Gerardo Urchaga (Madrid, 50 años) es uno de esos personajes que sin ínfulas ni alharacas lleva un cuarto de siglo dando forma a la escena del rock madrileño y gasolina a las noches del underground de toda Europa. Guitarrista junto a otros cuatro chiflados (uno de ellos su hermano gemelo Antonio) de una banda, Los chicos, que jamás será superventas (pero que ha hecho siete giras por Australia y recala en todos los festivales independientes habidos y por haber), manager de bandas cuya idea de la gloria no pasa por los contratos millonarios, y fundador de un sello discográfico, Folc Records, que nunca está lejos de quebrar pero nunca lo hace, ha estado a punto de ser el último de una raza, pero ahora vive (y a veces hasta capitanea) el resurgir de un género y una forma de vida que en sus propias palabras tiene algo de enfermedad, porque atrapa de manera adictiva, pero también de logia: ”El rock’n’roll es como una especie de hermandad global de apoyo mutuo”.
P. ¿Recuerda exactamente cuándo le entró el bicho?
R. Mi hermano y yo estábamos escuchando una versión del Bad Moon Rising de la Creedence que hacían Los Mosquitos. Mi padre la oyó y nos dijo: “¿Qué mierda es esa?”. Nos puso la original y aquello cambió todo. Fue clave para meternos en la música el querer tocar las canciones que escuchábamos. Tendríamos unos doce años.
P. Su hermano gemelo toca en su grupo también, pero él cayó en la marmita del “trabajo normal”. ¿Por qué usted no?
R. Yo también caí un tiempo, pero lo dejé. Somos los dos ingenieros de montes y montamos una empresa. Él se ha establecido y está currando en una ONG medioambiental (SEO). Yo lo último que hice fueron estudios de impacto ambientales de plantas solares, pero después de la pandemia me lo replanteé todo y aquí estamos.
P. ¿Se experimenta más placer físico escuchando música o haciéndola?
R. Si estás en un grupo como el nuestro, que somos familia, haciéndola. Subirme a un escenario es de los momentos más alucinantes que me ha dado la vida. Además, nosotros solemos tener muchísima comunión con el público. Eso te llena completamente. Es muy bonito.
P. ¿Recuerda la primera vez que pensó que la cultura del directo en salas se había jodido?
R. Nunca lo pensé, pero sí que hubo una época, un vacío como de 15 años, en la que yo veía que no había relevo generacional. No dejaban entrar a menores a los conciertos y el gusanillo te puede entrar en esa etapa, de manera que ahí hubo generaciones perdidas. Ahora vuelve a haber mucha chavalada montando grupos de punk.
P. ¿Cuál es la principal diferencia que ve con su propia generación?
R. Quizá en el estilo y las referencias. Ellos han escuchado una música más moderna que nosotros no hemos consumido. Pero a fin de cuentas lo que les llena es la pasión por la música y lo que les gusta tocar. Y en eso somos muy parecidos. También hay muchísimas más chicas y eso está de puta madre. En el sello hemos tenido varias: la Perra Blanco, Anna Dukke, Ángela Hoodoo, Tiburona…
P. ¿Y en qué diría que se diferencian los tíos de las tías?
R. Pues mira, yo las veo más trabajadoras. Más serias. Creo que, porque además, muchas son solistas y tienen que tirar ellas solas del carro, contratar a sus músicos, organizar todo.
P. ¿Están más preocupados por triunfar los nuevos?
R. No les he analizado tanto como para decírtelo. Solo sé que yo ese propósito no lo he tenido nunca. No necesito el éxito mediático ni el comercial. Para mí triunfar es seguir haciendo lo que quieres durante tu vida. Llevar 25 años en un grupo serio, ese es mi triunfo.
P. Ha montado un sello discográfico que ha pasado por serios problemas económicos. ¿No era un sello independiente de rock’n’roll un proyecto deficitario por definición?
