«No creo que me sintiera lo bastante intimidado». Con esa frase, Nick Harkaway recuerda el momento en que aceptó escribir ‘La decisión de Karla’ , la novela con la que vuelve a latir el universo de su padre, John le Carré , y sitúa de nuevo al espía George Smiley en el centro del tablero de la Guerra Fría. «Era el mundo de mi padre, una propiedad literaria inmensa, una referencia histórica del siglo XX. Pero justo por eso supe que debía hacerlo. Si no estás asustado por lo que haces como artista, es que vas en piloto automático».Publicada en inglés con críticas excelentes y editada en español por Planeta este mes de octubre, la novela transcurre en 1963 , cuando Smiley ha abandonado el Circus y vive una aparente calma junto a su esposa, Anne. «Circulaba el rumor de que Smiley podía ser casi una persona feliz». Pero Control lo convoca de nuevo y «lo que parece una tarea menor se convierte pronto en el primer encuentro con su gran enemigo, Karla».El origen del proyecto, cuenta en entrevista con ABC, no fue una idea editorial sino una carta privada . «En Inglaterra es común dejar, con el testamento, una ‘carta de deseos’. Mi padre escribió algo que todos los escritores deberían dejar: ‘Quiero que me convirtáis en el escritor más famoso del mundo, del espacio y del tiempo, y que además lo paséis bien’. Era un mensaje divertido y modesto, pero claro: no dejéis que mi obra se olvide».Noticia Relacionada reportaje Si El último testimonio de John le Carré agranda el misterio de su figura Marina Sanmartín El documental ‘Volar en círculos’ se estrenará en Apple TV en octubreHarkaway recuerda que «una vez el autor desaparece, el interés se apaga. Puedes mantenerlo vivo con adaptaciones, películas o series, pero lo que realmente mantiene viva su obra son los libros nuevos ». Con esa convicción elaboró una lista de escritores que podrían continuar la saga de Smiley. «Era una lista larguísima, con autores de todo el mundo», dice. «Buscaba a alguien capaz de comprender la compasión y la dureza de esos libros, la política, la tristeza. Pero cuando la llevé a una reunión familiar, mi hermano mayor la leyó, sonrió y me dijo: ‘Es fantástica. Pero el que tiene que hacerlo eres tú’. Había decidido no hacerlo, por respeto, por miedo , por proporción. Pero cuando me lo dijo, todas esas razones se convirtieron en motivos para hacerlo. Era imposible negarse».Antes de comprometerse, hizo una prueba. «Escribí pequeñas viñetas: ‘Smiley espera el autobús’, ‘Smiley entra en una tienda’, ‘Smiley camina por la calle’. Solo quería comprobar si podía oír su voz. Y la oí. Estaba ahí. No fue difícil entender lo que debía hacer». Intentar imitar a su padre, afirma, habría sido un error: «Si me hubiera sentado a escribir como él, habría hecho una parodia. No puedes fingir la voz de otro , tiene que venir de ti mismo».’La decisión de Karla’ PlanetaEsa voz, además, la había escuchado toda su vida. Harkaway recuerda su infancia como una inmersión absoluta en el mundo de Smiley. «Mi padre estaba escribiendo las novelas durante los setenta, cuando yo era un niño pequeño . Él escribía durante el día y luego venía a la mesa y le leía a mi madre en voz alta lo que había escrito. Aprendí el lenguaje escuchando eso. Recibía hora y media de Smiley cada día».Le Carré con su hijo Nick de bebéEl nuevo libro se sitúa con precisión en el canon de Le Carré . «Hay un vacío de casi diez años entre ‘El espía que surgió del frío’ y ‘El topo’. Entre 1955 y 1971, Karla pasa de ser un oficial anónimo a convertirse en el gran enemigo del Circus. Ese crecimiento ya estaba implícito. Solo había que escucharlo». No quiso escribir una historia de origen. «No me interesan. Nada de lo que me cuentes sobre un personaje al principio de su vida justificará lo que lo hace fascinante después. No quieres conocer al tiburón de ‘Tiburón’ cuando era pequeño y se comió un pez dorado. Eso no es una historia».’La decisión de Karla’ es, dice, «una historia de amor y traición, casi paternal, aunque también fraternal». Pero, sobre todo, es una reflexión sobre la compasión . «El libro trata de si puedes mostrar compasión hacia tu enemigo. Es una pregunta esencial, hoy y siempre. Vivimos en un mundo de conflictos que se repiten generación tras generación. Todo se reduce a si somos capaces de decir basta. De reconocer que todos estamos agotados».Brújula moralEsa mirada conecta con la pregunta que marcó la vida de su padre. «Mi padre fue un superviviente de un hogar abusivo . Su pregunta ante la vida siempre fue: ‘¿Quién está recibiendo el golpe?’