Dentro del historial de artistas que se han peleado en un escenario, una de las personas que más cuesta imaginar en ese extremo es J Mascis (Amherst, Massachusetts, Estados Unidos, 59 años; la J es por Joseph), voz y guitarra de Dinosaur Jr., banda emblema del rock alternativo desde antes del estallido del grunge. Paciente, contemplativo, radical en su economía de palabras y gestos, ver a Mascis reaccionando a algo con emoción bien merece recibirse como un acontecimiento por sus fans o por los periodistas que intentan entrevistarle. Pero en 1989, el hasta entonces también muy tímido bajista Lou Barlow provocó su ira. Una escalada de tensiones por el carácter autoritario y los insultos privados del líder llevó a Barlow a sabotear, de forma pasivo-agresiva, un concierto tocando todo el tiempo la misma nota. En pleno espectáculo, Mascis le empujó y golpeó contra la batería.
Maestro de la puesta en escena austera, el mito underground no decepciona y comparece por videollamada desde lo que parece una despensa, flanqueado por tarros de conservas y especias. J Mascis tiene fama de interlocutor difícil: propenso a responder con monosílabos, evasivas o dejando silencios incómodamente largos entre frase y frase (sobre los que conviene no precipitarse a formular otra pregunta, a riesgo de interrumpirle y perder alguna de sus declaraciones con cuentagotas). Es difícil saber cuánto de ese mutismo es deliberado. Con cuarenta años de carrera recién cumplidos, Dinosaur Jr. está reinterpretando su disco Without A Sound (1994) dentro de una gira mundial que recaló el pasado 19 de junio en el Azkena Rock Festival de Vitoria. Se trata de uno de sus trabajos más sombríos, marcado por la muerte del padre del cantante. ¿Sugieren estas canciones ahora algo distinto a su autor, tantas décadas después? “No lo sé. No te puedo responder, lo siento. Realmente no lo sé”, se limita a decir.
Es la primera vez que la formación original toca Without A Sound. Pese a tratarse de su álbum más exitoso, con el clásico Feel The Pain abriendo el disco, en él no participaron ni Lou Barlow, expulsado tras la bronca en el escenario, ni el batería Murph, que desertó sobrepasado por la atmósfera cargada y sus frecuentes ataques de pánico. Ambos volvieron en 2005 y Dinosaur Jr. se ha mantenido estable desde entonces, con otros cinco álbumes publicados. “Mi manager les preguntó primero a ellos si querían reformar el grupo y aceptaron antes que yo, que no estaba seguro de querer hacerlo”, cuenta J Mascis, que había disuelto la banda en 1997, en medio de una depresión con renacer espiritual incluido a través de una gurú hindú.
“Nos ayudó a comunicarnos. Supongo que necesitábamos un poco de ayuda”, agrega. En el documental Freakscene: The Story Of Dinosaur Jr. (2021), distribuido en España a través de Filmin, su amiga y habitual colaboradora Kim Gordon, de Sonic Youth, despachaba así las dificultades de la banda: “Siempre he sentido curiosidad por el vínculo masculino. Parece que tocando rock es donde muchos hombres o chicos se comunican entre sí, pero sin hablarse con claridad. Dinosaur Jr. es el ejemplo clásico de esta comunicación sin comunicación, de estar muy cerca el uno del otro, pero sin tocarse”. La película la dirigía Philipp Reichenheim, cuñado de Mascis, aunque el espacio de familiar confianza que ello pudiera brindar tampoco se concretaba en una locuacidad mayor del líder frente a la cámara.
Aquellos no tan maravillosos noventa
En 1994, cuando alumbraron Without A Sound, lo alternativo se había convertido en lo primordial y todos los sellos buscaban un nuevo Nirvana. Antes, Dinosaur Jr. había llegado a tener como telonero al grupo de Kurt Cobain cuando daba sus primeros pasos. En un momento dado, este incluso ofreció a J Mascis unirse a la banda. “Sí, no sé si quería que tocara la batería o la guitarra”, confirma. “Pero entonces no me lo tomé en serio, porque mi principal pensamiento era que nosotros nos quedábamos en hoteles y ellos todavía dormían en el suelo de otra gente y cosas así. Eran más pequeños, no me apetecía volver a eso a esas alturas de mi vida”.
Lejos de lamentarlo, agradece no haber vivido un éxito de esas agobiantes proporciones: “Nosotros, como Nirvana, nunca nos propusimos en absoluto ser tan grandes. No era nuestro objetivo. Veníamos de la escena punk, solo queríamos dar algunos conciertos, sin grandes ambiciones”. Ello no significa que Mascis formara la banda por diversión. Divertirse es, de hecho, la última inquietud que tiene, como denota su figura estoica desde el escenario, mientras acomete virtuosos solos sin darse lustre, en una actitud fácil de malinterpretar como pasota.
