A Jorge Fernández Díaz (Buenos Aires, 1960) la noticia del Cavia le pilla en Buenos Aires, de camino a la universidad para dar una charla sobre periodismo: esta entrevista le sirve como calentamiento. El también escritor y premio Nadal ha sido distinguido ahora por su artículo ‘ Bienvenidos al populismo de derecha ‘, publicado en ‘La Nación’ el 14 de abril de 2024, que es también la fecha del inicio de su enfrentamiento con Javier Milei. —¿Qué pasó con este artículo?—Que Milei se enojó muchísimo [y ríe].—¿Por qué? —Milei llegó a la presidencia envuelto en la idea de que él es un liberal libertario. Es un exotismo increíble argentino, un presidente libertario, un presidente anarcocapitalista. Pero bueno, el caso es que yo había estudiado la obra de Murray Rothbard, que es un economista libertario muy minoritario, muy de secta ideológica, pero que es el gran gurú teórico de Milei. Y descubrí que Milei había leído su libro central, su libro económico, pero no había leído un manifiesto político donde Murray Rothbard pedía que la derecha se convirtiera en populista. Decía que la única manera de ganar –estaba hablando de la década del 90 del siglo pasado, en Estados Unidos– era ser un populista de derecha. Arrasar contra los liberales normales, que eran cobardes, que eran tibios. Arrasar con el centro, arrasar incluso con la derecha republicana. Y ponía como ejemplo a Joseph McCarthy, el padre del macartismo… Milei dijo que yo había traducido mal a Rothbard, dijo que yo era un imbécil, que decía estupideces. Ahí comenzó un largo enojo, me aludió directamente de forma despectiva y dura todo el año pasado. Pero este año ha sido de récord: me atacó de manera directa cinco veces en quince días. También es cierto que atacó a todo el periodismo. Y con un ensañamiento particular con el periodismo que no era de izquierda. Como si el gran obstáculo del populismo de derecha fueran los liberales. —El populismo siempre necesita un enemigo, ¿no? —Y en Argentina el enemigo central es el populismo de izquierda. Pero para Milei los grandes obstáculos finalmente terminan siendo los liberales centristas. Que no son ni populistas de izquierda ni de derecha. —Y que son una minoría, ¿no? —Como representación política, sí. Aquí se juega al todo o nada: o populista de izquierda o populista de derecha. Pero hay mucha gente en el medio que no está de acuerdo. Me refiero a ciudadanos de a pie. Yo no aspiro a tener una representación política. Yo hablo por mí, por muchísimos ciudadanos argentinos que quieren lo que nunca han podido tener, que es una democracia próspera y normal. Como decimos nosotros: un país normal. Nunca hemos podido. El peronismo ha construido un país anormal y a esa anomalía se le presenta ahora una anomalía del sentido contrario. Para salir de ahí había que salir sin duda de ese modelo del peronismo, pero este se pasa tres pueblos y una gasolinera, como dicen los españoles. —Es paradójico que quienes han llegado al poder denunciando la dictadura woke y defendiendo la libertad de expresión toleren tan poco las opiniones contrarias…—En la Argentina el populismo de derecha ha estudiado mucho a Gramsci. Son muy admiradores de cómo el populismo de izquierdas logró tener éxito. Se da la paradoja de que hay que copiar al enemigo para vencer al enemigo. Pero mientras copias al enemigo te convertís en el enemigo. Porque el que se come un caníbal es caníbal también. —¿Cómo se vive siendo señalado? ¿Se ha sentido protegido por su periódico de los ataques del presidente?