Con el paso del tiempo se fue haciendo cada vez más normal que los libros exitosos acabaran llegando a las pantallas, convertidos en películas . Desde los años treinta del siglo pasado, la industria cinematográfica empezó a nutrirse de toda suerte de novelas, de las buenas y las malas, desde los grandes clásicos decimonónicos como ‘Guerra y Paz’ o ‘Drácula’ , hasta ficciones de enorme complejidad como ‘La montaña mágica’, que parecían poco recomendables para la pantalla por su carga intelectual. Se adaptaron al cine hasta las novelas que parecían inadaptables, como ‘Vida y opiniones’ del caballero Tristam Shandy o Almuerzo desnudo; incluso ‘La metamorfosis’ de Kafka o los cuentos de Borges, y hasta Finnegans Wake y el Ulises, las novelas de Joyce que jamás se habrían pensado traducibles a imágenes.Todo se había versionado. O en realidad casi todo, porque faltaba un título evidente por su prestigio crítico y su influencia universal, seguramente una de las ficciones más importantes de la segunda mitad del siglo XX, que era ‘Cien años de soledad’. La novela de García Márquez era el último tabú, el último territorio virgen que mantenía, por expresa voluntad del autor, su pureza literaria. Porque a pesar de las muchas veces que quisieron comprarle los derechos, el autor siempre fue tajante . No. La imagen tenía el poder de fijar las cosas, decía, y no quería que los rostros de sus personajes adquirieran rasgos concretos que neutralizaran el poder de la imaginación lectora.Mucho más que otras novelas, ‘Cien años de soledad’ necesitaba justo de eso, de la complicidad imaginativa . La clave en la que estaba escrita, el famoso realismo mágico , recurría a un juego de trampas literarias que activaban la imaginación del lector incitándolo a suspender su incredulidad y a creerse lo imposible. Pero de poco sirvió la objeción del autor. Al igual que ‘ En agosto nos vemos ‘, la novela que no debía publicarse nunca y que el mundo entero leyó hace unos meses, ‘Cien años de soledad’ ya está filmada y lista para emitirse en Netflix: no podrá decirse, al menos, que la novela no logró adaptarse a los tiempos que corren. El resultado ya se verá. Por lo pronto imagino a todos los lectores de García Márquez comiéndose las uñas, sin saber muy bien si verla o no. La suerte que han corrido sus guiones y novelas en el cine ha sido desigual, pero por lo general mala. Él mismo lo decía, su relación con el cine era un matrimonio desgraciado . Se necesitaban mutuamente, pero el resultado siempre dejaba un mal sabor de boca. Era un amor no correspondido. Y si eso se decía de las historias que en apariencia eran más fáciles de adaptar al cine, ¿qué esperar de ‘Cien años de soledad’?Un serie para Netflix presupone un reto descomunal . En primera medida, porque ‘Cien años de soledad’ es sobre todo música, un ritmo que envuelve y que logra convertir, con ese juego de trampas al que me refería antes, el prodigio en un asunto cotidiano. La ilusión surge del engranaje del lenguaje, de palabras exactas que expresan sorpresa frente a lo anodino e indiferencia hacia lo extraordinario, y poco a poco van haciendo plausible un mundo donde causa más revuelo un trozo de hielo que una alfombra voladora. El prodigio se hace verosímil por la técnica narrativa, por la precisión de las palabras, y eso, desde luego, no puede hacerse con imágenes. Ahí está el desafío. La serie tiene que buscar sus propias formas de hacerse verosímil, y la clave puede estar, como se intuye por los adelantos que han podido verse, en la creación de atmósferas y temperaturas que normalizan esa misma sensación de irrealidad. Sabemos que hoy los recursos técnicos son mucho más sofisticados que en tiempos de García Márquez, y que la industria audiovisual en América Latina ha conseguido éxitos notables. Tal vez de eso es de lo que se trata. De empezar a competir de verdad en el mercado global de las series con la novela más importante de la literatura latinoamericana. ‘Cien años de soledad’ sería un golpe en la mesa con el que se hace historia o se acepta de una vez y para siempre la maldición garciamarquina con el cine. Que por falta de ambición no sea. La última joya literaria, la más difícil, la que más piedras puso en su camino a las pantallas, se adapta para competir en el mercado global con las mejores producciones. Ese puede ser el objetivo: hacer lo imposible, adaptar lo inadaptable, replicar en el mundo audiovisual lo que García Márquez hizo en el campo literario. Y visto así, sólo cabe celebrar la iniciativa y desearle la mejor de las suertes. Con el paso del tiempo se fue haciendo cada vez más normal que los libros exitosos acabaran llegando a las pantallas, convertidos en películas . Desde los años treinta del siglo pasado, la industria cinematográfica empezó a nutrirse