Arranca la temporada y la sangre va a rezumar los estantes de las librerías como la humedad en las marismas a las que nos llevará, por ejemplo, el capitán Alatriste. Pero no solo. La mirada al pasado en busca de respuestas (Julio Llamazares, Aroa Moreno, Adolfo García Ortega) convive entre los libros de escritores españoles este trimestre con un despiadado retrato de las relaciones de dependencia (un buenísimo debut) y de la locura de nuestras vidas aplastadas entre el estrés, la hiperconectividad o el insomnio (Juan Tallón, Isaac Rosa). Sin desdeñar los cuentos capaces de trasladarnos a dimensiones que de otra forma no conoceríamos jamás (Cristina Fernández Cubas, Elvira Navarro). La carrera hacia las listas de los mejores del año se empieza a poner interesante. Vamos por partes.
Sangre del Siglo de Oro
El regreso del capitán Alatriste es el acontecimiento editorial de la temporada. El espadachín de los tercios de Flandes creado por Arturo Pérez Reverte (Cartagena, 1951) regresa 14 años después para llevarnos a La Rochela y a la rebelión de los hugonotes contra el rey Luis XIII de Francia, ayudados por los ingleses. ¿Y qué pintan ahí el veterano español y esa cuadrilla residual de hombres que mantienen alto el patriotismo y la obediencia aunque no les lleguen ni la mitad de las pagas? Ni ellos lo van a saber durante buena parte del libro, pero Misión en París (Alfaguara) se introduce en las guerras de religión y pone a sus protagonistas frente al cardenal Richelieu y ante los tres mosqueteros y D’Artagnan, que harán de las suyas. La octava entrega del personaje recrea una era de relumbrón de fachada y decadencia íntima de una España en la que Velázquez no tiene ocasión de pintar al rey Felipe IV en guisa de combate, como su par francés, porque sus salidas son para cazar. El choque entre la ambición de honor y la cruda realidad es, de nuevo, el territorio Reverte.
También Susana Martín Gijón (Sevilla, 1981) viaja a asuntos de religión y al Siglo de Oro para arrojar luz a un ángulo que siempre quedó oscuro: la vida en los conventos y el papel de una mujer. Sor Ana de Jesús investigará junto a San Juan de la Cruz por qué aparece en su claustro el cadáver de un hombre desnudo que pondrá todo patas arriba. La Capitana (Alfaguara) transcurre en 1585 en Granada y ofrece herramientas históricas con solvencia narrativa, sin que le falte el humor.
Habrá más sangre en esta pieza y en las librerías, no teman, pero antes hay que parar un rato en el presente. Merece mucho la pena.
Un debut extraordinario
La gran literatura puede viajar al pasado, a la historia más lejana o la inmediata, y al futuro, pero uno de los retos más difíciles es retratar bien el presente sin agotar, sin redundar demasiado en nuestras propias vidas porque ya las conocemos, pero logrando irrigar una historia concreta que nos represente sin que nos demos cuenta. Y es el caso de Comerás flores, extraordinario debut de Lucía Solla en Libros del Asteroide. La autora gallega nacida en Marín en 1989 traza el viaje desde el enamoramiento a la relación tóxica, desde la vida nublada por el enganche emocional hasta el maltrato psicológico de quien te cambia y se impone.
Asoman más debuts de calidad al territorio del trimestre, ambos nacidos desde la andadura poética: La edad infinita, de Miriam Reyes (Tránsito), aborda el desarraigo y el duelo de quien se ve arrancado de su tierra (Ourense) y el arraigo al lugar de acogida (Caracas) como un viaje emocional tan turbulento como aceptado. Niño parabólico, de Constantino Molina (Periférica), saca a pasear a su protagonista en un Madrid apto para reflexiones. Y risas.
Y una mirada al presente más directa y turbia nos traen autores de sobra consolidados. Son estos.