“No me metí en la música para pasármelo bien. Siempre me he tomado la música muy en serio. Si te diviertes, está bien, pero ese no es el propósito. La música es lo importante. En los conciertos solo hay que tratar de tocar bien. Idealmente, otra gente pasa un buen rato y cuando eso sucede tú te lo pasas bien. Pero no es el propósito”, recalca.
La música, no cabe duda, es el medio de Mascis. Las canciones de Dinosaur Jr. se caracterizan por esa intensa emocionalidad que él no explicita hablando, desde las melodías que se elevan sobre su muro de sonido hasta las sensibles letras del vocalista, pasando por el estruendo, los singulares efectos y los hermosos punteos de su guitarra (en 2011, Squier, subsidiaria de la casa Fender, lanzó en su honor el muy popular modelo J Mascis Jazzmaster). Mascis, sin embargo, no necesariamente ve en las canciones una vía de salida a su introspección: “Pienso en las canciones más como historias. Muchas veces no soy yo quien está en la historia, sino que escribo sobre otra persona desde su punto de vista”.
Quien, desde luego, sí orienta su música a la catarsis personal es Lou Barlow. El bajista, tras la expulsión de Dinosaur Jr. y el reventón de tanta rabia reprimida, compuso en su otra banda, Sebadoh, un puñado de terapéuticas canciones contra J Mascis, desde el EP completo de siete pistas Asshole (Gilipollas), de 1990, hasta la directísima The Freed Pig (El cerdo liberado), con la que abría el álbum Sebadoh III (1991). Pese a haber transcurrido veinte años de su reconciliación, Barlow ha reconocido públicamente que Mascis y él hablan muy poco y que Murph, el percusionista, hace las veces de mediador, incluso para acordar las horas de los ensayos. En el libro Nuestra banda podría ser tu vida (2001, editado en España por Contra), la gran crónica del indie estadounidense firmada por el periodista Michael Azerrad, Murph también tenía palabras para quien, en ese momento, era su exjefe: “Ese tío es un puto nazi”, decía a propósito del dictatorial control ejercido por J Mascis sobre la manera específica en que todo debía ser tocado.
“Cuando compongo una canción para Dino pienso en lo que Murph puede tocar, pero en Without A Sound, como no estaba, no le tuve en cuenta”, dice Mascis. “Ahora está intentando tocarlo y algunas canciones han sido difíciles para él, así que hemos tenido que cambiarlas un poco”. El propio líder de la banda fue quien se encargó de las baterías de aquel disco: antes de Dinosaur Jr. había sido batería del grupo de hardcore punk Deep Wound, en el que ya había coincidido con Barlow. Mientras que el bajista había sufrido acoso escolar, Mascis era una figura carismática y antisistema en el microcosmos del instituto, declarado straight edge (contrario a las drogas y al alcohol) como sus admirados Minor Threat. De ese pedigrí punk algo queda en Dinosaur Jr., cuyo sonido a la vez nítido y atronador ha sido comparado al de los Ramones o The Velvet Underground. “Mis conciertos favoritos eran normalmente los más ruidosos, esos siempre me impresionaban. Me gustaban Motörhead o Hüsker Dü”, rememora.
Ahora, confiesa, sí bebe “de vez en cuando”, aunque reconoce que se le hace “difícil ver a la gente intentar ser músicos mientras van drogados”. Avezado usuario de Strava, la aplicación de seguimiento para deportistas, explica que el ejercicio le ayuda “sobre todo mentalmente”. “Físicamente, no estoy seguro, aunque se supone que debería ayudar”, apostilla, congestionado, mientras manipula un bote de bayas de saúco. Mascis es seguidor de la gurú Mata Amritanandamayi, llamada Amma por sus fieles, de quien se dice que ha abrazado a más de 40 millones de personas en 35 años (el cálculo figura en su página oficial) y a quien dedicó un disco de rezos: “Me ayudó mucho a estar más a gusto con la vida y a descubrir cómo no estar deprimido por todo”.
Aparentemente, la actividad constante es una de sus recetas. Además del exigente calendario del grupo, el pasado año publicó un nuevo disco en solitario, el notable What Do We Do Now, y prepara otro álbum con Dinosaur Jr. Con el entusiasmo con que Sísifo contaría a qué hora tiene previsto subir la roca a la cima de la montaña, anuncia: “Saldrá el año que viene, espero”.
