Jordan Harper (Springfield, Missouri, 1976) ha escrito para la publicidad, el periodismo, la televisión y el cine, aunque le gustaría vivir solo de la literatura (vivir bien, se entiende, con vistas al mar y el verano cerca y la piel morena). Llegó a Los Ángeles tarde, cumplidos los treinta y cinco años, pero vive la ciudad con la fe de los conversos, por eso ya todas sus historias suceden entre Hollywood y todo lo demás. Lo conoce bien. Le gusta. Le asquea. Le apasiona. Acaba de publicar ‘Silencios que matan’ (Salamandra), una novela que su editorial se ha apresurado a definir como «el ‘L.A. Confidential’ del siglo XXI». ¿Ha sido una inspiración? «Bueno, mi perro se llama Ellroy», suelta él, entre risas, antes de señalar un guion enmarcado en la pared de su casa. « James Ellroy es uno de mis referentes. De hecho, escribí el episodio piloto de la adaptación a serie de ‘L.A. Confidential’, pero el proyecto se frustró. Supongo que toda esa energía está aquí, en este libro».—La novela empieza así: «Los Ángeles está que arde. (…) Es sábado por la noche, y ve a los turistas deambular por Sunset Boulevard con los ojos inyectados en sangre por culpa de la humareda. Nunca se les pasó por la cabeza que el Sunset Strip pudiera oler a quemado». Habrá sido raro releerse estos días… —No es la primera vez que escribo sobre un incendio aquí… Fue extraño ver arder Los Ángeles, pero no sorprendente. El fuego forma parte de la vida en el sur de California. Así que ver cómo el fuego está en mis páginas y luego en las noticias me recuerda que estoy retratando la ciudad tal como es. Aquí los incendios no son un acontecimiento; son casi una rutina. —Más que una ciudad, Los Ángeles parece un mito, una idea, un escenario.—Estoy escribiendo una nueva novela, y uno de los personajes dice: «Los Ángeles es la ciudad más americana porque es América soñándose a sí misma». Y yo me tomo muy en serio mi papel dentro de ese mito, dentro de ese sueño. Escribí ‘Silencios que matan’ con la intención clara de formar parte de esa gran conversación, en especial la del noir. Creo firmemente que Los Ángeles es la capital mundial del noir. Es algo que ves en Dashiell Hammett, en Raymond Chandler, en James Ellroy. Lo ves ‘En un lugar solitario’, de Dorothy B. Hughes, también en ‘Chinatown’. Ves los coches, el dinero, la fama, el sexo y el crimen, que son los elementos míticos de este país. Y están aquí, en Los Ángeles. En el siglo XIX, el western era la forma en que el país se contaba a sí mismo su propia historia. Pero ese lugar lo ha ocupado el noir. Y estoy orgulloso de poder aportar algo a esa mitología. «Antes, el western era la forma en la que este país se contaba a sí mismo su propia historia. Ahora ese lugar lo ocupa el noir»—¿Por qué el noir cuenta tan bien la historia de Estados Unidos? —Porque cuenta muy bien cómo se vive dentro del capitalismo. El noir es la historia de hombres y mujeres que viven atrapados en un sistema frío e indiferente, y que tienen sueños y proyectos, e intentan cumplirlos. El noir es la crónica del choque entre el deseo y la realidad, que es brutal, porque el mundo que hemos construido es así. El noir siempre gira en torno a alguien que tal vez intenta ser bueno, pero que al final fracasa porque el mundo no se lo permite. —Llegó a Los Ángeles desde Nueva York para escribir cine y televisión. ¿En qué momento empezó a entender cómo funcionaba Hollywood?—Llevó quince años aquí, y me considero un angelino. Pero soy originario de los Ozarks, una zona rural y montañosa en el centro de Estados Unidos. Y sí, vine aquí desde Nueva York… Hay que aprender dos cosas cuando llegas a Los Ángeles para trabajar en la industria del entretenimiento. La primera es que Los Ángeles, y Hollywood en particular, te dicen exactamente quiénes son. Siempre le digo lo mismo a la gente: Hollywood es exactamente lo que piensas que es. El mito es real, pero la maldad que lo rodea también forma parte de ese mito. La segunda lección tarda más en aprenderse. Todos los que llegan a Hollywood creen que serán la excepción a la regla, creen que pueden vivir la parte bonita del sueño y evitar todo lo demás, pero eso nunca pasa. Siempre te mojas. Siempre acabas atrapado en el sistema de Hollywood. Yo he visto cómo se comportan las estrellas y lo que se les permite hacer. Hollywood es como un reactor nuclear muy rentable, pero que filtra residuos al agua. Y siempre hay alguien dedicado a ocultar la basura para que el dinero siga fluyendo. Ah, y hay otra cosa que aprendes aquí: el talento no es el factor más importante para el éxito. «Hollywood es como un reactor nuclear muy rentable, pero que filtra residuos al agua. Y siempre hay alguien dedicado a ocultar la basura para que el dinero siga fluyendo»—¿Y cuál es?