Crítica de teatro ‘Historia de una escalera’ Texto Antonio Buero Vallejo Dirección Helena Pimenta Escenografía José Tomé Vestuario Gabriela Salaverri Iluminación José Manuel Guerra Intérpretes Puchi Lagarde, Marta Poveda, David Luque, Juana Cordero, José Luis Alcobendas, Agus Ruiz, Carmen del Valle, Gabriela Flores, Mariano Llorente, Concha Delgado, Luisa Martínez Pazos, Javier Lago, David Bueno, Alejandro Sigüenza, Andrea M. Santos, Juan Carlos Mesonero, Eneko Haren. Lugar Teatro Español, Madrid 4Es fácil imaginar la emoción que se vivió la noche del 14 de octubre de 1949 en el Teatro Español ante el descubrimiento del que habría de ser uno de los autores fundamentales de la dramaturgia española del siglo XX: Antonio Buero Vallejo . Ese día -han pasado 75 años- se estrenó ‘ Historia de una escalera ‘, y el público podía reconocerse en los personajes; en sus miserias, en sus aspiraciones, en sus desvelos, en sus esperanzas, en sus fracasos, en sus sufrimientos. «Sencillez de expresión y hondura de sentimientos -decía Alfredo Marqueríe al hablar de la obra-, no teatro de ideas, sino teatro de pasión, alto y noble concepto de lo trágico sin salirse del estricto marco de lo humano y de lo cotidianamente vital».La España que asiste, 75 años después, a la puesta en escena de ‘Historia de una escalera’ -una escalera que es un personaje más de la función, mudo testigo del paso de los años-, ha cambiado notablemente, pero los espectadores se pueden seguir reconociendo en esos personajes que sueñan con un futuro mejor, a los que cada subida en el recibo de la luz les supone un feroz arañazo, a los que engañan y a los que son engañados, a los que no comprenden a sus padres y a los que no comprenden a sus hijos… A los que, en fin, suben y bajan la escalera una y otra vez sin poder escapar de ella.’Historia de una escalera’, cuya acción transcurre a lo largo de treinta años -1919, 1929 y 1949- es una obra profundamente pesimista -alguien diría, no obstante, que es simplemente realista-. Con apariencia de melodrama costumbrista, hay en su texto mucho más: habla, fundamentalmente, de los sueños rotos -el final del primer acto es una evidente referencia al cuento de la lechera-, de las ambiciones que acaba derrumbando una tozuda realidad; y Buero Vallejo manifiesta su derrotismo convirtiendo el final del primer acto y el final de la obra en un espejo donde los hijos repiten los mismos errores de los padres. Buero camina por la cuerda floja pero nunca cae en la sensiblería, gracias a la grisácea verdad que exhalan sus personajes. Sí hubiera sido conveniente revisar algunas expresiones -«llavín», «locuela»- que le restan, aunque solo sea por unos instantes, frescura al montaje. Helena Pimenta conoce bien el oficio de traer a nuestros días textos clásicos, e ‘Historia de una escalera’ lo es. Su puesta en escena ha tratado con mucho mimo el texto y el estreno de 1949: la escenografía de José Tomé es prácticamente idéntica a la de entonces, que firmaba Emilio Burgos . Con la presencia de un niño que aparece en el teatro y empieza a leer el texto une el escenario, donde aparecen los personajes casi como si fueran los fantasmas del pasado, con el patio de butacas. La suya es una dirección sobria, donde las palabras del autor y la interpretación de los actores -que, eso sí, en alguna ocasión subrayan innecesariamente el patetismo de sus personajes- se convierten en los protagonistas absolutos de la función. Por personalizar en algunos la magnñifica labor general, destacan los trabajos de Marta Poveda , capaz de expresar el dolor y la frustración de su engañada Carmina; de Gabriela Flores , que pasa de la alegría juvenil a la resignación adulta; de los siempre naturales Juana Cordero y José Luis Alcobenda s; o de Concha Delgado , una permanente nota de color en la ajada grisura de la escalera. Noticia Relacionada reportaje Si Francisco Nieva, políticamente incorrecto Carmen R. Santos Acaba de cumplirse el centenario del nacimiento del gran dramaturgo y escenógrafo. Pedro Víllora, editor de su ‘Teatro furioso’, desvela a ABC las claves de un autor a la altura de Valle-Inclán y Federico García LorcaVer hoy en día un reparto de diecisiete actores es prácticamente un milagro, y es muy de agradecer que un teatro como el Español lo haga posible. Y una coda: Eduardo Vasco , director del Español, ha acertado con la programación de los grandes textos de nuestra literatura dramática. Con ‘Luces de Bohemia’ colgó durante toda su exhibición el cartel de ‘Agotadas todas las localidades’, y todo parece indicar que va a ocurrir lo mismo con esta ‘Historia de una escalera’. Crítica