Sudor e insomnio
Desde tramas, lugares y ángulos muy diferentes, pero la misma generación, Isaac Rosa (Sevilla, 1974) y Juan Tallón (Vilardevós, Ourense, 1975) parecen haberse puesto de acuerdo para traernos historias del estrés del presente, la aceleración, el agobio y la incapacidad de conseguir tranquilidad con las herramientas a nuestro alcance. El autor gallego borda el agobio que puede vivir una pareja churruscada por el calor, con el aliento siempre sobrecogido por el peligro de despido, la exigencia de un bebé, de traer cena a la mesa y de responder a más emails y mensajes de los que una mente normal puede procesar. Mil cosas (Anagrama) pone en pausa una jornada y la montaña de pesadumbres que la pueden complicar cada día: una multa, una farmacia cerrada, una madre pesada, un cierre pendiente en el trabajo, un compañero que te acosa y un Everest cotidiano en el que el teléfono se puede convertir en cada instante en una granada de mano. Con grandísima sorpresa final.
El autor sevillano, por su parte, nos mete en la cama de su insomnio para repasar el nuestro, porque ¿quién no ha oído canicas fantasmales en el piso de arriba mientras trata de conciliar el sueño? ¿Quién no ha probado boca arriba, boca abajo, la almohada aquí o allá? ¿Quién no ha reconstruido lo sucedido en el día, en la semana, en la vida, mejorando conversaciones y solucionando o cambiando lo que se torció? Las buenas noches (Seix Barral) no solo nos sumerge en ese territorio tan pervertido del insomnio, sino que también nos conecta con una comunidad que desconocíamos, los habitantes de una realidad paralela en la que siempre nos hemos sentido solos. La narración nos sirve un adulterio distinto, el que toma forma de ternura y acompañamiento y no de orgasmo. Y penetra en el retrato de esa hiperconectividad actual que, mal que nos pese, no puede saciar las necesidades más íntimas, sino acaso exacerbarlas.
Hay más opciones.
Inmersión rural
Distintos problemas y distinto escenario, pero misma intensidad, nos llevan a la vida opresiva en un entorno rural como el que pinta Poética de la autodestrucción (Blackie Books). Juarma, el autor nacido como Juan Manuel López en Deifontes, Granada, en 1981, retrata el agobio que puede rodear a un joven que no se encuentra en el pueblo imaginado que ha creado y lo hace en ese lenguaje oral que también han recuperado firmas como David Uclés o Andrea Abreu. En clave rural se instala también Fosca, de Inma Pelegrín, un thriller ganador del premio Lumen.
Mirada al pasado
Y llega más sangre. Esta vez no para alumbrar aventuras, sino verdades históricas al alcance del retrovisor vital. Julio Llamazares (Vegamián, León, 1955) ha recorrido los pasos que tuvo que hacer su padre como soldado radiotelegrafista en la Guerra Civil y nos recuerda que nunca hicimos las suficientes preguntas a nuestros mayores. El viaje de mi padre (Alfaguara) recorre esas aldeas donde hay más muertos que vivos, estaciones donde ya no hay bullicio y hasta un cuartel que fue mazmorra y que hoy se ha convertido en hotel de cinco estrellas. Lo hace en busca de una vida, una arquitectura, una geografía y una época que ya no existen, pero que persigue en una memoria huérfana que trata de recomponer las piezas.
También viaja al pasado Aroa Moreno (Madrid, 1981) en su Mañana matarán a Daniel (Literatura Random House), donde conectará el territorio en el que libró las batallas vitales de su adolescencia, la sierra de Madrid, con el fusilamiento que allí se perpetró contra los últimos represaliados del franquismo. La autora descubre ya adulta que allí se les ejecutó e indaga en la vida y familias de los que tuvieron que luchar como ella no tuvo que hacer. Con su hijo Pablo en un telón de fondo que nos trae siempre al presente y el epílogo de un relato escrito por uno de los fusilados sobre su reloj parado, una píldora de oro.
Y otro interesante rescate del pasado es el que hace Adolfo García Ortega (Valladolid, 1958) en Madre mujer muerta (Galaxia Gutenberg), un libro sorprendente. Nos cuenta el autor que el germen le llegó por un mensaje en Instagram que le conectaba a la historia de una bisabuela de la que apenas sabía nada. Y de ahí empiezan a surgir unos personajes de finales del siglo XIX que nos recuerdan lo imposible que era ser mujer y además soltera y embarazada. El médico que la atenderá despertará a una búsqueda que nos sumerge en nuestros orígenes más complicados. También nos invita al pasado, en este caso el suyo propio, Carme Riera (Palma, 1948), que repasa su vida literaria 50 años después de publicar su primer libro en Gracias (Alfaguara).