—Sí, me han defendido mucho en ‘La Nación’. Por supuesto, el diario entero ha sido víctima también de estos ataques. De hecho, intentaron hacer una demanda judicial a Carlos Pagni, uno de nuestros principales columnistas. Y atacaron a otros articulistas importantes… Por ahora son ataques retóricos, pero hay que tener en cuenta que cuando un presidente señala a una persona con nombre y apellido, y tiene detrás un grupo de fanáticos, está marcándolo. Si un presidente te nombra como uno de los grandes problemas del país, a lo mejor vas a tomar una cerveza y dos loquitos, dos lobos solitarios, se levantan y te quieren dar una paliza. Ya pasó un episodio con un periodista kirchnerista, Roberto Navarro, al que señalaron y al que dos fanáticos lo increparon: uno lo insultaba y el otro le pegó, y Navarro acabó en el hospital. El camino del señalamiento es un camino de violencia. Y de irresponsabilidad. —¿Ha tenido miedo? —Miedo no he tenido nunca. De lo que tengo miedo es de una deriva autoritaria. Ningún gobierno se abuena en el ejercicio del poder, más bien todo lo contrario: se va radicalizando en el ejercicio del poder. Y este lleva quince meses, quince meses donde bajó la inflación, quince meses donde hizo cosas positivas, pero quince meses donde está siguiendo un modelo bolsonarista, trumpista, que sueña un poco con Orban, y eso no es una democracia liberal. —¿Y cuál es el modelo de Milei? —Lo que estaba definiendo Murray Rothbard, precisamente, y que hoy conocemos como la nueva derecha, que es una agrupación extrema donde hay un culto al líder, una política divisionista de buenos y malos, un permanente hostigamiento a la prensa y un descreimiento de los límites republicanos y del respeto institucional… Eso y el cesarismo. Les encanta el imperio romano [y vuelve a reír]. —Cuando un presidente señala a un periodista está demostrando que el periodismo aún importa. —Ellos tienen la teoría, y lo dicen públicamente, de que el periodismo es un oficio en extinción. Pero a la vez se dedican a atacarlo como si fuera el gran enemigo del pueblo y del Estado, lo cual es una contradicción. Esta es la evidencia más grande de que el periodismo es importantísimo, de que es muy relevante. La autoestima periodística, siempre acechada por el pluriempleo, por los problemas económicos, no debería conectar con psicópatas que le dicen que se acabó el oficio o que son más importantes los ‘youtubers’. ‘Youtubers’, por cierto, en muchos casos pagados por estos gobiernos para hacer guerra y hostigamiento y bullying permanente al periodismo. Yo creo que los periodistas son muy importantes, aunque tengo muchos cargos contra los periodistas, porque la profesión está llena de canallas. Pero también hay gente honrada, gente impresionante. Y la que molesta es esa. Los canallas no molestan al poder.—Lleva casi medio siglo entre la literatura y el periodismo.—He hecho las dos cosas al mismo tiempo, muchas veces me han tiraneado de un lado y del otro. Pero España me ha brindado la alegría increíble de darme el premio Nadal en enero y el Cavia ahora: estoy muy agradecido. Uno siempre sueña con esta clase de premios míticos, pero bueno, es solo un sueño… Lo que pasa es que hoy ese sueño se volvió realidad. El Cavia un premio hermoso, y me genera una gran responsabilidad de seguir por este camino. —¿Cuál es su camino?—Durante más de veinte años estuve luchando contra el populismo de izquierda en Argentina. Luchando, tratando de que no se convirtiera en un régimen de partido único, y que esa fábrica de mentiras que era el kirchnerismo no se quedara con todo. Fracasé, evidentemente, pero me he mantenido siempre en una actitud de ser un demócrata republicano, una especie de liberal de izquierda. Mantengo esa idea de la independencia del poder, de tratar de defender la democracia occidental en un momento donde no está de moda y está acechada por los extremos. —Y no se plantea dejar el oficio, ¿no? —Lo dejaría únicamente para escribir novelas, pero creo que no puedo dejarlo, ya no. He sido reportero muchos años, he sido jefe de investigaciones, he dirigido revistas y fundado diarios, he hecho todo en este oficio muy querido. Y cada vez que atacan a un periodista, sobre todo a la infantería, porque no atacan solo a estas estrellas, sino a infantería, a los que están ahí con las fuentes, metidos en Casa Rosada, trabajando… cuando atacan a uno de ellos, yo siento que están atacando a alguien de mi familia. Porque yo crecí en el periodismo. —¿Qué recuerda de sus inicios?