—La ambición, estar dispuesto a hacer lo que sea necesario para conseguir el éxito. Aquí no rige la ley del talento, sino de la ambición. Esta ciudad premia la capacidad de ceder, de suavizar tus principios. Y premia lo peor, las malas conductas. Uno de los personajes de esta novela está leyendo un artículo sobre un productor de Hollywood que también es un abusador sexual. Y alguien dice de él: es un gran productor porque no conoce el significado de la palabra ‘no’. Y ahí está la clave: lo que lo convierte en un depredador es exactamente lo mismo que lo hace un productor exitoso. —¿Habla desde la experiencia? —He tenido mucha suerte en ese sentido, porque no me ha tocado lidiar con un abusador. Pero he escuchado tantas historias… Aquí nadie habla, pero todos susurran. Es así. Cuando sale un gran escándalo en las noticias, muchas veces es algo que mis amigos ya me habían contado hacía seis meses o un año. Nada de lo que cuento en este libro es exagerado. El ‘Me Too’ fue mayormente simbólico. Se sacrificaron a unas cuantas personas poderosas en el altar para proteger a las demás. La justicia es una idea bonita, pero no se reparte de manera equitativa. Tampoco el poder se reparte de manera equitativa. Ni el dinero. Y mientras todo esto siga desajustado, la justicia también lo estará. —¿No salva a nadie en Hollywood?—Siempre hay excepciones. Ahora mismo tengo el corazón roto por la muerte de David Lynch. Era mi artista favorito de Hollywood y, de alguna manera, él sí consiguió hacer casi todas sus películas con un control total y sin la interferencia de los estudios. La única película que hizo que se vio comprometida, ‘Dune’, fue una pesadilla para él. Pero ese camino que recorrió Lynch es mucho más difícil ahora debido a factores materiales como la financiación y la procedencia del dinero. Gran parte de las películas de David Lynch se financiaban con dinero europeo, un dinero que ya no llega de la misma forma…—Ha hecho guiones para ‘El mentalista’, ‘Gotham’ y ‘The Shield’, entre otras. ¿Es cierto que escribir series se parece más a escribir novelas que a escribir películas?—Hay muchas similitudes, especialmente dentro del género que yo trabajo. Me considero un escritor de ‘art pulp’, y eso significa que todo gira en torno al conflicto. Y esa es la clave de la escritura de guion en televisión, también. En el cine puedes tener un plano hermoso, puedes centrarte en la atmósfera, en el efecto que eso produce en la historia, pero en una serie de televisión, por lo general, todo se reduce a los personajes y al conflicto. He aprendido mucho de estos dos mundos. Pero estoy tratando de alejarme de la televisión. Es un proceso lento porque es de lo que he vivido hasta ahora, pero prefiero escribir películas y novelas, porque me resultan más satisfactorias artísticamente. Hubo un momento en el que la televisión era realmente interesante desde el punto de vista artístico, pero creo que ese momento ya pasó… Mis novelas funcionan bien, pero no lo suficiente como para dejar la televisión por completo. Si alguna vez lo fueran, no volvería a trabajar en televisión. —¿Qué le pasa a la televisión de hoy?