Todo ocurrió con una rapidez vertiginosa. Entre la llegada de Hitler al poder y la suspensión de todos los derechos fundamentales, transcurrieron cuatro semanas y dos días. En febrero de 1933, muy pronto, quedó claro quién debía de temer por su vida y huir y quién «dar un paso al frente para hacer carrera al amparo de los criminales» como dirá el periodista y escritor Uwe Wittstock (Leipzig, 1955) en su espléndido libro ‘Febrero de 1933. El invierno de la literatura’, aparecido con una estupenda traducción de Berta Vias Mahou. Entre ensayo con protagonistas dignos de figurar en cualquier novela , o bien, novela histórica escrita con el ritmo frenético de un tiempo real y desbocado atrapado en unas pocas semanas que cambiarían el mundo, la trepidante obra de Wittstock se convierte desde la primera página en un deslumbrante relato coral de la toma del poder por parte de los nazis. ENSAYO ‘Febrero de 1933. El invierno de la literatura’ Autor Uwe Wittstock Editorial Ladera Norte Año 2025 Páginas 294 Precio 23,90 eurosUna tragedia aún ‘inimaginable’ en todas sus dimensiones, vivida en directo, desde las angustiosas resoluciones y las no pocas parálisis aterrorizadas por parte de un gran número de escritores, periodistas y artistas alemanes. Aún no habían llegado los asesinatos en masa. Pero enseguida se vio claro los que intentaban defender el Estado de Derecho y la democracia y los que transigían y le quitaban importancia a las brutalidades y crímenes en aumento. A través de las vidas y movimientos en aquellos momentos insólitos, como dirá este autor, se muestra «lo difícil que resulta darse cuenta de cuándo una vida normal se convierte en una lucha por la supervivencia». Muchos, cuando «el infierno ya había llegado a la tierra» , como dijo Joseph Roth , se resistían a percibir el peligro inminente que se dibujaba ya, muy nítidamente, en el horizonte. Pero el libro de Wittstock, las magníficas puestas en escena, el encadenamiento tan fluido de multitud de personajes y las acciones y obras que llevaban a cabo en aquellos mismos días, no es el enésimo relato cronológico del camino increíblemente breve que tomó una democracia, aunque frágil y amenazada, para convertirse en una dictadura sin escrúpulos. Por este apasionante retrato coral desfila todo un universo hoy mítico de la élite intelectual de la República de WeimarEn menos de un mes, Hitler y el Partido Nazi harán efectivas todas las disposiciones necesarias para someter a la cultura, el arte, la libertad de prensa y de pensamiento, la Universidad, las Academias y, por supuesto, a los autores no conformes. Entrecruzándose todos ellos con decisiones precipitadas tomadas sobre la marcha, decidiendo en un instante sobre una vida en el exilio o la resistencia interior, con un gran número de dudas sobre lo que hacer o bien con un escepticismo cándidamente optimista que se negaba a ver la realidad, el resultado fue que muy pocos reaccionaron con la urgencia requerida. Muchos aun intentaban defender en lo posible sus obras en curso en teatros o en editoriales. Por el apasionante retrato coral de Wittccok desfila todo un universo hoy mítico de la élite intelectual de la República de Weimar. Un mundo de ayer que muchos se resisten a abandonar. Fuera no serán nada o casi nada: en América un artista tan respetado en Alemania como Grosz será prácticamente un don nadie. Tendrá que volver a trabajar como profesor en la Escuela de Arte por 150 dólares al mes. Salvo el calculador aliado del nuevo régimen Gottfried Benn, la Academia de las Artes Prusiana pierde a todos sus grandes escritores: primero serán Thomas Mann, Alfred Döblin y la historiadora Ricarda Huch, que se negarán a firmar la vergonzosa declaración de sumisión. Y en la segunda fase, serán expulsados los miembros judíos o molestos políticamente (Franz Werfel y Jacob Wasserman, entre otros). Pero muchos más se reúnen en estas páginas, con sus errores o aciertos en aquellos momentos cruciales: desde Erich Maria Remarque, Bertolt Brecht, Else Lasker-Schüler, Egon Erwin Kisch a los jóvenes Mann —Klaus y Erika— o bien el valeroso periodista Carl von Ossietzky, cuyo premio Nobel de la Paz finalmente no lo podrá salvar. Todo