—Yo soy de la vieja escuela. Cuando yo entré nadie firmaba notas. Nadie firmaba nada. Y las redacciones eran una escuela de la vida. Yo hacía el cadáver cada día, porque era reportero de sucesos. Y volvía de la morgue con el fotógrafo y almorzábamos, y entonces el fotógrafo me contaba la ‘Divina comedia’. Esa era la vieja escuela donde yo aprendí de la vida, del periodismo, de todo: todo junto, todo en una vieja redacción. Noticia Relacionada estandar No Bienvenidos al populismo de derecha, por Jorge Fernández Díaz Reproducimos el artículo que ha sido distinguido con el premio Cavia, publicado en ‘La nación’ el 14 de abril de 2024—¿Qué le va a decir ahora a los alumnos de la facultad sobre el periodismo? —Les voy a contar esto. Les voy a contar que el periodismo vale la pena, que no es lo que dicen los políticos que es. Yo no soy pesimista. Yo creo que hay más periodistas hoy que hace cuarenta años. O sea, hay más gente viviendo del periodismo hoy que hace cuarenta años. Yo hago radio. ¿Cuántas veces dijeron que la radio moría? Y hoy hace radio casi cualquiera. Por supuesto, cambiaron los formatos, el modo de escuchar cambió. Bueno, también cambiará el periodismo escrito y seguirá cambiando: no pasa nada. He vivido todas estas décadas escuchando que la novela estaba acabada, que se acababa ya la novela. Y no se ha acabado. No se acaba nada. Se acabó Kodak en papel, eso sí. Pero lo demás no se acabó. A Jorge Fernández Díaz (Buenos Aires, 1960) la noticia del Cavia le pilla en Buenos Aires, de camino a la universidad para dar una charla sobre periodismo: esta entrevista le sirve como calentamiento. El también escritor y premio Nadal ha sido distinguido ahora por su artículo ‘ Bienvenidos al populismo de derecha ‘, publicado en ‘La Nación’ el 14 de abril de 2024, que es también la fecha del inicio de su enfrentamiento con Javier Milei. —¿Qué pasó con este artículo?—Que Milei se enojó muchísimo [y ríe].—¿Por qué? —Milei llegó a la presidencia envuelto en la idea de que él es un liberal libertario. Es un exotismo increíble argentino, un presidente libertario, un presidente anarcocapitalista. Pero bueno, el caso es que yo había estudiado la obra de Murray Rothbard, que es un economista libertario muy minoritario, muy de secta ideológica, pero que es el gran gurú teórico de Milei. Y descubrí que Milei había leído su libro central, su libro económico, pero no había leído un manifiesto político donde Murray Rothbard pedía que la derecha se convirtiera en populista. Decía que la única manera de ganar –estaba hablando de la década del 90 del siglo pasado, en Estados Unidos– era ser un populista de derecha. Arrasar contra los liberales normales, que eran cobardes, que eran tibios. Arrasar con el centro, arrasar incluso con la derecha republicana. Y ponía como ejemplo a Joseph McCarthy, el padre del macartismo… Milei dijo que yo había traducido mal a Rothbard, dijo que yo era un imbécil, que decía estupideces. Ahí comenzó un largo enojo, me aludió directamente de forma despectiva y dura todo el año pasado. Pero este año ha sido de récord: me atacó de manera directa cinco veces en quince días. También es cierto que atacó a todo el periodismo. Y con un ensañamiento particular con el periodismo que no era de izquierda. Como si el gran obstáculo del populismo de derecha fueran los liberales. —El populismo siempre necesita un enemigo, ¿no? —Y en Argentina el enemigo central es el populismo de izquierda. Pero para Milei los grandes obstáculos finalmente terminan siendo los liberales centristas. Que no son ni populistas de izquierda ni de derecha. —Y que son una minoría, ¿no? —Como