Tiene treintaiún años, es padre de una criatura y está tieso como una regla. Llegó dispuesto a morir y salió sobre los hombros de la gloria del toreo. Ya lo dijo su paisano Quintero «Cuando uno está dispuesto a perderlo todo, empieza a estar en condiciones de ganarlo todo». Y la Maestranza salió rendida ante su verdad, que se nutre de valor, temple y entrega con dimensiones superlativas. Lloraba como un niño este hombre cuando llegó a las tablas después de pasear las dos orejas de Hojalatero , el toro de la justicia divina, el e xtraordinario animal de El Parralejo con el que se rubricó la tercera Puerta del Príncipe consecutiva de esta ganadería en su plaza de la Maestranza, primera de una Feria de Abril que alumbrará a David de Miranda como su gran triunfador . El convidado de piedra que vino a destaparse en el duelo a cara de perro –ustedes me entienden– entre Roca Rey y Cayetano Rivera . Vino Hojalatero con la gloria sobre las ofensivas puntas de sus pitones. El toro de más cuajo y seriedad de la corrida. Que se arrancó como un tren bala japonés ante los sobrecogedores estatuarios del torero de Trigueros. Sin fijar su atención en la muleta, miraba a sus zapatillas y sólo hacía por levantar los brazos cuando tenía a este Hojalatero a escasos centímetros. La plaza con el corazón en un puño. Como Tejera, que arregló su desastrosa tarde tocándole al escalofriante valor de David de Miranda. Que se fue a los medios para no mover sus zapatillas en toda la faena . Lo acariciaba y gozaba a partes iguales. Con media muleta , sin exagerar el trazo, codilleando y girando sutilmente con el compás muy cerrado. Se volcó la Maestranza en la que posiblemente sea la mejor arrucina que se recuerde: sin desplazar al animal, redondeándolo en un inexplicable cambio de mano final del que sólo pudo salir airoso gracias a su valor sereno y a la entrega y nobleza de un toro de bandera . Una catarata de bravura, estilo y ritmo sostenido que redimían al Parralejo y le concederán, si no se tuercen las cosas, el premio al mejor toro de la Feria de Abri l. Lentísimos fueron también los naturales de Miranda, que no conoce la mentira ni la trampa : todo suavidad en su manera de acariciar y compromiso en su modo de ceñir. Color sangre de toro terminó su blanco y plata cuando definitivamente se fue detrás de la espada en una manera de hacer la suerte que ya dice el valor del magnífico torero de Huelva.Le habían pedido también las dos orejas de su primero, aunque hoy conviene resaltar el papel de José Luque Teruel , equilibrado y justo presidente en ambas decisiones. Si fue un deleite su obra al espléndido Hojalatero, la de Inspirado, el coqueto tercero, fue la que verdaderamente le valió la Puerta del Príncipe. Por lo centrado, confiado y acertado que había que estar con el toro para pescar ese entregado final . Que fue el galardón con el que el toro reconoció la completísima lidia . Desde la refrigerante brega de Cándido Ruiz , que lo hizo galopar y no le apretó en ningún capotazo, hasta el pulso de cirujano de un David de Miranda que venía a demostrar que lo del pasado año con Tabarro o en su encerrona en Colombinas no fueron casualidad. Ordenó y potenció a este enclasado Inspirado al que gracias a su entrega, abstracción mental y mágico temple llevó hasta ese emocionante final. Arrancó la música a tocar cuando muchos ya le pedían que fuera a por la espada . Parecía venido abajo un toro que pronto cantó su alegría y estilo, aunque cogido con alfileres. Unos alfileres que sostuvieron las sedosas muñecas del de Trigueros. No desistió en su querer, íntegramente colocado, para ir penduleando su muleta por delante y por detrás hasta recuperar el celo del animal. Que llegó a cámara