Y vamos ya a esos mundos que no existirían sin el tono y la imaginación de quienes saben escribir cuentos.
Los mejores relatos
Vuelve este septiembre Cristina Fernández Cubas (Arenys de Mar, Barcelona, 1945), la gran creadora capaz de transmitirnos más cosas desde el terreno velado y lo sugerido que desde lo explícito. Así lo explicó en esta entrevista con Babelia: “Importa lo que se dice y lo que se oculta”, y prácticamente así lo ha titulado en su nueva entrega: Lo que no se ve (Tusquets). Con eso está todo dicho, o al menos mucho. Y cerramos con más sangre, la que nos trae Elvira Navarro (Huelva, 1978) en su nuevo libro de relatos: La sangre está cayendo al patio (Literatura Random House) nos devuelve a un presente tan nuestro que las lavadoras no lavan con agua sino con eso, con sangre.
Felices lecturas.
Arranca la temporada y la sangre va a rezumar los estantes de las librerías como la humedad en las marismas a las que nos llevará, por ejemplo, el capitán Alatriste. Pero no solo. La mirada al pasado en busca de respuestas (Julio Llamazares, Aroa Moreno, Adolfo García Ortega) convive entre los libros de escritores españoles este trimestre con un despiadado retrato de las relaciones de dependencia (un buenísimo debut) y de la locura de nuestras vidas aplastadas entre el estrés, la hiperconectividad o el insomnio (Juan Tallón, Isaac Rosa). Sin desdeñar los cuentos capaces de trasladarnos a dimensiones que de otra forma no conoceríamos jamás (Cristina Fernández Cubas, Elvira Navarro). La carrera hacia las listas de los mejores del año se empieza a poner interesante. Vamos por partes.Sangre del Siglo de OroEl regreso del capitán Alatriste es el acontecimiento editorial de la temporada. El espadachín de los tercios de Flandes creado por Arturo Pérez Reverte (Cartagena, 1951) regresa 14 años después para llevarnos a La Rochela y a la rebelión de los hugonotes contra el rey Luis XIII de Francia, ayudados por los ingleses. ¿Y qué pintan ahí el veterano español y esa cuadrilla residual de hombres que mantienen alto el patriotismo y la obediencia aunque no les lleguen ni la mitad de las pagas? Ni ellos lo van a saber durante buena parte del libro, pero Misión en París (Alfaguara) se introduce en las guerras de religión y pone a sus protagonistas frente al cardenal Richelieu y ante los tres mosqueteros y D’Artagnan, que harán de las suyas. La octava entrega del personaje recrea una era de relumbrón de fachada y decadencia íntima de una España en la que Velázquez no tiene ocasión de pintar al rey Felipe IV en guisa de combate, como su par francés, porque sus salidas son para cazar. El choque entre la ambición de honor y la cruda realidad es, de nuevo, el territorio Reverte.También Susana Martín Gijón (Sevilla, 1981) viaja a asuntos de religión y al Siglo de Oro para arrojar luz a un ángulo que siempre quedó oscuro: la vida en los conventos y el papel de una mujer. Sor Ana de Jesús investigará junto a San Juan de la Cruz por qué aparece en su claustro el cadáver de un hombre desnudo que pondrá todo patas arriba. La Capitana (Alfaguara) transcurre en 1585 en Granada y ofrece herramientas históricas con solvencia narrativa, sin que le falte el humor.Habrá más sangre en esta pieza y en las librerías, no teman, pero antes hay que parar un rato en el presente. Merece mucho la pena.Un debut extraordinarioLa gran literatura puede viajar al pasado, a la historia más lejana o la inmediata, y al futuro, pero uno de los retos más difíciles es retratar bien el presente sin agotar, sin redundar demasiado en nuestras propias vidas porque ya las conocemos, pero logrando irrigar una historia concreta que nos represente sin que nos demos cuenta. Y es el caso de Comerás flores, extraordinario debut de Lucía Solla en Libros del Asteroide. La autora gallega nacida en Marín en 1989 traza el viaje desde el enamoramiento a la relación tóxica, desde la vida nublada por el enganche emocional hasta el maltrato psicológico de