Crítica de teatro ‘EUGENIO ONEGUIN’ Música Piotr Ilich Chaikovski Libreto P. I. Chaikovski y Konstantin Shilovski, basado en Aleksandr Pushkin Reparto Katarina Dalayman, Kristina Mkhitaryan, Victoria Karkacheva, Elena Zilio, Iurii Samoilov, Bogdan Volkov, Maxim Kuzmin-Karavaev, Frederic Jost y Juan Sancho Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real Dirección de escena Christof Loy Dirección musical Gustavo Gimeno Lugar Teatro Real, Madrid 4La presencia de ‘Eugenio Oneguin’ en el Teatro Real podría dejar la impresión de un espectáculo que se debate entre lo indiscutible y lo dudoso. De momento, ninguno de los espectadores que anoche asistieron a la primera representación de las diez previstas pondrá en duda su calidad musical, sobresaliente gracias a la presencia en el foso de Gustavo Gimeno quien asumirá la dirección musical del Real a partir de septiembre, y que vuelve sobre el repertorio ruso tras su muy recordado ‘El ángel de fuego’, de Serguéi Prokófiev, en 2022. La claridad del concepto, la fortaleza de la versión, la facilidad en la concertación y, lo mejor, la fortaleza expresiva desde lo transparente a lo convulso materializa musicalmente la propia extremidad de esta ópera. Chaikovski, tratando de presentar su ‘Eugenio Oneguin’ en un ambiente sutilmente romántico demandaba ‘artistas auténticos’: desde una perspectiva de radicalidad contemporánea esta interpretación le es estrictamente fiel.De la mano de Gimeno marcha un reparto brillante, cargado de voces cuyo fuerte es la solidez y la convicción. A vuelapluma surge Maxim Kuzmin-Karavaev quien dice el aria de príncipe Gremin con nobleza, sensatez y cierto desamparo en el registro grave. Victoria Karkacheva contrapone una Olga alegre y distendida, cantada con notable naturalidad. Bogdan Volkov interpreta a Lenski consiguiendo momentos de una expresividad muy acicalada. De ahí los bravos tras su aria ‘Kudá, kudá’ con medias voces llevadas hasta lo casi congelado. Pero hay que sumar a Kristina Mkhitaryan y Iurii Samoilov. Si la primera deja claras las posibilidades de Tatiana en la escena de la carta, muy bien construida desde lo pensativo; el segundo sabe llevar a Oneguin por un mar tormentoso sobre el que merecería la pena reflexionar. La escena final ante la locura del encuentro definitivamente imposible significa, para los dos, escalar a un punto culminante en el que se entremezclan la rotundez vocal y la construcción de un desenlace poderosamente tenso, en el que todo erupciona.Noticia Relacionada estandar Si Las misteriosa oleada de robos de las primeras ediciones de obras de Pushkin Juan Pedro Quiñonero Han desaparecido en las bibliotecas nacionales de Francia, Polonia, Lituania y Estonia. Según los primeros indicios, los ladrones podrían trabajar por encargo de millonarios coleccionistas; otros apuntan a que hayan podido contar con hombres de Vladimir PutinTambién ahí la orquesta tiene mucho que decir, porque la labor de Gimeno no es abstracta: interesantes vínculos la relacionan con la escena propuesta por Christoph Loy. La llegada a Madrid de esta producción viene acompañada por la polémica (anoche fue evidente en los saludos finales) desde su estreno en Oslo en 2020 y su posterior reposición en el Liceo barcelonés. Y es lógico que así sea porque lo cierto es que Loy, remueve, apoyado en una propuesta cargada de sicologismo, la conciencia de los personajes a los que obliga a lanzarse desde una sintética casa de campo, en donde las relaciones son de todo menos inocentes, al abismo de una impoluta y muy estrecha caja blanca, descontextualizada y aséptica, en la que todos quedan a merced de sus miserias. Por eso mismo la ‘polonesa’ le suena a Gimeno salvaje y descarnada. Porque es el acompañamiento que demanda una escena que rompe la nomenclatura del costumbrismo para convertirse en algo brutal, producido tras un duelo cuya resolución poco ortodoxa incide en la relación Lenski-Oneguin profundamente construida más allá del mero aprecio.En manos de Loy el texto original de Pushkin, que sirve de cimiento a la ópera es, en realidad, una puerta abierta a un entramado de relaciones en el que subyace un mundo de ambigüedad, por otra parte, sugerido por el propio libreto a poco que se haga una lectura que no se conforme con las ideas más inmediatas. En cualquier caso, con independencia de que se admita o no semejante grado de penetración, seguirá siendo evidente que el mérito de este reparto y de la versión musical depende en gran medida de su entrega a la causa escénica, que se produce de manera incondicional, energética y persuasiva. ‘Eugenio Oneguin’ es, definitivamente, un gran espectáculo porque funciona en su totalidad soportado con armas de un teatro muy bien construido, al que ilumina estupendamente Olaf Winter. No debería será algo secundario que con ello se consiga poner al descubierto un universo definitivamente tóxico ante el que es muy difícil permanecer impasible. Crítica