. Y hacia esa persona dirigía su simpatía». Harkaway subraya que ese impulso fue la raíz de su política y de su escritura. «Sus ideas siempre nacían del mismo lugar: de ponerse del lado de quien sufre». Él no vivió esa infancia, «mis padres me hicieron sentir muy seguro», pero admite haber heredado esa misma brújula moral. «Cuando afronto una historia, me pregunto lo mismo: ¿quién está siendo herido? Esa sigue siendo la pregunta esencial».Lejos de sentirse a la sombra de su padre, hablar de él lo emociona y lo divierte. «Era un hombre muy gracioso», recuerda. «Vivía de un chiste a otro. Enviaba manuscritos con títulos absurdos para desconcertar a los editores . Uno se llamaba ‘Tres hoyos de golf para mayores de sesenta’. Imagínate la cara del editor».Nick Harkaway Urszula SoltysLo cuenta con humor, con ternura y con esa claridad con la que los hijos que han admirado mucho a sus padres consiguen humanizarlos. «A veces se olvida que, además de un escritor brillante y un observador implacable de la fragilidad humana, era un hombre alegre, curioso, lleno de humor . Encontraba luz incluso en los lugares más oscuros. Y eso, creo, también está en este libro».El autor siente que escribir sobre Smiley es un diálogo con su padre, una conexión perenne. «No se aparece como un fantasma, no me susurra ‘recuerda el punto y coma’. Lo que siento es que estoy al volante de su máquina y la conduzco. Aprendo haciéndolo. No quiero ser él, pero sí aprender de su manera de mirar el mundo ».«Todos sufrimos el síndrome de la secuela decepcionante. Pero lo que no esperaba era el tamaño de esa desconfianza»El miedo a no estar a la altura lo acompañó durante todo el proceso. «Sabía que habría una enorme expectativa , incluyendo la de la decepción. Todos sufrimos el síndrome de la secuela decepcionante. Pero lo que no esperaba era el tamaño de esa desconfianza. Todas las críticas en inglés empezaban igual: ‘Esperaba odiar este libro, y me sorprende descubrir que me gusta ‘. Y ahora, claro, el premio a un trabajo bien hecho es otro trabajo. Estoy escribiendo el segundo , y tengo mucho más miedo que la primera vez, porque ya sé cuánto se enfadará la gente si no les gusta», dice entre risas. De esa próxima novela apenas adelanta algo: «Smiley viajará a Estados Unidos. Nunca ha estado allí, es el país desconocido de su mundo». Ese escenario, dice, le permite abordar un tiempo convulso. «Era la época del movimiento por los derechos civiles, de las protestas, de Vietnam ».Harkaway ve paralelismos entre aquella tensión y la actual. «La Guerra Fría fue una forma de mirar el mundo. Parecía binaria, pero estaba llena de matices. Los conflictos de ahora son los mismos con otros nombres. La geografía no cambia, y las estrategias, tampoco. En la Segunda Guerra Mundial , los rusos recibían suministros británicos a través de Irán y del Caspio. Hoy, Rusia obtiene drones de Irán por la misma ruta. Todo es distinto, pero todo es igual».El libro, en español «El Brexit fue una herida profunda para él. Así que cada traducción es un puente contra ese aislamiento»La publicación en español tiene para él un sentido especial. «Cada traducción a una lengua europea me parece una victoria. Mi padre era profundamente europeo . Huyó a Suiza con quince años, hablaba francés y alemán. Yo hablo italiano. Marchamos juntos contra el Brexit en uno de sus cumpleaños. Esa fue una herida profunda para él. Así que cada traducción es un puente contra ese aislamiento».Así, ‘La decisión de Karla’ no es solo el regreso de un espía. Es la novela escrita por un hijo que ha aprendido a mirar el mundo desde la misma pregunta que se hacía su padre, «¿quién está siendo herido?», pero desde un lugar menos devastado, donde, como él mismo dice, «aún cabe la posibilidad de la esperanza ».Y cuando se le pregunta si le gusta Smiley, Harkaway sonríe. «Por supuesto. En cierto modo, Smiley siempre será mi padre . No porque sean la misma persona, sino porque una gran parte de él está en mi padre y viceversa. Es un placer volver a pasar tiempo con él». «No