—Creo que el modelo de streaming ha sido muy dañino desde el punto de vista artístico. Mucha gente coloca el inicio del streaming dentro de la última edad dorada de la televisión en la que había series como ‘Mad Men’, ‘Deadwood’ y ‘Los Soprano’, pero la verdad es que ‘Breaking Bad’, que para mí fue la última gran serie de esa época, terminó casi al mismo tiempo que Netflix empezó a ser Netflix. La revolución del streaming no fue lo que hizo grande a la televisión. Lo que la hizo grande fue la revolución del cable. Y algo que hemos perdido por completo, y que me entristece, es la televisión de calidad en abierto. En Estados Unidos, la televisión en abierto se ha vuelto increíblemente estúpida. Siempre hubo malas series en la televisión en abierto, con cortes publicitarios y sin groserías, pero también hubo una época en la que se hacían cosas increíbles como ‘Twin Peaks’ o ‘Policías de Nueva York’, entre muchas otras. Eso ha desaparecido por completo. Y la audacia que alguna vez tuvo el cable también se ha desvanecido, salvo en HBO. La mayoría de las plataformas de streaming hacen productos muy pulidos, sí, pero en el fondo son contenido desechable. Creo que el cine todavía ofrece oportunidades para trabajar de manera más independiente, sin estar tan atrapado en el sistema. «La televisión ya no es interesante. El streaming ha hecho mucho daño»—Por cierto, ¿cree en el futuro de la novela?—Creo más en su futuro a largo plazo que en su futuro inmediato, si es que eso tiene sentido. La gente lee cada vez menos, pero la novela sigue siendo una de las grandes conquistas artísticas de la humanidad, y me niego a creer que pueda ser derrotada por el streaming. El cine, que adoro, no destruyó la novela. Se sumó a ella, la complementó, pero no la mató. Tal vez el camino de la supervivencia pase por no tratar de parecerse a la televisión, sino todo lo contrario: ser más extraño, más oscuro, más feroz. Hacer todo eso que el streaming no se atreve a hacer. Y lo que la inteligencia artificial no puede hacer.—¿No teme quedarse sin trabajo por la IA?—En su forma más pura, el arte de contar historias consiste en un subconsciente hablándole a otro subconsciente. Todo lo demás, la trama, las palabras, la técnica, es solo el medio necesario para que esas dos mentes se encuentren. Y la IA no tiene subconsciente. No tiene nada real que ofrecerle al mundo en ese sentido. En lo que respecta al arte, la IA nunca nos reemplazará. Pero claro: Hollywood no está en el negocio del arte. Ya la están usando, y sí, nos va a quitar parte del trabajo. La IA es solo otra forma más en la que buscan desestabilizar a los artistas y quedarse con más dinero del que ya le estaban robando. Mi opinión sobre el futuro de la industria televisiva es bastante sombría. Va a ser cada vez más difícil ganarse la vida en este mundo. Pero insisto: mi respuesta a esto es ir más allá. Volverme más oscuro, más extraño, forzar los límites en formas que estas máquinas jamás se atreverían. Si hay gente que se conforma con la bazofia generada por IA, que la tengan. Nosotros encontraremos a los que no se conforman. Porque siempre habrá gente así. A medida que Hollywood se vuelva aún más insulso, más ridículo y más estúpido por culpa de la IA, habrá más personas que sentirán hambre. Porque estarán comiendo algo sin nutrientes. Y esas personas buscarán otra cosa. Y yo espero poder ofrecerles algo. Jordan Harper (Springfield, Missouri, 1976) ha escrito para la publicidad, el periodismo, la televisión y el cine, aunque le gustaría vivir solo de la literatura (vivir bien, se entiende, con vistas al mar y el verano cerca y la piel morena). Llegó a Los Ángeles tarde, cumplidos los treinta y cinco años, pero vive la ciudad con la fe de los conversos, por eso ya todas sus historias suceden entre Hollywood y todo lo demás. Lo conoce bien. Le gusta. Le asquea. Le apasiona. Acaba de publicar ‘Silencios que matan’ (Salamandra), una novela que su editorial se ha apresurado a definir como «el ‘L.A. Confidential’ del siglo XXI». ¿Ha sido una inspiración? «Bueno, mi perro se llama Ellroy», suelta él, entre risas, antes de señalar un guion enmarcado en la pared de su casa. « James Ellroy es uno de mis referentes. De hecho, escribí el episodio piloto de la adaptación a serie de ‘L.A. Confidential’, pero el proyecto se frustró. Supongo que toda esa energía está aquí, en este libro».—La novela empieza así: «Los Ángeles está que arde. (…) Es sábado por la noche, y ve a los turistas deambular por Sunset Boulevard con los ojos inyectados en sangre por culpa de la humareda. Nunca se les pasó por la cabeza que el Sunset Strip pudiera oler a quemado». Habrá sido raro releerse estos días… —No es la primera vez que escribo sobre un incendio aquí… Fue extraño ver arder Los Ángeles, pero no sorprendente. El fuego forma parte de la vida en el sur de California. Así que ver cómo el fuego está en mis páginas y luego en las noticias me recuerda que estoy retratando la ciudad tal como es. Aquí los incendios no son un acontecimiento; son casi una rutina. —Más que una ciudad, Los Ángeles parece un mito, una idea, un escenario.