Incluso siendo ya nonagenario, el padre Gregori Estrada se empeñaba en ponerse de pie para enseñar pasos de baile a quienquiera que le hiciese una consulta sobre el manuscrito al que dedicó medio siglo de estudio minucioso: el ‘Llibre Vermell de Montserrat’. Guiado por su intuición y apoyado en una rigurosa investigación musicológica, Estrada trabajó hasta su muerte, en 2015, tratando de descifrar ese códice del siglo XIV que debe su nombre, «libro rojo», al color de las cubiertas que le colocaron durante una restauración siglos ha. El fruto de su trabajo ha visto, por fin, la luz gracias a la dedicación del musicólogo Martí Beltrán, que ha puesto orden a los apuntes y borradores del Estrada para poderlos dar a imprenta. «Es el trabajo más detallista que se ha hecho hasta ahora sobre el Llibre Vermell», asegura Beltrán. El resultado lo publican la editorial Tritó y Publicaciones de la Abadía de Montserrat, en versión trilingüe (catalán, castellano e inglés) y lleva por título ‘El Llibre Vermell de Montserrat, estudio y transcripción de los cantos y las danzas’.En los años 60, el códice medieval llamó la atención del monje y músico por algunas señales que son ajenas a la notación musical: una línea vertical por aquí, una rayita —casi un borrón— por allá… Eran signos que no aportaban nada a las partituras, y que por tanto musicólogos como Higini Anglés habían optado por obviar. Estrada no se conformó, y empezó a desarrollar una hipótesis. Como se sabía que aquellas canciones se cantaban y también se bailaban, especuló con la idea de que las señales fueran indicaciones referentes a la coreografía de las piezas. Empezó así una aventura que le llevó media vida y que requirió dosis de rigor y creatividad a partes iguales.«Las fuentes nos hablan de la importancia de la danza en el mundo medieval, pero no nos han quedado coreografías escritas», cuenta Beltrán. De ahí que reconstruir esos movimientos fuera tan complicado. Además, hay que tener en cuenta que la notación musical medieval es mucho más imprecisa que nuestras partituras actuales, en parte porque la interpretación se confiaba a la memoria de los músicos, que casi siempre conocía de oído la melodía. Para Beltrán, la hipótesis de Estrada «es una propuesta muy razonada, basada en todo el conocimiento que él tenía y del estudio minucioso del manuscrito», y respaldada porque, además, «cuando se lleva a la práctica sobre el escenario, funciona».El musicólogo y contratenor Josep Maria Gregori ha cantado en incontables ocasiones esta música, e incluso la grabó bajo la dirección de Jordi Savall, que se basó en la edición de otro religioso, el padre Higinio Anglés. De la versión de Estrada señala que «es innovadora» y que «nos interpela a los músicos, que tenemos que cambiar los hábitos adquiridos». Sucede a menudo con la música clásica: «Por ejemplo, ahora no se interpreta Bach de la misma manera que décadas atrás». La investigación aporta nuevos datos y ofrece perspectivas novedosas sobre obras que creíamos conocer bien. «De alguna manera, el padre Estrada nos puso deberes», bromea Gregori, que recuerda cómo en los años 70 el monje alargaba cualquier paseo por el centro de Barcelona cuando, tras una jornada entera investigando manuscritos, insistía en ilustrar con bailes sus reflexiones, ante discípulos y colegas como él, y a la vista de cuanto transeúnte los encontrara a su paso.El Llibre Vermell de Montserrat ABCLos primeros que han tenido que afrontar la tarea de cambiar las inercias han sido los miembros de la propia escolanía de Montserrat. Nuevos ritmos, nuevos giros melódicos, detalles casi insignificantes para el oído profano si se quiere, pero trascendentes para un músico riguroso. El padre Efrem de Montellà, prefecto de la escolanía, constata que «ha habido que hacer un esfuerzo para llevar a cabo el proceso». Ahora incluso lo tienen grabado, y «tanto los cantores como los monjes se han acostumbrado ya a esta versión». De Montellà destaca que la aportación musicológica y coreográfica de Estrada añade «un eslabón más» a la larga cadena de estudios sobre el manuscrito, que contiene solo diez canciones pero que es una de las joyas indiscutibles del patrimonio musical ibérico, como las Cantigas de Alfonso X y el Códice de las Huelgas.Aun así, Josep Maria Gregori recuerda que el ‘Llibre Vermell de Montserrat’ estuvo a punto de perderse. Por avatares diversos, el volumen salió del monasterio y no hubiese regresado si no fuera porque un obispo alertó al abad que un anticuario de Vic lo tenía a la venta y ya se había puesto en contacto con la biblioteca nacional francesa. Por una vez, la historia acabó bien y el monumento de papel volvió a su casa, donde mucho después Gregori Estrada dedicó sus esfuerzos a intentar entender los secretos que ocultaba y que, seguro, oculta todavía. Él mismo admite en las conclusiones, con benedictina humildad: «Al finalizar este trabajo no puedo sino constatar la falta de claridad de algunas cuestiones que a lo largo de tantos años de trabajo han sido resueltas a favor o a veces en contra». Incluso