Vengo insistiendo en la necesidad de abordar la investigación de un hecho literario sobresaliente. No solamente son poetas algunas de nuestras mejores narradoras de hoy , sino que tal cosa influye notablemente en la construcción de sus novelas. Ni Pilar Adón, ni Elena Medel, ni Lara Moreno, Menchu Gutiérrez o Marta Sanz dejan al margen su condición de poetas cuando escriben narrativa. Quizá radique en esa experiencia literaria previa la razón de que ‘Fosca’, que es primera novela, haya conseguido ser, a mi juicio, la mejor de las que han ganado el premio Lumen hasta la fecha. NOVELA ‘Fosca’ Autora Inma Pelegrín Editorial Lumen Año 225 Páginas 220 Precio 19,90 euros 4Lo primero que hay que desterrar para abordar su valor sería el fácil membrete, desdichadamente tan de moda, sobre lo rural. Despachar esta novela como rural, seguramente dejará tranquilo al sistema literario, que propende a fáciles y tranquilizadoras etiquetas, pero sería perder lo fundamental que supone. Lo esencial es el lenguaje como creador de mundo. Es decir, la necesidad de que un mundo necesite tal lenguaje para ser. Sin el laboreo de la palabra que esta novela realiza en cada página, no habría conseguido llegar a donde llega. La elección de términos del lenguaje de jerga campesina, vinculada a objetos y prácticas culinarias o de atmosferas arcaicas sobre la labranza, la siega, los elementos de un paisaje agraz, duro, no ha sido hecha para esas recreaciones algo naifs de un esteticismo urbanita. Como se sabe únicamente los urbanitas celebran lo campesino como feliz, o arcádico. ‘Fosca’, que es una manera de llamar el ahogo que produce un calor perenne que no se resuelve en lluvia, contiene en su agobiante atmósfera los poderes de una irracionalidad primitiva que no es ni bella ni en absoluto tranquilizadora. Lo esencial aquí es el lenguaje como creador de mundo. Es decir, la necesidad de que un mundo necesite tal lenguaje para serEsa atmósfera cerrada en un caserío campesino pobre, donde Gabi, el protagonista adolescente apenas ha conocido el mar, aquella vez que califica como día más feliz de su vida. Siendo varón (voluntad de hombre) apenas le sería permitida una sensibilidad que la novela deja postergada a las dos mujeres, Marcela y la madre, que apenas hablan pero que comprenden los afectos que no necesitan palabras. Tampoco la perra Sombra. Con silencios de casi todos ha sido compuesta una trama que esta novela urde a partir del salvaje sacrifico de Sombra, la perra que Gabi había criado y c on la que tiene una sutil correspondencia de gestos y palabras, que cuentan entre lo más sensible que he leído en mucho tiempo. Sensibilidad no permitida en un mundo de rivalidades masculinas que tiene mucho de cainita, por producirse entre Gabi, el menor y los tres hermanos, Miguel, Rafa y Serafín. Lo mejor del estilo adoptado por Inma Pelegrín es haber dejado que los hechos hablen desde las palabras que recrean escenas difíciles de digerir por su salvajismo e irracionalidad. La autora ha edificado una sabia y bien orquestada trama de sospechas y de dilemas que Gabi tiene que ir resolviendo y que llevan la novela a un desenlace imprevisible, casi trágico. Hay por tanto una sabia ordenación de la trama en tiempos muy medidos, lo que favorece que aquel mundo léxico y de creación de atmosferas se encamine al servicio de un interés que atrapa al lector, quien s igue la peripecia de la venganza de Gabi con el corazón en un puño. Al final la literatura buena vuelve a su sitio: tragedia y los celos, hermanos que se odian sin saberlo, y la víctima animal en la figura de la perra Sombra, dotada de una ternura que el lector habría querido hacer suya y que sabe poseen los perros en mayor medida. Vengo insistiendo en la necesidad de abordar la investigación de un hecho literario sobresaliente. No solamente son poetas algunas de nuestras mejores narradoras de hoy , sino que tal cosa influye notablemente en la construcción de sus novelas. Ni Pilar Adón, ni Elena Medel, ni Lara Moreno, Menchu Gutiérrez o Marta Sanz dejan al margen su condición de poetas cuando escriben narrativa. Quizá radique en esa experiencia literaria previa la razón de que ‘Fosca’, que es primera novela, haya conseguido ser, a mi juicio, la mejor de las que han ganado el premio Lumen hasta la fecha. NOVELA ‘Fosca’ Autora Inma Pelegrín Editorial Lumen Año 225 Páginas 220 Precio 19,90 euros 4Lo primero que hay que desterrar para abordar su valor sería el fácil membrete, desdichadamente tan de moda, sobre lo rural. Despachar esta novela como rural, seguramente dejará tranquilo al sistema literario, que propende a fáciles y tranquilizadoras etiquetas, pero sería perder lo fundamental que supone. Lo esencial es el lenguaje como creador de mundo. Es decir, la necesidad de que un mundo necesite tal lenguaje para ser. Sin el laboreo de la palabra que esta novela realiza en cada página, no habría conseguido llegar a donde llega. La elección de términos del lenguaje de jerga campesina, vinculada a objetos y prácticas culinarias o de atmosferas arcaicas sobre la labranza, la siega, los elementos de un paisaje agraz, duro, no ha sido hecha para esas recreaciones algo naifs de un esteticismo urbanita. Como se sabe únicamente los urbanitas celebran lo campesino como feliz, o arcádico. ‘Fosca’, que es una manera de llamar el ahogo que produce un calor perenne que no se resuelve en lluvia, contiene en su agobiante atmósfera los poderes de una irracionalidad primitiva que no es ni bella ni en absoluto tranquilizadora. Lo esencial aquí es el lenguaje como creador de mundo. Es decir, la necesidad de que un mundo