—Estoy escribiendo una nueva novela, y uno de los personajes dice: «Los Ángeles es la ciudad más americana porque es América soñándose a sí misma». Y yo me tomo muy en serio mi papel dentro de ese mito, dentro de ese sueño. Escribí ‘Silencios que matan’ con la intención clara de formar parte de esa gran conversación, en especial la del noir. Creo firmemente que Los Ángeles es la capital mundial del noir. Es algo que ves en Dashiell Hammett, en Raymond Chandler, en James Ellroy. Lo ves ‘En un lugar solitario’, de Dorothy B. Hughes, también en ‘Chinatown’. Ves los coches, el dinero, la fama, el sexo y el crimen, que son los elementos míticos de este país. Y están aquí, en Los Ángeles. En el siglo XIX, el western era la forma en que el país se contaba a sí mismo su propia historia. Pero ese lugar lo ha ocupado el noir. Y estoy orgulloso de poder aportar algo a esa mitología. «Antes, el western era la forma en la que este país se contaba a sí mismo su propia historia. Ahora ese lugar lo ocupa el noir»—¿Por qué el noir cuenta tan bien la historia de Estados Unidos? —Porque cuenta muy bien cómo se vive dentro del capitalismo. El noir es la historia de hombres y mujeres que viven atrapados en un sistema frío e indiferente, y que tienen sueños y proyectos, e intentan cumplirlos. El noir es la crónica del choque entre el deseo y la realidad, que es brutal, porque el mundo que hemos construido es así. El noir siempre gira en torno a alguien que tal vez intenta ser bueno, pero que al final fracasa porque el mundo no se lo permite. —Llegó a Los Ángeles desde Nueva York para escribir cine y televisión. ¿En qué momento empezó a entender cómo funcionaba Hollywood?—Llevó quince años aquí, y me considero un angelino. Pero soy originario de los Ozarks, una zona rural y montañosa en el centro de Estados Unidos. Y sí, vine aquí desde Nueva York… Hay que aprender dos cosas cuando llegas a Los Ángeles para trabajar en la industria del entretenimiento. La primera es que Los Ángeles, y Hollywood en particular, te dicen exactamente quiénes son. Siempre le digo lo mismo a la gente: Hollywood es exactamente lo que piensas que es. El mito es real, pero la maldad que lo rodea también forma parte de ese mito. La segunda lección tarda más en aprenderse. Todos los que llegan a Hollywood creen que serán la excepción a la regla, creen que pueden vivir la parte bonita del sueño y evitar todo lo demás, pero eso nunca pasa. Siempre te mojas. Siempre acabas atrapado en el sistema de Hollywood. Yo he visto cómo se comportan las estrellas y lo que se les permite hacer. Hollywood es como un reactor nuclear muy rentable, pero que filtra residuos al agua. Y siempre hay alguien dedicado a ocultar la basura para que el dinero siga fluyendo. Ah, y hay otra cosa que aprendes aquí: el talento no es el factor más importante para el éxito. «Hollywood es como un reactor nuclear muy rentable, pero que filtra residuos al agua. Y siempre hay alguien dedicado a ocultar la basura para que el dinero siga fluyendo»—¿Y cuál es?—La ambición, estar dispuesto a hacer lo que sea necesario para conseguir el éxito. Aquí no rige la ley del talento, sino de la ambición. Esta ciudad premia la capacidad de ceder, de suavizar tus principios. Y premia lo peor, las malas conductas. Uno de los personajes de esta novela está leyendo un artículo sobre un productor de Hollywood que también es un abusador sexual. Y alguien dice de él: es un gran productor porque no conoce el significado de la palabra ‘no’. Y ahí está la clave: lo que lo convierte en un depredador es exactamente lo mismo que lo hace un productor exitoso. —¿Habla desde la experiencia? —He tenido mucha suerte en ese sentido, porque no me ha tocado lidiar con un abusador. Pero he escuchado tantas historias… Aquí nadie habla, pero todos susurran. Es así. Cuando sale un gran escándalo en las noticias, muchas veces es algo que mis amigos ya me habían contado hacía seis meses o un año. Nada de lo que cuento en este libro es exagerado. El ‘Me Too’ fue mayormente simbólico. Se sacrificaron a unas cuantas personas poderosas en el altar para proteger a las demás. La justicia es una idea bonita, pero no se reparte de manera equitativa. Tampoco el poder se reparte de manera equitativa. Ni el dinero. Y mientras todo esto siga desajustado, la justicia también lo estará. —¿No salva a nadie en Hollywood?