A Marcel Proust (Auteuil, 1871-París, 1922) había pocas cosas que no le interesaran: apasionado por la literatura (Racine, Molière, Balzac, Flaubert, Baudelaire, Ruskin) y la música (Wagner, Beethoven, César Franck, Debussy), gran aficionado a la ópera y el teatro… y, por supuesto, al arte, que descubrió leyendo manuales y ensayos, en sus visitas al Louvre y a colecciones privadas, en sus viajes a Venecia … Sentía predilección por la pintura holandesa del XVII, la italiana del Renacimiento y la francesa del XIX. Le gustaba el arte español. Nunca pisó nuestro país, pero le fascinaban El Greco , Velázquez , Goya, Sert, Picasso (al que apreció a partir de su trabajo en ‘Parade’), sus amigos Raimundo de Madrazo y su hijo Federico, ‘Cocó’, y Mariano Fortuny. El Museo Thyssen dedica su primera gran exposición del año al mundo visual del escritor francés (una mirada sensible y exquisita), a través de la pintura, muy presente en su magna obra ‘A la busca del tiempo perdido’ , publicada en siete tomos entre 1913 y 1927, ya fallecido el autor. Una reflexión total acerca del arte y su creación. Entre sus protagonistas, un músico, Vinteuil; un escritor, Bergotte; un pintor, Elstir; una actriz, la Berma… Noticias relacionadas reportaje Si Rubens y Caravaggio: yo al Prado y tú a Roma Natividad Pulido estandar Si ‘Isabel de Borbón a caballo’ vuelve a sala Los retratos ecuestres de Velázquez para el Salón de Reinos pasan por ‘quirófano’ Natividad Pulido’Proust y las artes’ es la cuarta exposición comisariada en este museo por Fernando Checa . Desvela Guillermo Solana , director artístico del Thyssen, que Proust es «una pasión secreta » del exdirector del Prado, y hacer una exposición sobre él, «un gran sueño». Y «un atrevimiento entrar en un territorio que no es habitual para mí», añade Checa, que ya en los 70 compraba libros de Proust: «Hubo años en que no fue muy apreciado, pero hoy es el monstruo de la literatura francesa. Han sido tres años de preparación para esta muestra, pero me lo he pasado muy bien. Hemos tenido en cuenta tanto al lector como al no lector de Proust». Reflexión de la creación artística Arriba, ‘Retrato de la condesa de Noailles’, de Ignacio Zuloaga. Sobre estas líneas, a la izquierda, ‘Diana y sus ninfas’, de Vermeer. A la derecha, ‘Retrato de Marcel Proust’, de Jacques-Émile Blanche Museo de Bellas Artes de Bilbao/ Mauritshuis de La Haya/ Museo d’Orsay de ParísPero, pese a ser Checa un ‘proustófilo’ , «un maniático y vicioso de Proust», aclara Solana que no es esta una exposición fetichista, con objetos del escritor francés. Eso sí, a la salida de la visita, en la tienda venden magdalenas (de una pastelería francesa en el mercado de Antón Martín), a 8 euros la bolsa de seis unidades. ¿Quién dijo que la memoria no tiene precio? Hasta el 8 de junio , se exhiben 136 obras (pinturas, esculturas, obras sobre papel, libros y textiles) con importantes préstamos de los principales museos del mundo. A la entrada de la exposición, un cartelón ilustrado con ‘Rue Saint-Honoré por la tarde. Efecto de lluvia’, de Pissarro . Toda una declaración de intenciones. Es el cuadro reclamado por la familia Cassirer en los tribunales de Estados Unidos, donde litigan con el Estado español desde hace años. No hay un recorrido cronológico. Imposible, con Proust. Su mirada, advierte Solana, es «compleja, con referencias cruzadas , con muchos estratos y capas superpuestas», como las matrioskas rusas. Arranca la exposición con ‘Los placeres y los días’ , primer libro publicado por Proust, en 1896, y obras de Watteau, Fantin-Latour, Chardin, Manet… De adolescente, le gustaba acercarse al