Ha publicado Rubén Amón un libro oportuno, minucioso y rebelde, ‘Tenemos que hablar’ , que va de eso, del arte, ya casi extinto, de conversar, cuando ya el mundo prefiere despeñarse por las dichas desgraciadas de la tontuna digital y la dura soledad de la cháchara de móvil. La conversación ya no existe, si nos fijamos, y en eso ha reparado Amón, tan alerta siempre, levantando un texto desde una modernidad que encubre una arqueología. Celebro, del libro, su oportunidad lúcida, porque vivimos en temporada de mucha comunicación, pero de nula conversación, con lo que hemos consagrado el dúo de monólogos como renuevo descalabrado de la charla en condiciones. Arriesga Amón que podríamos quedarnos mudos sin que el hipotético trauma condicionara nuestra manera de relacionarnos. La frase es un susto, porque es una verdad que está ahí en medio todo el rato, como un botín invisible, hasta que alguien va y lo cuenta, como Amón. Noticia Relacionada Los siete pecados capitales de… estandar Si Rubén Amón: «Los pecados capitales tienen más de capitales que de pecados» Rebeca Argudo El periodista y escritor publica un libro sobre la buena conversación (o la ausencia de ella y su calidad) en estos tiempos convulsosEl libro está pletórico de iluminaciones parecidas. Amón se aplica a resolver un ensayo cruzado de periodismo pensante o crónica culta, pero sin recaer nunca en el dato odioso, o el academicismo previsible, y de aluvión. Quiero decir que esta obra se parece a su autor, que es un conversador rico y primerísimo, elocuente y nítido , con calidad de párrafo también en el aire ameno de lo oral. Estamos ante unas páginas que visitan los riesgos de la censura , la conveniencia del silencio, el abolengo de la cortesía y la corpulencia de la atención, hasta llegar al caso del contertulio o tertuliano, que es una alegre especie nacional de los platós y las nochebuenas. El tertuliano tiene algo de titán que igual te habla de sartenes que de catástrofes , y aquí se le hace el retrato crudo y familiar, bajo ese astro de inteligencias que nunca decae en el empleo de muchos empleos que Amón cumple y prestigia, entre la erudición y el desacato. Dice que la gente se cita a charlar y deja en la mesa el móvil, «como un revólver» . He aquí la estampa inapelable de nuestro tiempo adverso. Estamos siempre en otra parte, casi. Y sin casi. De eso va Amón aquí, con una mitad de guía de sensibilidades, con otra mitad de mural de males modernos. Ha publicado Rubén Amón un libro oportuno, minucioso y rebelde, ‘Tenemos que hablar’ , que va de eso, del arte, ya casi extinto, de conversar, cuando ya el mundo prefiere despeñarse por las dichas desgraciadas de la tontuna digital y la dura soledad de la cháchara de móvil. La conversación ya no existe, si nos fijamos, y en eso ha reparado Amón, tan alerta siempre, levantando un texto desde una modernidad que encubre una arqueología. Celebro, del libro, su oportunidad lúcida, porque vivimos en temporada de mucha comunicación, pero de nula conversación, con lo que hemos consagrado el dúo de monólogos como renuevo descalabrado de la charla en condiciones. Arriesga Amón que podríamos quedarnos mudos sin que el hipotético trauma condicionara nuestra manera de relacionarnos. La frase es un susto, porque es una verdad que está ahí en medio todo el rato, como un botín invisible, hasta que alguien va y lo cuenta, como Amón. Noticia Relacionada Los siete pecados capitales de… estandar Si Rubén Amón: «Los pecados capitales tienen más de capitales que de pecados» Rebeca Argudo El periodista y escritor publica un libro sobre la buena conversación (o la ausencia de ella y su calidad) en estos tiempos convulsosEl libro está pletórico de iluminaciones parecidas. Amón se aplica a resolver un ensayo cruzado de periodismo pensante o crónica culta, pero sin recaer nunca en el dato odioso, o el academicismo previsible, y de aluvión. Quiero decir que esta obra se parece a su autor, que es un conversador rico y primerísimo, elocuente y nítido , con calidad de párrafo también en el aire ameno de lo oral. Estamos ante unas páginas que visitan los riesgos de la censura , la conveniencia del silencio, el abolengo de la cortesía y la corpulencia de la atención, hasta llegar al caso del contertulio o tertuliano, que es una alegre especie nacional de los platós y las nochebuenas. El tertuliano tiene algo de titán que igual te habla de sartenes que de catástrofes , y aquí se le hace el retrato crudo y familiar, bajo ese astro de inteligencias que nunca decae en el empleo de muchos empleos que Amón cumple y prestigia, entre la erudición y el desacato. Dice que la gente se cita a charlar y deja en la mesa el móvil, «como un revólver» . He aquí la estampa inapelable de nuestro tiempo adverso. Estamos siempre en otra parte, casi. Y sin casi. De eso va Amón aquí, con una mitad de guía de sensibilidades, con otra mitad de mural de males modernos.
Ladrón de Fuego
Arriesga Amón que podríamos quedarnos mudos sin que el hipotético trauma condicionara nuestra manera de relacionarnos
Ha publicado Rubén Amón un libro oportuno, minucioso y rebelde, ‘Tenemos que hablar’, que va de eso, del arte, ya casi extinto, de conversar, cuando ya el mundo prefiere despeñarse por las dichas desgraciadas de la tontuna digital y la dura soledad de …
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