La amistad de Gustavo Torner con Fernando Zóbel fue decisiva para que en Cuenca se instalara el Museo de Arte Abstracto , definido por Alfred Barr, primer director del MoMA de Nueva York, como «el pequeño museo más bonito del mundo».En las dos etapas en que colaboró con el Museo del Prado concibió algunas de las salas más bellas que haya tenido nunca la pinacoteca.Cuando J osé María Aznar decidió que la antigua sede de Aldeasa pasara al Prado tras su privatización, se confió a Torner el acondicionamiento del espacio liberado en la planta superior para mostrar la pintura del siglo XVIII no española. Allí, la Infanta Doña Pilar , amante y conocedora del museo, se deshizo en elogios a Torner en una visita previa a la inauguración, acompañada por Antonio y Julio López y por el entonces director, Fernando Checa, con quien Gustavo Torner alcanzó una complicidad estética perfecta.Camino de Silos –donde intervino en la cilla del monasterio para crear un ámbito de arte contemporáneo en sintonía con la espiritualidad del lugar– me confesó su deseo de preservar en Cuenca lo mejor de su obra para disfrute público. Una conjunción astral favorable en la que Manuel Pizarro , entonces presidente de Ibercaja, desempeñó un papel decisivo. Dio como fruto el Espacio Torner en la iglesia de San Pablo.Además, Torner donó al Estado, a través del Museo Reina Sofía , 595 obras –incluida toda su obra gráfica– junto con las procedentes de la dación de Ibercaja.En estos momentos tristes de despedida cabe recordar que todo ello fue fruto de su talento y de su buen gusto , pero, por encima de todo, de una enorme generosidad. En reconocimiento a esa trayectoria, recibió en 2001, de manos del propio presidente del Gobierno, la Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica , concedida a un gran artista y a un hombre noble. La amistad de Gustavo Torner con Fernando Zóbel fue decisiva para que en Cuenca se instalara el Museo de Arte Abstracto , definido por Alfred Barr, primer director del MoMA de Nueva York, como «el pequeño museo más bonito del mundo».En las dos etapas en que colaboró con el Museo del Prado concibió algunas de las salas más bellas que haya tenido nunca la pinacoteca.Cuando J osé María Aznar decidió que la antigua sede de Aldeasa pasara al Prado tras su privatización, se confió a Torner el acondicionamiento del espacio liberado en la planta superior para mostrar la pintura del siglo XVIII no española. Allí, la Infanta Doña Pilar , amante y conocedora del museo, se deshizo en elogios a Torner en una visita previa a la inauguración, acompañada por Antonio y Julio López y por el entonces director, Fernando Checa, con quien Gustavo Torner alcanzó una complicidad estética perfecta.Camino de Silos –donde intervino en la cilla del monasterio para crear un ámbito de arte contemporáneo en sintonía con la espiritualidad del lugar– me confesó su deseo de preservar en Cuenca lo mejor de su obra para disfrute público. Una conjunción astral favorable en la que Manuel Pizarro , entonces presidente de Ibercaja, desempeñó un papel decisivo. Dio como fruto el Espacio Torner en la iglesia de San Pablo.Además, Torner donó al Estado, a través del Museo Reina Sofía , 595 obras –incluida toda su obra gráfica– junto con las procedentes de la dación de Ibercaja.En estos momentos tristes de despedida cabe recordar que todo ello fue fruto de su talento y de su buen gusto , pero, por encima de todo, de una enorme generosidad. En reconocimiento a esa trayectoria, recibió en 2001, de manos del propio presidente del Gobierno, la Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica , concedida a un gran artista y a un hombre noble.
En las dos etapas en que colaboró con el Museo del Prado concibió algunas de las salas más bellas que haya tenido nunca la pinacoteca
La amistad de Gustavo Torner con Fernando Zóbel fue decisiva para que en Cuenca se instalara el Museo de Arte Abstracto, definido por Alfred Barr, primer director del MoMA de Nueva York, como «el pequeño museo más bonito del mundo».
En las dos … etapas en que colaboró con el Museo del Prado concibió algunas de las salas más bellas que haya tenido nunca la pinacoteca.
Cuando José María Aznar decidió que la antigua sede de Aldeasa pasara al Prado tras su privatización, se confió a Torner el acondicionamiento del espacio liberado en la planta superior para mostrar la pintura del siglo XVIII no española. Allí, la Infanta Doña Pilar, amante y conocedora del museo, se deshizo en elogios a Torner en una visita previa a la inauguración, acompañada por Antonio y Julio López y por el entonces director, Fernando Checa, con quien Gustavo Torner alcanzó una complicidad estética perfecta.
Camino de Silos –donde intervino en la cilla del monasterio para crear un ámbito de arte contemporáneo en sintonía con la espiritualidad del lugar– me confesó su deseo de preservar en Cuenca lo mejor de su obra para disfrute público. Una conjunción astral favorable en la que Manuel Pizarro, entonces presidente de Ibercaja, desempeñó un papel decisivo. Dio como fruto el Espacio Torner en la iglesia de San Pablo.
Además, Torner donó al Estado, a través del Museo Reina Sofía, 595 obras –incluida toda su obra gráfica– junto con las procedentes de la dación de Ibercaja.
En estos momentos tristes de despedida cabe recordar que todo ello fue fruto de su talento y de su buen gusto, pero, por encima de todo, de una enorme generosidad. En reconocimiento a esa trayectoria, recibió en 2001, de manos del propio presidente del Gobierno, la Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica, concedida a un gran artista y a un hombre noble.
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