Apenas dos meses después de celebrar en vida su centenario, y cuando acaba de clausurarse en San Fernando la muestra conmemorativa del mismo, nos ha dejado ese ser excepcional que fue Gustavo Torner . Ingeniero de Montes de formación, fue autor de excelentes láminas de botánica. Empezó a pintar estando destinado en la vecina Teruel. Una de las primeras influencias que recibió fue la de Pancho Cossío . De la observación de la naturaleza pasó a un informalismo contemplativo. Retornado a su ciudad natal, además de frecuentar a Federico Muelas, González-Ruano, Ángeles Gasset o Raúl Torres, trabó estrecha amistad con Antonio Saura . Daba gusto escucharles (uno los conoció casi a la par, unos años después), compitiendo en ingenio y sabiduría. Más tarde, sin embargo, polemizarían a propósito del Prado, ya que al aragonés no le convencían las intervenciones tornerianas en el mismo. Dotado de una amplia cultura literaria, descubrió a T.S. Eliot durante sus años turolenses, gracias a la traducción de Ángel Flores de ‘La tierra baldía’, y poco después se adentró en obras entonces poco practicadas entre nosotros, como la de Borges, o la de Pessoa.En 1962 apareció la monografía, maravillosamente diseñada por el propio pintor, que le dedicó Juan Eduardo Cirlot , que también dijo cosas agudísimas sobre Saura, y sobre Fontana, del cual Torner poseyó obra. Lo que en ella se enseña y glosa es el espléndido ciclo de las composiciones binarias, que cabe poner en relación con el universo de Rothko, y ante las cuales también se nos viene a la memoria el Perro de GoyaEn el campo de las tres dimensiones, una de las primeras obras tornerianas significativas fue su cubo conmemorativo de un Congreso Forestal Internacional, instalado en un bosque de su provincia natal. Años después, junto a la Torre Magana se eregiría su ‘Monumento a la Constitución’. Mencionar también sus vidrieras de la catedral de Cuenca, donde hay otras de Rueda y Bonifacio. En Madrid tiene obras en el Museo de la Castellana, y en la Plaza de los Cubos.Noticia Relacionada estandar Si La Academia de Bellas Artes celebra los cien años de Gustavo Torner Natividad Pulido La institución exhibe trece pinturas de gran tamaño, algunas inéditas, de uno de sus miembros, creador polifacético y multidisciplinar, figura clave del arte español en la generación de los 50En 1966 se inauguró el Museo de Arte Abstracto Español de Cuenca, ubicado en las Casas Colgadas. Zóbel, propietario de la colección en él exhibida, fue ayudado en aquella aventura por Torner, Rueda, y Antonio Lorenzo. Zóbel inicialmente había pensado ubicar su pinacoteca en Toledo. Fue Torner quien le convenció de que era mejor sitio Cuenca. En el museo hay varias obras espléndidas de Torner, destacando su homenaje cinético a Zurbarán.Habitual expositor en Juana Mordó (que, antes lo había defendido desde Biosca), de las varias muestras que le dedicó la más espectacular fue, en 1968, la de los ‘Homenajes’, inteligentes, sensibles, e irónicos, como lo era su autor. También lo defendieron los Edurne, que el año anterior habían enseñado sus collages en torno a ‘Vesalio, el cielo, la geometría y el mar’. Otro ciclo espectacular de papeles fue el que le inspiró un viaje a Japón en compañía de Zóbel. Magnífica la monografía que le dedicó este último, aparecida en 1978 en Rayuela. Inmensa su influencia sobre la Nueva Generación capitaneada por Juan Antonio Aguirre (otro gran glosador de su obra), y especialmente sobre el valenciano Jordi Teixidor, el conquense José María Yturralde, y el sevillano Gerardo Delgado.Impresionante, y decisivo para la formación artística de varias generaciones de españoles, el trabajo de Torner, de los setenta en adelante, como asesor de la Fundación Juan March. Recuerdo, en un rincón de su apartamento madrileño junto a Alonso Martínez, un documento único e interminable, en el que estaba lo que podríamos llamar su hoja de ruta o ‘desiderata’ para el espacio de la calle de Castelló. De las muchas exposiciones que ahí se vieron durante la primera etapa, la más característicamente suya siempre me pareció la de Joseph Cornell , de quien tanto había aprendido a la hora de realizar sus propias cajas. También se volcó en las muestras dedicadas a los grandes ‘collagistes’ que fueron Schwitters o Motherwell, o a un excelso cultivador del relieve como Ben Nicholson.Varias han sido las retrospectivas que han contribuido a consolidar la imagen del artista, destacando las de Multitud (1975), el Reina Sofía (1991) o Seacex (itinerante, 2002). Mencionar también el volumen de sus ‘Escritos y conversaciones’ (Pre-Textos, 1996), con prólogo del firmante de estas líneas. En 2018 apareció el catálogo razonado de su obra gráfica, prologado por Francisco Calvo Serraller , compañero suyo de Academia. En 2006 se inauguró el Espacio Torner, instalado en el conquense Convento de los Dominicos. Lugar bellísimo y con muy buenas piezas, propiedad del Reina Sofía, siempre adoleció de no contar con un espacio dedicado a albergar temporales. Apenas