tres días. Por mucho que quisiera verla usted, lector, ya se la ha perdido. Yo sí la vi, indigna de un centro tan serio como es el Museo de América. Pero no todo está perdido. Según la noticia que hemos publicado, el director rechazó incluirla en las salas cuando se la propusieron. Una vez. Y bastó ese intento para que el ministro del movimiento (descolonizador) mandara que le llamasen a capítulo: «¿Qué se ha creído? ¡Usted expondrá lo que yo le diga!». El famoso progresismo Lo del Museo de América —perdonen que insista— es de un despotismo del señor ministro de Cultura propio de los tiempos de Franco. Sin siquiera conocer bien ese maravilloso museo, Ernest Urtasun quiere descolonizarlo. Necesita actualizaciones (el museo), pero sobre todo medios, atención y cuidado. En su colección, que nada tienen de colonial puesto que es una institución pensada durante la II República —aunque construida después de la guerra, en plena dictadura— se muestran obras de importancia capital para entender la historia de Hispanoamérica, con todas sus luces y todas sus sombras, que son muchas (ambas). Que el Ministerio imponga una muestra de réplicas actuales de la colección Quimbaya, hechas por un orfebre privado y traídas por la embajada de Colombia, es un caso digno de explicarse en el Congreso, si algún grupo político presta un poco de atención. ¿Por qué? Porque sirve a una causa política y ha obligado a los responsables del museo a aceptar ese proyecto humillante. Se titulaba ‘Oro y hoja de coca’. Tenía algo muy bueno: duraba sólo tres días. Por mucho que quisiera verla usted, lector, ya se la ha perdido. Yo sí la vi, indigna de un centro tan serio como es el Museo de América. Pero no todo está perdido. Según la noticia que hemos publicado, el director rechazó incluirla en las salas cuando se la propusieron. Una vez. Y bastó ese intento para que el ministro del movimiento (descolonizador) mandara que le llamasen a capítulo: «¿Qué se ha creído? ¡Usted expondrá lo que yo le diga!». El famoso progresismo RSS de noticias de cultura
