No hay género literario que Jorge Carrión no conozca ni tema que no haya tratado. Pocas cosas le son ajenas. Rastrea y reflexiona. Cartografía hasta los espacios más pequeños de la vida cotidiana: las series de televisión, los pasajes, las librerías, las bibliotecas. Exprime los hechos, hasta arrancar todo el jugo de sentido que pueda hallar en ellos. En ocasiones, incluso, los anticipa. Tras publicar los ensayos ‘Contra Amazon’ y ‘El libro de los pasajes’, Jorge Carrión presenta una edición ampliada de su conocido volumen ‘Librerías’ , finalista del premio Anagrama de Ensayo de 2013 y una de las cartografías culturales más importantes que llega ahora de nuevo a manos de los lectores publicada por Galaxia Gutenberg, con epílogo del autor y prólogo de Roger Chartier.—¿Cuánto ha cambiado el mundo entre una edición y otra de su libro ?—En 2013, cuando se publica la primera edición de ‘Librerías’, todavía no existen dos tendencias que van a nacer justo después. Una es la de los libros sobre libros. Aunque todos seguimos la maestría de Alberto Mangel y de Roger Chartier, por eso me hace tanta ilusión que haga el prólogo, eso explota después. Y en lo que respecta a las librerías no ocurrió ese apocalipsis que nos decían que iba a ocurrir. —¿En qué sentido, exactamente?—Después de revisar qué librerías continuaban abiertas, no sólo descubrí que la mayoría siguen funcionando, menos Lagun de San Sebastián, sino que, en muchos casos, como Down Books en Inglaterra o Nollegiu, en Cataluña, tuve que añadir que hay más sucursales. La pandemia reforzó el vínculo con las librerías y las impulsó hacia el futuro.—¿Están las librerías menos expuestas a la cancelación?—En el libro dedico un capítulo a las librerías como espacio de refugio y de vindicación política. Fueron muy importantes durante el franquismo y las dictaduras argentina, uruguaya, chilena, etc. Y yo creo que ahora son espacios de libertad y también académicos. Es decir, hay lecturas que no encuentran su lugar en la universidad, por lo políticamente correcto o porque no están dentro de las tendencias de lo que se analiza en la universidad. Si antes podías aprender sociología o teoría marxista allí, ahora lo aprendes en Traficantes de Sueños. Ese tipo de librería son clásicas desde los años 70, pero se han reforzado en el siglo XXI.—¿Es usted un historiador urbano?—No es casual que después de ‘Librerías’, mi siguiente libro de no ficción ambicioso fue ‘Barcelona, el libro de los pasajes’, en la cual recorro todos los pasajes de Barcelona y en muchos de ellos hay vínculo con editoriales y con librerías. Como todos mis libros, es eminentemente urbano. Hablo mucho de Barcelona, de París, de Ciudad de México, de Buenos Aires, de Nueva York. Además, las librerías siempre fueron organizadas por gremios y por calles y por núcleos. Entre ellas no son competencia, son aliadas.—¿Prestaría su conocimiento para hacer una política seria de fomento de la lectura y las librerías?—Si alguien me pidiera un consejo, lo hago. Pero no me gusta la política. Sí que tengo una dimensión un poco más pedagógica y comunicativa, porque para mí este libro no es divulgación, es ensayo literario. He hecho una serie que se llaman ‘Book Lovers’, en Caixa+. En el caso de Madrid, justamente quise hablar de eso que tú comentas. En Madrid están Moyano, pero también las librerías más nuevas. Un buen gobierno municipal ha de intentar impulsar esa convivencia.—Sus obra de ficción y de ensayo tienen algo en común: la expedición, el viaje, el recorrido. ¿Por qué?—Empecé como escritor de viaje. Eso me condujo a dos vías. Una, a través de la ficción, que está reunido todo en ‘Las huellas’, que es el viaje llevado a la exploración del mundo contemporáneo, es decir, el cambio del siglo XX al siglo XXI en su faceta digital. Y el camino de ‘Librerías’, ‘Contra Amazon’ y ‘Barcelona, libro de los pasajes’, que supone explorar lo analógico, lo físico. Y para mí eso es el mundo de hoy: 50% virtual, tecnológico o digital. y 50% cuerpos, ciudades, espacios físicos. Mi libro ‘Membrana’ es la síntesis de los dos caminos.—El libro está en su vida desde muy pronto. Su padre trabajó para Círculo de Lectores, ¿cierto?