Louvre , cuyo Salón Carré aparece representado en un cuadro de Castiglione. Cuelgan dos obras que el propio Proust vio en el museo y que aparecen citados en ese libro: el ‘Retrato de James Stuart’, de Van Dyck , y ‘Salida para un paseo a caballo’, de Aelbert Jacobsz. Cuyp . En otra pared cuelgan una fotografía de Proust a los 15 años, tomada por Nadar, junto al célebre retrato del escritor (su imagen canónica), pintado a los 21 años como un dandi por Jacques-Émile Blanche. En la exposición están no solo sus artistas favoritos. También retratos de sus amigos, muchos de los cuales aparecen en las páginas de ‘A la busca del tiempo perdido’. Como su amante el compositor venezolano Reynaldo Hahn , retratado por Lucie Lambert. Y su hermana María, retratada por su esposo, Raimundo de Madrazo , amigo del escritor. Proust admiraba a la actriz Sarah Bernhardt (la Berma de ‘A la busca del tiempo perdido’), presente en un monumental retrato de Georges Jules Victor Clairin, del Petit Palais parisino.De París a Venecia Arriba, ‘El Círculo de la Rue Royale’, de Tissot. Sobre estas líneas, a la izquierda, ‘Retrato de Sarah Bernhardt’, de Georges Jules Victor Clairin. A la derecha, ‘Autorretrato como el apóstol san Pablo’, de Rembrandt Museo d’Orsay de París/ Petit Palais de París/ Rijksmuseum de Ámsterdam Vermeer era uno de sus pintores favoritos. Su ‘Vista de Delft’, decía, es «el cuadro más bello del mundo». No tenía Marcel mal gusto. No se exhibe esa pintura, pero sí otra del maestro y del mismo museo, el Mauritshuis de La Haya: ‘Diana y sus ninfas’, que aparece citada en la novela. El personaje Charles Swann escribe una monografía del maestro de Delft que nunca acaba. También aparece en la muestra Laure Hayman , pintada por Madrazo: una escultora amante del tío abuelo y del padre de Proust. Inspiró la Odette de ‘A la busca del tiempo perdido’. Y la condesa de Noailles , retratada por Zuloaga. La poeta mantuvo una correspondencia con Proust.Del conde Robert de Montesquiou-Fézensac , personaje incluido en la novela, cuelgan dos retratos, pintados por Lucien Doucet y por Antonio de La Gandara. El conde fue el modelo para su personaje el barón de Charlus, aristócrata, poeta y homosexual. Ambos, interesados por la moda, las fiestas, la política y la guerra. Cedido por el Orsay, un espléndido cuadro, ‘El Círculo de la Rue Royal’, de Tissot , portada del catálogo, en el que aparece, entre otros, el crítico de arte Charles Haas , amigo del autor. La novela de Proust se desarrolla en el París de la Tercera República , época del desarrollo urbanístico de la ciudad, llevado a cabo por el barón Haussmann: el Bois de Boulogne, los Campos Elíseos… Su otra gran ciudad fue Venecia . Viajó dos veces. Una, con su madre. Admira a Turner, Whistler, Carpaccio, Mariano Fortuny … De este, buen amigo, se muestran aguafuertes con imágenes de la Serenísima, así como algunos de sus diseños, como el célebre Delphos y una túnica de inspiración copta que perteneció a Proust. Este tenía un gran interés y conocimiento de la moda femenina. De Turner , se exhibe una maravillosa vista del Gran Canal, con la Dogana y San Giorgio Maggiore, cedida por la National Gallery de Washington.Recorrió Proust las catedrales góticas de Francia , guiado por los escritos de su admirado John Ruskin , escritor, pintor y crítico de arte. Proust viajó en coche, conducido por su chófer, secretario y amante, Alfred Agostinelli . Falleció en un accidente de aviación en 1914. No están las catedrales de Ruán, pintadas por Monet , pero sí unos espléndidos ‘Nenúfares’ del pintor, cedidos por la Fundación Beyeler. Para Proust, Giverny era la