Ibiza no es una ciudad, son cinco. Está la Ibiza de los clubs, donde los DJs marcan la pauta de la diversión y la ostentación. La de los hippies, que se oponen al imperio hotelero, defendiendo una isla libre y contracultural, donde la revolución nunca se detiene. La de los jets privados, un refugio para ricos y famosos que buscan escapar del bullicio , pero se sumergen en una fiesta sin fin. La de los residentes de toda la vida, que viven la isla con la autenticidad de quien conoce su alma. Y la de los temporeros, que llegan cada verano en busca de trabajo, dispuestos a aportar su esfuerzo en la temporada alta. Esa es la Ibiza que no siempre vemos, pero que está ahí, o eso quiere explicar la segunda temporada de ‘La Ruta. Vol. 2 Ibiza’, la segunda parte de este éxito de Atresplayer que llega a la plataforma este domingo.Noticia Relacionada estandar No ‘El Camorrista’: la serie prohibida del creador de ‘Cinema Paradiso’ que la mafia logró silenciar Clara Molla Pagán AMC+ estrena una joya que lleva escondida cuatro décadas y que relata el ascenso y la caída de Raffaele Cutolo, uno de los capos más influyentes de la historia de la camorra italianaCon el estreno de esta segunda parte de La Ruta, Atresplayer da el siguiente paso en la historia que ha cautivado al público desde su primera entrega. En esta nueva temporada, la serie no solo transporta a los espectadores a esos contrastes de Ibiza, sino que lo hace a través de las décadas, eligiendo dos momentos clave en la historia reciente de la isla: los años 70 y los 90. Y una de las grandes protagonistas de este viaje en el tiempo es Irene Escolar, que interpreta a dos personajes que, a pesar de tener la misma edad, están marcados por dos épocas completamente distintas: Violeta y Olivia. De hecho, estos dos personajes que interpreta son madre e hija, ambas de 26 años, pero con experiencias y perspectivas muy diferentes.En los años 70, su personaje se adentra en el mundo de los hippies, que buscan en Ibiza un refugio para su idealismo y su lucha contra las grandes corporaciones. «Mi personaje de los 70, Violeta, es una líder dentro de lo que fue Instant City, una ciudad hinchable creada por hippies en 1971», explica Irene a ABC. Esta comunidad efímera, formada con plásticos y ventiladores, fue un experimento de utopía que duró solo un mes, pero que representó un símbolo de resistencia frente al capital y el turismo masivo que comenzaba a invadir la isla. Para Violeta, este viaje es una fuga, y es que abandonó al padre de su hija y a su propia familia nada más quedarse embarazada de Olivia, la niña con la que vive en la Instant: estaba convencida de que habrían querido que llevara una vida gris, anodina, que no estaba dispuesta a llevar.Olivia no es como su madre, o al menos eso se dice constantemente. Para ella, el retiro es algo más que una herencia, es una forma de validarse ante una madre que pasaba más tiempo tomando ácido que cuidado de ella. Intenta hacerse con un futuro mejor en medio de la desilusión y el desencanto de la sociedad post-Franco. «Es un personaje que también está buscando su lugar, pero está más marcado por el desencanto de una época que está en plena transición», comenta. La actriz destaca que uno de los grandes retos de la temporada ha sido poder interpretar a estos dos personajes «de manera coherente, ya que ambos pertenecen a la misma generación pero a mundos muy diferentes». La serie, describe la actriz, es una especie de juego de espejos, donde el peso de la familia, del legado, de las lealtades son el eje central y donde uno puede ser realmente quien quiere ser, a pesar de todo lo que va cargando o lo que arrastra, es posible.La mirada a estas dos épocas plantea una pregunta inevitable: ¿hemos romantizado el pasado? La nostalgia por los años 70 y 90 está en auge, y la serie no es ajena a este fenómeno. Irene es clara al respecto: «Creo que siempre existe ese miedo al presente, a lo que estamos viviendo. La gente tiene la necesidad de ver el pasado con los ojos de la