—Mi padre trabajaba en Telefónica y como empleo extra en el Círculo de lectores. Con ‘Librerías’ me he dado cuenta de que ambas cosas están en mi vida. Están los libros y están los cables. Mi padre trabajaba arreglando teléfonos. Tengo un vínculo muy obrero y popular con los libros a través del Círculo de Lectores, y también con las comunicaciones e Internet a través del oficio de mi padre. Cuando viajamos por Tarragona, por el sur de Cataluña, me enseña los postes de teléfono que él con 20 años plantó con su cuadrilla.—Recibió el premio Zenda a la innovación. ¿Qué significa eso?—En la cultura, la innovación tiene mucho que ver con la mirada. Lo que singulariza a un escritor o a un crítico cultural es hacia dónde dirige su mirada. Cuando nadie miraba las librerías, yo las miré. En un momento en que no se consideraba que se podía hacer crítica de series de televisión, yo lo hice. Imagino que ese premio tiene que ver con eso, con el hecho de que siempre me he enfocado en parcelas de la cultura que otros no estaban atendiendo. Me ha vuelto a ocurrir con la inteligencia artificial. —¿Cómo así? Explíqueme mejor.—En el 2019, escribo ‘Membrana’ sin saber que ya había en marcha las redes generativas. Antes del Boom del Chat GPT coescribí ‘Los campos electromagnéticos’ con GPT-2 y GPT-3. O sea, que me adelanté a algo que está en el espíritu del tiempo. No es que yo sea un visionario, simplemente detecto temas fascinantes antes que otras personas. —¿Europa está, ahora sí, en fase crepuscular? —Los juegos olímpicos de París fueron muy elocuentes. Por un lado, hubo trabajo increíble de utilizar los juegos olímpicos para por ejemplo ampliar y modernizar su red de metro y dar acceso a la periferia de un modo orgánico con el centro, con estaciones y murales increíbles. Pero a la vez que hacía ese proyecto, diseñaba unas ceremonias decadentes. Europa está siempre entre esos dos polos, de algún modo hipotecada por el peso de la tradición. Pero, a la vez, las librerías de París o Barcelona son de las mejores del mundo. Hay series increíbles italianas, españolas, alemanas, nórdicas, pero claramente nos estamos quedando atrás en inteligencia artificial. Intuyo que ese será un factor que no solo va a marcar la economía y la industria, va a marcar también la cultura, las industrias culturales.—El español está perdiendo relevancia intelectual y cultural, ¿por qué?—El español tiene el gran problema de que somos muchos países, no nos ponemos de acuerdo y los centros que deberían aglutinar e impulsar, como la Real Academia o el Cervantes dependen de España, y España finalmente es una ex potencia colonial y tiene una relación problemática con los países de América Latina, de modo que es muy complejo. Desde el premio Nobel a Vargas Llosa, otros escritores podían haberlo ganado. No ha ocurrido, también, por una cuestión de la Academia Sueca, que sigue siendo excesivamente francófila y anglófila. No creo que sea un síntoma de que algo va mal a nivel de calidad, pero está claro que le iría mejor a la cultura española si hubiera un plan coordinado conjunto entre todos los países que lo hablan y constituyen su cultura. No hay género literario que Jorge Carrión no conozca ni tema que no haya tratado. Pocas cosas le son ajenas. Rastrea y reflexiona. Cartografía hasta los espacios más pequeños de la vida cotidiana: las series de televisión, los pasajes, las librerías, las bibliotecas. Exprime los hechos, hasta arrancar todo el jugo de sentido que pueda hallar en ellos. En ocasiones, incluso, los anticipa. Tras publicar los ensayos ‘Contra Amazon’ y ‘El libro de los pasajes’, Jorge Carrión presenta una edición ampliada de su conocido volumen ‘Librerías’ , finalista del premio Anagrama de Ensayo de 2013 y una de las cartografías culturales más importantes que llega ahora de nuevo a manos de los lectores publicada por Galaxia Gutenberg, con epílogo del autor y prólogo de Roger Chartier.—¿Cuánto ha cambiado el mundo entre una edición y otra de su libro ?—En 2013, cuando se publica la primera edición de ‘Librerías’, todavía no existen dos tendencias que van a nacer justo después. Una es la de los libros sobre libros. Aunque todos seguimos la maestría de Alberto Mangel y de Roger Chartier, por eso me hace tanta ilusión que haga el prólogo, eso explota después. Y en lo que respecta a las librerías no ocurrió ese apocalipsis que nos decían que iba a ocurrir. —¿En qué sentido, exactamente?—Después de revisar qué librerías continuaban abiertas, no sólo descubrí que la mayoría siguen funcionando, menos Lagun de San Sebastián, sino que, en muchos casos, como Down Books en Inglaterra o Nollegiu, en Cataluña, tuve que añadir que hay más sucursales. La pandemia reforzó el vínculo con las librerías y las impulsó hacia el futuro.