Entre todos los conciertos programados por el Festival Internacional de Santander durante el mes de agosto destaca, por su novedad y valor sentimental, el de la Orquesta Sinfónica de Melbourne dirigida por Jaime Martín y participación de la pianista Khatia Buniatishvili . Fiel a su historia reciente, el festival cántabro divide el medio centenar de eventos incluidos en la programación de su 74ª edición en diversos ciclos que alcanzan espacios singulares como el Centro Botín y marcos históricos de la región, además del Palacio de Festivales, atendiendo a la música desde perspectivas diversas. Algunas estrellas de la lírica dan forma a la propuesta vocal: las sopranos Pretty Yende, Sonya Yoncheva y Julia Kleiter, el tenor Michael Fabiano y el barítono Christian Gerhaher. En muchos casos junto a agrupaciones sinfónicas como la de Tenerife con Víctor Pablo Pérez y el pianista Paul Lewis, el Apollon Ensemble del violinista Leónidas Kavakos, la Orquesta de la Real Ópera de Versalles, y la Oviedo Filarmonía con una gala lírica de ópera y zarzuela. Surge como novedad la presencia de la Gewandhausorchester de Leipzig con Andris Nelsons, The Hallé de Manchester bajo la batuta de Kahchun Wong, y la China NCPA junto al pianista Bruce Liu y el director Myung-Whun Chung . Su inédita actuación se suma a la de la Orquesta Sinfónica de Melbourne lo que añade a Santander 2025 un plus pionero.«Estoy particularmente emocionado de traer a la Melbourne Symphony Orchestra a mi ciudad natal de Santander. Es donde crecí, donde todavía vive mi familia y, lo que es más importante, donde mi padre me introdujo por primera vez en la música orquestal». Jaime Martín anunciaba en la página web de la orquesta la primera gira internacional de la MSO desde que visitó Norteamérica en 2019. Acaba de actuar en el Festival Internacional de Edimburgo antes de venir a Santander y todavía viajará a los Alpes italianos, al Festival Südtirol en la ciudad balneario de Merano, a Hamburgo en la emblemática Elbphilharmonie, concluyendo en los muy populares BBC Proms que se celebran en el Royal Albert Hall de Londres . Pero entre todos los escenarios —y así lo recalcaba Jaime Martín— el de Santander tiene una especial significación. Al finalizar el concierto de la MSO, micrófono en mano, el director cántabro todavía añadió algún como dato curioso como su primer concierto con ocho años, convertido en una revelación musical, en la plaza Porticada de Santander, escenario histórico donde escuchó a la Orquesta de Radiotelevisión Española dirigida por Odón Alonso ‘Cuadros de una exposición’ de Musorgski. La obra se ha incluido ahora en la presentación santanderina de la MSO junto a con el poema ‘Haunted Hills’, de la australiana Margaret Ada Sutherland, y el primer concierto de Chaikovski al lado de la brillantísima Khatia Buniatishvili .Jaime Martín ha acumulado razones para volver a Santander, donde también fue director de su festival. Entre ellas está la posibilidad de hacerlo con la principal orquesta de Australia, con la que trabaja desde hace cuatro años mientras continúa vinculado a la Orquesta de Cámara de Los Ángeles , y de la que, a tenor de lo escuchado en el concierto, obtiene formidables resultados. De entrada, está la potencia sonora de la agrupación, el brillo particularmente intenso apoyado por un metal enérgico, la redondez del conjunto sostenida por una cuerda compacta, en este caso numerosa y proporcionada sobre la base de siete contrabajos. El medio es poderoso, pero más interesante es la manera en la que se aplica. En el caso de la ‘ Haunted Hills ‘, sirviendo a la obra quizá más emblemática de Margaret Ada Sutherland (1897-1984) muy poco conocida en nuestro entorno aun siendo alguien de verdadera estima musical. Fue compositora en contra de la opinión de su marido, quien consideraba un desorden semejante actividad, y aún así logró el reconocimiento oficial obteneindo la Orden del Imperio Británico y de Australia. En ‘Haunted Hills’ afloran sutilmente las resonancias populares, el