Se llama Fran González, ejerce de alguacilillo desde 2016 en Las Ventas y fue el encargado de entregar las dos últimas orejas de su carrera en Madrid a Morante de la Puebla. Aunque, según Fran, según su deseo , serán las penúltimas: «Estoy convencido de que habrá más, sea en una corrida de luces o de corto en un festival». Su «ojalá» es el de todo el morantismo, que ahora es legión. Al filo de las ocho de la tarde en Madrid, al filo de las ocho en Sevilla, Fran daba «esas medias orejitas» (José Antonio no quiere orejones) al maestro cigarrero. «Aparte de lo especial que es dar las dos orejas a Morante , no había nada que me hiciera presagiar que después de pasearlas iba a cortarse la coleta», señala. Silencia entonces, hace un inciso: «Bueno, es verdad que cuando le dije ‘enhorabuena’ y me abrazó, no me dijo nada, como si no le saliesen las palabras, ni el gracias, de tanta emoción». Fran González, alguacilillo de Las Ventas Tania SieiraCuando el genio sevillano se marchó al mismísimo platillo para desprenderse de la castañeta, Fran se encontraba en el callejón junto al mozo de espadas, Juan Carlos Morante. «Nos miramos todos allí. Con extrañeza. Nadie sabía nada; no sé si su mozo de espadas o el apoderado lo sabrían, pero a la gente le pilló por sorpresa». Cuenta que se volvió al burladero donde se encontraba Santiago Abascal, para el que fue el brindis de Tripulante, y le preguntó si lo sabía. «Le pregunté y me prometió que no, que había estado en la habitación del hotel cuando se vestía, pero que no tenía ni idea».Noticia Relacionada estandar No Esta es la temporada 2025 de Morante al detalle Juan Antonio Pérez¿Qué siente al pensar que puede que no haya más momentos así con Morante? «Yo pienso que sí lo voy a hacer, que va a haber más oportunidades. No sé si en alguna corrida o en algún festival. No tengo dudas: Morante tiene que volver». Como farmacéutico de profesión, ¿alguna fórmula para calmar la pena de su ausencia? «La fórmula solo la tiene Morante: que vuelva». Era la segunda vez que desorejaba un toro, su segunda Puerta Grande. «En San Isidro le dio las orejas Rocío (su compañera alguacililla)». Como la del toro blanco de Osborne de por la mañana, una reliquia que hoy conserva Martín, el niño que miró a los ojos a Morante y logró esa oreja que no cambia ni por la última play ni por un abono en el Bernabéu.Para Fran fue un domingo «de muchas emociones desde que entregué las dos orejas a Curro Vázquez, de lo más especial; le dije que ‘muchas gracias’». Historia viva de este siglo ya su Puerta Grande con César Rincón.. También le tocó dárselas a Olga Casado y a Enrique Ponce (una), «al que ya se las entregué el día de su despedida». Noticia Relacionada Historia de un abrazo estandar Si Robleño, el torero que se retiró el mismo día que Morante: «Me impactó cuando se quitó el añadido, llorando a lágrima viva» Rosario Pérez Los dos matadores se fundieron en un emotivísimo abrazo en una tarde que fue una catarata de pasionesCuenta que el 12-O se despidieron «dos de los toreros que más admiro: Morante y Fernando Robleño, que para mí ha estado infravalorado y es un torero muy especial, con mucho gusto». La oreja al madrileño corrió a cargo de Rocío.Pero Fran, el alguacilillo que cayó herido en los encierros de San Fermín en 2023 -un castaño de Fuente Ymbro le levantó por los aires en el tramo de la curva de Mercaderes al inicio de Estafeta, pegándose un duro golpe contra el pavimento mientras un cabestro le golpeaba con la pezuña y otro toro el pasaba por encima- alberga en su currículum las orejas de tres figuras en su despedida: El Juli, Enrique Ponce y Morante de la Puebla. Que para él se trata de un hasta luego: «Morante tiene que volver». Se llama Fran González, ejerce de alguacilillo desde 2016 en Las Ventas y fue el encargado de entregar las dos últimas orejas de su carrera en Madrid a Morante de la Puebla. Aunque, según Fran, según su deseo , serán las penúltimas: «Estoy convencido de que habrá más, sea en una corrida de luces o de corto en un festival». Su «ojalá» es el de todo el morantismo, que ahora es legión. Al filo de las ocho de la tarde en Madrid, al filo de las ocho en Sevilla, Fran daba «esas medias orejitas» (José Antonio no quiere orejones) al maestro cigarrero. «Aparte de lo especial que es dar las dos orejas a Morante , no había nada que me hiciera presagiar que después de pasearlas iba a cortarse la coleta», señala. Silencia entonces, hace un inciso: «Bueno, es verdad que cuando le dije ‘enhorabuena’ y me abrazó, no me dijo nada, como si no le saliesen las palabras, ni el gracias, de tanta emoción». Fran González, alguacilillo de Las Ventas Tania SieiraCuando el genio sevillano se marchó al mismísimo platillo para desprenderse de la castañeta, Fran se encontraba en el callejón junto al mozo de espadas, Juan Carlos Morante. «Nos miramos todos allí. Con extrañeza. Nadie sabía nada; no sé si su mozo de espadas o el apoderado lo sabrían, pero a la gente le pilló por sorpresa». Cuenta que se volvió al burladero donde se encontraba Santiago Abascal, para el que fue el brindis de Tripulante, y le preguntó si lo sabía. «Le pregunté y me prometió que no, que había estado en la habitación del hotel cuando se vestía, pero que no tenía ni idea».Noticia Relacionada estandar No Esta es la temporada 2025 de Morante al detalle Juan Antonio Pérez¿Qué siente al pensar que puede