La visita de Macron al Museo del Louvre tiene lecturas interesantes, algunas piramidales y otras subterráneas. Cuando una institución cultural como el Louvre tiene problemas, podemos inferir que su condición de símbolo medular de un país convierte sus grietas en metáforas de los desconchones de la nación. En Francia no faltan, como vemos desde hace tiempo; en un país de fuerte impronta cultural que se desliza de tal manera por sus paradojas internas, tan diversas, que sus problemas cada vez parecen más difíciles de desentrañar. Pero se sabe que hay goteras y desgaste de materiales y allá que va el presidente como un bombero a darse un baño simbólico de esencias y a impulsarse a sí mismo con la Gioconda en el plano del selfi televisado. Aquí en España el Museo del Prado goza de mejor salud y se resiste a representar los desconchones que la política está perpetrando en nuestra cohesión nacional. Es que el Prado es más, como dijo Azaña. España está hoy representada con más fidelidad en el universo simbólico y cultural que en el real, tan perdidos estamos. Toda la conversación pública está fuera de los temas que importan. Y si hay goteras en la Biblioteca Nacional, como las que hubo, tiene que haber tres o cuatro afluencias para que aparezca un ministro como Urtasun. El presidente sólo fue allí para convertir a Luis Martín-Santos en un miembro histórico del PSOE, qué pena. Y así continúa el asedio de la cultura por parte de la política, que sueña con convertirse en pieza de un museo, y mientras en ‘Belén’ viviente. La visita de Macron al Museo del Louvre tiene lecturas interesantes, algunas piramidales y otras subterráneas. Cuando una institución cultural como el Louvre tiene problemas, podemos inferir que su condición de símbolo medular de un país convierte sus grietas en metáforas de los desconchones de la nación. En Francia no faltan, como vemos desde hace tiempo; en un país de fuerte impronta cultural que se desliza de tal manera por sus paradojas internas, tan diversas, que sus problemas cada vez parecen más difíciles de desentrañar. Pero se sabe que hay goteras y desgaste de materiales y allá que va el presidente como un bombero a darse un baño simbólico de esencias y a impulsarse a sí mismo con la Gioconda en el plano del selfi televisado. Aquí en España el Museo del Prado goza de mejor salud y se resiste a representar los desconchones que la política está perpetrando en nuestra cohesión nacional. Es que el Prado es más, como dijo Azaña. España está hoy representada con más fidelidad en el universo simbólico y cultural que en el real, tan perdidos estamos. Toda la conversación pública está fuera de los temas que importan. Y si hay goteras en la Biblioteca Nacional, como las que hubo, tiene que haber tres o cuatro afluencias para que aparezca un ministro como Urtasun. El presidente sólo fue allí para convertir a Luis Martín-Santos en un miembro histórico del PSOE, qué pena. Y así continúa el asedio de la cultura por parte de la política, que sueña con convertirse en pieza de un museo, y mientras en ‘Belén’ viviente.
PALABRAS CONTADAS
Así continúa el asedio de la cultura por parte de la política, que sueña con convertirse en pieza de un museo, y mientras en ‘Belén’ viviente
La visita de Macron al Museo del Louvre tiene lecturas interesantes, algunas piramidales y otras subterráneas. Cuando una institución cultural como el Louvre tiene problemas, podemos inferir que su condición de símbolo medular de un país convierte sus grietas en metáforas de los desconchones … de la nación. En Francia no faltan, como vemos desde hace tiempo; en un país de fuerte impronta cultural que se desliza de tal manera por sus paradojas internas, tan diversas, que sus problemas cada vez parecen más difíciles de desentrañar.
Pero se sabe que hay goteras y desgaste de materiales y allá que va el presidente como un bombero a darse un baño simbólico de esencias y a impulsarse a sí mismo con la Gioconda en el plano del selfi televisado. Aquí en España el Museo del Prado goza de mejor salud y se resiste a representar los desconchones que la política está perpetrando en nuestra cohesión nacional. Es que el Prado es más, como dijo Azaña. España está hoy representada con más fidelidad en el universo simbólico y cultural que en el real, tan perdidos estamos. Toda la conversación pública está fuera de los temas que importan.
Y si hay goteras en la Biblioteca Nacional, como las que hubo, tiene que haber tres o cuatro afluencias para que aparezca un ministro como Urtasun. El presidente sólo fue allí para convertir a Luis Martín-Santos en un miembro histórico del PSOE, qué pena. Y así continúa el asedio de la cultura por parte de la política, que sueña con convertirse en pieza de un museo, y mientras en ‘Belén’ viviente.
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