siendo ya nonagenario, el padre Gregori Estrada se empeñaba en ponerse de pie para enseñar pasos de baile a quienquiera que le hiciese una consulta sobre el manuscrito al que dedicó medio siglo de estudio minucioso: el ‘Llibre Vermell de Montserrat’. Guiado por su intuición y apoyado en una rigurosa investigación musicológica, Estrada trabajó hasta su muerte, en 2015, tratando de descifrar ese códice del siglo XIV que debe su nombre, «libro rojo», al color de las cubiertas que le colocaron durante una restauración siglos ha. El fruto de su trabajo ha visto, por fin, la luz gracias a la dedicación del musicólogo Martí Beltrán, que ha puesto orden a los apuntes y borradores del Estrada para poderlos dar a imprenta. «Es el trabajo más detallista que se ha hecho hasta ahora sobre el Llibre Vermell», asegura Beltrán. El resultado lo publican la editorial Tritó y Publicaciones de la Abadía de Montserrat, en versión trilingüe (catalán, castellano e inglés) y lleva por título ‘El Llibre Vermell de Montserrat, estudio y transcripción de los cantos y las danzas’.En los años 60, el códice medieval llamó la atención del monje y músico por algunas señales que son ajenas a la notación musical: una línea vertical por aquí, una rayita —casi un borrón— por allá… Eran signos que no aportaban nada a las partituras, y que por tanto musicólogos como Higini Anglés habían optado por obviar. Estrada no se conformó, y empezó a desarrollar una hipótesis. Como se sabía que aquellas canciones se cantaban y también se bailaban, especuló con la idea de que las señales fueran indicaciones referentes a la coreografía de las piezas. Empezó así una aventura que le llevó media vida y que requirió dosis de rigor y creatividad a partes iguales.«Las fuentes nos hablan de la importancia de la danza en el mundo medieval, pero no nos han quedado coreografías escritas», cuenta Beltrán. De ahí que reconstruir esos movimientos fuera tan complicado. Además, hay que tener en cuenta que la notación musical medieval es mucho más imprecisa que nuestras partituras actuales, en parte porque la interpretación se confiaba a la memoria de los músicos, que casi siempre conocía de oído la melodía. Para Beltrán, la hipótesis de Estrada «es una propuesta muy razonada, basada en todo el conocimiento que él tenía y del estudio minucioso del manuscrito», y respaldada porque, además, «cuando se lleva a la práctica sobre el escenario, funciona».El musicólogo y contratenor Josep Maria Gregori ha cantado en incontables ocasiones esta música, e incluso la grabó bajo la dirección de Jordi Savall, que se basó en la edición de otro religioso, el padre Higinio Anglés. De la versión de Estrada señala que «es innovadora» y que «nos interpela a los músicos, que tenemos que cambiar los hábitos adquiridos». Sucede a menudo con la música clásica: «Por ejemplo, ahora no se interpreta Bach de la misma manera que décadas atrás». La investigación aporta nuevos datos y ofrece perspectivas novedosas sobre obras que creíamos conocer bien. «De alguna manera, el padre Estrada nos puso deberes», bromea Gregori, que recuerda cómo en los años 70 el monje alargaba cualquier paseo por el centro de Barcelona cuando, tras una jornada entera investigando manuscritos, insistía en ilustrar con bailes sus reflexiones, ante discípulos y colegas como él, y a la vista de cuanto transeúnte los encontrara a su paso.El Llibre Vermell de Montserrat ABCLos primeros que han tenido que afrontar la tarea de cambiar las inercias han sido los miembros de la propia escolanía de Montserrat. Nuevos ritmos, nuevos giros melódicos, detalles casi insignificantes para el oído profano si se quiere, pero trascendentes para un músico riguroso. El padre Efrem de Montellà, prefecto de la escolanía, constata que «ha habido que hacer un esfuerzo para llevar a cabo el proceso». Ahora incluso lo tienen grabado, y «tanto los cantores como los monjes se han acostumbrado ya a esta versión». De Montellà destaca que la aportación musicológica y coreográfica de Estrada añade «un eslabón más» a la larga cadena de estudios sobre el manuscrito, que contiene solo diez canciones pero que es una de las joyas indiscutibles del patrimonio musical ibérico, como las Cantigas de Alfonso X y el Códice de las Huelgas.Aun así, Josep Maria Gregori recuerda que el ‘Llibre Vermell de Montserrat’ estuvo a punto de perderse. Por avatares diversos, el volumen salió del monasterio y no hubiese regresado si no fuera porque un obispo alertó al abad que un anticuario de Vic lo tenía a la venta y ya se había puesto en contacto con la biblioteca nacional francesa. Por una vez, la historia acabó bien y el monumento de papel volvió a su casa, donde mucho después Gregori Estrada dedicó sus esfuerzos a intentar entender los secretos que ocultaba y que, seguro, oculta todavía. Él mismo admite en las conclusiones, con benedictina humildad: «Al finalizar este trabajo no puedo sino constatar la falta de claridad de algunas cuestiones que a lo largo de tantos años de trabajo han sido resueltas a favor o a veces en contra».