representación política, sí. Aquí se juega al todo o nada: o populista de izquierda o populista de derecha. Pero hay mucha gente en el medio que no está de acuerdo. Me refiero a ciudadanos de a pie. Yo no aspiro a tener una representación política. Yo hablo por mí, por muchísimos ciudadanos argentinos que quieren lo que nunca han podido tener, que es una democracia próspera y normal. Como decimos nosotros: un país normal. Nunca hemos podido. El peronismo ha construido un país anormal y a esa anomalía se le presenta ahora una anomalía del sentido contrario. Para salir de ahí había que salir sin duda de ese modelo del peronismo, pero este se pasa tres pueblos y una gasolinera, como dicen los españoles. —Es paradójico que quienes han llegado al poder denunciando la dictadura woke y defendiendo la libertad de expresión toleren tan poco las opiniones contrarias…—En la Argentina el populismo de derecha ha estudiado mucho a Gramsci. Son muy admiradores de cómo el populismo de izquierdas logró tener éxito. Se da la paradoja de que hay que copiar al enemigo para vencer al enemigo. Pero mientras copias al enemigo te convertís en el enemigo. Porque el que se come un caníbal es caníbal también. —¿Cómo se vive siendo señalado? ¿Se ha sentido protegido por su periódico de los ataques del presidente?—Sí, me han defendido mucho en ‘La Nación’. Por supuesto, el diario entero ha sido víctima también de estos ataques. De hecho, intentaron hacer una demanda judicial a Carlos Pagni, uno de nuestros principales columnistas. Y atacaron a otros articulistas importantes… Por ahora son ataques retóricos, pero hay que tener en cuenta que cuando un presidente señala a una persona con nombre y apellido, y tiene detrás un grupo de fanáticos, está marcándolo. Si un presidente te nombra como uno de los grandes problemas del país, a lo mejor vas a tomar una cerveza y dos loquitos, dos lobos solitarios, se levantan y te quieren dar una paliza. Ya pasó un episodio con un periodista kirchnerista, Roberto Navarro, al que señalaron y al que dos fanáticos lo increparon: uno lo insultaba y el otro le pegó, y Navarro acabó en el hospital. El camino del señalamiento es un camino de violencia. Y de irresponsabilidad. —¿Ha tenido miedo? —Miedo no he tenido nunca. De lo que tengo miedo es de una deriva autoritaria. Ningún gobierno se abuena en el ejercicio del poder, más bien todo lo contrario: se va radicalizando en el ejercicio del poder. Y este lleva quince meses, quince meses donde bajó la inflación, quince meses donde hizo cosas positivas, pero quince meses donde está siguiendo un modelo bolsonarista, trumpista, que sueña un poco con Orban, y eso no es una democracia liberal. —¿Y cuál es el modelo de Milei? —Lo que estaba definiendo Murray Rothbard, precisamente, y que hoy conocemos como la nueva derecha, que es una agrupación extrema donde hay un culto al líder, una política divisionista de buenos y malos, un permanente hostigamiento a la prensa y un descreimiento de los límites republicanos y del respeto institucional… Eso y el cesarismo. Les encanta el imperio romano [y vuelve a reír]. —Cuando un presidente señala a un periodista está demostrando que el periodismo aún importa. —Ellos tienen la teoría, y lo dicen públicamente, de que el periodismo es un oficio en extinción. Pero a la vez se dedican a atacarlo como si fuera el gran enemigo del pueblo y del Estado, lo cual es una contradicción. Esta es la evidencia más grande de que el periodismo es importantísimo, de que es muy relevante. La autoestima periodística, siempre acechada por el pluriempleo, por los problemas económicos, no debería conectar con psicópatas que le dicen que se acabó el oficio o que son más importantes los ‘youtubers’. ‘Youtubers’, por cierto, en muchos casos pagados por estos gobiernos para hacer guerra y hostigamiento y bullying permanente al periodismo. Yo creo que los periodistas son muy importantes, aunque tengo muchos cargos contra los periodistas, porque la profesión está llena de canallas. Pero también hay gente honrada, gente impresionante. Y la que molesta es esa. Los canallas no molestan al poder.