creo que me sintiera lo bastante intimidado». Con esa frase, Nick Harkaway recuerda el momento en que aceptó escribir ‘La decisión de Karla’ , la novela con la que vuelve a latir el universo de su padre, John le Carré , y sitúa de nuevo al espía George Smiley en el centro del tablero de la Guerra Fría. «Era el mundo de mi padre, una propiedad literaria inmensa, una referencia histórica del siglo XX. Pero justo por eso supe que debía hacerlo. Si no estás asustado por lo que haces como artista, es que vas en piloto automático».Publicada en inglés con críticas excelentes y editada en español por Planeta este mes de octubre, la novela transcurre en 1963 , cuando Smiley ha abandonado el Circus y vive una aparente calma junto a su esposa, Anne. «Circulaba el rumor de que Smiley podía ser casi una persona feliz». Pero Control lo convoca de nuevo y «lo que parece una tarea menor se convierte pronto en el primer encuentro con su gran enemigo, Karla».El origen del proyecto, cuenta en entrevista con ABC, no fue una idea editorial sino una carta privada . «En Inglaterra es común dejar, con el testamento, una ‘carta de deseos’. Mi padre escribió algo que todos los escritores deberían dejar: ‘Quiero que me convirtáis en el escritor más famoso del mundo, del espacio y del tiempo, y que además lo paséis bien’. Era un mensaje divertido y modesto, pero claro: no dejéis que mi obra se olvide».Noticia Relacionada reportaje Si El último testimonio de John le Carré agranda el misterio de su figura Marina Sanmartín El documental ‘Volar en círculos’ se estrenará en Apple TV en octubreHarkaway recuerda que «una vez el autor desaparece, el interés se apaga. Puedes mantenerlo vivo con adaptaciones, películas o series, pero lo que realmente mantiene viva su obra son los libros nuevos ». Con esa convicción elaboró una lista de escritores que podrían continuar la saga de Smiley. «Era una lista larguísima, con autores de todo el mundo», dice. «Buscaba a alguien capaz de comprender la compasión y la dureza de esos libros, la política, la tristeza. Pero cuando la llevé a una reunión familiar, mi hermano mayor la leyó, sonrió y me dijo: ‘Es fantástica. Pero el que tiene que hacerlo eres tú’. Había decidido no hacerlo, por respeto, por miedo , por proporción. Pero cuando me lo dijo, todas esas razones se convirtieron en motivos para hacerlo. Era imposible negarse».Antes de comprometerse, hizo una prueba. «Escribí pequeñas viñetas: ‘Smiley espera el autobús’, ‘Smiley entra en una tienda’, ‘Smiley camina por la calle’. Solo quería comprobar si podía oír su voz. Y la oí. Estaba ahí. No fue difícil entender lo que debía hacer». Intentar imitar a su padre, afirma, habría sido un error: «Si me hubiera sentado a escribir como él, habría hecho una parodia. No puedes fingir la voz de otro , tiene que venir de ti mismo».’La decisión de Karla’ PlanetaEsa voz, además, la había escuchado toda su vida. Harkaway recuerda su infancia como una inmersión absoluta en el mundo de Smiley. «Mi padre estaba escribiendo las novelas durante los setenta, cuando yo era un niño pequeño . Él escribía durante el día y luego venía a la mesa y le leía a mi madre en voz alta lo que había escrito. Aprendí el lenguaje escuchando eso. Recibía hora y media de Smiley cada día».Le Carré con su hijo Nick de bebéEl nuevo libro se sitúa con precisión en el canon de Le Carré . «Hay un vacío de casi diez años entre ‘El espía que surgió del frío’ y ‘El topo’. Entre 1955 y 1971, Karla pasa de ser un oficial anónimo a convertirse en el gran enemigo del Circus. Ese crecimiento ya estaba implícito. Solo había que escucharlo». No quiso escribir una historia de origen. «No me interesan. Nada de lo que me cuentes sobre un personaje al principio de su vida justificará lo que lo hace fascinante después. No quieres conocer al tiburón de ‘Tiburón’ cuando era pequeño y se comió un pez dorado. Eso no es una historia».’La decisión de Karla’ es, dice, «una historia de amor y traición, casi paternal, aunque también fraternal». Pero, sobre todo, es una reflexión sobre la compasión . «El libro trata de si puedes mostrar compasión hacia tu enemigo. Es una pregunta esencial, hoy y siempre. Vivimos en un mundo de conflictos que se repiten generación tras generación. Todo se reduce a si somos capaces de decir basta. De reconocer que todos estamos agotados».Brújula moralEsa mirada conecta con la pregunta que marcó la vida de su padre. «Mi padre fue un superviviente de un hogar abusivo . Su pregunta ante la vida siempre fue: ‘¿Quién está recibiendo el golpe?’