lenta, muy despacitos sus muletazos. Como su estocada final, a cámara lenta y llena de verdad. Fue la primera de sus tres orejas, la llave de la gloria final. A calzón quitado vino Roca Rey a cerrar su Feria de Abril. Si lo que quería demostrar era su poder absoluto para llenar él solo una plaza, lo consiguió. Si lo que quería era llevarse toda la taquilla por lo que genera, lo consiguió. Pero si de verdad quería lucirse como gran figura del toreo, fracasó. Porque no todo es llenar las plazas y cortar las orejas –que no tuvo opciones esta vez–. A Sevilla se debe venir con más categorí a . No insistimos ya más en aquello de Daniel Luque, pero usar a Cayetano como telonero con la excusa de su despedida en una plaza en la que no tiene trayectoria raya en lo indecente…Pasó Roca el quinario con una alhaja llamada Gabacho, posiblemente el más violento, incierto y, por lo tanto, difícil de toda la feria. Sonaba el primer aviso justo cuando este quinto de El Parralejo lo desarmaba para quedarse con la pañosa sobre su lomo. Una imagen de impotencia la de Roca Rey, que no supo cómo meterle mano. Muy poco le duró el flojo segundo. Con el mismo oficio con el que se presentó hace veinte años en la Maestranza se despidió Cayetano. Tejera mandó a tocar Juncal tras el brindis y Kiko Rivera salió emocionado del burladero para recostarse sobre las tablas. Espero amanecer mañana y descubrir que esta pesadilla no fue real. Castigó demasiado a ambos toros en el caballo y no supo cómo sostenerlos para tirar de ellos. Discreta despedida. Respiran aliviados toreros y aficionados sabiendo que a partir de la próxima temporada habrá un hueco libre.FERIA DE ABRIL Plaza de Toros de Sevilla. Sábado 11 de mayo de 2025. Decimoquinta del abono. Cartel de ‘no hay billetes’. Dos horas y treinta minutos de festejo. Presidió José Luque Teruel. Se lidiaron toros de El Parralejo, de dispar presentación y juego, destacando el sublime sexto. 1º, con poca fuerza y muy castigado en varas; 2º, agarrado al piso y desfondado; 3º, con alegría, estilo y agradecido fondo; 4º, con clase aunque sin empuje; 5º, incierto y agresivo; 6º, extraordinario de emoción, ritmo sostenido y clase. Cayetano Rivera Ordóñez, de púrpura y plata. Estocada (silencio); estocada y descabello (ovación de despedida). Roca Rey, de verde pistacho y oro. Estocada (silencio); aviso antes de pinchazo y delantera (silencio). David de Miranda, de blanco y plata. Estocada (oreja con petición de la segunda); estocada casi entera (dos orejas).. Tiene treintaiún años, es padre de una criatura y está tieso como una regla. Llegó dispuesto a morir y salió sobre los hombros de la gloria del toreo. Ya lo dijo su paisano Quintero «Cuando uno está dispuesto a perderlo todo, empieza a estar en condiciones de ganarlo todo». Y la Maestranza salió rendida ante su verdad, que se nutre de valor, temple y entrega con dimensiones superlativas. Lloraba como un niño este hombre cuando llegó a las tablas después de pasear las dos orejas de Hojalatero , el toro de la justicia divina, el e xtraordinario animal de El Parralejo con el que se rubricó la tercera Puerta del Príncipe consecutiva de esta ganadería en su plaza de la Maestranza, primera de una Feria de Abril que alumbrará a David de Miranda como su gran triunfador . El convidado de piedra que vino a destaparse en el duelo a cara de perro –ustedes me entienden– entre Roca Rey y Cayetano Rivera . Vino Hojalatero con la gloria sobre las ofensivas puntas de sus pitones. El toro de más cuajo y seriedad de la corrida. Que se arrancó como un tren bala japonés ante los sobrecogedores estatuarios del torero de Trigueros. Sin fijar su atención en la muleta, miraba a sus zapatillas y sólo hacía por