de toda suerte de novelas, de las buenas y las malas, desde los grandes clásicos decimonónicos como ‘Guerra y Paz’ o ‘Drácula’ , hasta ficciones de enorme complejidad como ‘La montaña mágica’, que parecían poco recomendables para la pantalla por su carga intelectual. Se adaptaron al cine hasta las novelas que parecían inadaptables, como ‘Vida y opiniones’ del caballero Tristam Shandy o Almuerzo desnudo; incluso ‘La metamorfosis’ de Kafka o los cuentos de Borges, y hasta Finnegans Wake y el Ulises, las novelas de Joyce que jamás se habrían pensado traducibles a imágenes.Todo se había versionado. O en realidad casi todo, porque faltaba un título evidente por su prestigio crítico y su influencia universal, seguramente una de las ficciones más importantes de la segunda mitad del siglo XX, que era ‘Cien años de soledad’. La novela de García Márquez era el último tabú, el último territorio virgen que mantenía, por expresa voluntad del autor, su pureza literaria. Porque a pesar de las muchas veces que quisieron comprarle los derechos, el autor siempre fue tajante . No. La imagen tenía el poder de fijar las cosas, decía, y no quería que los rostros de sus personajes adquirieran rasgos concretos que neutralizaran el poder de la imaginación lectora.Mucho más que otras novelas, ‘Cien años de soledad’ necesitaba justo de eso, de la complicidad imaginativa . La clave en la que estaba escrita, el famoso realismo mágico , recurría a un juego de trampas literarias que activaban la imaginación del lector incitándolo a suspender su incredulidad y a creerse lo imposible. Pero de poco sirvió la objeción del autor. Al igual que ‘ En agosto nos vemos ‘, la novela que no debía publicarse nunca y que el mundo entero leyó hace unos meses, ‘Cien años de soledad’ ya está filmada y lista para emitirse en Netflix: no podrá decirse, al menos, que la novela no logró adaptarse a los tiempos que corren. El resultado ya se verá. Por lo pronto imagino a todos los lectores de García Márquez comiéndose las uñas, sin saber muy bien si verla o no. La suerte que han corrido sus guiones y novelas en el cine ha sido desigual, pero por lo general mala. Él mismo lo decía, su relación con el cine era un matrimonio desgraciado . Se necesitaban mutuamente, pero el resultado siempre dejaba un mal sabor de boca. Era un amor no correspondido. Y si eso se decía de las historias que en apariencia eran más fáciles de adaptar al cine, ¿qué esperar de ‘Cien años de soledad’?Un serie para Netflix presupone un reto descomunal . En primera medida, porque ‘Cien años de soledad’ es sobre todo música, un ritmo que envuelve y que logra convertir, con ese juego de trampas al que me refería antes, el prodigio en un asunto cotidiano. La ilusión surge del engranaje del lenguaje, de palabras exactas que expresan sorpresa frente a lo anodino e indiferencia hacia lo extraordinario, y poco a poco van haciendo plausible un mundo donde causa más revuelo un trozo de hielo que una alfombra voladora. El prodigio se hace verosímil por la técnica narrativa, por la precisión de las palabras, y eso, desde luego, no puede hacerse con imágenes. Ahí está el desafío. La serie tiene que buscar sus propias formas de hacerse verosímil, y la clave puede estar, como se intuye por los adelantos que han podido verse, en la creación de atmósferas y temperaturas que normalizan esa misma sensación de irrealidad. Sabemos que hoy los recursos técnicos son mucho más sofisticados que en tiempos de García Márquez, y que la industria audiovisual en América Latina ha conseguido éxitos notables. Tal vez de eso es de lo que se trata. De empezar a competir de verdad en el mercado global de las series con la novela más importante de la literatura latinoamericana. ‘Cien años de soledad’ sería un golpe en la mesa con el que se hace historia o se acepta de una vez y para siempre la maldición garciamarquina con el cine. Que por falta de ambición no sea. La última joya literaria, la más difícil, la que más piedras puso en su camino a las pantallas, se adapta para competir en el mercado global con las mejores producciones. Ese puede ser el objetivo: hacer lo imposible, adaptar lo inadaptable, replicar en el mundo audiovisual lo que García Márquez hizo en el campo literario. Y visto así, sólo cabe celebrar la iniciativa y desearle la mejor de las suertes.
«La suerte que han corrido los guiones y novelas de García Márquez en el cine ha sido desigual, pero por lo general mala. Era un amor no correspondido»
Con el paso del tiempo se fue haciendo cada vez más normal que los libros exitosos acabaran llegando a las pantallas, convertidos en películas. Desde los años treinta del siglo pasado, la industria cinematográfica empezó a nutrirse de toda suerte de novelas, de …
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