R. Por supuesto. De hecho, al principio, el sello era solo para sacar a grupos de amigos que nadie más quería pero al final hemos acabado editando a gente que admiramos de siempre como Mudhoney, NRBQ… La gran confusión es que se dice que la venta de vinilos ha subido mucho en el siglo XXI. Tal vez se venden más en un cómputo global, pero para los sellos pequeños las ventas han bajado mucho. Las multinacionales a veces nos perjudican al copar las fábricas, porque crean unas subidas de precios y de tiempos de entrega desorbitados, cuando no creo que su comprador habitual consuma música en vinilo. No sé si tiene mucho sentido, más allá del hacer negocio, vender LP de, por ejemplo, Bisbal, ni si un fan suyo consume habitualmente ese formato, pero bueno, ya se pasará la supuesta moda y las multis irán a por otras cosas. Por cosas así, este tipo de proyectos son muy poco gratificantes económicamente, aunque sí personalmente.
P. ¿Pero por qué? No suena muy gratificante…
R. Al final tengo amigos en todo el mundo, por toda Europa, Estados Unidos, o Australia, por donde hemos hecho siete giras. Amigos de verdad, que sabes que puedes contar con ellos. Cuando el sello tuvo problemas y necesitamos ayuda, la respuesta de la gente fue brutal, nos desbordó, fue muy bonita. Siempre recordaré un momento precioso contándole a mi novia cómo me sentía. Me eché a llorar y ella hizo lo mismo. Solo por ese momento merece la pena haber perdido todo el dinero del mundo.
P. ¿Se podría hacer un documental estilo Searching for Sugar Man con ustedes en Australia?
R. Hombre, no tenemos ese nivel de fama… pero sí nuestra pequeña parroquia y una serie de salas a las que vamos siempre. Y nos encanta la carne de canguro [risas]. No es tan habitual encontrarla, pero mi hermano y yo vamos siempre a buscarla a algún supermercado.
P. ¿Son Carolina Durante una de las bandas que ha resucitado el rock and roll en directo entre los jóvenes?
R. Su música no me gusta, y para juzgar eso tendría que verlos en directo, pero estoy seguro de que tendrán un público joven disfrutando de un grupo de rock, así que de puta madre. Su éxito quizá vino asociado al concepto de radiofórmula de repetir una canción hasta la saciedad en todas partes, que es lo que pasó con Cayetano. Eso puede estar más cercano a una campaña de marketing que a como entiendo yo la música, pero si han conseguido lo que buscan, chapó por ellos. Básicamente, ese no es mi mundo, pero respeto a casi cualquiera que se suba a un escenario.
P. ¿A quién atribuye más mérito?
R. Nosotros acabamos de sacar un single de unos chavales que se llaman Automatic Lovers y se ha agotado en varias semanas. El guitarrista tiene 19 años, toca que te cagas y son todos unos flipaos de la música: controlan de punk y de rock a saco. También hay unas chicas que se llaman Seggs Tapes. Esa gente está moviendo a mucho público joven a conciertos. Y así es como uno se aficiona a la música y a comprar discos.
P. Ha dicho que los managers son todos unos capullos… pero usted mismo es uno.
R. Yo he vivido muchas situaciones en las que los managers toman decisiones por el grupo, que ellos desconocen y además no aprueban. Gilipolleces de condiciones y demás. Muchos managers consideran al grupo como un producto para su beneficio pero yo no veo la música así. Tengo la suerte de vivir la música desde los dos lados y siempre me pongo más del lado del músico que del empresario. Yo prefiero perder dinero, pero que al grupo le vaya bien.
P. ¿Por qué cree que le cae bien a todo el mundo?
R. A partir de esta entrevista a todos menos a los managers [risas] Probablemente no sea cierta esa afirmación, pero yo intento tratar a la gente como me gustaría que me traten a mí. Entonces, igual viene de ahí, tratar a la gente de forma amable, con cariño y de forma amigable.