sentido vagamente descriptivo y, ante todo, una narratividad fundamentalmente evocativa que muy correctamente vino a preparar el resplandor con el que de inmediato se presentó el primer concierto de Chaikovski. Khatia Buniatishvili es una magnífica representante de una generación de intérpretes técnicamente deslumbrantes, cuyo compromiso personal corre en paralelo a la promoción de una imagen sugerente. Las portadas de sus discos hablan de una aparente pasividad seudorromántica, algo decadente, en principio ajena a la realidad de quien ha trabajado en favor de los refugiados sirios, actuó para los heridos en la zona de la operación antiterrorista en Kiev, o se implicó en el concierto ‘To Russia with Love’ contra la violación de los derechos humanos en este país, además de visibilizar el cambio climático. Pero ante todo Buniatishvili es una pianista irreprochable y con arrolladora personalidad que se ha presentado en Santander dispuesta a derrumbar los muros de una obra que en esta ciudad es casi un emblema por ser referencia inexcusable de cualquier concurso de piano y, entre ellos, el que durante muchos años se celebró aquí. La cuestión radica en la capacidad para reinventar lo obvio, dar nuevo sentido a las manidas maneras que suelen acompañar a una obra tan habitual, según se escuchó desde los primeros acordes y ante la inmediata presencia del primer tema.A partir de ahí surgieron los fuertes contrastes, la muy marcada singularidad rítmica, la particular y paradójicamente coherente digresión melódica hasta configurar un total con sentido rapsódico. Por doquier aparecieron las frases evanescentes junto a otras realmente grandiosas, la delicadeza y fuerza en las cadencias y, sobre todo, la muy peculiar forma de abordar los momentos de transición, concretamente en el segundo movimiento, dando forma una interpretación que sumaba dificultad a las propias de la obra. Pero Jaime Martín demostró ser un compañero de viaje eficaz y cómplice. Hubo algún roce en la entrada de los metales y se cayó, ya en el final, antes de la coda, en una entrada anticipada del piano. Son detalles sin importancia, casi inevitables ante semejante ejercicio de acceso, lo que pone de relieve la tensión emocional de la versión y la exigencia de una flexibilidad global solo posible si existe una coincidencia en el criterio y una concentración muy ajustada. Buniatishvili ofreció como bis una ágil interpretación del ‘adagio’ del ‘Concerto en re menor, BWV 974’, de Bach, escrito a partir de Benedetto Marcello .Y en el final ‘Cuadros de una exposición’ en la versión orquestal de Maurice Ravel, obra inscrita en la memoria musical de Martín y guiño que el festival incluye en la celebración del aniversario de este último autor, presente en Santander en paralelo a las celebraciones de Alessandro Scarlatti, Antonio Vivaldi y Dmitri Shostakóvich. La MSO vino a ratificar un principio de calidad que ya era un hecho evidente, en este caso a partir de una obra cuya genialidad instrumental no elude el afán descriptivo. Martín es director de gesto regular y de actitud sensata, capaz de versiones musicalmente coherentes, expresivas, que gestionan con cordura lo sentimental. Se impone el cuidado en la realización, la coherencia en el discurso. Es evidente la buena relación que mantiene con la MSO y la muy profunda preparación que se ha hecho ante la gira europea. Sin caer en la caricatura ni en el retrato, sonó juguetón el juego rítmico del ‘ballet de los polluelos en sus cascaras’ y ligera la ‘cabaña sobre patas de gallina’, por citar dos momentos. Y al final, la ‘gran puerta de Kiev’, grandiosa y estimulante redondeó el éxito. La obertura de ‘Ruslán y Liudmila’ de Glinka e ‘Irish Tune’ de Percy Grainger remataron el concierto: la vuelta de Jaime Martín a Santander, un hecho que acumula recuerdos y circunstancias, como él mismo volvió a señalar en las palabras finales, antes de despedirse. En cualquier caso, todo un éxito de quien se corona como profeta en su tierra, muy a pesar del adagio popular. Entre