quien te cambia y se impone. Asoman más debuts de calidad al territorio del trimestre, ambos nacidos desde la andadura poética: La edad infinita, de Miriam Reyes (Tránsito), aborda el desarraigo y el duelo de quien se ve arrancado de su tierra (Ourense) y el arraigo al lugar de acogida (Caracas) como un viaje emocional tan turbulento como aceptado. Niño parabólico, de Constantino Molina (Periférica), saca a pasear a su protagonista en un Madrid apto para reflexiones. Y risas.Y una mirada al presente más directa y turbia nos traen autores de sobra consolidados. Son estos.Sudor e insomnioDesde tramas, lugares y ángulos muy diferentes, pero la misma generación, Isaac Rosa (Sevilla, 1974) y Juan Tallón (Vilardevós, Ourense, 1975) parecen haberse puesto de acuerdo para traernos historias del estrés del presente, la aceleración, el agobio y la incapacidad de conseguir tranquilidad con las herramientas a nuestro alcance. El autor gallego borda el agobio que puede vivir una pareja churruscada por el calor, con el aliento siempre sobrecogido por el peligro de despido, la exigencia de un bebé, de traer cena a la mesa y de responder a más emails y mensajes de los que una mente normal puede procesar. Mil cosas (Anagrama) pone en pausa una jornada y la montaña de pesadumbres que la pueden complicar cada día: una multa, una farmacia cerrada, una madre pesada, un cierre pendiente en el trabajo, un compañero que te acosa y un Everest cotidiano en el que el teléfono se puede convertir en cada instante en una granada de mano. Con grandísima sorpresa final.El autor sevillano, por su parte, nos mete en la cama de su insomnio para repasar el nuestro, porque ¿quién no ha oído canicas fantasmales en el piso de arriba mientras trata de conciliar el sueño? ¿Quién no ha probado boca arriba, boca abajo, la almohada aquí o allá? ¿Quién no ha reconstruido lo sucedido en el día, en la semana, en la vida, mejorando conversaciones y solucionando o cambiando lo que se torció? Las buenas noches (Seix Barral) no solo nos sumerge en ese territorio tan pervertido del insomnio, sino que también nos conecta con una comunidad que desconocíamos, los habitantes de una realidad paralela en la que siempre nos hemos sentido solos. La narración nos sirve un adulterio distinto, el que toma forma de ternura y acompañamiento y no de orgasmo. Y penetra en el retrato de esa hiperconectividad actual que, mal que nos pese, no puede saciar las necesidades más íntimas, sino acaso exacerbarlas.Hay más opciones.Inmersión ruralDistintos problemas y distinto escenario, pero misma intensidad, nos llevan a la vida opresiva en un entorno rural como el que pinta Poética de la autodestrucción (Blackie Books). Juarma, el autor nacido como Juan Manuel López en Deifontes, Granada, en 1981, retrata el agobio que puede rodear a un joven que no se encuentra en el pueblo imaginado que ha creado y lo hace en ese lenguaje oral que también han recuperado firmas como David Uclés o Andrea Abreu. En clave rural se instala también Fosca, de Inma Pelegrín, un thriller ganador del premio Lumen.Mirada al pasadoY llega más sangre. Esta vez no para alumbrar aventuras, sino verdades históricas al alcance del retrovisor vital. Julio Llamazares (Vegamián, León, 1955) ha recorrido los pasos que tuvo que hacer su padre como soldado radiotelegrafista en la Guerra Civil y nos recuerda que nunca hicimos las suficientes preguntas a nuestros mayores. El viaje de mi padre (Alfaguara) recorre esas aldeas donde hay más muertos que vivos, estaciones donde ya no hay bullicio y hasta un cuartel que fue mazmorra y que hoy se ha convertido en hotel de cinco estrellas. Lo hace en busca de una vida, una arquitectura, una geografía y una época que ya no existen, pero que persigue en una memoria huérfana que trata de recomponer las piezas. También viaja al pasado Aroa Moreno (Madrid, 1981) en su Mañana matarán a Daniel (Literatura Random House), donde conectará el territorio en el que libró las