Calerito tiene un credo pagano que exclama de corrido cuando le preguntan por su futuro profesional: « Creo en mí, en mis posibilidades y en mi esfuerzo ». Tiene plena confianza en su talento y sabe que a través del sacrificio, pese a las nulas oportunidades que año tras año se le plantean, logrará consagrarse como torero. En la pasada Feria de Abril rompió todos los pronósticos y, de existir una casa de apuestas taurinas, la cuota de beneficios hubiera sido disparatada para quienes apostasen por su triunfo: cumplía un año sin ponerse el traje de luces , llegaba sin apoderado y prácticamente no había toreado en el campo . Una becerra se le aparece con trapío de mirlo blanco. Repitió tantas veces en su mente ese credo que se plantó en la Maestranza y le arrancó a base de pundonor y estilo una oreja a cada toro de Fermín Bohórquez para romper los esquemas, inocularse una dosis de moral y volar sobre los hombros del abismo . Cualquier taurino imaginó en aquellos días que aquel radiante éxito le valdría para abrirse camino; que lo llamarían apoderados, empresarios y ganaderos. Pero nada de eso; de hecho, ni volvió a ver su nombre impreso en los carteles . De un día para otro le avisaron para sustituir a un compañero y confirmar en Madrid –en la que posiblemente fue la corrida más aparatosa que se lidió en Las Ventas– e igualmente de última hora para lidiar un único toro en el sexteto de Bayona . En septiembre no le quedó más remedio que poner rumbo a Perú y Ecuador, de donde vino con tantos escapularios como para montar una parroquia privada. Sin apoderado, sin oportunidades y sin tentaderos, mantiene la misma fe de siempre. Madruga para ayudar en el negocio familiar y entrena mañana y tarde . Lo mismo en Aznalcóllar que en Espartinas junto al que sigue considerando su maestro: Antonio Ruiz ‘Espartaco’ . «Él me lo enseñó todo cuando era un niño y sigue siendo la persona que más confía en mí y que tiene las palabras exactas cuando mis ánimos se difuminan», dice. Pese a encontrarse ante una situación adversa, no busca culpables. Tiene la serenidad del que sabe esperar, y no le desespera que ni un triunfo como el del año pasado tenga la repercusión de otros tiempos: «Aunque uno espera y desea otra recompensa, estas situaciones ponen a prueba la mentalización del torero . Habrá que seguir dando golpes». Se podría decir que si no es profeta en su tierra, al menos es atendido y escuchado. Pagés le ha abierto todas esas puertas que otros le han cerrado. Quizás por eso, aunque no lo diga, no ha perdido la ilusión. Sabe que Sevilla está ahí, y que si con dos orejas no fue suficiente, deberá buscar las tres . «Hoy todo cuesta un poquito más, y los triunfos no repercuten tan a corto plazo como antes, pero ya me he demostrado a mí mismo que soy capaz de hacerlo y sé que sólo tengo que seguir esforzándome para repetirlo e incluso mejorarlo. Estoy convencido de que llegará ese día en el que consiga abrirme paso y me den mi sitio».En 2024, fue el primer torero en salir a hombros de la Maestranza. Su ilusión y buenas maneras escalaron sobre todo lo demás: «Llevaba un año sin ponerme el traje de torear y traía las lógicas dudas de no haber podido trasladar a los animales todas esas cosas que entrenaba. Sabía que me lo jugaba todo a una carta y salió bien». De su situación, lo que más sorprende a todos es el trato de los ganaderos , gente a la que se presupone llana y aficionada. Si un torero de la tierra, con buenas condiciones y, suponemos, a las puertas de Sevilla no es merecedor de un par de becerras, ¿ entonces quién ? «Entiendo que tienen sus compromisos, y que deben atender a quienes les matan sus corridas». Con ustedes, Juan Pedro García ‘Calerito’, matador de toros. Calerito tiene un credo pagano que exclama de corrido cuando le preguntan por su futuro profesional: « Creo en mí, en