todos los conciertos programados por el Festival Internacional de Santander durante el mes de agosto destaca, por su novedad y valor sentimental, el de la Orquesta Sinfónica de Melbourne dirigida por Jaime Martín y participación de la pianista Khatia Buniatishvili . Fiel a su historia reciente, el festival cántabro divide el medio centenar de eventos incluidos en la programación de su 74ª edición en diversos ciclos que alcanzan espacios singulares como el Centro Botín y marcos históricos de la región, además del Palacio de Festivales, atendiendo a la música desde perspectivas diversas. Algunas estrellas de la lírica dan forma a la propuesta vocal: las sopranos Pretty Yende, Sonya Yoncheva y Julia Kleiter, el tenor Michael Fabiano y el barítono Christian Gerhaher. En muchos casos junto a agrupaciones sinfónicas como la de Tenerife con Víctor Pablo Pérez y el pianista Paul Lewis, el Apollon Ensemble del violinista Leónidas Kavakos, la Orquesta de la Real Ópera de Versalles, y la Oviedo Filarmonía con una gala lírica de ópera y zarzuela. Surge como novedad la presencia de la Gewandhausorchester de Leipzig con Andris Nelsons, The Hallé de Manchester bajo la batuta de Kahchun Wong, y la China NCPA junto al pianista Bruce Liu y el director Myung-Whun Chung . Su inédita actuación se suma a la de la Orquesta Sinfónica de Melbourne lo que añade a Santander 2025 un plus pionero.«Estoy particularmente emocionado de traer a la Melbourne Symphony Orchestra a mi ciudad natal de Santander. Es donde crecí, donde todavía vive mi familia y, lo que es más importante, donde mi padre me introdujo por primera vez en la música orquestal». Jaime Martín anunciaba en la página web de la orquesta la primera gira internacional de la MSO desde que visitó Norteamérica en 2019. Acaba de actuar en el Festival Internacional de Edimburgo antes de venir a Santander y todavía viajará a los Alpes italianos, al Festival Südtirol en la ciudad balneario de Merano, a Hamburgo en la emblemática Elbphilharmonie, concluyendo en los muy populares BBC Proms que se celebran en el Royal Albert Hall de Londres . Pero entre todos los escenarios —y así lo recalcaba Jaime Martín— el de Santander tiene una especial significación. Al finalizar el concierto de la MSO, micrófono en mano, el director cántabro todavía añadió algún como dato curioso como su primer concierto con ocho años, convertido en una revelación musical, en la plaza Porticada de Santander, escenario histórico donde escuchó a la Orquesta de Radiotelevisión Española dirigida por Odón Alonso ‘Cuadros de una exposición’ de Musorgski. La obra se ha incluido ahora en la presentación santanderina de la MSO junto a con el poema ‘Haunted Hills’, de la australiana Margaret Ada Sutherland, y el primer concierto de Chaikovski al lado de la brillantísima Khatia Buniatishvili .Jaime Martín ha acumulado razones para volver a Santander, donde también fue director de su festival. Entre ellas está la posibilidad de hacerlo con la principal orquesta de Australia, con la que trabaja desde hace cuatro años mientras continúa vinculado a la Orquesta de Cámara de Los Ángeles , y de la que, a tenor de lo escuchado en el concierto, obtiene formidables resultados. De entrada, está la potencia sonora de la agrupación, el brillo particularmente intenso apoyado por un metal enérgico, la redondez del conjunto sostenida por una cuerda compacta, en este caso numerosa y proporcionada sobre la base de siete contrabajos. El medio es poderoso, pero más interesante es la manera en la que se aplica. En el caso de la ‘ Haunted Hills ‘, sirviendo a la obra quizá más emblemática de Margaret Ada Sutherland (1897-1984) muy poco conocida en nuestro entorno aun siendo alguien de verdadera estima musical. Fue compositora en contra de la opinión de su marido, quien consideraba un desorden semejante actividad, y aún así logró el reconocimiento oficial obteneindo la Orden del Imperio Británico y de Australia. En ‘Haunted Hills’ afloran sutilmente las resonancias populares, el