Sevilla es rancia, barroca, indolente. ¿Existe o es una ensoñación? ¿Es una ciudad de vainas, chuflas y papafritas o de melancólicos irredentos? Un arquetipo, una marca única o una dualidad. Hay tantas… «Somos 700.000», resume el columnista Ignacio Camacho en la presentación en la Feria del Libro de su obra ‘Sevilla. El pretérito perfecto’, (editorial Tintablanca) que comparte con el pintor Ricardo Suárez .Ambos han charlado con el periodista Juanmi Vega en el primer acto de la tarde de este lunes en los Jardines Murillo. Entre el público, el alcalde de Sevilla, José Luis Sanz; la delegada de Turismo y Cultura del Ayuntamiento de Sevilla, Angie Moreno y la consejera de Fomento de la Junta de Andalucía, Rocío Díaz . También ha asistido el editor de este libro joya que se publicó a finales del año pasado y que ya va por su segunda edición.Vega, que ha definido a Camacho como el analista político de referencia en España, le ha preguntado sobre si, acostumbrado a ocuparse de los asuntos de los grandes próceres, escribir este título le ha parecido palabras mayores. «Sí, la política de nuestro país son palabras menores. Sevilla es un concepto inmanente y lo demás es contingente , como decía Cuerda en una de sus películas. Todo es contingente y Sevilla es necesaria», ha respondido.Ignacio Camacho, en la Feria del Libro «Sevilla es como la rosa de Rilke , mírala pero no la toques. Pero yo creo que hay que mirarla y manosearla mucho, no hay que perderle la mirada nunca«, ha continuado Suárez sobre el «fuerte compromiso» que ha adquirido a la hora de ilustrar este libro, «un proyecto colaborativo, de coautoría», ha remarcado el escritor.En ‘Sevilla. El pretérito perfecto’ se manejan varios tópicos por los que ha preguntado Juanmi Vega. El primero de ellos ha sido el de la Sevilla rancia. Suárez se lo ha llevado al terreno artístico y ha puesto el ejemplo de Juan Miguel Sánchez con su plástica. «Costó trabajo, pero al final el sevillano acaba interiorizando lo nuevo e, incluso lo defiende». El columnista, por su parte, ha indicado que sólo ha usado dos veces la palabra rancio en el libro y citando a Paco Robles. «El concepto de dualidad en Sevilla existe , pero es una dualidad muy porosa. En lo único que sí se es una cosa u otra es con el fútbol«, considera Camacho.Dualidad sevillanaTambién han hablado de si Sevilla es un mito, la idea de Antonio Burgos de que era un sueño, una «categoría poética». Camacho lo ha comparado, con alguna crítica a las procesiones en la actualidad, de la Semana Santa. Para él, la imagen que tenemos de ella no es más que la suma de recuerdos, los propios y los que nos han contado. «Pues lo mismo pasa con Sevilla. Sevilla es una ensoñación. Es el Barroco y nunca dejará de serlo».Suárez ha abundado en la concepción de Sevilla como muchas Sevilla, «y cada uno lleva una por dentro» . «Las ciudades están vivas, en continua evolución», ha remachado. «Y luego está la marca», ha continuado Camacho. «Y la gente tiene una idea y nosotros nos disfrazamos para cumplir ese cliché, a mí modo de ver demasiado exagerado, alimentando muchos tópicos que vienen del Romanticismo», ha lamentado.En el libro se recorren los barrios de la capital andaluza porque, según ha dicho el escritor, no hay una definición global y se tiende a pensar en la «Sevilla de intramuros, la convencional, influyente, levítica». Un todo que se rompe en las fiestas de la primavera . «Entonces nos damos cuenta de que compartimos la misma ensoñación».Pero si hay un realidad insoslayable para el autor es que Sevilla es barroca, mucho más allá del legado artístico, de lo estético. La ciudad de hoy es heredera del fulgor que dejó un periodo de esplendor que rompieron dos hechos, la peste y el traslado de la Casa de Contratación a Cádiz. «Es explícitamente barroca la preocupación por la crisis, la muerte, con el ejemplo de Mañara o la propia Semana Santa, pero también la necesidad de vivir intensamente», ha comentado Camacho. «Incluso la segunda época de esplendor artístico, el