—¿Están las librerías menos expuestas a la cancelación?—En el libro dedico un capítulo a las librerías como espacio de refugio y de vindicación política. Fueron muy importantes durante el franquismo y las dictaduras argentina, uruguaya, chilena, etc. Y yo creo que ahora son espacios de libertad y también académicos. Es decir, hay lecturas que no encuentran su lugar en la universidad, por lo políticamente correcto o porque no están dentro de las tendencias de lo que se analiza en la universidad. Si antes podías aprender sociología o teoría marxista allí, ahora lo aprendes en Traficantes de Sueños. Ese tipo de librería son clásicas desde los años 70, pero se han reforzado en el siglo XXI.—¿Es usted un historiador urbano?—No es casual que después de ‘Librerías’, mi siguiente libro de no ficción ambicioso fue ‘Barcelona, el libro de los pasajes’, en la cual recorro todos los pasajes de Barcelona y en muchos de ellos hay vínculo con editoriales y con librerías. Como todos mis libros, es eminentemente urbano. Hablo mucho de Barcelona, de París, de Ciudad de México, de Buenos Aires, de Nueva York. Además, las librerías siempre fueron organizadas por gremios y por calles y por núcleos. Entre ellas no son competencia, son aliadas.—¿Prestaría su conocimiento para hacer una política seria de fomento de la lectura y las librerías?—Si alguien me pidiera un consejo, lo hago. Pero no me gusta la política. Sí que tengo una dimensión un poco más pedagógica y comunicativa, porque para mí este libro no es divulgación, es ensayo literario. He hecho una serie que se llaman ‘Book Lovers’, en Caixa+. En el caso de Madrid, justamente quise hablar de eso que tú comentas. En Madrid están Moyano, pero también las librerías más nuevas. Un buen gobierno municipal ha de intentar impulsar esa convivencia.—Sus obra de ficción y de ensayo tienen algo en común: la expedición, el viaje, el recorrido. ¿Por qué?—Empecé como escritor de viaje. Eso me condujo a dos vías. Una, a través de la ficción, que está reunido todo en ‘Las huellas’, que es el viaje llevado a la exploración del mundo contemporáneo, es decir, el cambio del siglo XX al siglo XXI en su faceta digital. Y el camino de ‘Librerías’, ‘Contra Amazon’ y ‘Barcelona, libro de los pasajes’, que supone explorar lo analógico, lo físico. Y para mí eso es el mundo de hoy: 50% virtual, tecnológico o digital. y 50% cuerpos, ciudades, espacios físicos. Mi libro ‘Membrana’ es la síntesis de los dos caminos.—El libro está en su vida desde muy pronto. Su padre trabajó para Círculo de Lectores, ¿cierto?—Mi padre trabajaba en Telefónica y como empleo extra en el Círculo de lectores. Con ‘Librerías’ me he dado cuenta de que ambas cosas están en mi vida. Están los libros y están los cables. Mi padre trabajaba arreglando teléfonos. Tengo un vínculo muy obrero y popular con los libros a través del Círculo de Lectores, y también con las comunicaciones e Internet a través del oficio de mi padre. Cuando viajamos por Tarragona, por el sur de Cataluña, me enseña los postes de teléfono que él con 20 años plantó con su cuadrilla.—Recibió el premio Zenda a la innovación. ¿Qué significa eso?—En la cultura, la innovación tiene mucho que ver con la mirada. Lo que singulariza a un escritor o a un crítico cultural es hacia dónde dirige su mirada. Cuando nadie miraba las librerías, yo las miré. En un momento en que no se consideraba que se podía hacer crítica de series de televisión, yo lo hice. Imagino que ese premio tiene que ver con eso, con el hecho de que siempre me he enfocado en parcelas de la cultura que otros no estaban atendiendo. Me ha vuelto a ocurrir con la inteligencia artificial. —¿Cómo así? Explíqueme mejor.