[Esta pieza corresponde a uno de los envíos de la newsletter semanal de Televisión de EL PAÍS, que sale todos los jueves. Si quiere suscribirse, puede hacerlo a través de este enlace].
Una selección de algunas de las series y programas que han destacado para mal en los últimos doce meses
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Las fiestas navideñas son fechas entrañables. El amor y la bondad, como nos decía Love Actually, está a nuestro alrededor. Volvemos la vista atrás y nos quedamos con lo mejor del año, porque ¿quién quiere acordarse de lo malo? Pero para que valoremos Tiburón, tiene que existir Sharknado. Aquí recordamos esos momentos en los que quisimos arrancarnos los ojos delante de la televisión. Esta selección, nada objetiva, se basa en los visionados de su autora y tiene mucha serie y, por desgracia, mucha producción española. Incluimos la indicación de dónde se puede ver cada producción, por si alguien tiene ganas de marcha:
Serrines, madera de actor
Si hubiera que dar el premio al horror del año, se lo llevaría esta comedia que pretendía hacer uno de esos ejercicios de metaficción televisiva tan de moda y que tan bien funcionan en casos como Qué fue de Jorge Sanz, El fin de la comedia o Larry David. Aquí, Antonio Resines es Serrines, un veterano actor que gozó de popularidad por su participación en una serie muy famosa, pero que no ha logrado el respaldo de la crítica y el reconocimiento de sus compañeros. Aunque se ve la intención de parodiar un humor y unos personajes casposos, la ¿comedia? termina por caer en su propia trampa de caspa y no arranca ni una sonrisa. Terrible es poco. (En Prime Video).
Un nuevo amanecer
Antes que Yo, adicto, esta comedia con Yolanda Ramos también siguió a su protagonista en su caída a los infiernos de la adicción y su internamiento en un centro de desintoxicación. La protagonista es una humorista y actriz que se desploma en pleno directo. En vez de internarse en un centro privado, lo tendrá que hacer en uno público por sus problemas económicos. A pesar de que Ramos es una de las mujeres más graciosas de España, una interpretación pasada de rosca (a propósito, pero chirría) y un guion y una puesta en escena desganados hacen que el conjunto no funcione como la sátira que pretendía ser. (En Atresplayer).
Los Iglesias, hermanos a la obra
La idea ya era bastante peregrina: Julio José y Chábeli Iglesias reforman casas de famosos. Sobre el papel, la propuesta parece tener lagunas, y en la pantalla se confirma. Los hijos de Julio Iglesias e Isabel Preysler acudían a casoplones de amigos famosos y les ayudaban con una pequeña reforma que quisieran hacer. Chábeli se encargaba de organizar y gestionar la obra y Julio José hacía gracietas y hacía como que trabajaba dando algún golpe con un martillo. Y así, Ana Obregón tenía una casita para que jugara su nieta o Norma Duval renovaba su piscina. Lo mejor que dejó este programa (al que la audiencia dio rápidamente la espalda) fue esta crítica de Manuel Morales y este vídeo de Jorge Ponce comentando a cámara lo que veía. (En RTVE Play).
The Regime
El horror en este caso viene sobre todo por el contraste entre las expectativas y el resultado. Kate Winslet suele tener buen ojo para los proyectos televisivos en los que se embarca. Aquí interpreta a la canciller de un país ficticio que impone su poder con mano de hierro. Aunque la serie pretende hacer una sátira del poder, su humor absurdo es tan absurdo que termina por no ser humor ni nada. Ni la trama ni los personajes tienen sentido, y todavía menos sentido tiene que sea una serie de HBO. Como diría la pintada en una pared sevillana,emosido engañados. (En Max).
Élite
Un hilo en X de Juan Naranjo resumía maravillosamente la octava y última temporada del que fuera gran fenómeno juvenil de Netflix desde España para el mundo entero. Ni uno de los posts de Naranjo tienen desperdicio, y eso que solo describe lo que ocurre en la temporada. Es todo tan desquiciado que parece imposible que esté en una serie, incluso aunque sea ficción. Pero está. De mala que era, fue hasta divertida. (En Netflix).
Mano de hierro
En el calendario de series de EL PAÍS hemos registrado entre enero y diciembre de 2024 un total de 62 series españolas. Faltan las infantiles, las de formato corto y las que se ven solo en cadenas autonómicas. Y seguro que se nos ha escapado alguna más. La cantidad de producción de ficción televisiva a la que se ha dado luz en los últimos años ha sido tal que es lógico que muchas se hagan con el piloto automático puesto. La que aquí nos ocupa es una de ellas. Es un thriller cuya trama está diseñada con plantilla y está poblada por personajes planos con diálogos totalmente risibles. Demasiado ambiciosa para lo que podía abarcar. (En Netflix).
Babylon Show
Telecinco no levanta cabeza y no parece tener un plan claro por el que apostar. Un ejemplo es este. A alguien le pareció buena idea, por lo visto, hacer frente al consolidadísimo Pablo Motos y al ingenio de David Broncano con… Carlos Latre. Solo duró 13 emisiones en antena y llegó a marcar un terrible 3,1% de cuota de pantalla. El programa se apoyaba en entrevistas con invitados, secciones de humor, imitaciones y tertulias, un batiburrillo que olía a televisión de los noventa y no llegó a conectar con el público. (En Mitele).
Disclaimer
En esta columna, Eva Güimil ya contaba por qué este título tenía que estar en esta lista. Al igual que con The Regime, el contraste entre expectativas y resultado hace que la decepción sea mayor. La serie de Alfonso Cuarón (o película larga: “Yo no sé hacer televisión”, dijo a Álex Vicente; no sabe hacer televisión y se nota) es pretenciosa a más no poder. Sus voces en off se convierten en una tortura a los 10 minutos de visionado, y la enrevesada trama carece de todo interés. (En Apple TV+).
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