J Mascis, esquiva leyenda del rock alternativo a quien intentó fichar Kurt Kobain, está de gira por Europa con su grupo reinterpretando su álbum más exitoso, ‘Without A Sound’
Dentro del historial de artistas que se han peleado en un escenario, una de las personas que más cuesta imaginar en ese extremo es J Mascis (Amherst, Massachusetts, Estados Unidos, 59 años; la J es por Joseph), voz y guitarra de Dinosaur Jr., banda emblema del rock alternativo desde antes del estallido del grunge. Paciente, contemplativo, radical en su economía de palabras y gestos, ver a Mascis reaccionando a algo con emoción bien merece recibirse como un acontecimiento por sus fans o por los periodistas que intentan entrevistarle. Pero en 1989, el hasta entonces también muy tímido bajista Lou Barlow provocó su ira. Una escalada de tensiones por el carácter autoritario y los insultos privados del líder llevó a Barlow a sabotear, de forma pasivo-agresiva, un concierto tocando todo el tiempo la misma nota. En pleno espectáculo, Mascis le empujó y golpeó contra la batería.
Maestro de la puesta en escena austera, el mito underground no decepciona y comparece por videollamada desde lo que parece una despensa, flanqueado por tarros de conservas y especias. J Mascis tiene fama de interlocutor difícil: propenso a responder con monosílabos, evasivas o dejando silencios incómodamente largos entre frase y frase (sobre los que conviene no precipitarse a formular otra pregunta, a riesgo de interrumpirle y perder alguna de sus declaraciones con cuentagotas). Es difícil saber cuánto de ese mutismo es deliberado. Con cuarenta años de carrera recién cumplidos, Dinosaur Jr. está reinterpretando su disco Without A Sound (1994) dentro de una gira mundial que recaló el pasado 19 de junio en el Azkena Rock Festival de Vitoria. Se trata de uno de sus trabajos más sombríos, marcado por la muerte del padre del cantante. ¿Sugieren estas canciones ahora algo distinto a su autor, tantas décadas después? “No lo sé. No te puedo responder, lo siento. Realmente no lo sé”, se limita a decir.

Es la primera vez que la formación original toca Without A Sound. Pese a tratarse de su álbum más exitoso, con el clásico Feel The Pain abriendo el disco, en él no participaron ni Lou Barlow, expulsado tras la bronca en el escenario, ni el batería Murph, que desertó sobrepasado por la atmósfera cargada y sus frecuentes ataques de pánico. Ambos volvieron en 2005 y Dinosaur Jr. se ha mantenido estable desde entonces, con otros cinco álbumes publicados. “Mi manager les preguntó primero a ellos si querían reformar el grupo y aceptaron antes que yo, que no estaba seguro de querer hacerlo”, cuenta J Mascis, que había disuelto la banda en 1997, en medio de una depresión con renacer espiritual incluido a través de una gurú hindú.
“Nos ayudó a comunicarnos. Supongo que necesitábamos un poco de ayuda”, agrega. En el documental Freakscene: The Story Of Dinosaur Jr. (2021), distribuido en España a través de Filmin, su amiga y habitual colaboradora Kim Gordon, de Sonic Youth, despachaba así las dificultades de la banda: “Siempre he sentido curiosidad por el vínculo masculino. Parece que tocando rock es donde muchos hombres o chicos se comunican entre sí, pero sin hablarse con claridad. Dinosaur Jr. es el ejemplo clásico de esta comunicación sin comunicación, de estar muy cerca el uno del otro, pero sin tocarse”. La película la dirigía Philipp Reichenheim, cuñado de Mascis, aunque el espacio de familiar confianza que ello pudiera brindar tampoco se concretaba en una locuacidad mayor del líder frente a la cámara.
Aquellos no tan maravillosos noventa
En 1994, cuando alumbraron Without A Sound, lo alternativo se había convertido en lo primordial y todos los sellos buscaban un nuevo Nirvana. Antes, Dinosaur Jr. había llegado a tener como telonero al grupo de Kurt Cobain cuando daba sus primeros pasos. En un momento dado, este incluso ofreció a J Mascis unirse a la banda. “Sí, no sé si quería que tocara la batería o la guitarra”, confirma. “Pero entonces no me lo tomé en serio, porque mi principal pensamiento era que nosotros nos quedábamos en hoteles y ellos todavía dormían en el suelo de otra gente y cosas así. Eran más pequeños, no me apetecía volver a eso a esas alturas de mi vida”.