. Y hacia esa persona dirigía su simpatía». Harkaway subraya que ese impulso fue la raíz de su política y de su escritura. «Sus ideas siempre nacían del mismo lugar: de ponerse del lado de quien sufre». Él no vivió esa infancia, «mis padres me hicieron sentir muy seguro», pero admite haber heredado esa misma brújula moral. «Cuando afronto una historia, me pregunto lo mismo: ¿quién está siendo herido? Esa sigue siendo la pregunta esencial».Lejos de sentirse a la sombra de su padre, hablar de él lo emociona y lo divierte. «Era un hombre muy gracioso», recuerda. «Vivía de un chiste a otro. Enviaba manuscritos con títulos absurdos para desconcertar a los editores . Uno se llamaba ‘Tres hoyos de golf para mayores de sesenta’. Imagínate la cara del editor».Nick Harkaway Urszula SoltysLo cuenta con humor, con ternura y con esa claridad con la que los hijos que han admirado mucho a sus padres consiguen humanizarlos. «A veces se olvida que, además de un escritor brillante y un observador implacable de la fragilidad humana, era un hombre alegre, curioso, lleno de humor . Encontraba luz incluso en los lugares más oscuros. Y eso, creo, también está en este libro».El autor siente que escribir sobre Smiley es un diálogo con su padre, una conexión perenne. «No se aparece como un fantasma, no me susurra ‘recuerda el punto y coma’. Lo que siento es que estoy al volante de su máquina y la conduzco. Aprendo haciéndolo. No quiero ser él, pero sí aprender de su manera de mirar el mundo ».«Todos sufrimos el síndrome de la secuela decepcionante. Pero lo que no esperaba era el tamaño de esa desconfianza»El miedo a no estar a la altura lo acompañó durante todo el proceso. «Sabía que habría una enorme expectativa , incluyendo la de la decepción. Todos sufrimos el síndrome de la secuela decepcionante. Pero lo que no esperaba era el tamaño de esa desconfianza. Todas las críticas en inglés empezaban igual: ‘Esperaba odiar este libro, y me sorprende descubrir que me gusta ‘. Y ahora, claro, el premio a un trabajo bien hecho es otro trabajo. Estoy escribiendo el segundo , y tengo mucho más miedo que la primera vez, porque ya sé cuánto se enfadará la gente si no les gusta», dice entre risas. De esa próxima novela apenas adelanta algo: «Smiley viajará a Estados Unidos. Nunca ha estado allí, es el país desconocido de su mundo». Ese escenario, dice, le permite abordar un tiempo convulso. «Era la época del movimiento por los derechos civiles, de las protestas, de Vietnam ».Harkaway ve paralelismos entre aquella tensión y la actual. «La Guerra Fría fue una forma de mirar el mundo. Parecía binaria, pero estaba llena de matices. Los conflictos de ahora son los mismos con otros nombres. La geografía no cambia, y las estrategias, tampoco. En la Segunda Guerra Mundial , los rusos recibían suministros británicos a través de Irán y del Caspio. Hoy, Rusia obtiene drones de Irán por la misma ruta. Todo es distinto, pero todo es igual».El libro, en español «El Brexit fue una herida profunda para él. Así que cada traducción es un puente contra ese aislamiento»La publicación en español tiene para él un sentido especial. «Cada traducción a una lengua europea me parece una victoria. Mi padre era profundamente europeo . Huyó a Suiza con quince años, hablaba francés y alemán. Yo hablo italiano. Marchamos juntos contra el Brexit en uno de sus cumpleaños. Esa fue una herida profunda para él. Así que cada traducción es un puente contra ese aislamiento».Así, ‘La decisión de Karla’ no es solo el regreso de un espía. Es la novela escrita por un hijo que ha aprendido a mirar el mundo desde la misma pregunta que se hacía su padre, «¿quién está siendo herido?», pero desde un lugar menos devastado, donde, como él mismo dice, «aún cabe la posibilidad de la esperanza ».Y cuando se le pregunta si le gusta Smiley, Harkaway sonríe. «Por supuesto. En cierto modo, Smiley siempre será mi padre . No porque sean la misma persona, sino porque una gran parte de él está en mi padre y viceversa. Es un placer volver a pasar tiempo con él».
