Todo es mudable y perecedero. El tiempo hace estragos. La memoria es débil. Pero el Sloppy Louie’s , el viejo restaurante en los muelles del puerto de Nueva York, cerrado en 1998, sobrevive tal y como era gracias a Joseph Mitchell , el escritor estadounidense. Murió dos años antes de que el local echara el cierre. Un largo relato, publicado por ‘The New Yorker’ en 1952, reconstruye el espíritu del restaurante fundado por Louis Morino .El Sloppy Louie’s olía a pescado no sólo por los efluvios que salían de la cocina sino por su cercanía con el mercado de Fulton. Estaba situado en el 92 de South Street, en el bajo de un edificio de ladrillo de seis pisos. Cuando Morino compró el establecimiento en 1930 con sus ahorros, los pisos estaban cerrados con las ventanas tapiadas.Mitchell era cliente del Sloppy Louie’s y acostumbraba a ir a desayunar para observar a los pescadores que llegaban a las seis de la mañana antes de comenzar la faena. El local tenía 12 mesas de nogal negro con un aforo de 80 personas. A mediodía, el público que predominaba era el de ejecutivos y comerciantes de la zona. A las ocho y media de la tarde, Morino, viudo con dos hijas, cerraba el establecimiento. Vivía en un pequeño chalé en el que había plantado tres higueras. Durante 38 años, apenas faltó un solo día a su trabajo.El restaurante tenía una puerta de dos hojas en medio de dos escaparates de cristal . Exponían unos barcos de vela en botellas, una pinza de una langosta enorme, una concha de la ostra más grande del mundo (según rezaba una inscripción) y el cráneo de una marsopa. Había una caja registradora a la entrada y espejos por todo el local, con tres ventiladores de aspas.El Sloppy disponía de la mejor carta de pescados y mariscos de Nueva York , siempre en función de la temporada. Solía ofrecer filetes de tiburón, pez espada, lubina, salmón salvaje, langosta, almejas y todo tipo de mariscos, huevas de distinto origen y sopa bullabesa. Era un sitio lleno de algarabía y no era raro ver a Morino contando chismes a su clientela.Quería crear un negocio con los olores y sabores de su infancia cuando acompañaba a faenar a su progenitorMorino era hijo de un pescador de pulpos de Recco, una pequeña población cercana a Génova. Había emigrado a los 18 años a Estados Unidos. Se empleó como camarero en Brooklyn y Manhattan durante 23 años hasta que alguien le habló de comprar un local cerrado durante la Gran Depresión en los muelles de Nueva York.Morino, que falleció en 1978, le contaba a Mitchell que lo que le persuadió de adquirir el Sloppy Louie’s, antes Fulton Restaurant, fue que vio en la zona a un viejo vendedor de pescado que le recordaba a su padre. Quería crear un negocio con los olores y sabores de su infancia cuando acompañaba a faenar a su progenitor. Sus primeros clientes fueron los vendedores del mercado de Fulton, que desayunaban antes de abrir sus puestos.Cuenta Mitchell que convenció a Morino para explorar los pisos superiores del edificio, a los que se accedía por un viejo y precario ascensor de polea. Morino tenía miedo a subir, pero finalmente se armó de valor. Nadie había visitado esas plantas deshabitadas en las que muebles y enseres permanecían cubiertos de polvo desde hacía varías décadas.Morino se jubiló 10 años antes de fallecer y el Sloppy fue perdiendo su carácter. Murió de éxito. Mitchell sobrevivió casi 20 años a su amigo, pero dejó de ir al restaurante en el que había desayunado muchas mañanas antes de ir a las oficinas de ‘The New Yorker’ . Todo es mudable y perecedero. El tiempo hace estragos. La memoria es débil. Pero el Sloppy Louie’s , el viejo restaurante en los muelles del puerto de Nueva York, cerrado en 1998, sobrevive tal y como era gracias a Joseph Mitchell , el escritor estadounidense. Murió dos años antes de que el local echara el cierre. Un largo relato, publicado por ‘The New Yorker’ en 1952, reconstruye el espíritu del restaurante fundado por Louis Morino .El Sloppy Louie’s olía a pescado no sólo por los efluvios que salían de la cocina sino por su cercanía con el mercado de Fulton. Estaba situado en el 92 de South Street, en el bajo de un edificio de ladrillo de seis pisos. Cuando Morino compró el establecimiento en 1930 con sus ahorros, los pisos estaban cerrados con las ventanas tapiadas.Mitchell era cliente del Sloppy Louie’s y acostumbraba a ir a desayunar para observar a los pescadores que llegaban a las seis de la mañana antes de comenzar la faena. El local tenía 12 mesas de nogal negro con un aforo de 80 personas. A mediodía, el público que predominaba era el de ejecutivos y comerciantes de la zona. A las ocho y media de la tarde, Morino, viudo con dos hijas, cerraba el establecimiento. Vivía en un pequeño chalé en el que había plantado tres higueras. Durante 38 años, apenas faltó un solo día a su trabajo.El restaurante tenía una puerta de dos hojas en medio de dos escaparates de cristal . Exponían unos barcos de vela en botellas, una pinza de una langosta enorme, una concha de la ostra más grande del mundo (según rezaba una inscripción) y el cráneo de una marsopa. Había una caja registradora a la entrada y espejos por todo el local, con tres ventiladores de aspas.El Sloppy disponía de la mejor carta de pescados y mariscos de Nueva York , siempre en función de la temporada. Solía ofrecer filetes de tiburón, pez espada, lubina, salmón salvaje, langosta, almejas y todo tipo de mariscos, huevas de distinto origen y sopa bullabesa. Era un sitio lleno de algarabía y no era raro ver a Morino contando chismes a su clientela.Quería crear un negocio con los olores y sabores de su infancia cuando acompañaba a faenar a su progenitorMorino era hijo de un pescador de pulpos de Recco, una pequeña población cercana a Génova. Había emigrado a los 18 años a Estados Unidos. Se empleó como camarero en Brooklyn y Manhattan durante 23 años hasta que alguien le habló de comprar un local cerrado durante la Gran Depresión en los muelles de Nueva York.Morino, que falleció en 1978, le contaba a Mitchell que lo que le persuadió de adquirir el Sloppy Louie’s, antes Fulton Restaurant, fue que vio en la zona a un viejo vendedor de pescado que le recordaba a su padre. Quería crear un negocio con los olores y sabores de su infancia cuando acompañaba a faenar a su progenitor. Sus primeros clientes fueron los vendedores del mercado de Fulton, que desayunaban antes de abrir sus puestos.Cuenta Mitchell que convenció a Morino para explorar los pisos superiores del edificio, a los que se accedía por un viejo y precario ascensor de polea. Morino tenía miedo a subir, pero finalmente se armó de valor. Nadie había visitado esas plantas deshabitadas en las que muebles y enseres permanecían cubiertos de polvo desde hacía varías décadas.Morino se jubiló 10 años antes de fallecer y el Sloppy fue perdiendo su carácter. Murió de éxito. Mitchell sobrevivió casi 20 años a su amigo, pero dejó de ir al restaurante en el que había desayunado muchas mañanas antes de ir a las oficinas de ‘The New Yorker’ .
Donde habita el olvido / Sloppy Louie’s
El restaurante fundado por Louis Morino en 1930 sirvió pescado y marisco durante décadas
Todo es mudable y perecedero. El tiempo hace estragos. La memoria es débil. Pero el Sloppy Louie’s, el viejo restaurante en los muelles del puerto de Nueva York, cerrado en 1998, sobrevive tal y como era gracias a Joseph Mitchell, el escritor estadounidense. …
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