levantar los brazos cuando tenía a este Hojalatero a escasos centímetros. La plaza con el corazón en un puño. Como Tejera, que arregló su desastrosa tarde tocándole al escalofriante valor de David de Miranda. Que se fue a los medios para no mover sus zapatillas en toda la faena . Lo acariciaba y gozaba a partes iguales. Con media muleta , sin exagerar el trazo, codilleando y girando sutilmente con el compás muy cerrado. Se volcó la Maestranza en la que posiblemente sea la mejor arrucina que se recuerde: sin desplazar al animal, redondeándolo en un inexplicable cambio de mano final del que sólo pudo salir airoso gracias a su valor sereno y a la entrega y nobleza de un toro de bandera . Una catarata de bravura, estilo y ritmo sostenido que redimían al Parralejo y le concederán, si no se tuercen las cosas, el premio al mejor toro de la Feria de Abri l. Lentísimos fueron también los naturales de Miranda, que no conoce la mentira ni la trampa : todo suavidad en su manera de acariciar y compromiso en su modo de ceñir. Color sangre de toro terminó su blanco y plata cuando definitivamente se fue detrás de la espada en una manera de hacer la suerte que ya dice el valor del magnífico torero de Huelva.Le habían pedido también las dos orejas de su primero, aunque hoy conviene resaltar el papel de José Luque Teruel , equilibrado y justo presidente en ambas decisiones. Si fue un deleite su obra al espléndido Hojalatero, la de Inspirado, el coqueto tercero, fue la que verdaderamente le valió la Puerta del Príncipe. Por lo centrado, confiado y acertado que había que estar con el toro para pescar ese entregado final . Que fue el galardón con el que el toro reconoció la completísima lidia . Desde la refrigerante brega de Cándido Ruiz , que lo hizo galopar y no le apretó en ningún capotazo, hasta el pulso de cirujano de un David de Miranda que venía a demostrar que lo del pasado año con Tabarro o en su encerrona en Colombinas no fueron casualidad. Ordenó y potenció a este enclasado Inspirado al que gracias a su entrega, abstracción mental y mágico temple llevó hasta ese emocionante final. Arrancó la música a tocar cuando muchos ya le pedían que fuera a por la espada . Parecía venido abajo un toro que pronto cantó su alegría y estilo, aunque cogido con alfileres. Unos alfileres que sostuvieron las sedosas muñecas del de Trigueros. No desistió en su querer, íntegramente colocado, para ir penduleando su muleta por delante y por detrás hasta recuperar el celo del animal. Que llegó a cámara lenta, muy despacitos sus muletazos. Como su estocada final, a cámara lenta y llena de verdad. Fue la primera de sus tres orejas, la llave de la gloria final. A calzón quitado vino Roca Rey a cerrar su Feria de Abril. Si lo que quería demostrar era su poder absoluto para llenar él solo una plaza, lo consiguió. Si lo que quería era llevarse toda la taquilla por lo que genera, lo consiguió. Pero si de verdad quería lucirse como gran figura del toreo, fracasó. Porque no todo es llenar las plazas y cortar las orejas –que no tuvo opciones esta vez–. A Sevilla se debe venir con más categorí a . No insistimos ya más en aquello de Daniel Luque, pero usar a Cayetano como telonero con la excusa de su despedida en una plaza en la que no tiene trayectoria raya en lo indecente…Pasó Roca el quinario con una alhaja llamada Gabacho, posiblemente el más violento, incierto y, por lo tanto, difícil de toda la feria. Sonaba el primer aviso justo cuando este quinto de El Parralejo lo desarmaba para quedarse con la pañosa sobre su lomo. Una imagen de impotencia la de Roca Rey, que no supo cómo meterle mano. Muy poco le duró el flojo segundo. Con el mismo oficio con el que se presentó hace veinte años en