nostalgia, de pensar que todo tiempo pasado fue mejor». Pero Irene también pone en perspectiva este fenómeno: «Es un ciclo, y a veces parece que estamos repitiendo cosas que ya ocurrieron, con lo que eso conlleva. Muchas veces son cosas que vuelven a pasar, y volvemos a pasar por ellas, y tratamos de aprender de ellas de alguna manera. Al final, cada época tiene sus propios retos y su propia carga». La actriz subraya que la serie no busca vender una versión edulcorada de la historia, sino más bien mostrar las contradicciones y complejidades de aquellos momentos.En cuanto a su propio vínculo con esas épocas, Irene admite que, aunque no vivió los años 70 ni los 90 de la manera en que lo hicieron sus personajes, sí tiene recuerdos de lo que fue esa época. «De los 90, recuerdo lo que era vivir sin móviles. Lo que era tener una conversación cara a cara, lo que era ir a la cabina de teléfono o la paz que tenías en casa sin las distracciones que hoy nos rodean». En la serie, este contraste entre el antes y el ahora se plasma a través de los personajes, que, al igual que los propios espectadores, se enfrentan a los cambios y adaptaciones de la vida moderna.A pesar de las dificultades y retos de la ficción en España, la actriz se muestra optimista sobre el futuro de este género en España. «Creo que estamos en un buen momento para la ficción. Hay series maravillosas que están arriesgando mucho y que tienen guiones realmente potentes», comenta Irene, citando ejemplos como La Ruta y otras producciones que, según ella, están marcando la diferencia. «Nos estamos enfrentando a una etapa de gran creatividad, en la que se están tocando temas muy actuales y relevantes. Los guionistas y directores están haciendo un trabajo increíble».Y en cuanto al éxito de la serie, Irene también subraya lo importante que es mantener la esencia de lo que hizo tan especial a la primera temporada. «La primera dejó el listón muy alto, yo flipé al verla. Pero la segunda tiene sus propios retos y desafíos. Más que la sensación de vértigo, el reto era plantear que es una historia distinta, aunque sí que es verdad que volví a ver la primera para entender el código, el tono y demás». La actriz también está curada en cuanto a las críticas: «Creo que es una elección leer o no leer, saber a quién escuchar y de quién recibir críticas. Aceptarlas está bien, pero es difícil, así que intento mantenerme al margen. En teatro, evito leer mucho para que no me afecte lo que ya he trabajado con el director, porque tengo que defenderlo cada noche. En audiovisual es diferente, ya que las cosas terminan cuando las has rodado y te distancias de ellas con el tiempo. Aunque puede que al final te des cuenta de que hubieras hecho algo diferente, pero todo es muy frágil. La exposición a las opiniones ajenas requiere de mucho cuidado». Ibiza no es una ciudad, son cinco. Está la Ibiza de los clubs, donde los DJs marcan la pauta de la diversión y la ostentación. La de los hippies, que se oponen al imperio hotelero, defendiendo una isla libre y contracultural, donde la revolución nunca se detiene. La de los jets privados, un refugio para ricos y famosos que buscan escapar del bullicio , pero se sumergen en una fiesta sin fin. La de los residentes de toda la vida, que viven la isla con la autenticidad de quien conoce su alma. Y la de los temporeros, que llegan cada verano en busca de trabajo, dispuestos a aportar su esfuerzo en la temporada alta. Esa es la Ibiza que no siempre vemos, pero que está ahí, o eso quiere explicar la segunda temporada de ‘La Ruta. Vol. 2 Ibiza’, la segunda parte de este éxito de Atresplayer que llega a la plataforma este domingo.Noticia Relacionada estandar No ‘El Camorrista’: la serie prohibida del creador de ‘Cinema Paradiso’ que la mafia logró silenciar Clara Molla Pagán AMC+ estrena una joya que lleva escondida cuatro décadas y que relata el ascenso y la caída de Raffaele Cutolo, uno de los capos más influyentes de la historia de la camorra italianaCon el estreno de esta segunda parte de