quintaesencia de la pintura moderna. La exposición explora la modernidad (los impresionistas, los Ballets Rusos de Diághilev , obras de Cocteau, Kupka o Léger) y la pasión de Proust por la costa normanda (representada en la novela por Balbec). En el personaje de Elstir , Proust resumió su interés por la pintura. Entre los modelos en los que se inspira, Whistler, Moreau, Turner, Monet… El final de la muestra, como el de la novela de Proust, ‘El tiempo recobrado’ , es trágico: aborda el implacable paso del tiempo. Suena el primer movimiento de la ‘Sonata para violín y piano’ de César Franck . En una vitrina, primeras ediciones de ‘A la busca del tiempo perdido’ y las pruebas de imprenta con correcciones de puño y letra de Proust de ‘Por el camino de Swann’, 1913, primer tomo de la novela. En las paredes, un dibujo y una fotografía del escritor en su lecho de muerte: el primero, de Paul-César Helleu; la segunda, de Emmanuel Sougez, aunque fue atribuida a Man Ray. Y dos magníficos autorretratos de Rembrandt : uno de su época de madurez, del Museo Thyssen, y otro de su vejez, como apóstol san Pablo, del Rijksmuseum de Ámsterdam. Escribe Proust: «El dolor termina matando… Poco a poco van formándose esos terribles rostros estragados del viejo Rembrandt, del viejo Beethoven, de los que todo el mundo se burlaba. Y las bolsas de los ojos y las arrugas de la frente no serían nada si no hubiera el sufrimiento del corazón». A Marcel Proust (Auteuil, 1871-París, 1922) había pocas cosas que no le interesaran: apasionado por la literatura (Racine, Molière, Balzac, Flaubert, Baudelaire, Ruskin) y la música (Wagner, Beethoven, César Franck, Debussy), gran aficionado a la ópera y el teatro… y, por supuesto, al arte, que descubrió leyendo manuales y ensayos, en sus visitas al Louvre y a colecciones privadas, en sus viajes a Venecia … Sentía predilección por la pintura holandesa del XVII, la italiana del Renacimiento y la francesa del XIX. Le gustaba el arte español. Nunca pisó nuestro país, pero le fascinaban El Greco , Velázquez , Goya, Sert, Picasso (al que apreció a partir de su trabajo en ‘Parade’), sus amigos Raimundo de Madrazo y su hijo Federico, ‘Cocó’, y Mariano Fortuny. El Museo Thyssen dedica su primera gran exposición del año al mundo visual del escritor francés (una mirada sensible y exquisita), a través de la pintura, muy presente en su magna obra ‘A la busca del tiempo perdido’ , publicada en siete tomos entre 1913 y 1927, ya fallecido el autor. Una reflexión total acerca del arte y su creación. Entre sus protagonistas, un músico, Vinteuil; un escritor, Bergotte; un pintor, Elstir; una actriz, la Berma… Noticias relacionadas reportaje Si Rubens y Caravaggio: yo al Prado y tú a Roma Natividad Pulido estandar Si ‘Isabel de Borbón a caballo’ vuelve a sala Los retratos ecuestres de Velázquez para el Salón de Reinos pasan por ‘quirófano’ Natividad Pulido’Proust y las artes’ es la cuarta exposición comisariada en este museo por Fernando Checa . Desvela Guillermo Solana , director artístico del Thyssen, que Proust es «una pasión secreta » del exdirector del Prado, y hacer una exposición sobre él, «un gran sueño». Y «un atrevimiento entrar en un territorio que no es habitual para mí», añade Checa, que ya en los 70 compraba libros de Proust: «Hubo años en que no fue muy apreciado, pero hoy es el monstruo de la literatura francesa. Han sido tres años de preparación para esta muestra, pero me lo he pasado muy bien. Hemos tenido en cuenta tanto al lector como al no lector de Proust». Reflexión de la creación artística Arriba, ‘Retrato de la condesa de Noailles’, de Ignacio Zuloaga. Sobre