Modernismo, no es más que una continuación de ese canon. Al sevillano le gusta lo arabesco».Su compañero de páginas lo ha definido como una ciudad de «apneas». Cogió aire con la Exposición Iberoamericana, volvió a un estado de letargo y de nuevo se llenó los pulmones con la Expo del 92.Al hablar de cuestiones estéticas, Juanmi Vega ha reflexionado sobre cómo en esta ciudad se permitieron las Setas o la Torre Pelli y, sin embargo, se cree que el sevillano no está preparado para que la portada de su feria sea moderna. «Yo hubiera preferido al revés. Las Setas y la Torre Pelli son cicatrices de la ciudad«, ha criticado duramente a estas estructuras Ignacio Camacho, «no porque sean modernas, sino porque son feas».El último tópico del que se ha podido profundizar en esta conversación en la Feria del Libro ha sido el de la indolencia que se le atribuye al sevillano. Camacho ha citado al ‘constructor’ de la Sevilla que conocemos, Romero Murube. «Sus piezas universales son sobre los cielos que perdimos. Nuestra ciudad es la de los poetas elegiacos». En cualquier caso, ha remachado, «esa satisfacción nos cuesta desarrollo». O lo que es lo mismo. «Vivir por el pasado por delante». Sevilla es rancia, barroca, indolente. ¿Existe o es una ensoñación? ¿Es una ciudad de vainas, chuflas y papafritas o de melancólicos irredentos? Un arquetipo, una marca única o una dualidad. Hay tantas… «Somos 700.000», resume el columnista Ignacio Camacho en la presentación en la Feria del Libro de su obra ‘Sevilla. El pretérito perfecto’, (editorial Tintablanca) que comparte con el pintor Ricardo Suárez .Ambos han charlado con el periodista Juanmi Vega en el primer acto de la tarde de este lunes en los Jardines Murillo. Entre el público, el alcalde de Sevilla, José Luis Sanz; la delegada de Turismo y Cultura del Ayuntamiento de Sevilla, Angie Moreno y la consejera de Fomento de la Junta de Andalucía, Rocío Díaz . También ha asistido el editor de este libro joya que se publicó a finales del año pasado y que ya va por su segunda edición.Vega, que ha definido a Camacho como el analista político de referencia en España, le ha preguntado sobre si, acostumbrado a ocuparse de los asuntos de los grandes próceres, escribir este título le ha parecido palabras mayores. «Sí, la política de nuestro país son palabras menores. Sevilla es un concepto inmanente y lo demás es contingente , como decía Cuerda en una de sus películas. Todo es contingente y Sevilla es necesaria», ha respondido.Ignacio Camacho, en la Feria del Libro «Sevilla es como la rosa de Rilke , mírala pero no la toques. Pero yo creo que hay que mirarla y manosearla mucho, no hay que perderle la mirada nunca«, ha continuado Suárez sobre el «fuerte compromiso» que ha adquirido a la hora de ilustrar este libro, «un proyecto colaborativo, de coautoría», ha remarcado el escritor.En ‘Sevilla. El pretérito perfecto’ se manejan varios tópicos por los que ha preguntado Juanmi Vega. El primero de ellos ha sido el de la Sevilla rancia. Suárez se lo ha llevado al terreno artístico y ha puesto el ejemplo de Juan Miguel Sánchez con su plástica. «Costó trabajo, pero al final el sevillano acaba interiorizando lo nuevo e, incluso lo defiende». El columnista, por su parte, ha indicado que sólo ha usado dos veces la palabra rancio en el libro y citando a Paco Robles. «El concepto de dualidad en Sevilla existe , pero es una dualidad muy porosa. En lo único que sí se es una cosa u otra es con el fútbol«, considera Camacho.Dualidad sevillanaTambién han hablado de si Sevilla es un mito, la idea de Antonio Burgos de que era un sueño, una «categoría poética». Camacho lo ha comparado, con alguna crítica a las procesiones en la actualidad, de la Semana Santa. Para él, la imagen que tenemos de ella no es más que la suma de recuerdos, los propios y los que nos han contado. «Pues lo mismo pasa con Sevilla. Sevilla es una ensoñación. Es el Barroco y nunca dejará de serlo».Suárez ha abundado en la concepción de Sevilla como muchas Sevilla, «y cada uno lleva una por