La Ruta, Atresplayer da el siguiente paso en la historia que ha cautivado al público desde su primera entrega. En esta nueva temporada, la serie no solo transporta a los espectadores a esos contrastes de Ibiza, sino que lo hace a través de las décadas, eligiendo dos momentos clave en la historia reciente de la isla: los años 70 y los 90. Y una de las grandes protagonistas de este viaje en el tiempo es Irene Escolar, que interpreta a dos personajes que, a pesar de tener la misma edad, están marcados por dos épocas completamente distintas: Violeta y Olivia. De hecho, estos dos personajes que interpreta son madre e hija, ambas de 26 años, pero con experiencias y perspectivas muy diferentes.En los años 70, su personaje se adentra en el mundo de los hippies, que buscan en Ibiza un refugio para su idealismo y su lucha contra las grandes corporaciones. «Mi personaje de los 70, Violeta, es una líder dentro de lo que fue Instant City, una ciudad hinchable creada por hippies en 1971», explica Irene a ABC. Esta comunidad efímera, formada con plásticos y ventiladores, fue un experimento de utopía que duró solo un mes, pero que representó un símbolo de resistencia frente al capital y el turismo masivo que comenzaba a invadir la isla. Para Violeta, este viaje es una fuga, y es que abandonó al padre de su hija y a su propia familia nada más quedarse embarazada de Olivia, la niña con la que vive en la Instant: estaba convencida de que habrían querido que llevara una vida gris, anodina, que no estaba dispuesta a llevar.Olivia no es como su madre, o al menos eso se dice constantemente. Para ella, el retiro es algo más que una herencia, es una forma de validarse ante una madre que pasaba más tiempo tomando ácido que cuidado de ella. Intenta hacerse con un futuro mejor en medio de la desilusión y el desencanto de la sociedad post-Franco. «Es un personaje que también está buscando su lugar, pero está más marcado por el desencanto de una época que está en plena transición», comenta. La actriz destaca que uno de los grandes retos de la temporada ha sido poder interpretar a estos dos personajes «de manera coherente, ya que ambos pertenecen a la misma generación pero a mundos muy diferentes». La serie, describe la actriz, es una especie de juego de espejos, donde el peso de la familia, del legado, de las lealtades son el eje central y donde uno puede ser realmente quien quiere ser, a pesar de todo lo que va cargando o lo que arrastra, es posible.La mirada a estas dos épocas plantea una pregunta inevitable: ¿hemos romantizado el pasado? La nostalgia por los años 70 y 90 está en auge, y la serie no es ajena a este fenómeno. Irene es clara al respecto: «Creo que siempre existe ese miedo al presente, a lo que estamos viviendo. La gente tiene la necesidad de ver el pasado con los ojos de la nostalgia, de pensar que todo tiempo pasado fue mejor». Pero Irene también pone en perspectiva este fenómeno: «Es un ciclo, y a veces parece que estamos repitiendo cosas que ya ocurrieron, con lo que eso conlleva. Muchas veces son cosas que vuelven a pasar, y volvemos a pasar por ellas, y tratamos de aprender de ellas de alguna manera. Al final, cada época tiene sus propios retos y su propia carga». La actriz subraya que la serie no busca vender una versión edulcorada de la historia, sino más bien mostrar las contradicciones y complejidades de aquellos momentos.En cuanto a su propio vínculo con esas épocas, Irene admite que, aunque no vivió los años 70 ni los 90 de la manera en que lo hicieron sus personajes, sí tiene recuerdos de lo que fue esa época. «De los 90, recuerdo lo que era vivir sin móviles. Lo que era tener una conversación cara a cara, lo que era ir a la cabina de teléfono o la paz que tenías en casa sin las distracciones que hoy nos rodean». En la serie, este contraste entre el antes y el ahora se plasma a través de los personajes, que, al igual que los propios espectadores, se enfrentan a los cambios y adaptaciones de la vida moderna.A pesar de las dificultades y retos de