sentido vagamente descriptivo y, ante todo, una narratividad fundamentalmente evocativa que muy correctamente vino a preparar el resplandor con el que de inmediato se presentó el primer concierto de Chaikovski. Khatia Buniatishvili es una magnífica representante de una generación de intérpretes técnicamente deslumbrantes, cuyo compromiso personal corre en paralelo a la promoción de una imagen sugerente. Las portadas de sus discos hablan de una aparente pasividad seudorromántica, algo decadente, en principio ajena a la realidad de quien ha trabajado en favor de los refugiados sirios, actuó para los heridos en la zona de la operación antiterrorista en Kiev, o se implicó en el concierto ‘To Russia with Love’ contra la violación de los derechos humanos en este país, además de visibilizar el cambio climático. Pero ante todo Buniatishvili es una pianista irreprochable y con arrolladora personalidad que se ha presentado en Santander dispuesta a derrumbar los muros de una obra que en esta ciudad es casi un emblema por ser referencia inexcusable de cualquier concurso de piano y, entre ellos, el que durante muchos años se celebró aquí. La cuestión radica en la capacidad para reinventar lo obvio, dar nuevo sentido a las manidas maneras que suelen acompañar a una obra tan habitual, según se escuchó desde los primeros acordes y ante la inmediata presencia del primer tema.A partir de ahí surgieron los fuertes contrastes, la muy marcada singularidad rítmica, la particular y paradójicamente coherente digresión melódica hasta configurar un total con sentido rapsódico. Por doquier aparecieron las frases evanescentes junto a otras realmente grandiosas, la delicadeza y fuerza en las cadencias y, sobre todo, la muy peculiar forma de abordar los momentos de transición, concretamente en el segundo movimiento, dando forma una interpretación que sumaba dificultad a las propias de la obra. Pero Jaime Martín demostró ser un compañero de viaje eficaz y cómplice. Hubo algún roce en la entrada de los metales y se cayó, ya en el final, antes de la coda, en una entrada anticipada del piano. Son detalles sin importancia, casi inevitables ante semejante ejercicio de acceso, lo que pone de relieve la tensión emocional de la versión y la exigencia de una flexibilidad global solo posible si existe una coincidencia en el criterio y una concentración muy ajustada. Buniatishvili ofreció como bis una ágil interpretación del ‘adagio’ del ‘Concerto en re menor, BWV 974’, de Bach, escrito a partir de Benedetto Marcello .Y en el final ‘Cuadros de una exposición’ en la versión orquestal de Maurice Ravel, obra inscrita en la memoria musical de Martín y guiño que el festival incluye en la celebración del aniversario de este último autor, presente en Santander en paralelo a las celebraciones de Alessandro Scarlatti, Antonio Vivaldi y Dmitri Shostakóvich. La MSO vino a ratificar un principio de calidad que ya era un hecho evidente, en este caso a partir de una obra cuya genialidad instrumental no elude el afán descriptivo. Martín es director de gesto regular y de actitud sensata, capaz de versiones musicalmente coherentes, expresivas, que gestionan con cordura lo sentimental. Se impone el cuidado en la realización, la coherencia en el discurso. Es evidente la buena relación que mantiene con la MSO y la muy profunda preparación que se ha hecho ante la gira europea. Sin caer en la caricatura ni en el retrato, sonó juguetón el juego rítmico del ‘ballet de los polluelos en sus cascaras’ y ligera la ‘cabaña sobre patas de gallina’, por citar dos momentos. Y al final, la ‘gran puerta de Kiev’, grandiosa y estimulante redondeó el éxito. La obertura de ‘Ruslán y Liudmila’ de Glinka e ‘Irish Tune’ de Percy Grainger remataron el concierto: la vuelta de Jaime Martín a Santander, un hecho que acumula recuerdos y circunstancias, como él mismo volvió a señalar en las palabras finales, antes de despedirse. En cualquier caso, todo un éxito de quien se corona como profeta en su tierra, muy a pesar del adagio popular.