—Siempre hay excepciones. Ahora mismo tengo el corazón roto por la muerte de David Lynch. Era mi artista favorito de Hollywood y, de alguna manera, él sí consiguió hacer casi todas sus películas con un control total y sin la interferencia de los estudios. La única película que hizo que se vio comprometida, ‘Dune’, fue una pesadilla para él. Pero ese camino que recorrió Lynch es mucho más difícil ahora debido a factores materiales como la financiación y la procedencia del dinero. Gran parte de las películas de David Lynch se financiaban con dinero europeo, un dinero que ya no llega de la misma forma…—Ha hecho guiones para ‘El mentalista’, ‘Gotham’ y ‘The Shield’, entre otras. ¿Es cierto que escribir series se parece más a escribir novelas que a escribir películas?—Hay muchas similitudes, especialmente dentro del género que yo trabajo. Me considero un escritor de ‘art pulp’, y eso significa que todo gira en torno al conflicto. Y esa es la clave de la escritura de guion en televisión, también. En el cine puedes tener un plano hermoso, puedes centrarte en la atmósfera, en el efecto que eso produce en la historia, pero en una serie de televisión, por lo general, todo se reduce a los personajes y al conflicto. He aprendido mucho de estos dos mundos. Pero estoy tratando de alejarme de la televisión. Es un proceso lento porque es de lo que he vivido hasta ahora, pero prefiero escribir películas y novelas, porque me resultan más satisfactorias artísticamente. Hubo un momento en el que la televisión era realmente interesante desde el punto de vista artístico, pero creo que ese momento ya pasó… Mis novelas funcionan bien, pero no lo suficiente como para dejar la televisión por completo. Si alguna vez lo fueran, no volvería a trabajar en televisión. —¿Qué le pasa a la televisión de hoy?—Creo que el modelo de streaming ha sido muy dañino desde el punto de vista artístico. Mucha gente coloca el inicio del streaming dentro de la última edad dorada de la televisión en la que había series como ‘Mad Men’, ‘Deadwood’ y ‘Los Soprano’, pero la verdad es que ‘Breaking Bad’, que para mí fue la última gran serie de esa época, terminó casi al mismo tiempo que Netflix empezó a ser Netflix. La revolución del streaming no fue lo que hizo grande a la televisión. Lo que la hizo grande fue la revolución del cable. Y algo que hemos perdido por completo, y que me entristece, es la televisión de calidad en abierto. En Estados Unidos, la televisión en abierto se ha vuelto increíblemente estúpida. Siempre hubo malas series en la televisión en abierto, con cortes publicitarios y sin groserías, pero también hubo una época en la que se hacían cosas increíbles como ‘Twin Peaks’ o ‘Policías de Nueva York’, entre muchas otras. Eso ha desaparecido por completo. Y la audacia que alguna vez tuvo el cable también se ha desvanecido, salvo en HBO. La mayoría de las plataformas de streaming hacen productos muy pulidos, sí, pero en el fondo son contenido desechable. Creo que el cine todavía ofrece oportunidades para trabajar de manera más independiente, sin estar tan atrapado en el sistema. «La televisión ya no es interesante. El streaming ha hecho mucho daño»—Por cierto, ¿cree en el futuro de la novela?—Creo más en su futuro a largo plazo que en su futuro inmediato, si es que eso tiene sentido. La gente lee cada vez menos, pero la novela sigue siendo una de las grandes conquistas artísticas de la humanidad, y me niego a creer que pueda ser derrotada por el streaming. El cine, que adoro, no destruyó la novela. Se sumó a ella, la complementó, pero no la mató. Tal vez el camino de la supervivencia pase por no tratar de parecerse a la televisión, sino todo lo contrario: ser más extraño, más oscuro, más feroz. Hacer todo eso que el streaming no se atreve a hacer. Y lo que la inteligencia artificial no puede hacer.