necesite tal lenguaje para serEsa atmósfera cerrada en un caserío campesino pobre, donde Gabi, el protagonista adolescente apenas ha conocido el mar, aquella vez que califica como día más feliz de su vida. Siendo varón (voluntad de hombre) apenas le sería permitida una sensibilidad que la novela deja postergada a las dos mujeres, Marcela y la madre, que apenas hablan pero que comprenden los afectos que no necesitan palabras. Tampoco la perra Sombra. Con silencios de casi todos ha sido compuesta una trama que esta novela urde a partir del salvaje sacrifico de Sombra, la perra que Gabi había criado y c on la que tiene una sutil correspondencia de gestos y palabras, que cuentan entre lo más sensible que he leído en mucho tiempo. Sensibilidad no permitida en un mundo de rivalidades masculinas que tiene mucho de cainita, por producirse entre Gabi, el menor y los tres hermanos, Miguel, Rafa y Serafín. Lo mejor del estilo adoptado por Inma Pelegrín es haber dejado que los hechos hablen desde las palabras que recrean escenas difíciles de digerir por su salvajismo e irracionalidad. La autora ha edificado una sabia y bien orquestada trama de sospechas y de dilemas que Gabi tiene que ir resolviendo y que llevan la novela a un desenlace imprevisible, casi trágico. Hay por tanto una sabia ordenación de la trama en tiempos muy medidos, lo que favorece que aquel mundo léxico y de creación de atmosferas se encamine al servicio de un interés que atrapa al lector, quien s igue la peripecia de la venganza de Gabi con el corazón en un puño. Al final la literatura buena vuelve a su sitio: tragedia y los celos, hermanos que se odian sin saberlo, y la víctima animal en la figura de la perra Sombra, dotada de una ternura que el lector habría querido hacer suya y que sabe poseen los perros en mayor medida.
Vengo insistiendo en la necesidad de abordar la investigación de un hecho literario sobresaliente. No solamente son poetas algunas de nuestras mejores narradoras de hoy, sino que tal cosa influye notablemente en la construcción de sus novelas.
Ni Pilar Adón, ni Elena Medel, ni … Lara Moreno, Menchu Gutiérrez o Marta Sanz dejan al margen su condición de poetas cuando escriben narrativa. Quizá radique en esa experiencia literaria previa la razón de que ‘Fosca’, que es primera novela, haya conseguido ser, a mi juicio, la mejor de las que han ganado el premio Lumen hasta la fecha.

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Autora
Inma Pelegrín -
Editorial
Lumen -
Año
225 -
Páginas
220 -
Precio
19,90 euros
Lo primero que hay que desterrar para abordar su valor sería el fácil membrete, desdichadamente tan de moda, sobre lo rural. Despachar esta novela como rural, seguramente dejará tranquilo al sistema literario, que propende a fáciles y tranquilizadoras etiquetas, pero sería perder lo fundamental que supone. Lo esencial es el lenguaje como creador de mundo. Es decir, la necesidad de que un mundo necesite tal lenguaje para ser.
Sin el laboreo de la palabra que esta novela realiza en cada página, no habría conseguido llegar a donde llega. La elección de términos del lenguaje de jerga campesina, vinculada a objetos y prácticas culinarias o de atmosferas arcaicas sobre la labranza, la siega, los elementos de un paisaje agraz, duro, no ha sido hecha para esas recreaciones algo naifs de un esteticismo urbanita. Como se sabe únicamente los urbanitas celebran lo campesino como feliz, o arcádico. ‘Fosca’, que es una manera de llamar el ahogo que produce un calor perenne que no se resuelve en lluvia, contiene en su agobiante atmósfera los poderes de una irracionalidad primitiva que no es ni bella ni en absoluto tranquilizadora.
Lo esencial aquí es el lenguaje como creador de mundo. Es decir, la necesidad de que un mundo necesite tal lenguaje para ser
Esa atmósfera cerrada en un caserío campesino pobre, donde Gabi, el protagonista adolescente apenas ha conocido el mar, aquella vez que califica como día más feliz de su vida. Siendo varón (voluntad de hombre) apenas le sería permitida una sensibilidad que la novela deja postergada a las dos mujeres, Marcela y la madre, que apenas hablan pero que comprenden los afectos que no necesitan palabras.
Tampoco la perra Sombra. Con silencios de casi todos ha sido compuesta una trama que esta novela urde a partir del salvaje sacrifico de Sombra, la perra que Gabi había criado y con la que tiene una sutil correspondencia de gestos y palabras, que cuentan entre lo más sensible que he leído en mucho tiempo. Sensibilidad no permitida en un mundo de rivalidades masculinas que tiene mucho de cainita, por producirse entre Gabi, el menor y los tres hermanos, Miguel, Rafa y Serafín.
Lo mejor del estilo adoptado por Inma Pelegrín es haber dejado que los hechos hablen desde las palabras que recrean escenas difíciles de digerir por su salvajismo e irracionalidad. La autora ha edificado una sabia y bien orquestada trama de sospechas y de dilemas que Gabi tiene que ir resolviendo y que llevan la novela a un desenlace imprevisible, casi trágico. Hay por tanto una sabia ordenación de la trama en tiempos muy medidos, lo que favorece que aquel mundo léxico y de creación de atmosferas se encamine al servicio de un interés que atrapa al lector, quien sigue la peripecia de la venganza de Gabi con el corazón en un puño.
Al final la literatura buena vuelve a su sitio: tragedia y los celos, hermanos que se odian sin saberlo, y la víctima animal en la figura de la perra Sombra, dotada de una ternura que el lector habría querido hacer suya y que sabe poseen los perros en mayor medida.
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