batallas vitales de su adolescencia, la sierra de Madrid, con el fusilamiento que allí se perpetró contra los últimos represaliados del franquismo. La autora descubre ya adulta que allí se les ejecutó e indaga en la vida y familias de los que tuvieron que luchar como ella no tuvo que hacer. Con su hijo Pablo en un telón de fondo que nos trae siempre al presente y el epílogo de un relato escrito por uno de los fusilados sobre su reloj parado, una píldora de oro.Y otro interesante rescate del pasado es el que hace Adolfo García Ortega (Valladolid, 1958) en Madre mujer muerta (Galaxia Gutenberg), un libro sorprendente. Nos cuenta el autor que el germen le llegó por un mensaje en Instagram que le conectaba a la historia de una bisabuela de la que apenas sabía nada. Y de ahí empiezan a surgir unos personajes de finales del siglo XIX que nos recuerdan lo imposible que era ser mujer y además soltera y embarazada. El médico que la atenderá despertará a una búsqueda que nos sumerge en nuestros orígenes más complicados. También nos invita al pasado, en este caso el suyo propio, Carme Riera (Palma, 1948), que repasa su vida literaria 50 años después de publicar su primer libro en Gracias (Alfaguara).Y vamos ya a esos mundos que no existirían sin el tono y la imaginación de quienes saben escribir cuentos.Los mejores relatosVuelve este septiembre Cristina Fernández Cubas (Arenys de Mar, Barcelona, 1945), la gran creadora capaz de transmitirnos más cosas desde el terreno velado y lo sugerido que desde lo explícito. Así lo explicó en esta entrevista con Babelia: “Importa lo que se dice y lo que se oculta”, y prácticamente así lo ha titulado en su nueva entrega: Lo que no se ve (Tusquets). Con eso está todo dicho, o al menos mucho. Y cerramos con más sangre, la que nos trae Elvira Navarro (Huelva, 1978) en su nuevo libro de relatos: La sangre está cayendo al patio (Literatura Random House) nos devuelve a un presente tan nuestro que las lavadoras no lavan con agua sino con eso, con sangre.Felices lecturas. Seguir leyendo
Arranca la temporada y la sangre va a rezumar los estantes de las librerías como la humedad en las marismas a las que nos llevará, por ejemplo, el capitán Alatriste. Pero no solo. La mirada al pasado en busca de respuestas (Julio Llamazares, Aroa Moreno, Adolfo García Ortega) convive entre los libros de escritores españoles este trimestre con un despiadado retrato de las relaciones de dependencia (un buenísimo debut) y de la locura de nuestras vidas aplastadas entre el estrés, la hiperconectividad o el insomnio (Juan Tallón, Isaac Rosa). Sin desdeñar los cuentos capaces de trasladarnos a dimensiones que de otra forma no conoceríamos jamás (Cristina Fernández Cubas, Elvira Navarro). La carrera hacia las listas de los mejores del año se empieza a poner interesante. Vamos por partes.
la rentrée cultural de 2025
Sangre del Siglo de Oro
El regreso del capitán Alatriste es el acontecimiento editorial de la temporada. El espadachín de los tercios de Flandes creado por Arturo Pérez Reverte (Cartagena, 1951) regresa 14 años después para llevarnos a La Rochela y a la rebelión de los hugonotes contra el rey Luis XIII de Francia, ayudados por los ingleses. ¿Y qué pintan ahí el veterano español y esa cuadrilla residual de hombres que mantienen alto el patriotismo y la obediencia aunque no les lleguen ni la mitad de las pagas? Ni ellos lo van a saber durante buena parte del libro, pero Misión en París (Alfaguara) se introduce en las guerras de religión y pone a sus protagonistas frente al cardenal Richelieu y ante los tres mosqueteros y D’Artagnan, que harán de las suyas. La octava entrega del personaje recrea una era de relumbrón de fachada y decadencia íntima de una España en la que Velázquez no tiene ocasión de pintar al rey Felipe IV en guisa de combate, como su par francés, porque sus salidas son para cazar. El choque entre la ambición de honor y la cruda realidad es, de nuevo, el territorio Reverte.