la ficción en España, la actriz se muestra optimista sobre el futuro de este género en España. «Creo que estamos en un buen momento para la ficción. Hay series maravillosas que están arriesgando mucho y que tienen guiones realmente potentes», comenta Irene, citando ejemplos como La Ruta y otras producciones que, según ella, están marcando la diferencia. «Nos estamos enfrentando a una etapa de gran creatividad, en la que se están tocando temas muy actuales y relevantes. Los guionistas y directores están haciendo un trabajo increíble».Y en cuanto al éxito de la serie, Irene también subraya lo importante que es mantener la esencia de lo que hizo tan especial a la primera temporada. «La primera dejó el listón muy alto, yo flipé al verla. Pero la segunda tiene sus propios retos y desafíos. Más que la sensación de vértigo, el reto era plantear que es una historia distinta, aunque sí que es verdad que volví a ver la primera para entender el código, el tono y demás». La actriz también está curada en cuanto a las críticas: «Creo que es una elección leer o no leer, saber a quién escuchar y de quién recibir críticas. Aceptarlas está bien, pero es difícil, así que intento mantenerme al margen. En teatro, evito leer mucho para que no me afecte lo que ya he trabajado con el director, porque tengo que defenderlo cada noche. En audiovisual es diferente, ya que las cosas terminan cuando las has rodado y te distancias de ellas con el tiempo. Aunque puede que al final te des cuenta de que hubieras hecho algo diferente, pero todo es muy frágil. La exposición a las opiniones ajenas requiere de mucho cuidado».
Ibiza no es una ciudad, son cinco. Está la Ibiza de los clubs, donde los DJs marcan la pauta de la diversión y la ostentación. La de los hippies, que se oponen al imperio hotelero, defendiendo una isla libre y contracultural, donde la revolución nunca … se detiene. La de los jets privados, un refugio para ricos y famosos que buscan escapar del bullicio, pero se sumergen en una fiesta sin fin. La de los residentes de toda la vida, que viven la isla con la autenticidad de quien conoce su alma. Y la de los temporeros, que llegan cada verano en busca de trabajo, dispuestos a aportar su esfuerzo en la temporada alta. Esa es la Ibiza que no siempre vemos, pero que está ahí, o eso quiere explicar la segunda temporada de ‘La Ruta. Vol. 2 Ibiza’, la segunda parte de este éxito de Atresplayer que llega a la plataforma este domingo.
Con el estreno de esta segunda parte de La Ruta, Atresplayer da el siguiente paso en la historia que ha cautivado al público desde su primera entrega. En esta nueva temporada, la serie no solo transporta a los espectadores a esos contrastes de Ibiza, sino que lo hace a través de las décadas, eligiendo dos momentos clave en la historia reciente de la isla: los años 70 y los 90. Y una de las grandes protagonistas de este viaje en el tiempo es Irene Escolar, que interpreta a dos personajes que, a pesar de tener la misma edad, están marcados por dos épocas completamente distintas: Violeta y Olivia. De hecho, estos dos personajes que interpreta son madre e hija, ambas de 26 años, pero con experiencias y perspectivas muy diferentes.
En los años 70, su personaje se adentra en el mundo de los hippies, que buscan en Ibiza un refugio para su idealismo y su lucha contra las grandes corporaciones. «Mi personaje de los 70, Violeta, es una líder dentro de lo que fue Instant City, una ciudad hinchable creada por hippies en 1971», explica Irene a ABC. Esta comunidad efímera, formada con plásticos y ventiladores, fue un experimento de utopía que duró solo un mes, pero que representó un símbolo de resistencia frente al capital y el turismo masivo que comenzaba a invadir la isla. Para Violeta, este viaje es una fuga, y es que abandonó al padre de su hija y a su propia familia nada más quedarse embarazada de Olivia, la niña con la que vive en la Instant: estaba convencida de que habrían querido que llevara una vida gris, anodina, que no estaba dispuesta a llevar.