P. ¿Qué pasa? ¿Que no es habitual en el rock and roll?
R. Puede que no sea lo habitual [risas].
Gerardo Urchaga (Madrid, 50 años) es uno de esos personajes que sin ínfulas ni alharacas lleva un cuarto de siglo dando forma a la escena del rock madrileño y gasolina a las noches del underground de toda Europa. Guitarrista junto a otros cuatro chiflados (uno de ellos su hermano gemelo Antonio) de una banda, Los chicos, que jamás será superventas (pero que ha hecho siete giras por Australia y recala en todos los festivales independientes habidos y por haber), manager de bandas cuya idea de la gloria no pasa por los contratos millonarios, y fundador de un sello discográfico, Folc Records, que nunca está lejos de quebrar pero nunca lo hace, ha estado a punto de ser el último de una raza, pero ahora vive (y a veces hasta capitanea) el resurgir de un género y una forma de vida que en sus propias palabras tiene algo de enfermedad, porque atrapa de manera adictiva, pero también de logia: ”El rock’n’roll es como una especie de hermandad global de apoyo mutuo”.P. ¿Recuerda exactamente cuándo le entró el bicho?R. Mi hermano y yo estábamos escuchando una versión del Bad Moon Rising de la Creedence que hacían Los Mosquitos. Mi padre la oyó y nos dijo: “¿Qué mierda es esa?”. Nos puso la original y aquello cambió todo. Fue clave para meternos en la música el querer tocar las canciones que escuchábamos. Tendríamos unos doce años.P. Su hermano gemelo toca en su grupo también, pero él cayó en la marmita del “trabajo normal”. ¿Por qué usted no?R. Yo también caí un tiempo, pero lo dejé. Somos los dos ingenieros de montes y montamos una empresa. Él se ha establecido y está currando en una ONG medioambiental (SEO). Yo lo último que hice fueron estudios de impacto ambientales de plantas solares, pero después de la pandemia me lo replanteé todo y aquí estamos.P. ¿Se experimenta más placer físico escuchando música o haciéndola?R. Si estás en un grupo como el nuestro, que somos familia, haciéndola. Subirme a un escenario es de los momentos más alucinantes que me ha dado la vida. Además, nosotros solemos tener muchísima comunión con el público. Eso te llena completamente. Es muy bonito.P. ¿Recuerda la primera vez que pensó que la cultura del directo en salas se había jodido?R. Nunca lo pensé, pero sí que hubo una época, un vacío como de 15 años, en la que yo veía que no había relevo generacional. No dejaban entrar a menores a los conciertos y el gusanillo te puede entrar en esa etapa, de manera que ahí hubo generaciones perdidas. Ahora vuelve a haber mucha chavalada montando grupos de punk.P. ¿Cuál es la principal diferencia que ve con su propia generación?R. Quizá en el estilo y las referencias. Ellos han escuchado una música más moderna que nosotros no hemos consumido. Pero a fin de cuentas lo que les llena es la pasión por la música y lo que les gusta tocar. Y en eso somos muy parecidos. También hay muchísimas más chicas y eso está de puta madre. En el sello hemos tenido varias: la Perra Blanco, Anna Dukke, Ángela Hoodoo, Tiburona…P. ¿Y en qué diría que se diferencian los tíos de las tías?R. Pues mira, yo las veo más trabajadoras. Más serias. Creo que, porque además, muchas son solistas y tienen que tirar ellas solas del carro, contratar a sus músicos, organizar todo.P. ¿Están más preocupados por triunfar los nuevos?R. No les he analizado tanto como para decírtelo. Solo sé que yo ese propósito no lo he tenido nunca. No necesito el éxito mediático ni el comercial. Para mí triunfar es seguir haciendo lo que quieres durante tu vida. Llevar 25 años en un grupo serio, ese es mi triunfo.P. Ha montado un sello discográfico que ha pasado por serios problemas económicos. ¿No era un sello independiente de rock’n’roll un proyecto deficitario por definición?R. Por supuesto. De hecho, al principio, el sello era solo para sacar a grupos de amigos que nadie más quería pero al final hemos acabado editando a gente que admiramos de siempre como Mudhoney, NRBQ… La gran confusión es que se dice que la venta de vinilos ha subido mucho en el siglo XXI. Tal vez se venden más en un cómputo global, pero para los sellos pequeños las ventas han bajado mucho. Las multinacionales a veces nos perjudican al copar las fábricas, porque crean unas subidas de precios y de tiempos de entrega desorbitados, cuando