la Maestranza se despidió Cayetano. Tejera mandó a tocar Juncal tras el brindis y Kiko Rivera salió emocionado del burladero para recostarse sobre las tablas. Espero amanecer mañana y descubrir que esta pesadilla no fue real. Castigó demasiado a ambos toros en el caballo y no supo cómo sostenerlos para tirar de ellos. Discreta despedida. Respiran aliviados toreros y aficionados sabiendo que a partir de la próxima temporada habrá un hueco libre.FERIA DE ABRIL Plaza de Toros de Sevilla. Sábado 11 de mayo de 2025. Decimoquinta del abono. Cartel de ‘no hay billetes’. Dos horas y treinta minutos de festejo. Presidió José Luque Teruel. Se lidiaron toros de El Parralejo, de dispar presentación y juego, destacando el sublime sexto. 1º, con poca fuerza y muy castigado en varas; 2º, agarrado al piso y desfondado; 3º, con alegría, estilo y agradecido fondo; 4º, con clase aunque sin empuje; 5º, incierto y agresivo; 6º, extraordinario de emoción, ritmo sostenido y clase. Cayetano Rivera Ordóñez, de púrpura y plata. Estocada (silencio); estocada y descabello (ovación de despedida). Roca Rey, de verde pistacho y oro. Estocada (silencio); aviso antes de pinchazo y delantera (silencio). David de Miranda, de blanco y plata. Estocada (oreja con petición de la segunda); estocada casi entera (dos orejas)..
Tiene treintaiún años, es padre de una criatura y está tieso como una regla. Llegó dispuesto a morir y salió sobre los hombros de la gloria del toreo. Ya lo dijo su paisano Quintero «Cuando uno está dispuesto a perderlo todo, empieza a estar … en condiciones de ganarlo todo». Y la Maestranza salió rendida ante su verdad, que se nutre de valor, temple y entrega con dimensiones superlativas. Lloraba como un niño este hombre cuando llegó a las tablas después de pasear las dos orejas de Hojalatero, el toro de la justicia divina, el extraordinario animal de El Parralejo con el que se rubricó la tercera Puerta del Príncipe consecutiva de esta ganadería en su plaza de la Maestranza, primera de una Feria de Abril que alumbrará a David de Miranda como su gran triunfador. El convidado de piedra que vino a destaparse en el duelo a cara de perro –ustedes me entienden– entre Roca Rey y Cayetano Rivera.
Vino Hojalatero con la gloria sobre las ofensivas puntas de sus pitones. El toro de más cuajo y seriedad de la corrida. Que se arrancó como un tren bala japonés ante los sobrecogedores estatuarios del torero de Trigueros. Sin fijar su atención en la muleta, miraba a sus zapatillas y sólo hacía por levantar los brazos cuando tenía a este Hojalatero a escasos centímetros. La plaza con el corazón en un puño. Como Tejera, que arregló su desastrosa tarde tocándole al escalofriante valor de David de Miranda. Que se fue a los medios para no mover sus zapatillas en toda la faena. Lo acariciaba y gozaba a partes iguales. Con media muleta, sin exagerar el trazo, codilleando y girando sutilmente con el compás muy cerrado.
Se volcó la Maestranza en la que posiblemente sea la mejor arrucina que se recuerde: sin desplazar al animal, redondeándolo en un inexplicable cambio de mano final del que sólo pudo salir airoso gracias a su valor sereno y a la entrega y nobleza de un toro de bandera. Una catarata de bravura, estilo y ritmo sostenido que redimían al Parralejo y le concederán, si no se tuercen las cosas, el premio al mejor toro de la Feria de Abril. Lentísimos fueron también los naturales de Miranda, que no conoce la mentira ni la trampa: todo suavidad en su manera de acariciar y compromiso en su modo de ceñir. Color sangre de toro terminó su blanco y plata cuando definitivamente se fue detrás de la espada en una manera de hacer la suerte que ya dice el valor del magnífico torero de Huelva.