—¿No teme quedarse sin trabajo por la IA?—En su forma más pura, el arte de contar historias consiste en un subconsciente hablándole a otro subconsciente. Todo lo demás, la trama, las palabras, la técnica, es solo el medio necesario para que esas dos mentes se encuentren. Y la IA no tiene subconsciente. No tiene nada real que ofrecerle al mundo en ese sentido. En lo que respecta al arte, la IA nunca nos reemplazará. Pero claro: Hollywood no está en el negocio del arte. Ya la están usando, y sí, nos va a quitar parte del trabajo. La IA es solo otra forma más en la que buscan desestabilizar a los artistas y quedarse con más dinero del que ya le estaban robando. Mi opinión sobre el futuro de la industria televisiva es bastante sombría. Va a ser cada vez más difícil ganarse la vida en este mundo. Pero insisto: mi respuesta a esto es ir más allá. Volverme más oscuro, más extraño, forzar los límites en formas que estas máquinas jamás se atreverían. Si hay gente que se conforma con la bazofia generada por IA, que la tengan. Nosotros encontraremos a los que no se conforman. Porque siempre habrá gente así. A medida que Hollywood se vuelva aún más insulso, más ridículo y más estúpido por culpa de la IA, habrá más personas que sentirán hambre. Porque estarán comiendo algo sin nutrientes. Y esas personas buscarán otra cosa. Y yo espero poder ofrecerles algo.
Jordan Harper (Springfield, Missouri, 1976) ha escrito para la publicidad, el periodismo, la televisión y el cine, aunque le gustaría vivir solo de la literatura (vivir bien, se entiende, con vistas al mar y el verano cerca y la piel morena). Llegó a Los Ángeles … tarde, cumplidos los treinta y cinco años, pero vive la ciudad con la fe de los conversos, por eso ya todas sus historias suceden entre Hollywood y todo lo demás. Lo conoce bien. Le gusta. Le asquea. Le apasiona. Acaba de publicar ‘Silencios que matan’ (Salamandra), una novela que su editorial se ha apresurado a definir como «el ‘L.A. Confidential’ del siglo XXI». ¿Ha sido una inspiración? «Bueno, mi perro se llama Ellroy», suelta él, entre risas, antes de señalar un guion enmarcado en la pared de su casa. «James Ellroy es uno de mis referentes. De hecho, escribí el episodio piloto de la adaptación a serie de ‘L.A. Confidential’, pero el proyecto se frustró. Supongo que toda esa energía está aquí, en este libro».
—La novela empieza así: «Los Ángeles está que arde. (…) Es sábado por la noche, y ve a los turistas deambular por Sunset Boulevard con los ojos inyectados en sangre por culpa de la humareda. Nunca se les pasó por la cabeza que el Sunset Strip pudiera oler a quemado». Habrá sido raro releerse estos días…
—No es la primera vez que escribo sobre un incendio aquí… Fue extraño ver arder Los Ángeles, pero no sorprendente. El fuego forma parte de la vida en el sur de California. Así que ver cómo el fuego está en mis páginas y luego en las noticias me recuerda que estoy retratando la ciudad tal como es. Aquí los incendios no son un acontecimiento; son casi una rutina.
—Más que una ciudad, Los Ángeles parece un mito, una idea, un escenario.
—Estoy escribiendo una nueva novela, y uno de los personajes dice: «Los Ángeles es la ciudad más americana porque es América soñándose a sí misma». Y yo me tomo muy en serio mi papel dentro de ese mito, dentro de ese sueño. Escribí ‘Silencios que matan’ con la intención clara de formar parte de esa gran conversación, en especial la del noir. Creo firmemente que Los Ángeles es la capital mundial del noir. Es algo que ves en Dashiell Hammett, en Raymond Chandler, en James Ellroy. Lo ves ‘En un lugar solitario’, de Dorothy B. Hughes, también en ‘Chinatown’. Ves los coches, el dinero, la fama, el sexo y el crimen, que son los elementos míticos de este país. Y están aquí, en Los Ángeles. En el siglo XIX, el western era la forma en que el país se contaba a sí mismo su propia historia. Pero ese lugar lo ha ocupado el noir. Y estoy orgulloso de poder aportar algo a esa mitología.
«Antes, el western era la forma en la que este país se contaba a sí mismo su propia historia. Ahora ese lugar lo ocupa el noir»
—¿Por qué el noir cuenta tan bien la historia de Estados Unidos?