«No creo que me sintiera lo bastante intimidado». Con esa frase, Nick Harkaway recuerda el momento en que aceptó escribir ‘La decisión de Karla’, la novela con la que vuelve a latir el universo de su padre, John le Carré, y sitúa … de nuevo al espía George Smiley en el centro del tablero de la Guerra Fría. «Era el mundo de mi padre, una propiedad literaria inmensa, una referencia histórica del siglo XX. Pero justo por eso supe que debía hacerlo. Si no estás asustado por lo que haces como artista, es que vas en piloto automático».
Publicada en inglés con críticas excelentes y editada en español por Planeta este mes de octubre, la novela transcurre en 1963, cuando Smiley ha abandonado el Circus y vive una aparente calma junto a su esposa, Anne. «Circulaba el rumor de que Smiley podía ser casi una persona feliz». Pero Control lo convoca de nuevo y «lo que parece una tarea menor se convierte pronto en el primer encuentro con su gran enemigo, Karla».
El origen del proyecto, cuenta en entrevista con ABC, no fue una idea editorial sino una carta privada. «En Inglaterra es común dejar, con el testamento, una ‘carta de deseos’. Mi padre escribió algo que todos los escritores deberían dejar: ‘Quiero que me convirtáis en el escritor más famoso del mundo, del espacio y del tiempo, y que además lo paséis bien’. Era un mensaje divertido y modesto, pero claro: no dejéis que mi obra se olvide».
Harkaway recuerda que «una vez el autor desaparece, el interés se apaga. Puedes mantenerlo vivo con adaptaciones, películas o series, pero lo que realmente mantiene viva su obra son los libros nuevos». Con esa convicción elaboró una lista de escritores que podrían continuar la saga de Smiley. «Era una lista larguísima, con autores de todo el mundo», dice. «Buscaba a alguien capaz de comprender la compasión y la dureza de esos libros, la política, la tristeza. Pero cuando la llevé a una reunión familiar, mi hermano mayor la leyó, sonrió y me dijo: ‘Es fantástica. Pero el que tiene que hacerlo eres tú’. Había decidido no hacerlo, por respeto, por miedo, por proporción. Pero cuando me lo dijo, todas esas razones se convirtieron en motivos para hacerlo. Era imposible negarse».
Antes de comprometerse, hizo una prueba. «Escribí pequeñas viñetas: ‘Smiley espera el autobús’, ‘Smiley entra en una tienda’, ‘Smiley camina por la calle’. Solo quería comprobar si podía oír su voz. Y la oí. Estaba ahí. No fue difícil entender lo que debía hacer». Intentar imitar a su padre, afirma, habría sido un error: «Si me hubiera sentado a escribir como él, habría hecho una parodia. No puedes fingir la voz de otro, tiene que venir de ti mismo».
‘La decisión de Karla’
Planeta
Esa voz, además, la había escuchado toda su vida. Harkaway recuerda su infancia como una inmersión absoluta en el mundo de Smiley. «Mi padre estaba escribiendo las novelas durante los setenta, cuando yo era un niño pequeño. Él escribía durante el día y luego venía a la mesa y le leía a mi madre en voz alta lo que había escrito. Aprendí el lenguaje escuchando eso. Recibía hora y media de Smiley cada día».
El nuevo libro se sitúa con precisión en el canon de Le Carré. «Hay un vacío de casi diez años entre ‘El espía que surgió del frío’ y ‘El topo’. Entre 1955 y 1971, Karla pasa de ser un oficial anónimo a convertirse en el gran enemigo del Circus. Ese crecimiento ya estaba implícito. Solo había que escucharlo». No quiso escribir una historia de origen. «No me interesan. Nada de lo que me cuentes sobre un personaje al principio de su vida justificará lo que lo hace fascinante después. No quieres conocer al tiburón de ‘Tiburón’ cuando era pequeño y se comió un pez dorado. Eso no es una historia».
‘La decisión de Karla’ es, dice, «una historia de amor y traición, casi paternal, aunque también fraternal». Pero, sobre todo, es una reflexión sobre la compasión. «El libro trata de si puedes mostrar compasión hacia tu enemigo. Es una pregunta esencial, hoy y siempre. Vivimos en un mundo de conflictos que se repiten generación tras generación. Todo se reduce a si somos capaces de decir basta. De reconocer que todos estamos agotados».