—Lleva casi medio siglo entre la literatura y el periodismo.—He hecho las dos cosas al mismo tiempo, muchas veces me han tiraneado de un lado y del otro. Pero España me ha brindado la alegría increíble de darme el premio Nadal en enero y el Cavia ahora: estoy muy agradecido. Uno siempre sueña con esta clase de premios míticos, pero bueno, es solo un sueño… Lo que pasa es que hoy ese sueño se volvió realidad. El Cavia un premio hermoso, y me genera una gran responsabilidad de seguir por este camino. —¿Cuál es su camino?—Durante más de veinte años estuve luchando contra el populismo de izquierda en Argentina. Luchando, tratando de que no se convirtiera en un régimen de partido único, y que esa fábrica de mentiras que era el kirchnerismo no se quedara con todo. Fracasé, evidentemente, pero me he mantenido siempre en una actitud de ser un demócrata republicano, una especie de liberal de izquierda. Mantengo esa idea de la independencia del poder, de tratar de defender la democracia occidental en un momento donde no está de moda y está acechada por los extremos. —Y no se plantea dejar el oficio, ¿no? —Lo dejaría únicamente para escribir novelas, pero creo que no puedo dejarlo, ya no. He sido reportero muchos años, he sido jefe de investigaciones, he dirigido revistas y fundado diarios, he hecho todo en este oficio muy querido. Y cada vez que atacan a un periodista, sobre todo a la infantería, porque no atacan solo a estas estrellas, sino a infantería, a los que están ahí con las fuentes, metidos en Casa Rosada, trabajando… cuando atacan a uno de ellos, yo siento que están atacando a alguien de mi familia. Porque yo crecí en el periodismo. —¿Qué recuerda de sus inicios?—Yo soy de la vieja escuela. Cuando yo entré nadie firmaba notas. Nadie firmaba nada. Y las redacciones eran una escuela de la vida. Yo hacía el cadáver cada día, porque era reportero de sucesos. Y volvía de la morgue con el fotógrafo y almorzábamos, y entonces el fotógrafo me contaba la ‘Divina comedia’. Esa era la vieja escuela donde yo aprendí de la vida, del periodismo, de todo: todo junto, todo en una vieja redacción. Noticia Relacionada estandar No Bienvenidos al populismo de derecha, por Jorge Fernández Díaz Reproducimos el artículo que ha sido distinguido con el premio Cavia, publicado en ‘La nación’ el 14 de abril de 2024—¿Qué le va a decir ahora a los alumnos de la facultad sobre el periodismo? —Les voy a contar esto. Les voy a contar que el periodismo vale la pena, que no es lo que dicen los políticos que es. Yo no soy pesimista. Yo creo que hay más periodistas hoy que hace cuarenta años. O sea, hay más gente viviendo del periodismo hoy que hace cuarenta años. Yo hago radio. ¿Cuántas veces dijeron que la radio moría? Y hoy hace radio casi cualquiera. Por supuesto, cambiaron los formatos, el modo de escuchar cambió. Bueno, también cambiará el periodismo escrito y seguirá cambiando: no pasa nada. He vivido todas estas décadas escuchando que la novela estaba acabada, que se acababa ya la novela. Y no se ha acabado. No se acaba nada. Se acabó Kodak en papel, eso sí. Pero lo demás no se acabó.
A Jorge Fernández Díaz (Buenos Aires, 1960) la noticia del Cavia le pilla en Buenos Aires, de camino a la universidad para dar una charla sobre periodismo: esta entrevista le sirve como calentamiento. El también escritor y premio Nadal ha sido distinguido ahora por su artículo ‘Bienvenidos al populismo de derecha‘, publicado en ‘La Nación’ el 14 de abril de 2024, que es también la fecha del inicio de su enfrentamiento con Javier Milei.
—¿Qué pasó con este artículo?
—Que Milei se enojó muchísimo [y ríe].
—¿Por qué?