Le habían pedido también las dos orejas de su primero, aunque hoy conviene resaltar el papel de José Luque Teruel, equilibrado y justo presidente en ambas decisiones. Si fue un deleite su obra al espléndido Hojalatero, la de Inspirado, el coqueto tercero, fue la que verdaderamente le valió la Puerta del Príncipe. Por lo centrado, confiado y acertado que había que estar con el toro para pescar ese entregado final. Que fue el galardón con el que el toro reconoció la completísima lidia. Desde la refrigerante brega de Cándido Ruiz, que lo hizo galopar y no le apretó en ningún capotazo, hasta el pulso de cirujano de un David de Miranda que venía a demostrar que lo del pasado año con Tabarro o en su encerrona en Colombinas no fueron casualidad. Ordenó y potenció a este enclasado Inspirado al que gracias a su entrega, abstracción mental y mágico temple llevó hasta ese emocionante final.
Arrancó la música a tocar cuando muchos ya le pedían que fuera a por la espada. Parecía venido abajo un toro que pronto cantó su alegría y estilo, aunque cogido con alfileres. Unos alfileres que sostuvieron las sedosas muñecas del de Trigueros. No desistió en su querer, íntegramente colocado, para ir penduleando su muleta por delante y por detrás hasta recuperar el celo del animal. Que llegó a cámara lenta, muy despacitos sus muletazos. Como su estocada final, a cámara lenta y llena de verdad. Fue la primera de sus tres orejas, la llave de la gloria final.
A calzón quitado vino Roca Rey a cerrar su Feria de Abril. Si lo que quería demostrar era su poder absoluto para llenar él solo una plaza, lo consiguió. Si lo que quería era llevarse toda la taquilla por lo que genera, lo consiguió. Pero si de verdad quería lucirse como gran figura del toreo, fracasó. Porque no todo es llenar las plazas y cortar las orejas –que no tuvo opciones esta vez–. A Sevilla se debe venir con más categoría. No insistimos ya más en aquello de Daniel Luque, pero usar a Cayetano como telonero con la excusa de su despedida en una plaza en la que no tiene trayectoria raya en lo indecente…
Pasó Roca el quinario con una alhaja llamada Gabacho, posiblemente el más violento, incierto y, por lo tanto, difícil de toda la feria. Sonaba el primer aviso justo cuando este quinto de El Parralejo lo desarmaba para quedarse con la pañosa sobre su lomo. Una imagen de impotencia la de Roca Rey, que no supo cómo meterle mano. Muy poco le duró el flojo segundo.
Con el mismo oficio con el que se presentó hace veinte años en la Maestranza se despidió Cayetano. Tejera mandó a tocar Juncal tras el brindis y Kiko Rivera salió emocionado del burladero para recostarse sobre las tablas. Espero amanecer mañana y descubrir que esta pesadilla no fue real. Castigó demasiado a ambos toros en el caballo y no supo cómo sostenerlos para tirar de ellos. Discreta despedida. Respiran aliviados toreros y aficionados sabiendo que a partir de la próxima temporada habrá un hueco libre.
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Plaza de Toros de Sevilla.
Sábado 11 de mayo de 2025. Decimoquinta del abono. Cartel de ‘no hay billetes’. Dos horas y treinta minutos de festejo. Presidió José Luque Teruel. Se lidiaron toros de El Parralejo, de dispar presentación y juego, destacando el sublime sexto. 1º, con poca fuerza y muy castigado en varas; 2º, agarrado al piso y desfondado; 3º, con alegría, estilo y agradecido fondo; 4º, con clase aunque sin empuje; 5º, incierto y agresivo; 6º, extraordinario de emoción, ritmo sostenido y clase. -
Cayetano Rivera Ordóñez,
de púrpura y plata. Estocada (silencio); estocada y descabello (ovación de despedida). -
Roca Rey,
de verde pistacho y oro. Estocada (silencio); aviso antes de pinchazo y delantera (silencio). -
David de Miranda,
de blanco y plata. Estocada (oreja con petición de la segunda); estocada casi entera (dos orejas).
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