mis posibilidades y en mi esfuerzo ». Tiene plena confianza en su talento y sabe que a través del sacrificio, pese a las nulas oportunidades que año tras año se le plantean, logrará consagrarse como torero. En la pasada Feria de Abril rompió todos los pronósticos y, de existir una casa de apuestas taurinas, la cuota de beneficios hubiera sido disparatada para quienes apostasen por su triunfo: cumplía un año sin ponerse el traje de luces , llegaba sin apoderado y prácticamente no había toreado en el campo . Una becerra se le aparece con trapío de mirlo blanco. Repitió tantas veces en su mente ese credo que se plantó en la Maestranza y le arrancó a base de pundonor y estilo una oreja a cada toro de Fermín Bohórquez para romper los esquemas, inocularse una dosis de moral y volar sobre los hombros del abismo . Cualquier taurino imaginó en aquellos días que aquel radiante éxito le valdría para abrirse camino; que lo llamarían apoderados, empresarios y ganaderos. Pero nada de eso; de hecho, ni volvió a ver su nombre impreso en los carteles . De un día para otro le avisaron para sustituir a un compañero y confirmar en Madrid –en la que posiblemente fue la corrida más aparatosa que se lidió en Las Ventas– e igualmente de última hora para lidiar un único toro en el sexteto de Bayona . En septiembre no le quedó más remedio que poner rumbo a Perú y Ecuador, de donde vino con tantos escapularios como para montar una parroquia privada. Sin apoderado, sin oportunidades y sin tentaderos, mantiene la misma fe de siempre. Madruga para ayudar en el negocio familiar y entrena mañana y tarde . Lo mismo en Aznalcóllar que en Espartinas junto al que sigue considerando su maestro: Antonio Ruiz ‘Espartaco’ . «Él me lo enseñó todo cuando era un niño y sigue siendo la persona que más confía en mí y que tiene las palabras exactas cuando mis ánimos se difuminan», dice. Pese a encontrarse ante una situación adversa, no busca culpables. Tiene la serenidad del que sabe esperar, y no le desespera que ni un triunfo como el del año pasado tenga la repercusión de otros tiempos: «Aunque uno espera y desea otra recompensa, estas situaciones ponen a prueba la mentalización del torero . Habrá que seguir dando golpes». Se podría decir que si no es profeta en su tierra, al menos es atendido y escuchado. Pagés le ha abierto todas esas puertas que otros le han cerrado. Quizás por eso, aunque no lo diga, no ha perdido la ilusión. Sabe que Sevilla está ahí, y que si con dos orejas no fue suficiente, deberá buscar las tres . «Hoy todo cuesta un poquito más, y los triunfos no repercuten tan a corto plazo como antes, pero ya me he demostrado a mí mismo que soy capaz de hacerlo y sé que sólo tengo que seguir esforzándome para repetirlo e incluso mejorarlo. Estoy convencido de que llegará ese día en el que consiga abrirme paso y me den mi sitio».En 2024, fue el primer torero en salir a hombros de la Maestranza. Su ilusión y buenas maneras escalaron sobre todo lo demás: «Llevaba un año sin ponerme el traje de torear y traía las lógicas dudas de no haber podido trasladar a los animales todas esas cosas que entrenaba. Sabía que me lo jugaba todo a una carta y salió bien». De su situación, lo que más sorprende a todos es el trato de los ganaderos , gente a la que se presupone llana y aficionada. Si un torero de la tierra, con buenas condiciones y, suponemos, a las puertas de Sevilla no es merecedor de un par de becerras, ¿ entonces quién ? «Entiendo que tienen sus compromisos, y que deben atender a quienes les matan sus corridas». Con ustedes, Juan Pedro García ‘Calerito’, matador de toros.
LA TAURINA DE ABC
Tras un año sin ponerse el traje de luces, cortó dos orejas a la corrida de Fermín Bohórquez y fue el primer torero que salió a hombros en la pasada temporada de Sevilla. ¿Qué más debe hacer para que se fijen en él?