que no haya más momentos así con Morante? «Yo pienso que sí lo voy a hacer, que va a haber más oportunidades. No sé si en alguna corrida o en algún festival. No tengo dudas: Morante tiene que volver». Como farmacéutico de profesión, ¿alguna fórmula para calmar la pena de su ausencia? «La fórmula solo la tiene Morante: que vuelva». Era la segunda vez que desorejaba un toro, su segunda Puerta Grande. «En San Isidro le dio las orejas Rocío (su compañera alguacililla)». Como la del toro blanco de Osborne de por la mañana, una reliquia que hoy conserva Martín, el niño que miró a los ojos a Morante y logró esa oreja que no cambia ni por la última play ni por un abono en el Bernabéu.Para Fran fue un domingo «de muchas emociones desde que entregué las dos orejas a Curro Vázquez, de lo más especial; le dije que ‘muchas gracias’». Historia viva de este siglo ya su Puerta Grande con César Rincón.. También le tocó dárselas a Olga Casado y a Enrique Ponce (una), «al que ya se las entregué el día de su despedida». Noticia Relacionada Historia de un abrazo estandar Si Robleño, el torero que se retiró el mismo día que Morante: «Me impactó cuando se quitó el añadido, llorando a lágrima viva» Rosario Pérez Los dos matadores se fundieron en un emotivísimo abrazo en una tarde que fue una catarata de pasionesCuenta que el 12-O se despidieron «dos de los toreros que más admiro: Morante y Fernando Robleño, que para mí ha estado infravalorado y es un torero muy especial, con mucho gusto». La oreja al madrileño corrió a cargo de Rocío.Pero Fran, el alguacilillo que cayó herido en los encierros de San Fermín en 2023 -un castaño de Fuente Ymbro le levantó por los aires en el tramo de la curva de Mercaderes al inicio de Estafeta, pegándose un duro golpe contra el pavimento mientras un cabestro le golpeaba con la pezuña y otro toro el pasaba por encima- alberga en su currículum las orejas de tres figuras en su despedida: El Juli, Enrique Ponce y Morante de la Puebla. Que para él se trata de un hasta luego: «Morante tiene que volver».
Se llama Fran González, ejerce de alguacilillo desde 2016 en Las Ventas y fue el encargado de entregar las dos últimas orejas de su carrera en Madrid a Morante de la Puebla. Aunque, según Fran, según su deseo, serán las penúltimas: «Estoy convencido … de que habrá más, sea en una corrida de luces o de corto en un festival». Su «ojalá» es el de todo el morantismo, que ahora es legión.
Al filo de las ocho de la tarde en Madrid, al filo de las ocho en Sevilla, Fran daba «esas medias orejitas» (José Antonio no quiere orejones) al maestro cigarrero. «Aparte de lo especial que es dar las dos orejas a Morante, no había nada que me hiciera presagiar que después de pasearlas iba a cortarse la coleta», señala. Silencia entonces, hace un inciso: «Bueno, es verdad que cuando le dije ‘enhorabuena’ y me abrazó, no me dijo nada, como si no le saliesen las palabras, ni el gracias, de tanta emoción».
Tania Sieira
Cuando el genio sevillano se marchó al mismísimo platillo para desprenderse de la castañeta, Fran se encontraba en el callejón junto al mozo de espadas, Juan Carlos Morante. «Nos miramos todos allí. Con extrañeza. Nadie sabía nada; no sé si su mozo de espadas o el apoderado lo sabrían, pero a la gente le pilló por sorpresa». Cuenta que se volvió al burladero donde se encontraba Santiago Abascal, para el que fue el brindis de Tripulante, y le preguntó si lo sabía. «Le pregunté y me prometió que no, que había estado en la habitación del hotel cuando se vestía, pero que no tenía ni idea».
¿Qué siente al pensar que puede que no haya más momentos así con Morante? «Yo pienso que sí lo voy a hacer, que va a haber más oportunidades. No sé si en alguna corrida o en algún festival. No tengo dudas: Morante tiene que volver».
Como farmacéutico de profesión, ¿alguna fórmula para calmar la pena de su ausencia? «La fórmula solo la tiene Morante: que vuelva».
Era la segunda vez que desorejaba un toro, su segunda Puerta Grande. «En San Isidro le dio las orejas Rocío (su compañera alguacililla)». Como la del toro blanco de Osborne de por la mañana, una reliquia que hoy conserva Martín, el niño que miró a los ojos a Morante y logró esa oreja que no cambia ni por la última play ni por un abono en el Bernabéu.
Para Fran fue un domingo «de muchas emociones desde que entregué las dos orejas a Curro Vázquez, de lo más especial; le dije que ‘muchas gracias’». Historia viva de este siglo ya su Puerta Grande con César Rincón.. También le tocó dárselas a Olga Casado y a Enrique Ponce (una), «al que ya se las entregué el día de su despedida».
Cuenta que el 12-O se despidieron «dos de los toreros que más admiro: Morante y Fernando Robleño, que para mí ha estado infravolarado y es un torero muy especial, con mucho gusto». La oreja al madrileño corrió a cargo de Rocío.
Pero Fran, el alguacilillo que cayó herido en los encierros de San Fermín en 2023 -un castaño de Fuente Ymbro le levantó por los aires en el tramo de la curva de Mercaderes al inicio de Estafeta, pegándose un duro golpe contra el pavimento mientras un cabestro le golpeaba con la pezuña y otro toro el pasaba por encima- alberga en su currículum las orejas de tres figuras en su despedida: El Juli, Enrique Ponce y Morante de la Puebla. Que para él se trata de un hasta luego: «Morante tiene que volver».
Artículo solo para suscriptores
RSS de noticias de cultura