Lejos de lamentarlo, agradece no haber vivido un éxito de esas agobiantes proporciones: “Nosotros, como Nirvana, nunca nos propusimos en absoluto ser tan grandes. No era nuestro objetivo. Veníamos de la escena punk, solo queríamos dar algunos conciertos, sin grandes ambiciones”. Ello no significa que Mascis formara la banda por diversión. Divertirse es, de hecho, la última inquietud que tiene, como denota su figura estoica desde el escenario, mientras acomete virtuosos solos sin darse lustre, en una actitud fácil de malinterpretar como pasota.
“No me metí en la música para pasármelo bien. Siempre me he tomado la música muy en serio. Si te diviertes, está bien, pero ese no es el propósito. La música es lo importante. En los conciertos solo hay que tratar de tocar bien. Idealmente, otra gente pasa un buen rato y cuando eso sucede tú te lo pasas bien. Pero no es el propósito”, recalca.
La música, no cabe duda, es el medio de Mascis. Las canciones de Dinosaur Jr. se caracterizan por esa intensa emocionalidad que él no explicita hablando, desde las melodías que se elevan sobre su muro de sonido hasta las sensibles letras del vocalista, pasando por el estruendo, los singulares efectos y los hermosos punteos de su guitarra (en 2011, Squier, subsidiaria de la casa Fender, lanzó en su honor el muy popular modelo J Mascis Jazzmaster). Mascis, sin embargo, no necesariamente ve en las canciones una vía de salida a su introspección: “Pienso en las canciones más como historias. Muchas veces no soy yo quien está en la historia, sino que escribo sobre otra persona desde su punto de vista”.
Quien, desde luego, sí orienta su música a la catarsis personal es Lou Barlow. El bajista, tras la expulsión de Dinosaur Jr. y el reventón de tanta rabia reprimida, compuso en su otra banda, Sebadoh, un puñado de terapéuticas canciones contra J Mascis, desde el EP completo de siete pistas Asshole (Gilipollas), de 1990, hasta la directísima The Freed Pig (El cerdo liberado), con la que abría el álbum Sebadoh III (1991). Pese a haber transcurrido veinte años de su reconciliación, Barlow ha reconocido públicamente que Mascis y él hablan muy poco y que Murph, el percusionista, hace las veces de mediador, incluso para acordar las horas de los ensayos. En el libro Nuestra banda podría ser tu vida (2001, editado en España por Contra), la gran crónica del indie estadounidense firmada por el periodista Michael Azerrad, Murph también tenía palabras para quien, en ese momento, era su exjefe: “Ese tío es un puto nazi”, decía a propósito del dictatorial control ejercido por J Mascis sobre la manera específica en que todo debía ser tocado.
“Cuando compongo una canción para Dino pienso en lo que Murph puede tocar, pero en Without A Sound, como no estaba, no le tuve en cuenta”, dice Mascis. “Ahora está intentando tocarlo y algunas canciones han sido difíciles para él, así que hemos tenido que cambiarlas un poco”. El propio líder de la banda fue quien se encargó de las baterías de aquel disco: antes de Dinosaur Jr. había sido batería del grupo de hardcore punk Deep Wound, en el que ya había coincidido con Barlow. Mientras que el bajista había sufrido acoso escolar, Mascis era una figura carismática y antisistema en el microcosmos del instituto, declarado straight edge (contrario a las drogas y al alcohol) como sus admirados Minor Threat. De ese pedigrí punk algo queda en Dinosaur Jr., cuyo sonido a la vez nítido y atronador ha sido comparado al de los Ramones o The Velvet Underground. “Mis conciertos favoritos eran normalmente los más ruidosos, esos siempre me impresionaban. Me gustaban Motörhead o Hüsker Dü”, rememora.
Ahora, confiesa, sí bebe “de vez en cuando”, aunque reconoce que se le hace “difícil ver a la gente intentar ser músicos mientras van drogados”. Avezado usuario de Strava, la aplicación de seguimiento para deportistas, explica que el ejercicio le ayuda “sobre todo mentalmente”. “Físicamente, no estoy seguro, aunque se supone que debería ayudar”, apostilla, congestionado, mientras manipula un bote de bayas de saúco. Mascis es seguidor de la gurú Mata Amritanandamayi, llamada Amma por sus fieles, de quien se dice que ha abrazado a más de 40 millones de personas en 35 años (el cálculo figura en su página oficial) y a quien dedicó un disco de rezos: “Me ayudó mucho a estar más a gusto con la vida y a descubrir cómo no estar deprimido por todo”.
Aparentemente, la actividad constante es una de sus recetas. Además del exigente calendario del grupo, el pasado año publicó un nuevo disco en solitario, el notable What Do We Do Now, y prepara otro álbum con Dinosaur Jr. Con el entusiasmo con que Sísifo contaría a qué hora tiene previsto subir la roca a la cima de la montaña, anuncia: “Saldrá el año que viene, espero”.
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