Entre todos los conciertos programados por el Festival Internacional de Santander durante el mes de agosto destaca, por su novedad y valor sentimental, el de la Orquesta Sinfónica de Melbourne dirigida por Jaime Martín y participación de la pianista Khatia Buniatishvili. Fiel … a su historia reciente, el festival cántabro divide el medio centenar de eventos incluidos en la programación de su 74ª edición en diversos ciclos que alcanzan espacios singulares como el Centro Botín y marcos históricos de la región, además del Palacio de Festivales, atendiendo a la música desde perspectivas diversas. Algunas estrellas de la lírica dan forma a la propuesta vocal: las sopranos Pretty Yende, Sonya Yoncheva y Julia Kleiter, el tenor Michael Fabiano y el barítono Christian Gerhaher. En muchos casos junto a agrupaciones sinfónicas como la de Tenerife con Víctor Pablo Pérez y el pianista Paul Lewis, el Apollon Ensemble del violinista Leónidas Kavakos, la Orquesta de la Real Ópera de Versalles, y la Oviedo Filarmonía con una gala lírica de ópera y zarzuela. Surge como novedad la presencia de la Gewandhausorchester de Leipzig con Andris Nelsons, The Hallé de Manchester bajo la batuta de Kahchun Wong, y la China NCPA junto al pianista Bruce Liu y el director Myung-Whun Chung. Su inédita actuación se suma a la de la Orquesta Sinfónica de Melbourne lo que añade a Santander 2025 un plus pionero.
«Estoy particularmente emocionado de traer a la Melbourne Symphony Orchestra a mi ciudad natal de Santander. Es donde crecí, donde todavía vive mi familia y, lo que es más importante, donde mi padre me introdujo por primera vez en la música orquestal». Jaime Martín anunciaba en la página web de la orquesta la primera gira internacional de la MSO desde que visitó Norteamérica en 2019. Acaba de actuar en el Festival Internacional de Edimburgo antes de venir a Santander y todavía viajará a los Alpes italianos, al Festival Südtirol en la ciudad balneario de Merano, a Hamburgo en la emblemática Elbphilharmonie, concluyendo en los muy populares BBC Proms que se celebran en el Royal Albert Hall de Londres. Pero entre todos los escenarios —y así lo recalcaba Jaime Martín— el de Santander tiene una especial significación. Al finalizar el concierto de la MSO, micrófono en mano, el director cántabro todavía añadió algún como dato curioso como su primer concierto con ocho años, convertido en una revelación musical, en la plaza Porticada de Santander, escenario histórico donde escuchó a la Orquesta de Radiotelevisión Española dirigida por Odón Alonso ‘Cuadros de una exposición’ de Musorgski. La obra se ha incluido ahora en la presentación santanderina de la MSO junto a con el poema ‘Haunted Hills’, de la australiana Margaret Ada Sutherland, y el primer concierto de Chaikovski al lado de la brillantísima Khatia Buniatishvili.
Jaime Martín ha acumulado razones para volver a Santander, donde también fue director de su festival. Entre ellas está la posibilidad de hacerlo con la principal orquesta de Australia, con la que trabaja desde hace cuatro años mientras continúa vinculado a la Orquesta de Cámara de Los Ángeles, y de la que, a tenor de lo escuchado en el concierto, obtiene formidables resultados. De entrada, está la potencia sonora de la agrupación, el brillo particularmente intenso apoyado por un metal enérgico, la redondez del conjunto sostenida por una cuerda compacta, en este caso numerosa y proporcionada sobre la base de siete contrabajos. El medio es poderoso, pero más interesante es la manera en la que se aplica.
En el caso de la ‘Haunted Hills‘, sirviendo a la obra quizá más emblemática de Margaret Ada Sutherland (1897-1984) muy poco conocida en nuestro entorno aun siendo alguien de verdadera estima musical. Fue compositora en contra de la opinión de su marido, quien consideraba un desorden semejante actividad, y aún así logró el reconocimiento oficial obteneindo la Orden del Imperio Británico y de Australia. En ‘Haunted Hills’ afloran sutilmente las resonancias populares, el sentido vagamente descriptivo y, ante todo, una narratividad fundamentalmente evocativa que muy correctamente vino a preparar el resplandor con el que de inmediato se presentó el primer concierto de Chaikovski.