de teatro ‘Historia de una escalera’ Texto Antonio Buero Vallejo Dirección Helena Pimenta Escenografía José Tomé Vestuario Gabriela Salaverri Iluminación José Manuel Guerra Intérpretes Puchi Lagarde, Marta Poveda, David Luque, Juana Cordero, José Luis Alcobendas, Agus Ruiz, Carmen del Valle, Gabriela Flores, Mariano Llorente, Concha Delgado, Luisa Martínez Pazos, Javier Lago, David Bueno, Alejandro Sigüenza, Andrea M. Santos, Juan Carlos Mesonero, Eneko Haren. Lugar Teatro Español, Madrid 4Es fácil imaginar la emoción que se vivió la noche del 14 de octubre de 1949 en el Teatro Español ante el descubrimiento del que habría de ser uno de los autores fundamentales de la dramaturgia española del siglo XX: Antonio Buero Vallejo . Ese día -han pasado 75 años- se estrenó ‘ Historia de una escalera ‘, y el público podía reconocerse en los personajes; en sus miserias, en sus aspiraciones, en sus desvelos, en sus esperanzas, en sus fracasos, en sus sufrimientos. «Sencillez de expresión y hondura de sentimientos -decía Alfredo Marqueríe al hablar de la obra-, no teatro de ideas, sino teatro de pasión, alto y noble concepto de lo trágico sin salirse del estricto marco de lo humano y de lo cotidianamente vital».La España que asiste, 75 años después, a la puesta en escena de ‘Historia de una escalera’ -una escalera que es un personaje más de la función, mudo testigo del paso de los años-, ha cambiado notablemente, pero los espectadores se pueden seguir reconociendo en esos personajes que sueñan con un futuro mejor, a los que cada subida en el recibo de la luz les supone un feroz arañazo, a los que engañan y a los que son engañados, a los que no comprenden a sus padres y a los que no comprenden a sus hijos… A los que, en fin, suben y bajan la escalera una y otra vez sin poder escapar de ella.’Historia de una escalera’, cuya acción transcurre a lo largo de treinta años -1919, 1929 y 1949- es una obra profundamente pesimista -alguien diría, no obstante, que es simplemente realista-. Con apariencia de melodrama costumbrista, hay en su texto mucho más: habla, fundamentalmente, de los sueños rotos -el final del primer acto es una evidente referencia al cuento de la lechera-, de las ambiciones que acaba derrumbando una tozuda realidad; y Buero Vallejo manifiesta su derrotismo convirtiendo el final del primer acto y el final de la obra en un espejo donde los hijos repiten los mismos errores de los padres. Buero camina por la cuerda floja pero nunca cae en la sensiblería, gracias a la grisácea verdad que exhalan sus personajes. Sí hubiera sido conveniente revisar algunas expresiones -«llavín», «locuela»- que le restan, aunque solo sea por unos instantes, frescura al montaje. Helena Pimenta conoce bien el oficio de traer a nuestros días textos clásicos, e ‘Historia de una escalera’ lo es. Su puesta en escena ha tratado con mucho mimo el texto y el estreno de 1949: la escenografía de José Tomé es prácticamente idéntica a la de entonces, que firmaba Emilio Burgos . Con la presencia de un niño que aparece en el teatro y empieza a leer el texto une el escenario, donde aparecen los personajes casi como si fueran los fantasmas del pasado, con el patio de butacas. La suya es una dirección sobria, donde las palabras del autor y la interpretación de los actores -que, eso sí, en alguna ocasión subrayan innecesariamente el patetismo de sus personajes- se convierten en los protagonistas absolutos de la función. Por personalizar en algunos la magnñifica labor general, destacan los trabajos de Marta Poveda , capaz de expresar el dolor y la frustración de su engañada Carmina; de Gabriela Flores , que pasa de la alegría juvenil a la resignación adulta; de los siempre naturales Juana Cordero y José Luis Alcobenda s; o de Concha Delgado , una permanente nota de color en la ajada grisura de la escalera. Noticia Relacionada reportaje Si Francisco Nieva, políticamente incorrecto Carmen R. Santos Acaba de cumplirse el centenario del nacimiento del gran dramaturgo y escenógrafo. Pedro Víllora, editor de su ‘Teatro furioso’, desvela a ABC las claves de un autor a la altura de Valle-Inclán y Federico García LorcaVer hoy en día un reparto de diecisiete actores es prácticamente un milagro, y es muy de agradecer que un teatro como el Español lo haga posible. Y una coda: Eduardo Vasco , director del Español, ha acertado con la programación de los grandes textos de nuestra literatura dramática. Con ‘Luces de Bohemia’ colgó durante toda su exhibición el cartel de ‘Agotadas todas las localidades’, y todo parece indicar que va a ocurrir lo mismo con esta ‘Historia de una escalera’.