no creo que su comprador habitual consuma música en vinilo. No sé si tiene mucho sentido, más allá del hacer negocio, vender LP de, por ejemplo, Bisbal, ni si un fan suyo consume habitualmente ese formato, pero bueno, ya se pasará la supuesta moda y las multis irán a por otras cosas. Por cosas así, este tipo de proyectos son muy poco gratificantes económicamente, aunque sí personalmente.P. ¿Pero por qué? No suena muy gratificante…R. Al final tengo amigos en todo el mundo, por toda Europa, Estados Unidos, o Australia, por donde hemos hecho siete giras. Amigos de verdad, que sabes que puedes contar con ellos. Cuando el sello tuvo problemas y necesitamos ayuda, la respuesta de la gente fue brutal, nos desbordó, fue muy bonita. Siempre recordaré un momento precioso contándole a mi novia cómo me sentía. Me eché a llorar y ella hizo lo mismo. Solo por ese momento merece la pena haber perdido todo el dinero del mundo.P. ¿Se podría hacer un documental estilo Searching for Sugar Man con ustedes en Australia?R. Hombre, no tenemos ese nivel de fama… pero sí nuestra pequeña parroquia y una serie de salas a las que vamos siempre. Y nos encanta la carne de canguro [risas]. No es tan habitual encontrarla, pero mi hermano y yo vamos siempre a buscarla a algún supermercado.P. ¿Son Carolina Durante una de las bandas que ha resucitado el rock and roll en directo entre los jóvenes?R. Su música no me gusta, y para juzgar eso tendría que verlos en directo, pero estoy seguro de que tendrán un público joven disfrutando de un grupo de rock, así que de puta madre. Su éxito quizá vino asociado al concepto de radiofórmula de repetir una canción hasta la saciedad en todas partes, que es lo que pasó con Cayetano. Eso puede estar más cercano a una campaña de marketing que a como entiendo yo la música, pero si han conseguido lo que buscan, chapó por ellos. Básicamente, ese no es mi mundo, pero respeto a casi cualquiera que se suba a un escenario.P. ¿A quién atribuye más mérito?R. Nosotros acabamos de sacar un single de unos chavales que se llaman Automatic Lovers y se ha agotado en varias semanas. El guitarrista tiene 19 años, toca que te cagas y son todos unos flipaos de la música: controlan de punk y de rock a saco. También hay unas chicas que se llaman Seggs Tapes. Esa gente está moviendo a mucho público joven a conciertos. Y así es como uno se aficiona a la música y a comprar discos.P. Ha dicho que los managers son todos unos capullos… pero usted mismo es uno.R. Yo he vivido muchas situaciones en las que los managers toman decisiones por el grupo, que ellos desconocen y además no aprueban. Gilipolleces de condiciones y demás. Muchos managers consideran al grupo como un producto para su beneficio pero yo no veo la música así. Tengo la suerte de vivir la música desde los dos lados y siempre me pongo más del lado del músico que del empresario. Yo prefiero perder dinero, pero que al grupo le vaya bien.P. ¿Por qué cree que le cae bien a todo el mundo?R. A partir de esta entrevista a todos menos a los managers [risas] Probablemente no sea cierta esa afirmación, pero yo intento tratar a la gente como me gustaría que me traten a mí. Entonces, igual viene de ahí, tratar a la gente de forma amable, con cariño y de forma amigable.P. ¿Qué pasa? ¿Que no es habitual en el rock and roll?R. Puede que no sea lo habitual [risas]. Seguir leyendo
Gerardo Urchaga (Madrid, 50 años) es uno de esos personajes que sin ínfulas ni alharacas lleva un cuarto de siglo dando forma a la escena del rock madrileño y gasolina a las noches del underground de toda Europa. Guitarrista junto a otros cuatro chiflados (uno de ellos su hermano gemelo Antonio) de una banda, Los chicos, que jamás será superventas (pero que ha hecho siete giras por Australia y recala en todos los festivales independientes habidos y por haber), manager de bandas cuya idea de la gloria no pasa por los contratos millonarios, y fundador de un sello discográfico, Folc Records, que nunca está lejos de quebrar pero nunca lo hace, ha estado a punto de ser el último de una raza, pero ahora vive (y a veces hasta capitanea) el resurgir de un género y una forma de vida que en sus propias palabras tiene algo de enfermedad, porque atrapa de manera adictiva, pero también de logia: ”El rock’n’roll es como una especie de hermandad global de apoyo mutuo”.