estas líneas, a la izquierda, ‘Diana y sus ninfas’, de Vermeer. A la derecha, ‘Retrato de Marcel Proust’, de Jacques-Émile Blanche Museo de Bellas Artes de Bilbao/ Mauritshuis de La Haya/ Museo d’Orsay de ParísPero, pese a ser Checa un ‘proustófilo’ , «un maniático y vicioso de Proust», aclara Solana que no es esta una exposición fetichista, con objetos del escritor francés. Eso sí, a la salida de la visita, en la tienda venden magdalenas (de una pastelería francesa en el mercado de Antón Martín), a 8 euros la bolsa de seis unidades. ¿Quién dijo que la memoria no tiene precio? Hasta el 8 de junio , se exhiben 136 obras (pinturas, esculturas, obras sobre papel, libros y textiles) con importantes préstamos de los principales museos del mundo. A la entrada de la exposición, un cartelón ilustrado con ‘Rue Saint-Honoré por la tarde. Efecto de lluvia’, de Pissarro . Toda una declaración de intenciones. Es el cuadro reclamado por la familia Cassirer en los tribunales de Estados Unidos, donde litigan con el Estado español desde hace años. No hay un recorrido cronológico. Imposible, con Proust. Su mirada, advierte Solana, es «compleja, con referencias cruzadas , con muchos estratos y capas superpuestas», como las matrioskas rusas. Arranca la exposición con ‘Los placeres y los días’ , primer libro publicado por Proust, en 1896, y obras de Watteau, Fantin-Latour, Chardin, Manet… De adolescente, le gustaba acercarse al Louvre , cuyo Salón Carré aparece representado en un cuadro de Castiglione. Cuelgan dos obras que el propio Proust vio en el museo y que aparecen citados en ese libro: el ‘Retrato de James Stuart’, de Van Dyck , y ‘Salida para un paseo a caballo’, de Aelbert Jacobsz. Cuyp . En otra pared cuelgan una fotografía de Proust a los 15 años, tomada por Nadar, junto al célebre retrato del escritor (su imagen canónica), pintado a los 21 años como un dandi por Jacques-Émile Blanche. En la exposición están no solo sus artistas favoritos. También retratos de sus amigos, muchos de los cuales aparecen en las páginas de ‘A la busca del tiempo perdido’. Como su amante el compositor venezolano Reynaldo Hahn , retratado por Lucie Lambert. Y su hermana María, retratada por su esposo, Raimundo de Madrazo , amigo del escritor. Proust admiraba a la actriz Sarah Bernhardt (la Berma de ‘A la busca del tiempo perdido’), presente en un monumental retrato de Georges Jules Victor Clairin, del Petit Palais parisino.De París a Venecia Arriba, ‘El Círculo de la Rue Royale’, de Tissot. Sobre estas líneas, a la izquierda, ‘Retrato de Sarah Bernhardt’, de Georges Jules Victor Clairin. A la derecha, ‘Autorretrato como el apóstol san Pablo’, de Rembrandt Museo d’Orsay de París/ Petit Palais de París/ Rijksmuseum de Ámsterdam Vermeer era uno de sus pintores favoritos. Su ‘Vista de Delft’, decía, es «el cuadro más bello del mundo». No tenía Marcel mal gusto. No se exhibe esa pintura, pero sí otra del maestro y del mismo museo, el Mauritshuis de La Haya: ‘Diana y sus ninfas’, que aparece citada en la novela. El personaje Charles Swann escribe una monografía del maestro de Delft que nunca acaba. También aparece en la muestra Laure Hayman , pintada por Madrazo: una escultora amante del tío abuelo y del padre de Proust. Inspiró la Odette de ‘A la busca del tiempo perdido’. Y la condesa de Noailles , retratada por Zuloaga. La poeta mantuvo una correspondencia con Proust.Del conde Robert de Montesquiou-Fézensac , personaje incluido en la novela, cuelgan dos retratos, pintados por Lucien Doucet y por Antonio de La Gandara. El conde fue el modelo para su personaje el barón de Charlus, aristócrata, poeta y