—Milei llegó a la presidencia envuelto en la idea de que él es un liberal libertario. Es un exotismo increíble argentino, un presidente libertario, un presidente anarcocapitalista. Pero bueno, el caso es que yo había estudiado la obra de Murray Rothbard, que es un economista libertario muy minoritario, muy de secta ideológica, pero que es el gran gurú teórico de Milei. Y descubrí que Milei había leído su libro central, su libro económico, pero no había leído un manifiesto político donde Murray Rothbard pedía que la derecha se convirtiera en populista. Decía que la única manera de ganar –estaba hablando de la década del 90 del siglo pasado, en Estados Unidos– era ser un populista de derecha. Arrasar contra los liberales normales, que eran cobardes, que eran tibios. Arrasar con el centro, arrasar incluso con la derecha republicana. Y ponía como ejemplo a Joseph McCarthy, el padre del macartismo… Milei dijo que yo había traducido mal a Rothbard, dijo que yo era un imbécil, que decía estupideces. Ahí comenzó un largo enojo, me aludió directamente de forma despectiva y dura todo el año pasado. Pero este año ha sido de récord: me atacó de manera directa cinco veces en quince días. También es cierto que atacó a todo el periodismo. Y con un ensañamiento particular con el periodismo que no era de izquierda. Como si el gran obstáculo del populismo de derecha fueran los liberales.
—El populismo siempre necesita un enemigo, ¿no?
—Y en Argentina el enemigo central es el populismo de izquierda. Pero para Milei los grandes obstáculos finalmente terminan siendo los liberales centristas. Que no son ni populistas de izquierda ni de derecha.
—Y que son una minoría, ¿no?
—Como representación política, sí. Aquí se juega al todo o nada: o populista de izquierda o populista de derecha. Pero hay mucha gente en el medio que no está de acuerdo. Me refiero a ciudadanos de a pie. Yo no aspiro a tener una representación política. Yo hablo por mí, por muchísimos ciudadanos argentinos que quieren lo que nunca han podido tener, que es una democracia próspera y normal. Como decimos nosotros: un país normal. Nunca hemos podido. El peronismo ha construido un país anormal y a esa anomalía se le presenta ahora una anomalía del sentido contrario. Para salir de ahí había que salir sin duda de ese modelo del peronismo, pero este se pasa tres pueblos y una gasolinera, como dicen los españoles.
—Es paradójico que quienes han llegado al poder denunciando la dictadura woke y defendiendo la libertad de expresión toleren tan poco las opiniones contrarias…
—En la Argentina el populismo de derecha ha estudiado mucho a Gramsci. Son muy admiradores de cómo el populismo de izquierdas logró tener éxito. Se da la paradoja de que hay que copiar al enemigo para vencer al enemigo. Pero mientras copias al enemigo te convertís en el enemigo. Porque el que se come un caníbal es caníbal también.
—¿Cómo se vive siendo señalado? ¿Se ha sentido protegido por su periódico de los ataques del presidente?
—Sí, me han defendido mucho en ‘La Nación’. Por supuesto, el diario entero ha sido víctima también de estos ataques. De hecho, intentaron hacer una demanda judicial a Carlos Pagni, uno de nuestros principales columnistas. Y atacaron a otros articulistas importantes… Por ahora son ataques retóricos, pero hay que tener en cuenta que cuando un presidente señala a una persona con nombre y apellido, y tiene detrás un grupo de fanáticos, está marcándolo. Si un presidente te nombra como uno de los grandes problemas del país, a lo mejor vas a tomar una cerveza y dos loquitos, dos lobos solitarios, se levantan y te quieren dar una paliza. Ya pasó un episodio con un periodista kirchnerista, Roberto Navarro, al que señalaron y al que dos fanáticos lo increparon: uno lo insultaba y el otro le pegó, y Navarro acabó en el hospital. El camino del señalamiento es un camino de violencia. Y de irresponsabilidad.
—¿Ha tenido miedo?
—Miedo no he tenido nunca. De lo que tengo miedo es de una deriva autoritaria. Ningún gobierno se abuena en el ejercicio del poder, más bien todo lo contrario: se va radicalizando en el ejercicio del poder. Y este lleva quince meses, quince meses donde bajó la inflación, quince meses donde hizo cosas positivas, pero quince meses donde está siguiendo un modelo bolsonarista, trumpista, que sueña un poco con Orban, y eso no es una democracia liberal.
—¿Y cuál es el modelo de Milei?
—Lo que estaba definiendo Murray Rothbard, precisamente, y que hoy conocemos como la nueva derecha, que es una agrupación extrema donde hay un culto al líder, una política divisionista de buenos y malos, un permanente hostigamiento a la prensa y un descreimiento de los límites republicanos y del respeto institucional… Eso y el cesarismo. Les encanta el imperio romano [y vuelve a reír].