ocurrió con una rapidez vertiginosa. Entre la llegada de Hitler al poder y la suspensión de todos los derechos fundamentales, transcurrieron cuatro semanas y dos días. En febrero de 1933, muy pronto, quedó claro quién debía de temer por su vida y huir y quién «dar un paso al frente para hacer carrera al amparo de los criminales» como dirá el periodista y escritor Uwe Wittstock (Leipzig, 1955) en su espléndido libro ‘Febrero de 1933. El invierno de la literatura’, aparecido con una estupenda traducción de Berta Vias Mahou. Entre ensayo con protagonistas dignos de figurar en cualquier novela , o bien, novela histórica escrita con el ritmo frenético de un tiempo real y desbocado atrapado en unas pocas semanas que cambiarían el mundo, la trepidante obra de Wittstock se convierte desde la primera página en un deslumbrante relato coral de la toma del poder por parte de los nazis. ENSAYO ‘Febrero de 1933. El invierno de la literatura’ Autor Uwe Wittstock Editorial Ladera Norte Año 2025 Páginas 294 Precio 23,90 eurosUna tragedia aún ‘inimaginable’ en todas sus dimensiones, vivida en directo, desde las angustiosas resoluciones y las no pocas parálisis aterrorizadas por parte de un gran número de escritores, periodistas y artistas alemanes. Aún no habían llegado los asesinatos en masa. Pero enseguida se vio claro los que intentaban defender el Estado de Derecho y la democracia y los que transigían y le quitaban importancia a las brutalidades y crímenes en aumento. A través de las vidas y movimientos en aquellos momentos insólitos, como dirá este autor, se muestra «lo difícil que resulta darse cuenta de cuándo una vida normal se convierte en una lucha por la supervivencia». Muchos, cuando «el infierno ya había llegado a la tierra» , como dijo Joseph Roth , se resistían a percibir el peligro inminente que se dibujaba ya, muy nítidamente, en el horizonte. Pero el libro de Wittstock, las magníficas puestas en escena, el encadenamiento tan fluido de multitud de personajes y las acciones y obras que llevaban a cabo en aquellos mismos días, no es el enésimo relato cronológico del camino increíblemente breve que tomó una democracia, aunque frágil y amenazada, para convertirse en una dictadura sin escrúpulos. Por este apasionante retrato coral desfila todo un universo hoy mítico de la élite intelectual de la República de WeimarEn menos de un mes, Hitler y el Partido Nazi harán efectivas todas las disposiciones necesarias para someter a la cultura, el arte, la libertad de prensa y de pensamiento, la Universidad, las Academias y, por supuesto, a los autores no conformes. Entrecruzándose todos ellos con decisiones precipitadas tomadas sobre la marcha, decidiendo en un instante sobre una vida en el exilio o la resistencia interior, con un gran número de dudas sobre lo que hacer o bien con un escepticismo cándidamente optimista que se negaba a ver la realidad, el resultado fue que muy pocos reaccionaron con la urgencia requerida. Muchos aun intentaban defender en lo posible sus obras en curso en teatros o en editoriales. Por el apasionante retrato coral de Wittccok desfila todo un universo hoy mítico de la élite intelectual de la República de Weimar. Un mundo de ayer que muchos se resisten a abandonar. Fuera no serán nada o casi nada: en América un artista tan respetado en Alemania como Grosz será prácticamente un don nadie. Tendrá que volver a trabajar como profesor en la Escuela de Arte por 150 dólares al mes. Salvo el calculador aliado del nuevo régimen Gottfried Benn, la Academia de las Artes Prusiana pierde a todos sus grandes escritores: primero serán Thomas Mann, Alfred Döblin y la historiadora Ricarda Huch, que se negarán a firmar la vergonzosa declaración de sumisión. Y en la segunda fase, serán expulsados los miembros judíos o molestos políticamente (Franz Werfel y Jacob Wasserman, entre otros). Pero muchos más se reúnen en estas páginas, con sus errores o aciertos en aquellos momentos cruciales: desde Erich Maria Remarque, Bertolt Brecht, Else Lasker-Schüler, Egon Erwin Kisch a los jóvenes Mann —Klaus y Erika— o bien el valeroso periodista Carl von Ossietzky, cuyo premio Nobel de la Paz finalmente no lo podrá salvar.