—Porque cuenta muy bien cómo se vive dentro del capitalismo. El noir es la historia de hombres y mujeres que viven atrapados en un sistema frío e indiferente, y que tienen sueños y proyectos, e intentan cumplirlos. El noir es la crónica del choque entre el deseo y la realidad, que es brutal, porque el mundo que hemos construido es así. El noir siempre gira en torno a alguien que tal vez intenta ser bueno, pero que al final fracasa porque el mundo no se lo permite.
—Llegó a Los Ángeles desde Nueva York para escribir cine y televisión. ¿En qué momento empezó a entender cómo funcionaba Hollywood?
—Llevó quince años aquí, y me considero un angelino. Pero soy originario de los Ozarks, una zona rural y montañosa en el centro de Estados Unidos. Y sí, vine aquí desde Nueva York… Hay que aprender dos cosas cuando llegas a Los Ángeles para trabajar en la industria del entretenimiento. La primera es que Los Ángeles, y Hollywood en particular, te dicen exactamente quiénes son. Siempre le digo lo mismo a la gente: Hollywood es exactamente lo que piensas que es. El mito es real, pero la maldad que lo rodea también forma parte de ese mito. La segunda lección tarda más en aprenderse. Todos los que llegan a Hollywood creen que serán la excepción a la regla, creen que pueden vivir la parte bonita del sueño y evitar todo lo demás, pero eso nunca pasa. Siempre te mojas. Siempre acabas atrapado en el sistema de Hollywood. Yo he visto cómo se comportan las estrellas y lo que se les permite hacer. Hollywood es como un reactor nuclear muy rentable, pero que filtra residuos al agua. Y siempre hay alguien dedicado a ocultar la basura para que el dinero siga fluyendo. Ah, y hay otra cosa que aprendes aquí: el talento no es el factor más importante para el éxito.
«Hollywood es como un reactor nuclear muy rentable, pero que filtra residuos al agua. Y siempre hay alguien dedicado a ocultar la basura para que el dinero siga fluyendo»
—¿Y cuál es?
—La ambición, estar dispuesto a hacer lo que sea necesario para conseguir el éxito. Aquí no rige la ley del talento, sino de la ambición. Esta ciudad premia la capacidad de ceder, de suavizar tus principios. Y premia lo peor, las malas conductas. Uno de los personajes de esta novela está leyendo un artículo sobre un productor de Hollywood que también es un abusador sexual. Y alguien dice de él: es un gran productor porque no conoce el significado de la palabra ‘no’. Y ahí está la clave: lo que lo convierte en un depredador es exactamente lo mismo que lo hace un productor exitoso.
—¿Habla desde la experiencia?
—He tenido mucha suerte en ese sentido, porque no me ha tocado lidiar con un abusador. Pero he escuchado tantas historias… Aquí nadie habla, pero todos susurran. Es así. Cuando sale un gran escándalo en las noticias, muchas veces es algo que mis amigos ya me habían contado hacía seis meses o un año. Nada de lo que cuento en este libro es exagerado. El ‘Me Too’ fue mayormente simbólico. Se sacrificaron a unas cuantas personas poderosas en el altar para proteger a las demás. La justicia es una idea bonita, pero no se reparte de manera equitativa. Tampoco el poder se reparte de manera equitativa. Ni el dinero. Y mientras todo esto siga desajustado, la justicia también lo estará.
—¿No salva a nadie en Hollywood?
—Siempre hay excepciones. Ahora mismo tengo el corazón roto por la muerte de David Lynch. Era mi artista favorito de Hollywood y, de alguna manera, él sí consiguió hacer casi todas sus películas con un control total y sin la interferencia de los estudios. La única película que hizo que se vio comprometida, ‘Dune’, fue una pesadilla para él. Pero ese camino que recorrió Lynch es mucho más difícil ahora debido a factores materiales como la financiación y la procedencia del dinero. Gran parte de las películas de David Lynch se financiaban con dinero europeo, un dinero que ya no llega de la misma forma…
—Ha hecho guiones para ‘El mentalista’, ‘Gotham’ y ‘The Shield’, entre otras. ¿Es cierto que escribir series se parece más a escribir novelas que a escribir películas?