homosexual. Ambos, interesados por la moda, las fiestas, la política y la guerra. Cedido por el Orsay, un espléndido cuadro, ‘El Círculo de la Rue Royal’, de Tissot , portada del catálogo, en el que aparece, entre otros, el crítico de arte Charles Haas , amigo del autor. La novela de Proust se desarrolla en el París de la Tercera República , época del desarrollo urbanístico de la ciudad, llevado a cabo por el barón Haussmann: el Bois de Boulogne, los Campos Elíseos… Su otra gran ciudad fue Venecia . Viajó dos veces. Una, con su madre. Admira a Turner, Whistler, Carpaccio, Mariano Fortuny … De este, buen amigo, se muestran aguafuertes con imágenes de la Serenísima, así como algunos de sus diseños, como el célebre Delphos y una túnica de inspiración copta que perteneció a Proust. Este tenía un gran interés y conocimiento de la moda femenina. De Turner , se exhibe una maravillosa vista del Gran Canal, con la Dogana y San Giorgio Maggiore, cedida por la National Gallery de Washington.Recorrió Proust las catedrales góticas de Francia , guiado por los escritos de su admirado John Ruskin , escritor, pintor y crítico de arte. Proust viajó en coche, conducido por su chófer, secretario y amante, Alfred Agostinelli . Falleció en un accidente de aviación en 1914. No están las catedrales de Ruán, pintadas por Monet , pero sí unos espléndidos ‘Nenúfares’ del pintor, cedidos por la Fundación Beyeler. Para Proust, Giverny era la quintaesencia de la pintura moderna. La exposición explora la modernidad (los impresionistas, los Ballets Rusos de Diághilev , obras de Cocteau, Kupka o Léger) y la pasión de Proust por la costa normanda (representada en la novela por Balbec). En el personaje de Elstir , Proust resumió su interés por la pintura. Entre los modelos en los que se inspira, Whistler, Moreau, Turner, Monet… El final de la muestra, como el de la novela de Proust, ‘El tiempo recobrado’ , es trágico: aborda el implacable paso del tiempo. Suena el primer movimiento de la ‘Sonata para violín y piano’ de César Franck . En una vitrina, primeras ediciones de ‘A la busca del tiempo perdido’ y las pruebas de imprenta con correcciones de puño y letra de Proust de ‘Por el camino de Swann’, 1913, primer tomo de la novela. En las paredes, un dibujo y una fotografía del escritor en su lecho de muerte: el primero, de Paul-César Helleu; la segunda, de Emmanuel Sougez, aunque fue atribuida a Man Ray. Y dos magníficos autorretratos de Rembrandt : uno de su época de madurez, del Museo Thyssen, y otro de su vejez, como apóstol san Pablo, del Rijksmuseum de Ámsterdam. Escribe Proust: «El dolor termina matando… Poco a poco van formándose esos terribles rostros estragados del viejo Rembrandt, del viejo Beethoven, de los que todo el mundo se burlaba. Y las bolsas de los ojos y las arrugas de la frente no serían nada si no hubiera el sufrimiento del corazón».
A Marcel Proust (Auteuil, 1871-París, 1922) había pocas cosas que no le interesaran: apasionado por la literatura (Racine, Molière, Balzac, Flaubert, Baudelaire, Ruskin) y la música (Wagner, Beethoven, César Franck, Debussy), gran aficionado a la ópera y el teatro… y, por supuesto, al … arte, que descubrió leyendo manuales y ensayos, en sus visitas al Louvre y a colecciones privadas, en sus viajes a Venecia… Sentía predilección por la pintura holandesa del XVII, la italiana del Renacimiento y la francesa del XIX. Le gustaba el arte español. Nunca pisó nuestro país, pero le fascinaban El Greco, Velázquez, Goya, Sert, Picasso (al que apreció a partir de su trabajo en ‘Parade’), sus amigos Raimundo de Madrazo y su hijo Federico, ‘Cocó’, y Mariano Fortuny.
