El compositor valenciano estrena en el Palau de Les Arts, que le ha encargado su primera ópera de gran formato, la fantasía para piano ‘Ciudad sin sueño’ con Javier Perianes como solista Leer El compositor valenciano estrena en el Palau de Les Arts, que le ha encargado su primera ópera de gran formato, la fantasía para piano ‘Ciudad sin sueño’ con Javier Perianes como solista Leer
La música comienza donde acaban las palabras. La frase es de Debussy, pero se la han atribuido otros muchos compositores para describir la angustia que experimentan cuando tratan de trasladar al papel los sonidos que escuchan en su cabeza. Para resolver esta permanente tensión entre lo abstracto y lo concreto, Francisco Coll (Valencia, 1985) recurre a la pintura. «Mi padre tenía un negocio de enmarcación y en esa trastienda surgió mi interés por el arte», cuenta el compositor. «Con el tiempo, el lienzo se convertiría en una especie de laboratorio visual que me ha permitido experimentar con los colores sonoros, las texturas, a veces incluso con la estructura o la temática».
Cada obra del ya nutrido catálogo de Coll lleva un cuadro asociado que sirve de espejo a la partitura y cuyo reflejo ensancha, y hasta desborda, la habitual paleta de posibilidades musicales. «Ahora, por ejemplo, estoy terminando una sinfonía en torno al mito de Lilith en la que combino dinámicas y alturas para crear una cierta tridimensionalidad sonora», explica el músico valenciano, que viene de estrenar Two Waltzes Toward Civilization en varias salas de Estados Unidos. «En estos valses, inspirados en el poemario Poeta en Nueva York de Lorca, he trabajado de una manera figurativa los materiales de esa inteligencia colectiva a la que llamamos folclore».
En los últimos años, Coll ha pasado de ser una de las más brillantes promesas de la composición española a convertirse en su más firme valedor con encargos de las más prestigiosas instituciones musicales del mundo: de la Filarmónica de Los Ángeles a la Sinfónica de Londres, pasando por la Orquesta de París, la Nacional de España e incluso como invitado a la programación de los BBC Proms. Esta tarde, los músicos de la Orquesta de la Comunidad Valenciana, dirigidos por James Gaffigan, interpretarán su obra Ciudad sin sueño, una fantasía para piano y orquesta que contará con Javier Perianes como solista para su estreno español en la sala sinfónica del Palau de Les Arts.
También a partir de un poema de Lorca, y un poco a la manera de las Noches en los jardines de España de Falla, Ciudad sin sueño explora los elementos más reconocibles de esta tradición a través de lo que el compositor llama «flamenco ilusorio», esto es, una suerte de tauromaquia personal dividida en tres partes (Desplantes, Duende y Orgía) en las que va traduciendo en sonidos los gestos de una emoción visceral que es también un misterio filosófico. «El primer movimiento tiene un tono rudo y hasta descarado, mientras que el segundo se adentra en una atmósfera más introspectiva, casi oscura», asegura Coll al teléfono desde su casa de Lucerna.
La nana que suena en uno de los pasajes es la que él mismo interpretaba al piano para que sus hijos se durmieran. «Ante la imposibilidad del silencio, la música ofrece una serie de recursos que inducen al sueño y el descanso», reflexiona en voz alta. «Es curioso porque las nanas españolas, que en otras latitudes tienen un carácter infantil y melancólico, suelen tender a lo trágico y hasta lo grotesco». Ciudad sin sueño cierra con una gran fiesta orquestal que avanza erráticamente, con ritmos angulosos y repetitivos, hacia una espiral excesiva, por momentos casi esquizofrénica, que recuerda mucho a Janácek.
«La primera vez que escuché una obra de Thomas Adès experimenté una profunda excitación mental», confiesa Coll
Coll no disimula su admiración por el compositor checo, cuya música escuchaba de niño en un casete de greatest hits clásicos en el que figuraban también Shostakóvich, Chaikovski, Debussy, Stravinski… «Escuchaba esta cinta de manera compulsiva mientras rellenaba libretas en las que iba analizando, a la manera que uno se puede permitir a esa edad, la arquitectura interna de esa música tan estimulante y adictiva». Mucho tiempo después, en su último año como estudiante de trombón en el Conservatorio Superior de Madrid, ocurrió algo inesperado. «Tenía pensado volver a Valencia y acabé mudándome a Londres…», rememora.
El motivo de tan repentino cambio de planes se llamaba Thomas Adès. «La primera vez que escuché una obra suya experimenté una profunda excitación mental, pues contenía todo lo que no había encontrado en ningún otro compositor vivo». Unos meses antes de poner rumbo a Inglaterra, el músico valenciano le había mandado a Adès por correo postal una partitura suya (Aqua Cinerea) sin demasiadas esperanzas de que llegara a contestarle. «Pero lo hizo y, además de felicitarme, me invitó a estudiar con él en Londres». Durante los siguientes cuatro años, Coll ostentó el distinguido título de primer y último discípulo de Adès. «Él me abrió las puertas de un mundo hasta entonces desconocido para mí y absolutamente fascinante».
En el mismo edificio donde sonará Ciudad sin sueño se estrenará, la temporada que viene, su primera ópera de gran formato, Enemigo del pueblo, por encargo conjunto del Palau de Les Arts y el Teatro Real. Àlex Rigola se encargará tanto de la adaptación del texto original de Ibsen como de su puesta en escena. «Aunque escrita en el siglo XIX, la obra aborda temas de absoluta vigencia, como la confrontación de intereses privados y comunes, la manipulación de la opinión pública o el impacto de la economía capitalista en el medio ambiente», sostiene Coll, que dirigirá él mismo las funciones de Valencia y Madrid. «Escribir esta ópera, marcada por la pandemia y las guerras, me ha mantenido alejado de la polarización. Me gusta pensar que, de alguna forma, la música que contiene invita a la reflexión y funciona como un antídoto contra estos tiempos convulsos».
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