Incluso siendo ya nonagenario, el padre Gregori Estrada se empeñaba en ponerse de pie para enseñar pasos de baile a quienquiera que le hiciese una consulta sobre el manuscrito al que dedicó medio siglo de estudio minucioso: el ‘Llibre Vermell de Montserrat’. Guiado por su … intuición y apoyado en una rigurosa investigación musicológica, Estrada trabajó hasta su muerte, en 2015, tratando de descifrar ese códice del siglo XIV que debe su nombre, «libro rojo», al color de las cubiertas que le colocaron durante una restauración siglos ha. El fruto de su trabajo ha visto, por fin, la luz gracias a la dedicación del musicólogo Martí Beltrán, que ha puesto orden a los apuntes y borradores del Estrada para poderlos dar a imprenta. «Es el trabajo más detallista que se ha hecho hasta ahora sobre el Llibre Vermell», asegura Beltrán. El resultado lo publican la editorial Tritó y Publicaciones de la Abadía de Montserrat, en versión trilingüe (catalán, castellano e inglés) y lleva por título ‘El Llibre Vermell de Montserrat, estudio y transcripción de los cantos y las danzas’.
En los años 60, el códice medieval llamó la atención del monje y músico por algunas señales que son ajenas a la notación musical: una línea vertical por aquí, una rayita —casi un borrón— por allá… Eran signos que no aportaban nada a las partituras, y que por tanto musicólogos como Higini Anglés habían optado por obviar. Estrada no se conformó, y empezó a desarrollar una hipótesis. Como se sabía que aquellas canciones se cantaban y también se bailaban, especuló con la idea de que las señales fueran indicaciones referentes a la coreografía de las piezas. Empezó así una aventura que le llevó media vida y que requirió dosis de rigor y creatividad a partes iguales.
«Las fuentes nos hablan de la importancia de la danza en el mundo medieval, pero no nos han quedado coreografías escritas», cuenta Beltrán. De ahí que reconstruir esos movimientos fuera tan complicado. Además, hay que tener en cuenta que la notación musical medieval es mucho más imprecisa que nuestras partituras actuales, en parte porque la interpretación se confiaba a la memoria de los músicos, que casi siempre conocía de oído la melodía. Para Beltrán, la hipótesis de Estrada «es una propuesta muy razonada, basada en todo el conocimiento que él tenía y del estudio minucioso del manuscrito», y respaldada porque, además, «cuando se lleva a la práctica sobre el escenario, funciona».
El musicólogo y contratenor Josep Maria Gregori ha cantado en incontables ocasiones esta música, e incluso la grabó bajo la dirección de Jordi Savall, que se basó en la edición de otro religioso, el padre Higinio Anglés. De la versión de Estrada señala que «es innovadora» y que «nos interpela a los músicos, que tenemos que cambiar los hábitos adquiridos». Sucede a menudo con la música clásica: «Por ejemplo, ahora no se interpreta Bach de la misma manera que décadas atrás». La investigación aporta nuevos datos y ofrece perspectivas novedosas sobre obras que creíamos conocer bien. «De alguna manera, el padre Estrada nos puso deberes», bromea Gregori, que recuerda cómo en los años 70 el monje alargaba cualquier paseo por el centro de Barcelona cuando, tras una jornada entera investigando manuscritos, insistía en ilustrar con bailes sus reflexiones, ante discípulos y colegas como él, y a la vista de cuanto transeúnte los encontrara a su paso.
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Los primeros que han tenido que afrontar la tarea de cambiar las inercias han sido los miembros de la propia escolanía de Montserrat. Nuevos ritmos, nuevos giros melódicos, detalles casi insignificantes para el oído profano si se quiere, pero trascendentes para un músico riguroso. El padre Efrem de Montellà, prefecto de la escolanía, constata que «ha habido que hacer un esfuerzo para llevar a cabo el proceso». Ahora incluso lo tienen grabado, y «tanto los cantores como los monjes se han acostumbrado ya a esta versión». De Montellà destaca que la aportación musicológica y coreográfica de Estrada añade «un eslabón más» a la larga cadena de estudios sobre el manuscrito, que contiene solo diez canciones pero que es una de las joyas indiscutibles del patrimonio musical ibérico, como las Cantigas de Alfonso X y el Códice de las Huelgas.
Aun así, Josep Maria Gregori recuerda que el ‘Llibre Vermell de Montserrat’ estuvo a punto de perderse. Por avatares diversos, el volumen salió del monasterio y no hubiese regresado si no fuera porque un obispo alertó al abad que un anticuario de Vic lo tenía a la venta y ya se había puesto en contacto con la biblioteca nacional francesa. Por una vez, la historia acabó bien y el monumento de papel volvió a su casa, donde mucho después Gregori Estrada dedicó sus esfuerzos a intentar entender los secretos que ocultaba y que, seguro, oculta todavía. Él mismo admite en las conclusiones, con benedictina humildad: «Al finalizar este trabajo no puedo sino constatar la falta de claridad de algunas cuestiones que a lo largo de tantos años de trabajo han sido resueltas a favor o a veces en contra».
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