Son dos personas con mucho en común, con distintos oficios y que han estado de actualidad para gozo de quienes hemos podido disfrutar de sus creaciones: Isabel Steva, Colita, y Joan Manuel Serrat, dos catalanes de pro que no necesitan del nacionalismo para reafirmarse en su convicción más arraigada: disfrutar de la vida sin hacer mal a nadie.
De familia humilde el uno y burguesa la otra, los dos dejaron constancia de sus anhelos en sus vidas y en sus obras, con un denominador común: el placer, disfrutar con sus trabajos, sus gentes y su país
Son dos personas con mucho en común, con distintos oficios y que han estado de actualidad para gozo de quienes hemos podido disfrutar de sus creaciones: Isabel Steva, Colita, y Joan Manuel Serrat, dos catalanes de pro que no necesitan del nacionalismo para reafirmarse en su convicción más arraigada: disfrutar de la vida sin hacer mal a nadie.
“Creo en la libertad, la justicia y la democracia. Valores que van de la mano o no lo son. Tal vez por eso no me gusta el mundo en que vivimos, hostil, contaminado e insolidario donde los valores democráticos y morales han sido sustituidos por la avidez del mercado, donde todo tiene un precio”, explicaba el cantante al recibir el Premio Princesa de Asturias de las Artes 2024, un concepto del mundo que suscribiría Colita sin dudarlo porque ese distanciamiento de la avidez monetaria es la base de la dignidad personal, la que, como ella misma explicó, condicionó el que optara por ser una fotógrafa que anhelaba reflejar con su cámara su tiempo y sus gentes antes que ser millonaria. Y ahí están sus reportajes sobre las manifestaciones en favor de la libertad, sobre la represión de las mismas, sobre las lamentables condiciones de los internos del Psiquiátrico Municipal, los gitanos de Montjuich con la legendaria Carmen Amaya, la denuncia de la invisibilidad de las mujeres en el libro Antifémina, con texto de Maria Aurèlia Capmany publicado por la Editora Nacional en 1977 y retirado inmediatamente por subversivo, la belleza oculta de los cementerios con texto de Juan Benet o sobre sus amigos de la gauche divine.
De familia humilde el uno y burguesa la otra, los dos dejaron constancia de sus anhelos en sus vidas y en sus obras, con un denominador común: el placer, disfrutar con sus trabajos, sus gentes y su país, algo que despierta recelos y, en ocasiones, exilios e intolerancia.
El acto de entrega de los Premios Princesa de Asturias fue, sobre todo, un acto colectivo y reivindicativo de la democracia. El documental Colita, sin filtros, de Elisabeth Anglarill y Hortènsia Vélez que emitió La 2 en su serie Imprescindibles, reivindicó la figura de una vitalista honesta y comprometida con su tiempo del que dejó las pruebas que evitarán la manipulación de la memoria, algo a lo que son tan proclives nuestros políticos de la derecha y la extrema derecha, incapaces de recordar un pasado reciente y ominoso.
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