P. ¿Recuerda exactamente cuándo le entró el bicho?
R. Mi hermano y yo estábamos escuchando una versión del Bad Moon Rising de la Creedence que hacían Los Mosquitos. Mi padre la oyó y nos dijo: “¿Qué mierda es esa?”. Nos puso la original y aquello cambió todo. Fue clave para meternos en la música el querer tocar las canciones que escuchábamos. Tendríamos unos doce años.
P. Su hermano gemelo toca en su grupo también, pero él cayó en la marmita del “trabajo normal”. ¿Por qué usted no?
R. Yo también caí un tiempo, pero lo dejé. Somos los dos ingenieros de montes y montamos una empresa. Él se ha establecido y está currando en una ONG medioambiental (SEO). Yo lo último que hice fueron estudios de impacto ambientales de plantas solares, pero después de la pandemia me lo replanteé todo y aquí estamos.
P. ¿Se experimenta más placer físico escuchando música o haciéndola?
R. Si estás en un grupo como el nuestro, que somos familia, haciéndola. Subirme a un escenario es de los momentos más alucinantes que me ha dado la vida. Además, nosotros solemos tener muchísima comunión con el público. Eso te llena completamente. Es muy bonito.
P. ¿Recuerda la primera vez que pensó que la cultura del directo en salas se había jodido?
R. Nunca lo pensé, pero sí que hubo una época, un vacío como de 15 años, en la que yo veía que no había relevo generacional. No dejaban entrar a menores a los conciertos y el gusanillo te puede entrar en esa etapa, de manera que ahí hubo generaciones perdidas. Ahora vuelve a haber mucha chavalada montando grupos de punk.

P. ¿Cuál es la principal diferencia que ve con su propia generación?
R. Quizá en el estilo y las referencias. Ellos han escuchado una música más moderna que nosotros no hemos consumido. Pero a fin de cuentas lo que les llena es la pasión por la música y lo que les gusta tocar. Y en eso somos muy parecidos. También hay muchísimas más chicas y eso está de puta madre. En el sello hemos tenido varias: la Perra Blanco, Anna Dukke, Ángela Hoodoo, Tiburona…
P. ¿Y en qué diría que se diferencian los tíos de las tías?
R. Pues mira, yo las veo más trabajadoras. Más serias. Creo que, porque además, muchas son solistas y tienen que tirar ellas solas del carro, contratar a sus músicos, organizar todo.
P. ¿Están más preocupados por triunfar los nuevos?
R. No les he analizado tanto como para decírtelo. Solo sé que yo ese propósito no lo he tenido nunca. No necesito el éxito mediático ni el comercial. Para mí triunfar es seguir haciendo lo que quieres durante tu vida. Llevar 25 años en un grupo serio, ese es mi triunfo.
P. Ha montado un sello discográfico que ha pasado por serios problemas económicos. ¿No era un sello independiente de rock’n’roll un proyecto deficitario por definición?