Brújula moral
Esa mirada conecta con la pregunta que marcó la vida de su padre. «Mi padre fue un superviviente de un hogar abusivo. Su pregunta ante la vida siempre fue: ‘¿Quién está recibiendo el golpe?’. Y hacia esa persona dirigía su simpatía». Harkaway subraya que ese impulso fue la raíz de su política y de su escritura. «Sus ideas siempre nacían del mismo lugar: de ponerse del lado de quien sufre». Él no vivió esa infancia, «mis padres me hicieron sentir muy seguro», pero admite haber heredado esa misma brújula moral. «Cuando afronto una historia, me pregunto lo mismo: ¿quién está siendo herido? Esa sigue siendo la pregunta esencial».
Lejos de sentirse a la sombra de su padre, hablar de él lo emociona y lo divierte. «Era un hombre muy gracioso», recuerda. «Vivía de un chiste a otro. Enviaba manuscritos con títulos absurdos para desconcertar a los editores. Uno se llamaba ‘Tres hoyos de golf para mayores de sesenta’. Imagínate la cara del editor».
Urszula Soltys
Lo cuenta con humor, con ternura y con esa claridad con la que los hijos que han admirado mucho a sus padres consiguen humanizarlos. «A veces se olvida que, además de un escritor brillante y un observador implacable de la fragilidad humana, era un hombre alegre, curioso, lleno de humor. Encontraba luz incluso en los lugares más oscuros. Y eso, creo, también está en este libro».
El autor siente que escribir sobre Smiley es un diálogo con su padre, una conexión perenne. «No se aparece como un fantasma, no me susurra ‘recuerda el punto y coma’. Lo que siento es que estoy al volante de su máquina y la conduzco. Aprendo haciéndolo. No quiero ser él, pero sí aprender de su manera de mirar el mundo».
«Todos sufrimos el síndrome de la secuela decepcionante. Pero lo que no esperaba era el tamaño de esa desconfianza»
El miedo a no estar a la altura lo acompañó durante todo el proceso. «Sabía que habría una enorme expectativa, incluyendo la de la decepción. Todos sufrimos el síndrome de la secuela decepcionante. Pero lo que no esperaba era el tamaño de esa desconfianza. Todas las críticas en inglés empezaban igual: ‘Esperaba odiar este libro, y me sorprende descubrir que me gusta‘. Y ahora, claro, el premio a un trabajo bien hecho es otro trabajo. Estoy escribiendo el segundo, y tengo mucho más miedo que la primera vez, porque ya sé cuánto se enfadará la gente si no les gusta», dice entre risas.
De esa próxima novela apenas adelanta algo: «Smiley viajará a Estados Unidos. Nunca ha estado allí, es el país desconocido de su mundo». Ese escenario, dice, le permite abordar un tiempo convulso. «Era la época del movimiento por los derechos civiles, de las protestas, de Vietnam».
Harkaway ve paralelismos entre aquella tensión y la actual. «La Guerra Fría fue una forma de mirar el mundo. Parecía binaria, pero estaba llena de matices. Los conflictos de ahora son los mismos con otros nombres. La geografía no cambia, y las estrategias, tampoco. En la Segunda Guerra Mundial, los rusos recibían suministros británicos a través de Irán y del Caspio. Hoy, Rusia obtiene drones de Irán por la misma ruta. Todo es distinto, pero todo es igual».
El libro, en español
«El Brexit fue una herida profunda para él. Así que cada traducción es un puente contra ese aislamiento»
La publicación en español tiene para él un sentido especial. «Cada traducción a una lengua europea me parece una victoria. Mi padre era profundamente europeo. Huyó a Suiza con quince años, hablaba francés y alemán. Yo hablo italiano. Marchamos juntos contra el Brexit en uno de sus cumpleaños. Esa fue una herida profunda para él. Así que cada traducción es un puente contra ese aislamiento».
Así, ‘La decisión de Karla’ no es solo el regreso de un espía. Es la novela escrita por un hijo que ha aprendido a mirar el mundo desde la misma pregunta que se hacía su padre, «¿quién está siendo herido?», pero desde un lugar menos devastado, donde, como él mismo dice, «aún cabe la posibilidad de la esperanza».
Y cuando se le pregunta si le gusta Smiley, Harkaway sonríe. «Por supuesto. En cierto modo, Smiley siempre será mi padre. No porque sean la misma persona, sino porque una gran parte de él está en mi padre y viceversa. Es un placer volver a pasar tiempo con él».
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