Todo ocurrió con una rapidez vertiginosa. Entre la llegada de Hitler al poder y la suspensión de todos los derechos fundamentales, transcurrieron cuatro semanas y dos días. En febrero de 1933, muy pronto, quedó claro quién debía de temer por su vida y huir … y quién «dar un paso al frente para hacer carrera al amparo de los criminales» como dirá el periodista y escritor Uwe Wittstock (Leipzig, 1955) en su espléndido libro ‘Febrero de 1933. El invierno de la literatura’, aparecido con una estupenda traducción de Berta Vias Mahou.
Entre ensayo con protagonistas dignos de figurar en cualquier novela, o bien, novela histórica escrita con el ritmo frenético de un tiempo real y desbocado atrapado en unas pocas semanas que cambiarían el mundo, la trepidante obra de Wittstock se convierte desde la primera página en un deslumbrante relato coral de la toma del poder por parte de los nazis.

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Autor
Uwe Wittstock -
Editorial
Ladera Norte -
Año
2025 -
Páginas
294 -
Precio
23,90 euros
Una tragedia aún ‘inimaginable’ en todas sus dimensiones, vivida en directo, desde las angustiosas resoluciones y las no pocas parálisis aterrorizadas por parte de un gran número de escritores, periodistas y artistas alemanes. Aún no habían llegado los asesinatos en masa. Pero enseguida se vio claro los que intentaban defender el Estado de Derecho y la democracia y los que transigían y le quitaban importancia a las brutalidades y crímenes en aumento.
A través de las vidas y movimientos en aquellos momentos insólitos, como dirá este autor, se muestra «lo difícil que resulta darse cuenta de cuándo una vida normal se convierte en una lucha por la supervivencia». Muchos, cuando «el infierno ya había llegado a la tierra», como dijo Joseph Roth, se resistían a percibir el peligro inminente que se dibujaba ya, muy nítidamente, en el horizonte.
Pero el libro de Wittstock, las magníficas puestas en escena, el encadenamiento tan fluido de multitud de personajes y las acciones y obras que llevaban a cabo en aquellos mismos días, no es el enésimo relato cronológico del camino increíblemente breve que tomó una democracia, aunque frágil y amenazada, para convertirse en una dictadura sin escrúpulos.
Por este apasionante retrato coral desfila todo un universo hoy mítico de la élite intelectual de la República de Weimar
En menos de un mes, Hitler y el Partido Nazi harán efectivas todas las disposiciones necesarias para someter a la cultura, el arte, la libertad de prensa y de pensamiento, la Universidad, las Academias y, por supuesto, a los autores no conformes. Entrecruzándose todos ellos con decisiones precipitadas tomadas sobre la marcha, decidiendo en un instante sobre una vida en el exilio o la resistencia interior, con un gran número de dudas sobre lo que hacer o bien con un escepticismo cándidamente optimista que se negaba a ver la realidad, el resultado fue que muy pocos reaccionaron con la urgencia requerida. Muchos aun intentaban defender en lo posible sus obras en curso en teatros o en editoriales.
Por el apasionante retrato coral de Wittccok desfila todo un universo hoy mítico de la élite intelectual de la República de Weimar. Un mundo de ayer que muchos se resisten a abandonar. Fuera no serán nada o casi nada: en América un artista tan respetado en Alemania como Grosz será prácticamente un don nadie. Tendrá que volver a trabajar como profesor en la Escuela de Arte por 150 dólares al mes.
Salvo el calculador aliado del nuevo régimen Gottfried Benn, la Academia de las Artes Prusiana pierde a todos sus grandes escritores: primero serán Thomas Mann, Alfred Döblin y la historiadora Ricarda Huch, que se negarán a firmar la vergonzosa declaración de sumisión. Y en la segunda fase, serán expulsados los miembros judíos o molestos políticamente (Franz Werfel y Jacob Wasserman, entre otros).
Pero muchos más se reúnen en estas páginas, con sus errores o aciertos en aquellos momentos cruciales: desde Erich Maria Remarque, Bertolt Brecht, Else Lasker-Schüler, Egon Erwin Kisch a los jóvenes Mann —Klaus y Erika— o bien el valeroso periodista Carl von Ossietzky, cuyo premio Nobel de la Paz finalmente no lo podrá salvar.
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