Calerito tiene un credo pagano que exclama de corrido cuando le preguntan por su futuro profesional: «Creo en mí, en mis posibilidades y en mi esfuerzo». Tiene plena confianza en su talento y sabe que a través del sacrificio, pese a las nulas oportunidades … que año tras año se le plantean, logrará consagrarse como torero. En la pasada Feria de Abril rompió todos los pronósticos y, de existir una casa de apuestas taurinas, la cuota de beneficios hubiera sido disparatada para quienes apostasen por su triunfo: cumplía un año sin ponerse el traje de luces, llegaba sin apoderado y prácticamente no había toreado en el campo. Una becerra se le aparece con trapío de mirlo blanco. Repitió tantas veces en su mente ese credo que se plantó en la Maestranza y le arrancó a base de pundonor y estilo una oreja a cada toro de Fermín Bohórquez para romper los esquemas, inocularse una dosis de moral y volar sobre los hombros del abismo.
Cualquier taurino imaginó en aquellos días que aquel radiante éxito le valdría para abrirse camino; que lo llamarían apoderados, empresarios y ganaderos. Pero nada de eso; de hecho, ni volvió a ver su nombre impreso en los carteles. De un día para otro le avisaron para sustituir a un compañero y confirmar en Madrid –en la que posiblemente fue la corrida más aparatosa que se lidió en Las Ventas– e igualmente de última hora para lidiar un único toro en el sexteto de Bayona. En septiembre no le quedó más remedio que poner rumbo a Perú y Ecuador, de donde vino con tantos escapularios como para montar una parroquia privada.
Sin apoderado, sin oportunidades y sin tentaderos, mantiene la misma fe de siempre. Madruga para ayudar en el negocio familiar y entrena mañana y tarde. Lo mismo en Aznalcóllar que en Espartinas junto al que sigue considerando su maestro: Antonio Ruiz ‘Espartaco’. «Él me lo enseñó todo cuando era un niño y sigue siendo la persona que más confía en mí y que tiene las palabras exactas cuando mis ánimos se difuminan», dice. Pese a encontrarse ante una situación adversa, no busca culpables. Tiene la serenidad del que sabe esperar, y no le desespera que ni un triunfo como el del año pasado tenga la repercusión de otros tiempos: «Aunque uno espera y desea otra recompensa, estas situaciones ponen a prueba la mentalización del torero. Habrá que seguir dando golpes».
Se podría decir que si no es profeta en su tierra, al menos es atendido y escuchado. Pagés le ha abierto todas esas puertas que otros le han cerrado. Quizás por eso, aunque no lo diga, no ha perdido la ilusión. Sabe que Sevilla está ahí, y que si con dos orejas no fue suficiente, deberá buscar las tres. «Hoy todo cuesta un poquito más, y los triunfos no repercuten tan a corto plazo como antes, pero ya me he demostrado a mí mismo que soy capaz de hacerlo y sé que sólo tengo que seguir esforzándome para repetirlo e incluso mejorarlo. Estoy convencido de que llegará ese día en el que consiga abrirme paso y me den mi sitio».
En 2024, fue el primer torero en salir a hombros de la Maestranza. Su ilusión y buenas maneras escalaron sobre todo lo demás: «Llevaba un año sin ponerme el traje de torear y traía las lógicas dudas de no haber podido trasladar a los animales todas esas cosas que entrenaba. Sabía que me lo jugaba todo a una carta y salió bien». De su situación, lo que más sorprende a todos es el trato de los ganaderos, gente a la que se presupone llana y aficionada. Si un torero de la tierra, con buenas condiciones y, suponemos, a las puertas de Sevilla no es merecedor de un par de becerras, ¿entonces quién? «Entiendo que tienen sus compromisos, y que deben atender a quienes les matan sus corridas». Con ustedes, Juan Pedro García ‘Calerito’, matador de toros.
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