dentro» . «Las ciudades están vivas, en continua evolución», ha remachado. «Y luego está la marca», ha continuado Camacho. «Y la gente tiene una idea y nosotros nos disfrazamos para cumplir ese cliché, a mí modo de ver demasiado exagerado, alimentando muchos tópicos que vienen del Romanticismo», ha lamentado.En el libro se recorren los barrios de la capital andaluza porque, según ha dicho el escritor, no hay una definición global y se tiende a pensar en la «Sevilla de intramuros, la convencional, influyente, levítica». Un todo que se rompe en las fiestas de la primavera . «Entonces nos damos cuenta de que compartimos la misma ensoñación».Pero si hay un realidad insoslayable para el autor es que Sevilla es barroca, mucho más allá del legado artístico, de lo estético. La ciudad de hoy es heredera del fulgor que dejó un periodo de esplendor que rompieron dos hechos, la peste y el traslado de la Casa de Contratación a Cádiz. «Es explícitamente barroca la preocupación por la crisis, la muerte, con el ejemplo de Mañara o la propia Semana Santa, pero también la necesidad de vivir intensamente», ha comentado Camacho. «Incluso la segunda época de esplendor artístico, el Modernismo, no es más que una continuación de ese canon. Al sevillano le gusta lo arabesco».Su compañero de páginas lo ha definido como una ciudad de «apneas». Cogió aire con la Exposición Iberoamericana, volvió a un estado de letargo y de nuevo se llenó los pulmones con la Expo del 92.Al hablar de cuestiones estéticas, Juanmi Vega ha reflexionado sobre cómo en esta ciudad se permitieron las Setas o la Torre Pelli y, sin embargo, se cree que el sevillano no está preparado para que la portada de su feria sea moderna. «Yo hubiera preferido al revés. Las Setas y la Torre Pelli son cicatrices de la ciudad«, ha criticado duramente a estas estructuras Ignacio Camacho, «no porque sean modernas, sino porque son feas».El último tópico del que se ha podido profundizar en esta conversación en la Feria del Libro ha sido el de la indolencia que se le atribuye al sevillano. Camacho ha citado al ‘constructor’ de la Sevilla que conocemos, Romero Murube. «Sus piezas universales son sobre los cielos que perdimos. Nuestra ciudad es la de los poetas elegiacos». En cualquier caso, ha remachado, «esa satisfacción nos cuesta desarrollo». O lo que es lo mismo. «Vivir por el pasado por delante».
Sevilla es rancia, barroca, indolente. ¿Existe o es una ensoñación? ¿Es una ciudad de vainas, chuflas y papafritas o de melancólicos irredentos? Un arquetipo, una marca única o una dualidad. Hay tantas… «Somos 700.000», resume el columnista Ignacio Camacho en … la presentación en la Feria del Libro de su obra ‘Sevilla. El pretérito perfecto’, (editorial Tintablanca) que comparte con el pintor Ricardo Suárez.
Ambos han charlado con el periodista Juanmi Vega en el primer acto de la tarde de este lunes en los Jardines Murillo. Entre el público, el alcalde de Sevilla, José Luis Sanz; la delegada de Turismo y Cultura del Ayuntamiento de Sevilla, Angie Moreno y la consejera de Fomento de la Junta de Andalucía, Rocío Díaz. También ha asistido el editor de este libro joya que se publicó a finales del año pasado y que ya va por su segunda edición.
Vega, que ha definido a Camacho como el analista político de referencia en España, le ha preguntado sobre si, acostumbrado a ocuparse de los asuntos de los grandes próceres, escribir este título le ha parecido palabras mayores. «Sí, la política de nuestro país son palabras menores. Sevilla es un concepto inmanente y lo demás es contingente, como decía Cuerda en una de sus películas. Todo es contingente y Sevilla es necesaria», ha respondido.
Ignacio Camacho, en la Feria del Libro
«Sevilla es como la rosa de Rilke, mírala pero no la toques. Pero yo creo que hay que mirarla y manosearla mucho, no hay que perderle la mirada nunca«, ha continuado Suárez sobre el «fuerte compromiso» que ha adquirido a la hora de ilustrar este libro, «un proyecto colaborativo, de coautoría», ha remarcado el escritor.