dos meses después de celebrar en vida su centenario, y cuando acaba de clausurarse en San Fernando la muestra conmemorativa del mismo, nos ha dejado ese ser excepcional que fue Gustavo Torner . Ingeniero de Montes de formación, fue autor de excelentes láminas de botánica. Empezó a pintar estando destinado en la vecina Teruel. Una de las primeras influencias que recibió fue la de Pancho Cossío . De la observación de la naturaleza pasó a un informalismo contemplativo. Retornado a su ciudad natal, además de frecuentar a Federico Muelas, González-Ruano, Ángeles Gasset o Raúl Torres, trabó estrecha amistad con Antonio Saura . Daba gusto escucharles (uno los conoció casi a la par, unos años después), compitiendo en ingenio y sabiduría. Más tarde, sin embargo, polemizarían a propósito del Prado, ya que al aragonés no le convencían las intervenciones tornerianas en el mismo. Dotado de una amplia cultura literaria, descubrió a T.S. Eliot durante sus años turolenses, gracias a la traducción de Ángel Flores de ‘La tierra baldía’, y poco después se adentró en obras entonces poco practicadas entre nosotros, como la de Borges, o la de Pessoa.En 1962 apareció la monografía, maravillosamente diseñada por el propio pintor, que le dedicó Juan Eduardo Cirlot , que también dijo cosas agudísimas sobre Saura, y sobre Fontana, del cual Torner poseyó obra. Lo que en ella se enseña y glosa es el espléndido ciclo de las composiciones binarias, que cabe poner en relación con el universo de Rothko, y ante las cuales también se nos viene a la memoria el Perro de GoyaEn el campo de las tres dimensiones, una de las primeras obras tornerianas significativas fue su cubo conmemorativo de un Congreso Forestal Internacional, instalado en un bosque de su provincia natal. Años después, junto a la Torre Magana se eregiría su ‘Monumento a la Constitución’. Mencionar también sus vidrieras de la catedral de Cuenca, donde hay otras de Rueda y Bonifacio. En Madrid tiene obras en el Museo de la Castellana, y en la Plaza de los Cubos.Noticia Relacionada estandar Si La Academia de Bellas Artes celebra los cien años de Gustavo Torner Natividad Pulido La institución exhibe trece pinturas de gran tamaño, algunas inéditas, de uno de sus miembros, creador polifacético y multidisciplinar, figura clave del arte español en la generación de los 50En 1966 se inauguró el Museo de Arte Abstracto Español de Cuenca, ubicado en las Casas Colgadas. Zóbel, propietario de la colección en él exhibida, fue ayudado en aquella aventura por Torner, Rueda, y Antonio Lorenzo. Zóbel inicialmente había pensado ubicar su pinacoteca en Toledo. Fue Torner quien le convenció de que era mejor sitio Cuenca. En el museo hay varias obras espléndidas de Torner, destacando su homenaje cinético a Zurbarán.Habitual expositor en Juana Mordó (que, antes lo había defendido desde Biosca), de las varias muestras que le dedicó la más espectacular fue, en 1968, la de los ‘Homenajes’, inteligentes, sensibles, e irónicos, como lo era su autor. También lo defendieron los Edurne, que el año anterior habían enseñado sus collages en torno a ‘Vesalio, el cielo, la geometría y el mar’. Otro ciclo espectacular de papeles fue el que le inspiró un viaje a Japón en compañía de Zóbel. Magnífica la monografía que le dedicó este último, aparecida en 1978 en Rayuela. Inmensa su influencia sobre la Nueva Generación capitaneada por Juan Antonio Aguirre (otro gran glosador de su obra), y especialmente sobre el valenciano Jordi Teixidor, el conquense José María Yturralde, y el sevillano Gerardo Delgado.Impresionante, y decisivo para la formación artística de varias generaciones de españoles, el trabajo de Torner, de los setenta en adelante, como asesor de la Fundación Juan March. Recuerdo, en un rincón de su apartamento madrileño junto a Alonso Martínez, un documento único e interminable, en el que estaba lo que podríamos llamar su hoja de ruta o ‘desiderata’ para el espacio de la calle de Castelló. De las muchas exposiciones que ahí se vieron durante la primera etapa, la más característicamente suya siempre me pareció la de Joseph Cornell , de quien tanto había aprendido a la hora de realizar sus propias cajas. También se volcó en las muestras dedicadas a los grandes ‘collagistes’ que fueron Schwitters o Motherwell, o a un excelso cultivador del relieve como Ben Nicholson.Varias han sido las retrospectivas que han contribuido a consolidar la imagen del artista, destacando las de Multitud (1975), el Reina Sofía (1991) o Seacex (itinerante, 2002). Mencionar también el volumen de sus ‘Escritos y conversaciones’ (Pre-Textos, 1996), con prólogo del firmante de estas líneas. En 2018 apareció el catálogo razonado de su obra gráfica, prologado por Francisco Calvo Serraller , compañero suyo de Academia. En 2006 se inauguró el Espacio Torner, instalado en el conquense Convento de los Dominicos. Lugar bellísimo y con muy buenas piezas, propiedad del Reina Sofía, siempre adoleció de no contar con un espacio dedicado a albergar temporales.