—Hay muchas similitudes, especialmente dentro del género que yo trabajo. Me considero un escritor de ‘art pulp’, y eso significa que todo gira en torno al conflicto. Y esa es la clave de la escritura de guion en televisión, también. En el cine puedes tener un plano hermoso, puedes centrarte en la atmósfera, en el efecto que eso produce en la historia, pero en una serie de televisión, por lo general, todo se reduce a los personajes y al conflicto. He aprendido mucho de estos dos mundos. Pero estoy tratando de alejarme de la televisión. Es un proceso lento porque es de lo que he vivido hasta ahora, pero prefiero escribir películas y novelas, porque me resultan más satisfactorias artísticamente. Hubo un momento en el que la televisión era realmente interesante desde el punto de vista artístico, pero creo que ese momento ya pasó… Mis novelas funcionan bien, pero no lo suficiente como para dejar la televisión por completo. Si alguna vez lo fueran, no volvería a trabajar en televisión.
—¿Qué le pasa a la televisión de hoy?
—Creo que el modelo de streaming ha sido muy dañino desde el punto de vista artístico. Mucha gente coloca el inicio del streaming dentro de la última edad dorada de la televisión en la que había series como ‘Mad Men’, ‘Deadwood’ y ‘Los Soprano’, pero la verdad es que ‘Breaking Bad’, que para mí fue la última gran serie de esa época, terminó casi al mismo tiempo que Netflix empezó a ser Netflix. La revolución del streaming no fue lo que hizo grande a la televisión. Lo que la hizo grande fue la revolución del cable. Y algo que hemos perdido por completo, y que me entristece, es la televisión de calidad en abierto. En Estados Unidos, la televisión en abierto se ha vuelto increíblemente estúpida. Siempre hubo malas series en la televisión en abierto, con cortes publicitarios y sin groserías, pero también hubo una época en la que se hacían cosas increíbles como ‘Twin Peaks’ o ‘Policías de Nueva York’, entre muchas otras. Eso ha desaparecido por completo. Y la audacia que alguna vez tuvo el cable también se ha desvanecido, salvo en HBO. La mayoría de las plataformas de streaming hacen productos muy pulidos, sí, pero en el fondo son contenido desechable. Creo que el cine todavía ofrece oportunidades para trabajar de manera más independiente, sin estar tan atrapado en el sistema.
«La televisión ya no es interesante. El streaming ha hecho mucho daño»
—Por cierto, ¿cree en el futuro de la novela?
—Creo más en su futuro a largo plazo que en su futuro inmediato, si es que eso tiene sentido. La gente lee cada vez menos, pero la novela sigue siendo una de las grandes conquistas artísticas de la humanidad, y me niego a creer que pueda ser derrotada por el streaming. El cine, que adoro, no destruyó la novela. Se sumó a ella, la complementó, pero no la mató. Tal vez el camino de la supervivencia pase por no tratar de parecerse a la televisión, sino todo lo contrario: ser más extraño, más oscuro, más feroz. Hacer todo eso que el streaming no se atreve a hacer. Y lo que la inteligencia artificial no puede hacer.
—¿No teme quedarse sin trabajo por la IA?
—En su forma más pura, el arte de contar historias consiste en un subconsciente hablándole a otro subconsciente. Todo lo demás, la trama, las palabras, la técnica, es solo el medio necesario para que esas dos mentes se encuentren. Y la IA no tiene subconsciente. No tiene nada real que ofrecerle al mundo en ese sentido. En lo que respecta al arte, la IA nunca nos reemplazará. Pero claro: Hollywood no está en el negocio del arte. Ya la están usando, y sí, nos va a quitar parte del trabajo. La IA es solo otra forma más en la que buscan desestabilizar a los artistas y quedarse con más dinero del que ya le estaban robando. Mi opinión sobre el futuro de la industria televisiva es bastante sombría. Va a ser cada vez más difícil ganarse la vida en este mundo. Pero insisto: mi respuesta a esto es ir más allá. Volverme más oscuro, más extraño, forzar los límites en formas que estas máquinas jamás se atreverían. Si hay gente que se conforma con la bazofia generada por IA, que la tengan. Nosotros encontraremos a los que no se conforman. Porque siempre habrá gente así. A medida que Hollywood se vuelva aún más insulso, más ridículo y más estúpido por culpa de la IA, habrá más personas que sentirán hambre. Porque estarán comiendo algo sin nutrientes. Y esas personas buscarán otra cosa. Y yo espero poder ofrecerles algo.
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