En ‘Sevilla. El pretérito perfecto’ se manejan varios tópicos por los que ha preguntado Juanmi Vega. El primero de ellos ha sido el de la Sevilla rancia. Suárez se lo ha llevado al terreno artístico y ha puesto el ejemplo de Juan Miguel Sánchez con su plástica. «Costó trabajo, pero al final el sevillano acaba interiorizando lo nuevo e, incluso lo defiende». El columnista, por su parte, ha indicado que sólo ha usado dos veces la palabra rancio en el libro y citando a Paco Robles. «El concepto de dualidad en Sevilla existe, pero es una dualidad muy porosa. En lo único que sí se es una cosa u otra es con el fútbol«, considera Camacho.
Dualidad sevillana
También han hablado de si Sevilla es un mito, la idea de Antonio Burgos de que era un sueño, una «categoría poética». Camacho lo ha comparado, con alguna crítica a las procesiones en la actualidad, de la Semana Santa. Para él, la imagen que tenemos de ella no es más que la suma de recuerdos, los propios y los que nos han contado. «Pues lo mismo pasa con Sevilla. Sevilla es una ensoñación. Es el Barroco y nunca dejará de serlo».
Suárez ha abundado en la concepción de Sevilla como muchas Sevilla, «y cada uno lleva una por dentro». «Las ciudades están vivas, en continua evolución», ha remachado. «Y luego está la marca», ha continuado Camacho. «Y la gente tiene una idea y nosotros nos disfrazamos para cumplir ese cliché, a mí modo de ver demasiado exagerado, alimentando muchos tópicos que vienen del Romanticismo», ha lamentado.
En el libro se recorren los barrios de la capital andaluza porque, según ha dicho el escritor, no hay una definición global y se tiende a pensar en la «Sevilla de intramuros, la convencional, influyente, levítica». Un todo que se rompe en las fiestas de la primavera. «Entonces nos damos cuenta de que compartimos la misma ensoñación».
Pero si hay un realidad insoslayable para el autor es que Sevilla es barroca, mucho más allá del legado artístico, de lo estético. La ciudad de hoy es heredera del fulgor que dejó un periodo de esplendor que rompieron dos hechos, la peste y el traslado de la Casa de Contratación a Cádiz. «Es explícitamente barroca la preocupación por la crisis, la muerte, con el ejemplo de Mañara o la propia Semana Santa, pero también la necesidad de vivir intensamente», ha comentado Camacho. «Incluso la segunda época de esplendor artístico, el Modernismo, no es más que una continuación de ese canon. Al sevillano le gusta lo arabesco».
Su compañero de páginas lo ha definido como una ciudad de «apneas». Cogió aire con la Exposición Iberoamericana, volvió a un estado de letargo y de nuevo se llenó los pulmones con la Expo del 92.
Al hablar de cuestiones estéticas, Juanmi Vega ha reflexionado sobre cómo en esta ciudad se permitieron las Setas o la Torre Pelli y, sin embargo, se cree que el sevillano no está preparado para que la portada de su feria sea moderna. «Yo hubiera preferido al revés. Las Setas y la Torre Pelli son cicatrices de la ciudad«, ha criticado duramente a estas estructuras Ignacio Camacho, «no porque sean modernas, si no porque son feas».
El último tópico del que se ha podido profundizar en esta conversación en la Feria del Libro ha sido el de la indolencia que se le atribuye al sevillano. Camacho ha citado al ‘constructor’ de la Sevilla que conocemos, Romero Murube. «Sus piezas universales son sobre los cielos que perdimos. Nuestra ciudad es la de los poetas elegiacos». En cualquier caso, ha remachado, «esa satisfacción nos cuesta desarrollo». O lo que es lo mismo. «Vivir por el pasado por delante».
Límite de sesiones alcanzadas
- El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a la vez. Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Volver a intentar
Has superado el límite de sesiones
- Sólo puedes tener tres sesiones iniciadas a la vez. Hemos cerrado la sesión más antigua para que sigas navegando sin límites en el resto.
Sigue navegando
Artículo solo para suscriptores
RSS de noticias de cultura