—En el 2019, escribo ‘Membrana’ sin saber que ya había en marcha las redes generativas. Antes del Boom del Chat GPT coescribí ‘Los campos electromagnéticos’ con GPT-2 y GPT-3. O sea, que me adelanté a algo que está en el espíritu del tiempo. No es que yo sea un visionario, simplemente detecto temas fascinantes antes que otras personas. —¿Europa está, ahora sí, en fase crepuscular? —Los juegos olímpicos de París fueron muy elocuentes. Por un lado, hubo trabajo increíble de utilizar los juegos olímpicos para por ejemplo ampliar y modernizar su red de metro y dar acceso a la periferia de un modo orgánico con el centro, con estaciones y murales increíbles. Pero a la vez que hacía ese proyecto, diseñaba unas ceremonias decadentes. Europa está siempre entre esos dos polos, de algún modo hipotecada por el peso de la tradición. Pero, a la vez, las librerías de París o Barcelona son de las mejores del mundo. Hay series increíbles italianas, españolas, alemanas, nórdicas, pero claramente nos estamos quedando atrás en inteligencia artificial. Intuyo que ese será un factor que no solo va a marcar la economía y la industria, va a marcar también la cultura, las industrias culturales.—El español está perdiendo relevancia intelectual y cultural, ¿por qué?—El español tiene el gran problema de que somos muchos países, no nos ponemos de acuerdo y los centros que deberían aglutinar e impulsar, como la Real Academia o el Cervantes dependen de España, y España finalmente es una ex potencia colonial y tiene una relación problemática con los países de América Latina, de modo que es muy complejo. Desde el premio Nobel a Vargas Llosa, otros escritores podían haberlo ganado. No ha ocurrido, también, por una cuestión de la Academia Sueca, que sigue siendo excesivamente francófila y anglófila. No creo que sea un síntoma de que algo va mal a nivel de calidad, pero está claro que le iría mejor a la cultura española si hubiera un plan coordinado conjunto entre todos los países que lo hablan y constituyen su cultura.
No hay género literario que Jorge Carrión no conozca ni tema que no haya tratado. Pocas cosas le son ajenas. Rastrea y reflexiona. Cartografía hasta los espacios más pequeños de la vida cotidiana: las series de televisión, los pasajes, las librerías, las bibliotecas. Exprime … los hechos, hasta arrancar todo el jugo de sentido que pueda hallar en ellos. En ocasiones, incluso, los anticipa.
Tras publicar los ensayos ‘Contra Amazon’ y ‘El libro de los pasajes’, Jorge Carrión presenta una edición ampliada de su conocido volumen ‘Librerías’, finalista del premio Anagrama de Ensayo de 2013 y una de las cartografías culturales más importantes que llega ahora de nuevo a manos de los lectores publicada por Galaxia Gutenberg, con epílogo del autor y prólogo de Roger Chartier.
—¿Cuánto ha cambiado el mundo entre una edición y otra de su libro ?
—En 2013, cuando se publica la primera edición de ‘Librerías’, todavía no existen dos tendencias que van a nacer justo después. Una es la de los libros sobre libros. Aunque todos seguimos la maestría de Alberto Mangel y de Roger Chartier, por eso me hace tanta ilusión que haga el prólogo, eso explota después. Y en lo que respecta a las librerías no ocurrió ese apocalipsis que nos decían que iba a ocurrir.
—¿En qué sentido, exactamente?
—Después de revisar qué librerías continuaban abiertas, no sólo descubrí que la mayoría siguen funcionando, menos Lagun de San Sebastián, sino que, en muchos casos, como Down Books en Inglaterra o Nollegiu, en Cataluña, tuve que añadir que hay más sucursales. La pandemia reforzó el vínculo con las librerías y las impulsó hacia el futuro.
—¿Están las librerías menos expuestas a la cancelación?
—En el libro dedico un capítulo a las librerías como espacio de refugio y de vindicación política. Fueron muy importantes durante el franquismo y las dictaduras argentina, uruguaya, chilena, etc. Y yo creo que ahora son espacios de libertad y también académicos. Es decir, hay lecturas que no encuentran su lugar en la universidad, por lo políticamente correcto o porque no están dentro de las tendencias de lo que se analiza en la universidad. Si antes podías aprender sociología o teoría marxista allí, ahora lo aprendes en Traficantes de Sueños. Ese tipo de librería son clásicas desde los años 70, pero se han reforzado en el siglo XXI.
—¿Es usted un historiador urbano?
—No es casual que después de ‘Librerías’, mi siguiente libro de no ficción ambicioso fue ‘Barcelona, el libro de los pasajes’, en la cual recorro todos los pasajes de Barcelona y en muchos de ellos hay vínculo con editoriales y con librerías. Como todos mis libros, es eminentemente urbano. Hablo mucho de Barcelona, de París, de Ciudad de México, de Buenos Aires, de Nueva York. Además, las librerías siempre fueron organizadas por gremios y por calles y por núcleos. Entre ellas no son competencia, son aliadas.
—¿Prestaría su conocimiento para hacer una política seria de fomento de la lectura y las librerías?