R. Por supuesto. De hecho, al principio, el sello era solo para sacar a grupos de amigos que nadie más quería pero al final hemos acabado editando a gente que admiramos de siempre como Mudhoney, NRBQ… La gran confusión es que se dice que la venta de vinilos ha subido mucho en el siglo XXI. Tal vez se venden más en un cómputo global, pero para los sellos pequeños las ventas han bajado mucho. Las multinacionales a veces nos perjudican al copar las fábricas, porque crean unas subidas de precios y de tiempos de entrega desorbitados, cuando no creo que su comprador habitual consuma música en vinilo. No sé si tiene mucho sentido, más allá del hacer negocio, vender LP de, por ejemplo, Bisbal, ni si un fan suyo consume habitualmente ese formato, pero bueno, ya se pasará la supuesta moda y las multis irán a por otras cosas. Por cosas así, este tipo de proyectos son muy poco gratificantes económicamente, aunque sí personalmente.
P. ¿Pero por qué? No suena muy gratificante…
R. Al final tengo amigos en todo el mundo, por toda Europa, Estados Unidos, o Australia, por donde hemos hecho siete giras. Amigos de verdad, que sabes que puedes contar con ellos. Cuando el sello tuvo problemas y necesitamos ayuda, la respuesta de la gente fue brutal, nos desbordó, fue muy bonita. Siempre recordaré un momento precioso contándole a mi novia cómo me sentía. Me eché a llorar y ella hizo lo mismo. Solo por ese momento merece la pena haber perdido todo el dinero del mundo.
P. ¿Se podría hacer un documental estilo Searching for Sugar Mancon ustedes en Australia?
R. Hombre, no tenemos ese nivel de fama… pero sí nuestra pequeña parroquia y una serie de salas a las que vamos siempre. Y nos encanta la carne de canguro [risas]. No es tan habitual encontrarla, pero mi hermano y yo vamos siempre a buscarla a algún supermercado.
P. ¿Son Carolina Durante una de las bandas que ha resucitado el rock and roll en directo entre los jóvenes?
R. Su música no me gusta, y para juzgar eso tendría que verlos en directo, pero estoy seguro de que tendrán un público joven disfrutando de un grupo de rock, así que de puta madre. Su éxito quizá vino asociado al concepto de radiofórmula de repetir una canción hasta la saciedad en todas partes, que es lo que pasó con Cayetano. Eso puede estar más cercano a una campaña de marketing que a como entiendo yo la música, pero si han conseguido lo que buscan, chapó por ellos. Básicamente, ese no es mi mundo, pero respeto a casi cualquiera que se suba a un escenario.
P. ¿A quién atribuye más mérito?
R. Nosotros acabamos de sacar un single de unos chavales que se llaman Automatic Lovers y se ha agotado en varias semanas. El guitarrista tiene 19 años, toca que te cagas y son todos unos flipaos de la música: controlan de punk y de rock a saco. También hay unas chicas que se llaman Seggs Tapes. Esa gente está moviendo a mucho público joven a conciertos. Y así es como uno se aficiona a la música y a comprar discos.
P. Ha dicho que los managers son todos unos capullos… pero usted mismo es uno.
R. Yo he vivido muchas situaciones en las que los managers toman decisiones por el grupo, que ellos desconocen y además no aprueban. Gilipolleces de condiciones y demás. Muchos managers consideran al grupo como un producto para su beneficio pero yo no veo la música así. Tengo la suerte de vivir la música desde los dos lados y siempre me pongo más del lado del músico que del empresario. Yo prefiero perder dinero, pero que al grupo le vaya bien.
P. ¿Por qué cree que le cae bien a todo el mundo?
R. A partir de esta entrevista a todos menos a los managers [risas] Probablemente no sea cierta esa afirmación, pero yo intento tratar a la gente como me gustaría que me traten a mí. Entonces, igual viene de ahí, tratar a la gente de forma amable, con cariño y de forma amigable.
P. ¿Qué pasa? ¿Que no es habitual en el rock and roll?
R. Puede que no sea lo habitual [risas].

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