Khatia Buniatishvili es una magnífica representante de una generación de intérpretes técnicamente deslumbrantes, cuyo compromiso personal corre en paralelo a la promoción de una imagen sugerente. Las portadas de sus discos hablan de una aparente pasividad seudorromántica, algo decadente, en principio ajena a la realidad de quien ha trabajado en favor de los refugiados sirios, actuó para los heridos en la zona de la operación antiterrorista en Kiev, o se implicó en el concierto ‘To Russia with Love’ contra la violación de los derechos humanos en este país, además de visibilizar el cambio climático. Pero ante todo Buniatishvili es una pianista irreprochable y con arrolladora personalidad que se ha presentado en Santander dispuesta a derrumbar los muros de una obra que en esta ciudad es casi un emblema por ser referencia inexcusable de cualquier concurso de piano y, entre ellos, el que durante muchos años se celebró aquí. La cuestión radica en la capacidad para reinventar lo obvio, dar nuevo sentido a las manidas maneras que suelen acompañar a una obra tan habitual, según se escuchó desde los primeros acordes y ante la inmediata presencia del primer tema.
A partir de ahí surgieron los fuertes contrastes, la muy marcada singularidad rítmica, la particular y paradójicamente coherente digresión melódica hasta configurar un total con sentido rapsódico. Por doquier aparecieron las frases evanescentes junto a otras realmente grandiosas, la delicadeza y fuerza en las cadencias y, sobre todo, la muy peculiar forma de abordar los momentos de transición, concretamente en el segundo movimiento, dando forma una interpretación que sumaba dificultad a las propias de la obra. Pero Jaime Martín demostró ser un compañero de viaje eficaz y cómplice. Hubo algún roce en la entrada de los metales y se cayó, ya en el final, antes de la coda, en una entrada anticipada del piano. Son detalles sin importancia, casi inevitables ante semejante ejercicio de acceso, lo que pone de relieve la tensión emocional de la versión y la exigencia de una flexibilidad global solo posible si existe una coincidencia en el criterio y una concentración muy ajustada. Buniatishvili ofreció como bis una ágil interpretación del ‘adagio’ del ‘Concerto en re menor, BWV 974’, de Bach, escrito a partir de Benedetto Marcello.
Y en el final ‘Cuadros de una exposición’ en la versión orquestal de Maurice Ravel, obra inscrita en la memoria musical de Martín y guiño que el festival incluye en la celebración del aniversario de este último autor, presente en Santander en paralelo a las celebraciones de Alessandro Scarlatti, Antonio Vivaldi y Dmitri Shostakóvich. La MSO vino a ratificar un principio de calidad que ya era un hecho evidente, en este caso a partir de una obra cuya genialidad instrumental no elude el afán descriptivo. Martín es director de gesto regular y de actitud sensata, capaz de versiones musicalmente coherentes, expresivas, que gestionan con cordura lo sentimental. Se impone el cuidado en la realización, la coherencia en el discurso. Es evidente la buena relación que mantiene con la MSO y la muy profunda preparación que se ha hecho ante la gira europea. Sin caer en la caricatura ni en el retrato, sonó juguetón el juego rítmico del ‘ballet de los polluelos en sus cascaras’ y ligera la ‘cabaña sobre patas de gallina’, por citar dos momentos.
Y al final, la ‘gran puerta de Kiev’, grandiosa y estimulante redondeó el éxito. La obertura de ‘Ruslán y Liudmila’ de Glinka e ‘Irish Tune’ de Percy Grainger remataron el concierto: la vuelta de Jaime Martín a Santander, un hecho que acumula recuerdos y circunstancias, como él mismo volvió a señalar en las palabras finales, antes de despedirse. En cualquier caso, todo un éxito de quien se corona como profeta en su tierra, muy a pesar del adagio popular.
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