También Susana Martín Gijón (Sevilla, 1981) viaja a asuntos de religión y al Siglo de Oro para arrojar luz a un ángulo que siempre quedó oscuro: la vida en los conventos y el papel de una mujer. Sor Ana de Jesús investigará junto a San Juan de la Cruz por qué aparece en su claustro el cadáver de un hombre desnudo que pondrá todo patas arriba. La Capitana (Alfaguara) transcurre en 1585 en Granada y ofrece herramientas históricas con solvencia narrativa, sin que le falte el humor.
Habrá más sangre en esta pieza y en las librerías, no teman, pero antes hay que parar un rato en el presente. Merece mucho la pena.
Un debut extraordinario
La gran literatura puede viajar al pasado, a la historia más lejana o la inmediata, y al futuro, pero uno de los retos más difíciles es retratar bien el presente sin agotar, sin redundar demasiado en nuestras propias vidas porque ya las conocemos, pero logrando irrigar una historia concreta que nos represente sin que nos demos cuenta. Y es el caso de Comerás flores, extraordinario debut de Lucía Solla en Libros del Asteroide. La autora gallega nacida en Marín en 1989 traza el viaje desde el enamoramiento a la relación tóxica, desde la vida nublada por el enganche emocional hasta el maltrato psicológico de quien te cambia y se impone.
Asoman más debuts de calidad al territorio del trimestre, ambos nacidos desde la andadura poética: La edad infinita, de Miriam Reyes (Tránsito), aborda el desarraigo y el duelo de quien se ve arrancado de su tierra (Ourense) y el arraigo al lugar de acogida (Caracas) como un viaje emocional tan turbulento como aceptado. Niño parabólico, de Constantino Molina (Periférica), saca a pasear a su protagonista en un Madrid apto para reflexiones. Y risas.
Y una mirada al presente más directa y turbia nos traen autores de sobra consolidados. Son estos.

Sudor e insomnio
Desde tramas, lugares y ángulos muy diferentes, pero la misma generación, Isaac Rosa (Sevilla, 1974) y Juan Tallón (Vilardevós, Ourense, 1975) parecen haberse puesto de acuerdo para traernos historias del estrés del presente, la aceleración, el agobio y la incapacidad de conseguir tranquilidad con las herramientas a nuestro alcance. El autor gallego borda el agobio que puede vivir una pareja churruscada por el calor, con el aliento siempre sobrecogido por el peligro de despido, la exigencia de un bebé, de traer cena a la mesa y de responder a más emails y mensajes de los que una mente normal puede procesar. Mil cosas (Anagrama) pone en pausa una jornada y la montaña de pesadumbres que la pueden complicar cada día: una multa, una farmacia cerrada, una madre pesada, un cierre pendiente en el trabajo, un compañero que te acosa y un Everest cotidiano en el que el teléfono se puede convertir en cada instante en una granada de mano. Con grandísima sorpresa final.
El autor sevillano, por su parte, nos mete en la cama de su insomnio para repasar el nuestro, porque ¿quién no ha oído canicas fantasmales en el piso de arriba mientras trata de conciliar el sueño? ¿Quién no ha probado boca arriba, boca abajo, la almohada aquí o allá? ¿Quién no ha reconstruido lo sucedido en el día, en la semana, en la vida, mejorando conversaciones y solucionando o cambiando lo que se torció? Las buenas noches (Seix Barral) no solo nos sumerge en ese territorio tan pervertido del insomnio, sino que también nos conecta con una comunidad que desconocíamos, los habitantes de una realidad paralela en la que siempre nos hemos sentido solos. La narración nos sirve un adulterio distinto, el que toma forma de ternura y acompañamiento y no de orgasmo. Y penetra en el retrato de esa hiperconectividad actual que, mal que nos pese, no puede saciar las necesidades más íntimas, sino acaso exacerbarlas.
Hay más opciones.
Inmersión rural
Distintos problemas y distinto escenario, pero misma intensidad, nos llevan a la vida opresiva en un entorno rural como el que pinta Poética de la autodestrucción (Blackie Books). Juarma, el autor nacido como Juan Manuel López en Deifontes, Granada, en 1981, retrata el agobio que puede rodear a un joven que no se encuentra en el pueblo imaginado que ha creado y lo hace en ese lenguaje oral que también han recuperado firmas como David Uclés o Andrea Abreu. En clave rural se instala también Fosca, de Inma Pelegrín, un thriller ganador del premio Lumen.