Apenas dos meses después de celebrar en vida su centenario, y cuando acaba de clausurarse en San Fernando la muestra conmemorativa del mismo, nos ha dejado ese ser excepcional que fue Gustavo Torner. Ingeniero de Montes de formación, fue autor de excelentes láminas de … botánica. Empezó a pintar estando destinado en la vecina Teruel. Una de las primeras influencias que recibió fue la de Pancho Cossío. De la observación de la naturaleza pasó a un informalismo contemplativo. Retornado a su ciudad natal, además de frecuentar a Federico Muelas, González-Ruano, Ángeles Gasset o Raúl Torres, trabó estrecha amistad con Antonio Saura. Daba gusto escucharles (uno los conoció casi a la par, unos años después), compitiendo en ingenio y sabiduría. Más tarde, sin embargo, polemizarían a propósito del Prado, ya que al aragonés no le convencían las intervenciones tornerianas en el misno. Dotado de una amplia cultura literaria, descubrió a T.S. Eliot durante sus años turolenses, gracias a la traducción de Ángel Flores de ‘La tierra baldía’, y poco después se adentró en obras entonces poco practicadas entre nosotros, como la de Borges, o la de Pessoa.
En 1962 apareció la monografía, maravillosamente diseñada por el propio pintor, que le dedicó Juan Eduardo Cirlot, que también dijo cosas agudísimas sobre Saura, y sobre Fontana, del cual Torner poseyó obra. Lo que en ella se enseña y glosa es el espléndido ciclo de las composiciones binarias, que cabe poner en relación con el universo de Rothko, y ante las cuales también se nos viene a la memoria el Perro de Goya
En el campo de las tres dimensiones, una de las primeras obras tornerianas significativas fue su cubo conmemorativo de un Congreso Forestal Internacional, instalado en un bosque de su provincia natal. Años después, junto a la Torre Magana se eregiría su ‘Monumento a la Constitución’. Mencionar también sus vidrieras de la catedral de Cuenca, donde hay otras de Rueda y Bonifacio. En Madrid tiene obras en el Museo de la Castellana, y en la Plaza de los Cubos.
En 1966 se inauguró el Museo de Arte Abstracto Español de Cuenca, ubicado en las Casas Colgadas. Zóbel, propietario de la colección en él exhibida, fue ayudado en aquella aventura por Torner, Rueda, y Antonio Lorenzo. Zóbel inicialmente había pensado ubicar su pinacoteca en Toledo. Fue Torner quien le convenció de que era mejor sitio Cuenca. En el museo hay varias obras espléndidas de Torner, destacando su homenaje cinético a Zurbarán.
Habitual expositor en Juana Mordó (que, antes lo había defendido desde Biosca), de las varias muestras que le dedicó la más espectacular fue, en 1968, la de los ‘Homenajes’, inteligentes, sensibles, e irónicos, como lo era su autor. También lo defendieron los Edurne, que el año anterior habían enseñado sus collages en torno a ‘Vesalio, el cielo, la geometría y el mar’. Otro ciclo espectacular de papeles fue el que le inspiró un viaje a Japón en compañía de Zóbel. Magnífica la monografía que le dedicó este último, aparecida en 1978 en Rayuela. Inmensa su influencia sobre la Nueva Generación capitaneada por Juan Antonio Aguirre (otro gran glosador de su obra), y especialmente sobre el valenciano Jordi Teixidor, el conquense José María Yturralde, y el sevillano Gerardo Delgado.
Impresionante, y decisivo para la formación artística de varias generaciones de españoles, el trabajo de Torner, de los setenta en adelante, como asesor de la Fundación Juan March. Recuerdo, en un rincón de su apartamento madrileño junto a Alonso Martínez, un documento único e interminable, en el que estaba lo que podríamos llamar su hoja de ruta o ‘desiderata’ para el espacio de la calle de Castelló. De las muchas exposiciones que ahí se vieron durante la primera etapa, la más característicamente suya siempre me pareció la de Joseph Cornell, de quien tanto había aprendido a la hora de realizar sus propias cajas. También se volcó en las muestras dedicadas a los grandes ‘collagistes’ que fueron Schwitters o Motherwell, o a un excelso cultivador del relieve como Ben Nicholson.
Varias han sido las retrospectivas que han contribuido a consolidar la imagen del artista, destacando las de Multitud (1975), el Reina Sofía (1991) o Seacex (itinerante, 2002). Mencionar también el volumen de sus ‘Escritos y conversaciones’ (Pre-Textos, 1996), con prólogo del firmante de estas líneas. En 2018 apareció el catálogo razonado de su obra gráfica, prologado por Francisco Calvo Serraller, compañero suyo de Academia. En 2006 se inauguró el Espacio Torner, instalado en el conquense Convento de los Dominicos. Lugar bellísimo y con muy buenas piezas, propiedad del Reina Sofía, siempre adoleció de no contar con un espacio dedicado a albergar temporales.
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