—Si alguien me pidiera un consejo, lo hago. Pero no me gusta la política. Sí que tengo una dimensión un poco más pedagógica y comunicativa, porque para mí este libro no es divulgación, es ensayo literario. He hecho una serie que se llaman ‘Book Lovers’, en Caixa+. En el caso de Madrid, justamente quise hablar de eso que tú comentas. En Madrid están Moyano, pero también las librerías más nuevas. Un buen gobierno municipal ha de intentar impulsar esa convivencia.
—Sus obra de ficción y de ensayo tienen algo en común: la expedición, el viaje, el recorrido. ¿Por qué?
—Empecé como escritor de viaje. Eso me condujo a dos vías. Una, a través de la ficción, que está reunido todo en ‘Las huellas’, que es el viaje llevado a la exploración del mundo contemporáneo, es decir, el cambio del siglo XX al siglo XXI en su faceta digital. Y el camino de ‘Librerías’, ‘Contra Amazon’ y ‘Barcelona, libro de los pasajes’, que supone explorar lo analógico, lo físico. Y para mí eso es el mundo de hoy: 50% virtual, tecnológico o digital. y 50% cuerpos, ciudades, espacios físicos. Mi libro ‘Membrana’ es la síntesis de los dos caminos.
—El libro está en su vida desde muy pronto. Su padre trabajó para Círculo de Lectores, ¿cierto?
—Mi padre trabajaba en Telefónica y como empleo extra en el Círculo de lectores. Con ‘Librerías’ me he dado cuenta de que ambas cosas están en mi vida. Están los libros y están los cables. Mi padre trabajaba arreglando teléfonos. Tengo un vínculo muy obrero y popular con los libros a través del Círculo de Lectores, y también con las comunicaciones e Internet a través del oficio de mi padre. Cuando viajamos por Tarragona, por el sur de Cataluña, me enseña los postes de teléfono que él con 20 años plantó con su cuadrilla.
—Recibió el premio Zenda a la innovación. ¿Qué significa eso?
—En la cultura, la innovación tiene mucho que ver con la mirada. Lo que singulariza a un escritor o a un crítico cultural es hacia dónde dirige su mirada. Cuando nadie miraba las librerías, yo las miré. En un momento en que no se consideraba que se podía hacer crítica de series de televisión, yo lo hice. Imagino que ese premio tiene que ver con eso, con el hecho de que siempre me he enfocado en parcelas de la cultura que otros no estaban atendiendo. Me ha vuelto a ocurrir con la inteligencia artificial.
—¿Cómo así? Explíqueme mejor.
—En el 2019, escribo ‘Membrana’ sin saber que ya había en marcha las redes generativas. Antes del Boom del Chat GPT coescribí ‘Los campos electromagnéticos’ con GPT-2 y GPT-3. O sea, que me adelanté a algo que está en el espíritu del tiempo. No es que yo sea un visionario, simplemente detecto temas fascinantes antes que otras personas.
—¿Europa está, ahora sí, en fase crepuscular?
—Los juegos olímpicos de París fueron muy elocuentes. Por un lado, hubo trabajo increíble de utilizar los juegos olímpicos para por ejemplo ampliar y modernizar su red de metro y dar acceso a la periferia de un modo orgánico con el centro, con estaciones y murales increíbles. Pero a la vez que hacía ese proyecto, diseñaba unas ceremonias decadentes. Europa está siempre entre esos dos polos, de algún modo hipotecada por el peso de la tradición. Pero, a la vez, las librerías de París o Barcelona son de las mejores del mundo. Hay series increíbles italianas, españolas, alemanas, nórdicas, pero claramente nos estamos quedando atrás en inteligencia artificial. Intuyo que ese será un factor que no solo va a marcar la economía y la industria, va a marcar también la cultura, las industrias culturales.
—El español está perdiendo relevancia intelectual y cultural, ¿por qué?
—El español tiene el gran problema de que somos muchos países, no nos ponemos de acuerdo y los centros que deberían aglutinar e impulsar, como la Real Academia o el Cervantes dependen de España, y España finalmente es una ex potencia colonial y tiene una relación problemática con los países de América Latina, de modo que es muy complejo. Desde el premio Nobel a Vargas Llosa, otros escritores podían haberlo ganado. No ha ocurrido, también, por una cuestión de la Academia Sueca, que sigue siendo excesivamente francófila y anglófila. No creo que sea un síntoma de que algo va mal a nivel de calidad, pero está claro que le iría mejor a la cultura española si hubiera un plan coordinado conjunto entre todos los países que lo hablan y constituyen su cultura.
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