de teatro ‘EUGENIO ONEGUIN’ Música Piotr Ilich Chaikovski Libreto P. I. Chaikovski y Konstantin Shilovski, basado en Aleksandr Pushkin Reparto Katarina Dalayman, Kristina Mkhitaryan, Victoria Karkacheva, Elena Zilio, Iurii Samoilov, Bogdan Volkov, Maxim Kuzmin-Karavaev, Frederic Jost y Juan Sancho Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real Dirección de escena Christof Loy Dirección musical Gustavo Gimeno Lugar Teatro Real, Madrid 4La presencia de ‘Eugenio Oneguin’ en el Teatro Real podría dejar la impresión de un espectáculo que se debate entre lo indiscutible y lo dudoso. De momento, ninguno de los espectadores que anoche asistieron a la primera representación de las diez previstas pondrá en duda su calidad musical, sobresaliente gracias a la presencia en el foso de Gustavo Gimeno quien asumirá la dirección musical del Real a partir de septiembre, y que vuelve sobre el repertorio ruso tras su muy recordado ‘El ángel de fuego’, de Serguéi Prokófiev, en 2022. La claridad del concepto, la fortaleza de la versión, la facilidad en la concertación y, lo mejor, la fortaleza expresiva desde lo transparente a lo convulso materializa musicalmente la propia extremidad de esta ópera. Chaikovski, tratando de presentar su ‘Eugenio Oneguin’ en un ambiente sutilmente romántico demandaba ‘artistas auténticos’: desde una perspectiva de radicalidad contemporánea esta interpretación le es estrictamente fiel.De la mano de Gimeno marcha un reparto brillante, cargado de voces cuyo fuerte es la solidez y la convicción. A vuelapluma surge Maxim Kuzmin-Karavaev quien dice el aria de príncipe Gremin con nobleza, sensatez y cierto desamparo en el registro grave. Victoria Karkacheva contrapone una Olga alegre y distendida, cantada con notable naturalidad. Bogdan Volkov interpreta a Lenski consiguiendo momentos de una expresividad muy acicalada. De ahí los bravos tras su aria ‘Kudá, kudá’ con medias voces llevadas hasta lo casi congelado. Pero hay que sumar a Kristina Mkhitaryan y Iurii Samoilov. Si la primera deja claras las posibilidades de Tatiana en la escena de la carta, muy bien construida desde lo pensativo; el segundo sabe llevar a Oneguin por un mar tormentoso sobre el que merecería la pena reflexionar. La escena final ante la locura del encuentro definitivamente imposible significa, para los dos, escalar a un punto culminante en el que se entremezclan la rotundez vocal y la construcción de un desenlace poderosamente tenso, en el que todo erupciona.Noticia Relacionada estandar Si Las misteriosa oleada de robos de las primeras ediciones de obras de Pushkin Juan Pedro Quiñonero Han desaparecido en las bibliotecas nacionales de Francia, Polonia, Lituania y Estonia. Según los primeros indicios, los ladrones podrían trabajar por encargo de millonarios coleccionistas; otros apuntan a que hayan podido contar con hombres de Vladimir PutinTambién ahí la orquesta tiene mucho que decir, porque la labor de Gimeno no es abstracta: interesantes vínculos la relacionan con la escena propuesta por Christoph Loy. La llegada a Madrid de esta producción viene acompañada por la polémica (anoche fue evidente en los saludos finales) desde su estreno en Oslo en 2020 y su posterior reposición en el Liceo barcelonés. Y es lógico que así sea porque lo cierto es que Loy, remueve, apoyado en una propuesta cargada de sicologismo, la conciencia de los personajes a los que obliga a lanzarse desde una sintética casa de campo, en donde las relaciones son de todo menos inocentes, al abismo de una impoluta y muy estrecha caja blanca, descontextualizada y aséptica, en la que todos quedan a merced de sus miserias. Por eso mismo la ‘polonesa’ le suena a Gimeno salvaje y descarnada. Porque es el acompañamiento que demanda una escena que rompe la nomenclatura del costumbrismo para convertirse en algo brutal, producido tras un duelo cuya resolución poco ortodoxa incide en la relación Lenski-Oneguin profundamente construida más allá del mero aprecio.En manos de Loy el texto original de Pushkin, que sirve de cimiento a la ópera es, en realidad, una puerta abierta a un entramado de relaciones en el que subyace un mundo de ambigüedad, por otra parte, sugerido por el propio libreto a poco que se haga una lectura que no se conforme con las ideas más inmediatas. En cualquier caso, con independencia de que se admita o no semejante grado de penetración, seguirá siendo evidente que el mérito de este reparto y de la versión musical depende en gran medida de su entrega a la causa escénica, que se produce de manera incondicional, energética y persuasiva. ‘Eugenio Oneguin’ es, definitivamente, un gran espectáculo porque funciona en su totalidad soportado con armas de un teatro muy bien construido, al que ilumina estupendamente Olaf Winter. No debería será algo secundario que con ello se consiga poner al descubierto un universo definitivamente tóxico ante el que es muy difícil permanecer impasible.