Olivia no es como su madre, o al menos eso se dice constantemente. Para ella, el retiro es algo más que una herencia, es una forma de validarse ante una madre que pasaba más tiempo tomando ácido que cuidado de ella. Intenta hacerse con un futuro mejor en medio de la desilusión y el desencanto de la sociedad post-Franco. «Es un personaje que también está buscando su lugar, pero está más marcado por el desencanto de una época que está en plena transición», comenta.
La actriz destaca que uno de los grandes retos de la temporada ha sido poder interpretar a estos dos personajes «de manera coherente, ya que ambos pertenecen a la misma generación pero a mundos muy diferentes». La serie, describe la actriz, es una especie de juego de espejos, donde el peso de la familia, del legado, de las lealtades son el eje central y donde uno puede ser realmente quien quiere ser, a pesar de todo lo que va cargando o lo que arrastra, es posible.
La mirada a estas dos épocas plantea una pregunta inevitable: ¿hemos romantizado el pasado? La nostalgia por los años 70 y 90 está en auge, y la serie no es ajena a este fenómeno. Irene es clara al respecto: «Creo que siempre existe ese miedo al presente, a lo que estamos viviendo. La gente tiene la necesidad de ver el pasado con los ojos de la nostalgia, de pensar que todo tiempo pasado fue mejor». Pero Irene también pone en perspectiva este fenómeno: «Es un ciclo, y a veces parece que estamos repitiendo cosas que ya ocurrieron, con lo que eso conlleva. Muchas veces son cosas que vuelven a pasar, y volvemos a pasar por ellas, y tratamos de aprender de ellas de alguna manera. Al final, cada época tiene sus propios retos y su propia carga». La actriz subraya que la serie no busca vender una versión edulcorada de la historia, sino más bien mostrar las contradicciones y complejidades de aquellos momentos.
En cuanto a su propio vínculo con esas épocas, Irene admite que, aunque no vivió los años 70 ni los 90 de la manera en que lo hicieron sus personajes, sí tiene recuerdos de lo que fue esa época. «De los 90, recuerdo lo que era vivir sin móviles. Lo que era tener una conversación cara a cara, lo que era ir a la cabina de teléfono o la paz que tenías en casa sin las distracciones que hoy nos rodean». En la serie, este contraste entre el antes y el ahora se plasma a través de los personajes, que, al igual que los propios espectadores, se enfrentan a los cambios y adaptaciones de la vida moderna.
A pesar de las dificultades y retos de la ficción en España, la actriz se muestra optimista sobre el futuro de este género en España. «Creo que estamos en un buen momento para la ficción. Hay series maravillosas que están arriesgando mucho y que tienen guiones realmente potentes», comenta Irene, citando ejemplos como La Ruta y otras producciones que, según ella, están marcando la diferencia. «Nos estamos enfrentando a una etapa de gran creatividad, en la que se están tocando temas muy actuales y relevantes. Los guionistas y directores están haciendo un trabajo increíble».
Y en cuanto al éxito de la serie, Irene también subraya lo importante que es mantener la esencia de lo que hizo tan especial a la primera temporada. «La primera dejó el listón muy alto, yo flipé al verla. Pero la segunda tiene sus propios retos y desafíos. Más que la sensación de vértigo, el reto era plantear que es una historia distinta, aunque sí que es verdad que volví a ver la primera para entender el código, el tono y demás». La actriz también está curada en cuanto a las críticas: «Creo que es una elección leer o no leer, saber a quién escuchar y de quién recibir críticas. Aceptarlas está bien, pero es difícil, así que intento mantenerme al margen. En teatro, evito leer mucho para que no me afecte lo que ya he trabajado con el director, porque tengo que defenderlo cada noche. En audiovisual es diferente, ya que las cosas terminan cuando las has rodado y te distancias de ellas con el tiempo. Aunque puede que al final te des cuenta de que hubieras hecho algo diferente, pero todo es muy frágil. La exposición a las opiniones ajenas requiere de mucho cuidado».
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