—Cuando un presidente señala a un periodista está demostrando que el periodismo aún importa.
—Ellos tienen la teoría, y lo dicen públicamente, de que el periodismo es un oficio en extinción. Pero a la vez se dedican a atacarlo como si fuera el gran enemigo del pueblo y del Estado, lo cual es una contradicción. Esta es la evidencia más grande de que el periodismo es importantísimo, de que es muy relevante. La autoestima periodística, siempre acechada por el pluriempleo, por los problemas económicos, no debería conectar con psicópatas que le dicen que se acabó el oficio o que son más importantes los ‘youtubers’. ‘Youtubers’, por cierto, en muchos casos pagados por estos gobiernos para hacer guerra y hostigamiento y bullying permanente al periodismo. Yo creo que los periodistas son muy importantes, aunque tengo muchos cargos contra los periodistas, porque la profesión está llena de canallas. Pero también hay gente honrada, gente impresionante. Y la que molesta es esa. Los canallas no molestan al poder.
—Lleva casi medio siglo entre la literatura y el periodismo.
—He hecho las dos cosas al mismo tiempo, muchas veces me han tiraneado de un lado y del otro. Pero España me ha brindado la alegría increíble de darme el premio Nadal en enero y el Cavia ahora: estoy muy agradecido. Uno siempre sueña con esta clase de premios míticos, pero bueno, es solo un sueño… Lo que pasa es que hoy ese sueño se volvió realidad. El Cavia un premio hermoso, y me genera una gran responsabilidad de seguir por este camino.
—¿Cuál es su camino?
—Durante más de veinte años estuve luchando contra el populismo de izquierda en Argentina. Luchando, tratando de que no se convirtiera en un régimen de partido único, y que esa fábrica de mentiras que era el kirchnerismo no se quedara con todo. Fracasé, evidentemente, pero me he mantenido siempre en una actitud de ser un demócrata republicano, una especie de liberal de izquierda. Mantengo esa idea de la independencia del poder, de tratar de defender la democracia occidental en un momento donde no está de moda y está acechada por los extremos.
—Y no se plantea dejar el oficio, ¿no?
—Lo dejaría únicamente para escribir novelas, pero creo que no puedo dejarlo, ya no. He sido reportero muchos años, he sido jefe de investigaciones, he dirigido revistas y fundado diarios, he hecho todo en este oficio muy querido. Y cada vez que atacan a un periodista, sobre todo a la infantería, porque no atacan solo a estas estrellas, sino a infantería, a los que están ahí con las fuentes, metidos en Casa Rosada, trabajando… cuando atacan a uno de ellos, yo siento que están atacando a alguien de mi familia. Porque yo crecí en el periodismo.
—¿Qué recuerda de sus inicios?
—Yo soy de la vieja escuela. Cuando yo entré nadie firmaba notas. Nadie firmaba nada. Y las redacciones eran una escuela de la vida. Yo hacía el cadáver cada día, porque era reportero de sucesos. Y volvía de la morgue con el fotógrafo y almorzábamos, y entonces el fotógrafo me contaba la ‘Divina comedia’. Esa era la vieja escuela donde yo aprendí de la vida, del periodismo, de todo: todo junto, todo en una vieja redacción.
—¿Qué le va a decir ahora a los alumnos de la facultad sobre el periodismo?
—Les voy a contar esto. Les voy a contar que el periodismo vale la pena, que no es lo que dicen los políticos que es. Yo no soy pesimista. Yo creo que hay más periodistas hoy que hace cuarenta años. O sea, hay más gente viviendo del periodismo hoy que hace cuarenta años. Yo hago radio. ¿Cuántas veces dijeron que la radio moría? Y hoy hace radio casi cualquiera. Por supuesto, cambiaron los formatos, el modo de escuchar cambió. Bueno, también cambiará el periodismo escrito y seguirá cambiando: no pasa nada. He vivido todas estas décadas escuchando que la novela estaba acabada, que se acababa ya la novela. Y no se ha acabado. No se acaba nada. Se acabó Kodak en papel, eso sí. Pero lo demás no se acabó.
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