La escena final escala a un punto culminante en el que se entremezclan la rotundez vocal y la construcción de un desenlace tenso, en el que todo erupciona
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Música
Piotr Ilich Chaikovski -
Libreto
P. I. Chaikovski y Konstantin Shilovski, basado en Aleksandr Pushkin -
Reparto
Katarina Dalayman, Kristina Mkhitaryan, Victoria Karkacheva, Elena Zilio, Iurii Samoilov, Bogdan Volkov, Maxim Kuzmin-Karavaev, Frederic Jost y Juan Sancho -
Coro y Orquesta
Titulares del Teatro Real -
Dirección de escena
Christof Loy -
Dirección musical
Gustavo Gimeno -
Lugar
Teatro Real, Madrid
La presencia de ‘Eugenio Oneguin’ en el Teatro Real podría dejar la impresión de un espectáculo que se debate entre lo indiscutible y lo dudoso. De momento, ninguno de los espectadores que anoche asistieron a la primera representación de las diez previstas pondrá en duda … su calidad musical, sobresaliente gracias a la presencia en el foso de Gustavo Gimeno quien asumirá la dirección musical del Real a partir de septiembre, y que vuelve sobre el repertorio ruso tras su muy recordado ‘El ángel de fuego’, de Serguéi Prokófiev, en 2022. La claridad del concepto, la fortaleza de la versión, la facilidad en la concertación y, lo mejor, la fortaleza expresiva desde lo transparente a lo convulso materializa musicalmente la propia extremidad de esta ópera. Chaikovski, tratando de presentar su ‘Eugenio Oneguin’ en un ambiente sutilmente romántico demandaba ‘artistas auténticos’: desde una perspectiva de radicalidad contemporánea esta interpretación le es estrictamente fiel.
De la mano de Gimeno marcha un reparto brillante, cargado de voces cuyo fuerte es la solidez y la convicción. A vuelapluma surge Maxim Kuzmin-Karavaev quien dice el aria de príncipe Gremin con nobleza, sensatez y cierto desamparo en el registro grave. Victoria Karkacheva contrapone una Olga alegre y distendida, cantada con notable naturalidad. Bogdan Volkov interpreta a Lenski consiguiendo momentos de una expresividad muy acicalada. De ahí los bravos tras su aria ‘Kudá, kudá’ con medias voces llevadas hasta lo casi congelado. Pero hay que sumar a Kristina Mkhitaryan y Iurii Samoilov. Si la primera deja claras las posibilidades de Tatiana en la escena de la carta, muy bien construida desde lo pensativo; el segundo sabe llevar a Oneguin por un mar tormentoso sobre el que merecería la pena reflexionar. La escena final ante la locura del encuentro definitivamente imposible significa, para los dos, escalar a un punto culminante en el que se entremezclan la rotundez vocal y la construcción de un desenlace poderosamente tenso, en el que todo erupciona.
También ahí la orquesta tiene mucho que decir, porque la labor de Gimeno no es abstracta: interesantes vínculos la relacionan con la escena propuesta por Christoph Loy. La llegada a Madrid de esta producción viene acompañada por la polémica (anoche fue evidente en los saludos finales) desde su estreno en Oslo en 2020 y su posterior reposición en el Liceo barcelonés. Y es lógico que así sea porque lo cierto es que Loy, remueve, apoyado en una propuesta cargada de sicologismo, la conciencia de los personajes a los que obliga a lanzarse desde una sintética casa de campo, en donde las relaciones son de todo menos inocentes, al abismo de una impoluta y muy estrecha caja blanca, descontextualizada y aséptica, en la que todos quedan a merced de sus miserias. Por eso mismo la ‘polonesa’ le suena a Gimeno salvaje y descarnada. Porque es el acompañamiento que demanda una escena que rompe la nomenclatura del costumbrismo para convertirse en algo brutal, producido tras un duelo cuya resolución poco ortodoxa incide en la relación Lenski-Oneguin profundamente construida más allá del mero aprecio.
En manos de Loy el texto original de Pushkin, que sirve de cimiento a la ópera es, en realidad, una puerta abierta a un entramado de relaciones en el que subyace un mundo de ambigüedad, por otra parte, sugerido por el propio libreto a poco que se haga una lectura que no se conforme con las ideas más inmediatas. En cualquier caso, con independencia de que se admita o no semejante grado de penetración, seguirá siendo evidente que el mérito de este reparto y de la versión musical depende en gran medida de su entrega a la causa escénica, que se produce de manera incondicional, energética y persuasiva. ‘Eugenio Oneguin’ es, definitivamente, un gran espectáculo porque funciona en su totalidad soportado con armas de un teatro muy bien construido, al que ilumina estupendamente Olaf Winter. No debería será algo secundario que con ello se consiga poner al descubierto un universo definitivamente tóxico ante el que es muy difícil permanecer impasible.
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