-
Texto
Antonio Buero Vallejo -
Dirección
Helena Pimenta -
Escenografía
José Tomé -
Vestuario
Gabriela Salaverri -
Iluminación
José Manuel Guerra -
Intérpretes
Puchi Lagarde, Marta Poveda, David Luque, Juana Cordero, José Luis Alcobendas, Agus Ruiz, Carmen del Valle, Gabriela Flores, Mariano Llorente, Concha Delgado, Luisa Martínez Pazos, Javier Lago, David Bueno, Alejandro Sigüenza, Andrea M. Santos, Juan Carlos Mesonero, Eneko Haren. -
Lugar
Teatro Español, Madrid
Es fácil imaginar la emoción que se vivió la noche del 14 de octubre de 1949 en el Teatro Español ante el descubrimiento del que habría de ser uno de los autores fundamentales de la dramaturgia española del siglo XX: Antonio Buero Vallejo. … Ese día -han pasado 75 años- se estrenó ‘Historia de una escalera‘, y el público podía reconocerse en los personajes; en sus miserias, en sus aspiraciones, en sus desvelos, en sus esperanzas, en sus fracasos, en sus sufrimientos. «Sencillez de expresión y hondura de sentimientos -decía Alfredo Marqueríe al hablar de la obra-, no teatro de ideas, sino teatro de pasión, alto y noble concepto de lo trágico sin salirse del estricto marco de lo humano y de lo cotidianamente vital».
La España que asiste, 75 años después, a la puesta en escena de ‘Historia de una escalera’ -una escalera que es un personaje más de la función, mudo testigo del paso de los años-, ha cambiado notablemente, pero los espectadores se pueden seguir reconociendo en esos personajes que sueñan con un futuro mejor, a los que cada subida en el recibo de la luz les supone un feroz arañazo, a los que engañan y a los que son engañados, a los que no comprenden a sus padres y a los que no comprenden a sus hijos… A los que, en fin, suben y bajan la escalera una y otra vez sin poder escapar de ella.
‘Historia de una escalera’, cuya acción transcurre a lo largo de treinta años -1919, 1929 y 1949- es una obra profundamente pesimista -alguien diría, no obstante, que es simplemente realista-. Con apariencia de melodrama costumbrista, hay en su texto mucho más: habla, fundamentalmente, de los sueños rotos -el final del primer acto es una evidente referencia al cuento de la lechera-, de las ambiciones que acaba derrumbando una tozuda realidad; y Buero Vallejo manifiesta su derrotismo convirtiendo el final del primer acto y el final de la obra en un espejo donde los hijos repiten los mismos errores de los padres. Buero camina por la cuerda floja pero nunca cae en la sensiblería, gracias a la grisácea verdad que exhalan sus personajes. Sí hubiera sido conveniente revisar algunas expresiones -«llavín», «locuela»- que le restan, aunque solo sea por unos instantes, frescura al montaje.
Helena Pimenta conoce bien el oficio de traer a nuestros días textos clásicos, e ‘Historia de una escalera’ lo es. Su puesta en escena ha tratado con mucho mimo el texto y el estreno de 1949: la escenografía de José Tomé es prácticamente idéntica a la de entonces, que firmaba Emilio Burgos. Con la presencia de un niño que aparece en el teatro y empieza a leer el texto une el escenario, donde aparecen los personajes casi como si fueran los fantasmas del pasado, con el patio de butacas. La suya es una dirección sobria, donde las palabras del autor y la interpretación de los actores -que, eso sí, en alguna ocasión subrayan innecesariamente el patetismo de sus personajes- se convierten en los protagonistas absolutos de la función. Por personalizar en algunos la magnñifica labor general, destacan los trabajos de Marta Poveda, capaz de expresar el dolor y la frustración de su engañada Carmina; de Gabriela Flores, que pasa de la alegría juvenil a la resignación adulta; de los siempre naturales Juana Cordero y José Luis Alcobendas; o de Concha Delgado, una permanente nota de color en la ajada grisura de la escalera.
Ver hoy en día un reparto de diecisiete actores es prácticamente un milagro, y es muy de agradecer que un teatro como el Español lo haga posible. Y una coda: Eduardo Vasco, director del Español, ha acertado con la programación de los grandes textos de nuestra literatura dramática. Con ‘Luces de Bohemia’ colgó durante toda su exhibición el cartel de ‘Agotadas todas las localidades’, y todo parece indicar que va a ocurrir lo mismo con esta ‘Historia de una escalera’.
Límite de sesiones alcanzadas
- El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a la vez. Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Volver a intentar
Has superado el límite de sesiones
- Sólo puedes tener tres sesiones iniciadas a la vez. Hemos cerrado la sesión más antigua para que sigas navegando sin límites en el resto.
Sigue navegando
Artículo solo para suscriptores
RSS de noticias de cultura