Mirada al pasado
Y llega más sangre. Esta vez no para alumbrar aventuras, sino verdades históricas al alcance del retrovisor vital. Julio Llamazares (Vegamián, León, 1955) ha recorrido los pasos que tuvo que hacer su padre como soldado radiotelegrafista en la Guerra Civil y nos recuerda que nunca hicimos las suficientes preguntas a nuestros mayores. El viaje de mi padre (Alfaguara) recorre esas aldeas donde hay más muertos que vivos, estaciones donde ya no hay bullicio y hasta un cuartel que fue mazmorra y que hoy se ha convertido en hotel de cinco estrellas. Lo hace en busca de una vida, una arquitectura, una geografía y una época que ya no existen, pero que persigue en una memoria huérfana que trata de recomponer las piezas.
También viaja al pasado Aroa Moreno (Madrid, 1981) en su Mañana matarán a Daniel (Literatura Random House), donde conectará el territorio en el que libró las batallas vitales de su adolescencia, la sierra de Madrid, con el fusilamiento que allí se perpetró contra los últimos represaliados del franquismo. La autora descubre ya adulta que allí se les ejecutó e indaga en la vida y familias de los que tuvieron que luchar como ella no tuvo que hacer. Con su hijo Pablo en un telón de fondo que nos trae siempre al presente y el epílogo de un relato escrito por uno de los fusilados sobre su reloj parado, una píldora de oro.
Y otro interesante rescate del pasado es el que hace Adolfo García Ortega (Valladolid, 1958) en Madre mujer muerta (Galaxia Gutenberg), un libro sorprendente. Nos cuenta el autor que el germen le llegó por un mensaje en Instagram que le conectaba a la historia de una bisabuela de la que apenas sabía nada. Y de ahí empiezan a surgir unos personajes de finales del siglo XIX que nos recuerdan lo imposible que era ser mujer y además soltera y embarazada. El médico que la atenderá despertará a una búsqueda que nos sumerge en nuestros orígenes más complicados. También nos invita al pasado, en este caso el suyo propio, Carme Riera (Palma, 1948), que repasa su vida literaria 50 años después de publicar su primer libro en Gracias (Alfaguara).
Y vamos ya a esos mundos que no existirían sin el tono y la imaginación de quienes saben escribir cuentos.
Los mejores relatos
Vuelve este septiembre Cristina Fernández Cubas (Arenys de Mar, Barcelona, 1945), la gran creadora capaz de transmitirnos más cosas desde el terreno velado y lo sugerido que desde lo explícito. Así lo explicó en esta entrevista con Babelia: “Importa lo que se dice y lo que se oculta”, y prácticamente así lo ha titulado en su nueva entrega: Lo que no se ve (Tusquets). Con eso está todo dicho, o al menos mucho. Y cerramos con más sangre, la que nos trae Elvira Navarro (Huelva, 1978) en su nuevo libro de relatos: La sangre está cayendo al patio (Literatura Random House) nos devuelve a un presente tan nuestro que las lavadoras no lavan con agua sino con eso, con sangre.
Felices lecturas.

Arturo Pérez-Reverte
Alfaguara, 3 de septiembre
360 páginas, 21,90 euros

Susana Martín-Gijón
Alfaguara, 2 de octubre
440 páginas, 22,90 euros

Lucía Solla Sobral
Libros del Asteroide, 1 de septiembre
248 páginas, 19,95 euros

Juarma
Blackie Books, 3 de septiembre
360 páginas, 21,90 euros

Cristina Fernández Cubas
Tusquets, 3 de septiembre
168 páginas, 18,90 euros

Juan Tallón
Anagrama, 1 de octubre
152 páginas, 18,90 euros

Isaac Rosa
Seix Barral, 3 de septiembre
256 páginas, 19,90 euros

Julio Llamazares
Alfaguara, 25 de septiembre
328 páginas, 20,90 euros

Aroa Moreno
Literatura Random House, 10 de septiembre
184 páginas, 19,90 euros

Madre mujer muerta
Adolfo García Ortega
Galaxia Gutenberg, 8 de octubre
256 páginas
EL PAÍS