El Museo Thyssen dedica su primera gran exposición del año al mundo visual del escritor francés (una mirada sensible y exquisita), a través de la pintura, muy presente en su magna obra ‘A la busca del tiempo perdido’, publicada en siete tomos entre 1913 y 1927, ya fallecido el autor. Una reflexión total acerca del arte y su creación. Entre sus protagonistas, un músico, Vinteuil; un escritor, Bergotte; un pintor, Elstir; una actriz, la Berma…
‘Proust y las artes’ es la cuarta exposición comisariada en este museo por Fernando Checa. Desvela Guillermo Solana, director artístico del Thyssen, que Proust es «una pasión secreta» del exdirector del Prado, y hacer una exposición sobre él, «un gran sueño». Y «un atrevimiento entrar en un territorio que no es habitual para mí», añade Checa, que ya en los 70 compraba libros de Proust: «Hubo años en que no fue muy apreciado, pero hoy es el monstruo de la literatura francesa. Han sido tres años de preparación para esta muestra, pero me lo he pasado muy bien. Hemos tenido en cuenta tanto al lector como al no lector de Proust».



Arriba, ‘Retrato de la condesa de Noailles’, de Ignacio Zuloaga. Sobre estas líneas, a la izquierda, ‘Diana y sus ninfas’, de Vermeer. A la derecha, ‘Retrato de Marcel Proust’, de Jacques-Émile Blanche
Museo de Bellas Artes de Bilbao/ Mauritshuis de La Haya/ Museo d’Orsay de París
Pero, pese a ser Checa un ‘proustófilo’, «un maniático y vicioso de Proust», aclara Solana que no es esta una exposición fetichista, con objetos del escritor francés. Eso sí, a la salida de la visita, en la tienda venden magdalenas (de una pastelería francesa en el mercado de Antón Martín), a 8 euros la bolsa de seis unidades. ¿Quién dijo que la memoria no tiene precio? Hasta el 8 de junio, se exhiben 136 obras (pinturas, esculturas, obras sobre papel, libros y textiles) con importantes préstamos de los principales museos del mundo.
A la entrada de la exposición, un cartelón ilustrado con ‘Rue Saint-Honoré por la tarde. Efecto de lluvia’, de Pissarro. Toda una declaración de intenciones. Es el cuadro reclamado por la familia Cassirer en los tribunales de Estados Unidos, donde litigan con el Estado español desde hace años. No hay un recorrido cronológico. Imposible, con Proust. Su mirada, advierte Solana, es «compleja, con referencias cruzadas, con muchos estratos y capas superpuestas», como las matrioskas rusas.
Arranca la exposición con ‘Los placeres y los días’, primer libro publicado por Proust, en 1896, y obras de Watteau, Fantin-Latour, Chardin, Manet… De adolescente, le gustaba acercarse al Louvre, cuyo Salón Carré aparece representado en un cuadro de Castiglione. Cuelgan dos obras que el propio Proust vio en el museo y que aparecen citados en ese libro: el ‘Retrato de James Stuart’, de Van Dyck, y ‘Salida para un paseo a caballo’, de Aelbert Jacobsz. Cuyp. En otra pared cuelgan una fotografía de Proust a los 15 años, tomada por Nadar, junto al célebre retrato del escritor (su imagen canónica), pintado a los 21 años como un dandi por Jacques-Émile Blanche.
En la exposición están no solo sus artistas favoritos. También retratos de sus amigos, muchos de los cuales aparecen en las páginas de ‘A la busca del tiempo perdido’. Como su amante el compositor venezolano Reynaldo Hahn, retratado por Lucie Lambert. Y su hermana María, retratada por su esposo, Raimundo de Madrazo, amigo del escritor. Proust admiraba a la actriz Sarah Bernhardt (la Berma de ‘A la busca del tiempo perdido’), presente en un monumental retrato de Georges Jules Victor Clairin, del Petit Palais parisino.



