Crítica de teatro ‘Juana la Loca’ Texto, dramaturgia y dirección Pepe Cibrián Vestuario Alfredo Miranda Coordinación artística Juani Ge Intérprete Nicolás Pérez Costa Lugar Teatros Luchana, Madrid 4El mito de Juana La Loca no deja de estar entre nosotros. Desde hace ya algún tiempo, en una sala de los Teatros Luchana, Nicolás Pérez Costa hace de ese mito algo vivo, emocionante y verdadero, pura pasión. Habla del amor abriendo las entrañas del amor, habla de los celos y de las traiciones, de las intrigas y de los desafíos retratando una vida para la que la locura solo es una prueba de lucidez sentimental. En una hora de alta densidad interpretativa, Pérez Costa se pone a prueba a sí mismo como actor: no solo encarna la personalidad al límite de Juana La Loca, sino toda una galaxia de personajes, en los que se desdobla, que le sirven para dibujar los contornos de esta tragedia tan íntima como familiar o histórica.Desde esa celda de Tordesillas donde está encerrada por decisión de su padre el Rey Fernando El Católico y de su hijo el Emperador Carlos V , esta Reina que nunca reinó nos somete a un vértigo de conciencia sin que haya en ella otro estímulo que ese último testimonio de su dolor. El dolor de haber amado y de seguir amando cuando todo le ha vuelto la espalda, cuando ya la vida está a punto de decirle adiós. Recrea su biografía: su infancia, las preguntas adolescentes de quién será su marido, el matrimonio por conveniencia de Estado que a la postre se convertirá en un arrebato de pasión, la visión de Flandes y de Castilla y, sobre todo, el sexo, un sexo tan omnipresente, tan obsesivo que, en algunos momentos, se desactiva a sí mismo y hace perder fuerza a una obra que intenta transmitirnos el valor, el coraje de una mujer convertida aquí en emblema. Todo sucede desde esa túnica roja que se desborda por todo el espacio escénico y desde la que Pérez Costa nos da una lección de teatro hecho vida. Los espectadores se lo agradecen con esa fidelidad que dura ya años, porque a veces en una sala minúscula encuentran que la tantas veces recreada Juana La Loca todavía tiene algo que decirles y que un solo actor es capaz de poner en pie ese mundo de frenesí , esa alma que arrojaron entre todos al abismo. Crítica de teatro ‘Juana la Loca’ Texto, dramaturgia y dirección Pepe Cibrián Vestuario Alfredo Miranda Coordinación artística Juani Ge Intérprete Nicolás Pérez Costa Lugar Teatros Luchana, Madrid 4El mito de Juana La Loca no deja de estar entre nosotros. Desde hace ya algún tiempo, en una sala de los Teatros Luchana, Nicolás Pérez Costa hace de ese mito algo vivo, emocionante y verdadero, pura pasión. Habla del amor abriendo las entrañas del amor, habla de los celos y de las traiciones, de las intrigas y de los desafíos retratando una vida para la que la locura solo es una prueba de lucidez sentimental. En una hora de alta densidad interpretativa, Pérez Costa se pone a prueba a sí mismo como actor: no solo encarna la personalidad al límite de Juana La Loca, sino toda una galaxia de personajes, en los que se desdobla, que le sirven para dibujar los contornos de esta tragedia tan íntima como familiar o histórica.Desde esa celda de Tordesillas donde está encerrada por decisión de su padre el Rey Fernando El Católico y de su hijo el Emperador Carlos V , esta Reina que nunca reinó nos somete a un vértigo de conciencia sin que haya en ella otro estímulo que ese último testimonio de su dolor. El dolor de haber amado y de seguir amando cuando todo le ha vuelto la espalda, cuando ya la vida está a punto de decirle adiós. Recrea su biografía: su infancia, las preguntas adolescentes de quién será su marido, el matrimonio por conveniencia de Estado que a la postre se convertirá en un arrebato de pasión, la visión de Flandes y de Castilla y, sobre todo, el sexo, un sexo tan omnipresente, tan obsesivo que, en algunos momentos, se desactiva a sí mismo y hace perder fuerza a una obra que intenta transmitirnos el valor, el coraje de una mujer convertida aquí en emblema. Todo sucede desde esa túnica roja que se desborda por todo el espacio escénico y desde la que Pérez Costa nos da una lección de teatro hecho vida. Los espectadores se lo agradecen con esa fidelidad que dura ya años, porque a veces en una sala minúscula encuentran que la tantas veces recreada Juana La Loca todavía tiene algo que decirles y que un solo actor es capaz de poner en pie ese mundo de frenesí , esa alma que arrojaron entre todos al abismo.
Crítica de teatro
En una hora de alta densidad interpretativa, Pérez Costa se pone a prueba a sí mismo como actor
-
Texto, dramaturgia y dirección
Pepe Cibrián -
Vestuario
Alfredo Miranda -
Coordinación artística
Juani Ge -
Intérprete
Nicolás Pérez Costa -
Lugar
Teatros Luchana, Madrid
El mito de Juana La Loca no deja de estar entre nosotros. Desde hace ya algún tiempo, en una sala de los Teatros Luchana, Nicolás Pérez Costa hace de ese mito algo vivo, emocionante y verdadero, pura pasión. Habla del amor abriendo las entrañas del amor, habla de los celos y de las traiciones, de las intrigas y de los desafíos retratando una vida para la que la locura solo es una prueba de lucidez sentimental. En una hora de alta densidad interpretativa, Pérez Costa se pone a prueba a sí mismo como actor: no solo encarna la personalidad al límite de Juana La Loca, sino toda una galaxia de personajes, en los que se desdobla, que le sirven para dibujar los contornos de esta tragedia tan íntima como familiar o histórica.
Desde esa celda de Tordesillas donde está encerrada por decisión de su padre el Rey Fernando El Católico y de su hijo el Emperador Carlos V, esta Reina que nunca reinó nos somete a un vértigo de conciencia sin que haya en ella otro estímulo que ese último testimonio de su dolor. El dolor de haber amado y de seguir amando cuando todo le ha vuelto la espalda, cuando ya la vida está a punto de decirle adiós. Recrea su biografía: su infancia, las preguntas adolescentes de quién será su marido, el matrimonio por conveniencia de Estado que a la postre se convertirá en un arrebato de pasión, la visión de Flandes y de Castilla y, sobre todo, el sexo, un sexo tan omnipresente, tan obsesivo que, en algunos momentos, se desactiva a sí mismo y hace perder fuerza a una obra que intenta transmitirnos el valor, el coraje de una mujer convertida aquí en emblema.
Todo sucede desde esa túnica roja que se desborda por todo el espacio escénico y desde la que Pérez Costa nos da una lección de teatro hecho vida. Los espectadores se lo agradecen con esa fidelidad que dura ya años, porque a veces en una sala minúscula encuentran que la tantas veces recreada Juana La Loca todavía tiene algo que decirles y que un solo actor es capaz de poner en pie ese mundo de frenesí , esa alma que arrojaron entre todos al abismo.
RSS de noticias de cultura