Arriba, ‘El Círculo de la Rue Royale’, de Tissot. Sobre estas líneas, a la izquierda, ‘Retrato de Sarah Bernhardt’, de Georges Jules Victor Clairin. A la derecha, ‘Autorretrato como el apóstol san Pablo’, de Rembrandt
Museo d’Orsay de París/ Petit Palais de París/ Rijksmuseum de Ámsterdam
Vermeer era uno de sus pintores favoritos. Su ‘Vista de Delft’, decía, es «el cuadro más bello del mundo». No tenía Marcel mal gusto. No se exhibe esa pintura, pero sí otra del maestro y del mismo museo, el Mauritshuis de La Haya: ‘Diana y sus ninfas’, que aparece citada en la novela. El personaje Charles Swann escribe una monografía del maestro de Delft que nunca acaba. También aparece en la muestra Laure Hayman, pintada por Madrazo: una escultora amante del tío abuelo y del padre de Proust. Inspiró la Odette de ‘A la busca del tiempo perdido’. Y la condesa de Noailles, retratada por Zuloaga. La poeta mantuvo una correspondencia con Proust.
Del conde Robert de Montesquiou-Fézensac, personaje incluido en la novela, cuelgan dos retratos, pintados por Lucien Doucet y por Antonio de La Gandara. El conde fue el modelo para su personaje el barón de Charlus, aristócrata, poeta y homosexual. Ambos, interesados por la moda, las fiestas, la política y la guerra. Cedido por el Orsay, un espléndido cuadro, ‘El Círculo de la Rue Royal’, de Tissot, portada del catálogo, en el que aparece, entre otros, el crítico de arte Charles Haas, amigo del autor.
La novela de Proust se desarrolla en el París de la Tercera República, época del desarrollo urbanístico de la ciudad, llevado a cabo por el barón Haussmann: el Bois de Boulogne, los Campos Elíseos… Su otra gran ciudad fue Venecia. Viajó dos veces. Una, con su madre. Admira a Turner, Whistler, Carpaccio, Mariano Fortuny… De este, buen amigo, se muestran aguafuertes con imágenes de la Serenísima, así como algunos de sus diseños, como el célebre Delphos y una túnica de inspiración copta que perteneció a Proust. Este tenía un gran interés y conocimiento de la moda femenina. De Turner, se exhibe una maravillosa vista del Gran Canal, con la Dogana y San Giorgio Maggiore, cedida por la National Gallery de Washington.
Recorrió Proust las catedrales góticas de Francia, guiado por los escritos de su admirado John Ruskin, escritor, pintor y crítico de arte. Proust viajó en coche, conducido por su chófer, secretario y amante, Alfred Agostinelli. Falleció en un accidente de aviación en 1914. No están las catedrales de Ruán, pintadas por Monet, pero sí unos espléndidos ‘Nenúfares’ del pintor, cedidos por la Fundación Beyeler. Para Proust, Giverny era la quintaesencia de la pintura moderna. La exposición explora la modernidad (los impresionistas, los Ballets Rusos de Diághilev, obras de Cocteau, Kupka o Léger) y la pasión de Proust por la costa normanda (representada en la novela por Balbec). En el personaje de Elstir, Proust resumió su interés por la pintura. Entre los modelos en los que se inspira, Whistler, Moreau, Turner, Monet…
El final de la muestra, como el de la novela de Proust, ‘El tiempo recobrado’, es trágico: aborda el implacable paso del tiempo. Suena el primer movimiento de la ‘Sonata para violín y piano’ de César Franck. En una vitrina, primeras ediciones de ‘A la busca del tiempo perdido’ y las pruebas de imprenta con correcciones de puño y letra de Proust de ‘Por el camino de Swann’, 1913, primer tomo de la novela. En las paredes, un dibujo y una fotografía del escritor en su lecho de muerte: el primero, de Paul-César Helleu; la segunda, de Emmanuel Sougez, aunque fue atribuida a Man Ray. Y dos magníficos autorretratos de Rembrandt: uno de su época de madurez, del Museo Thyssen, y otro de su vejez, como apóstol san Pablo, del Rijksmuseum de Ámsterdam. Escribe Proust: «El dolor termina matando… Poco a poco van formándose esos terribles rostros estragados del viejo Rembrandt, del viejo Beethoven, de los que todo el mundo se burlaba. Y las bolsas de los ojos y las arrugas de la frente no serían nada si no hubiera el sufrimiento del corazón».
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