El Teatro Real llega al final de la temporada con la mirada puesta en uno de los títulos más indiscutiblemente populares del repertorio: ‘La traviata’. El aspecto que anoche ofrecía el teatro con el aforo quizá completo y la alegría (si es que semejante sentimiento es posible ante esta obra) que se respiraba en el ambiente, no dejaban lugar a dudas sobre la vigencia de la composición de Verdi. ‘La traviata’ es un éxito que puede convertirse en un triunfo, tal y como se comprobó ayer, gracias a la presencia arrolladora de la soprano Nadine Sierra , la poderosa contundencia vocal de Xabier Anduaga , la autoridad de un reparto bien armado, y la importante intervención del director húngaro Henrik Nánási, no tan bien considerado en los aplausos finales. Lo primero es Nadine Sierra , una vez más imponente y arrolladora desde el mismo arranque de la obra. El brindis inicial vino a recordar, y ya se ha escrito, que se trata de una intérprete de «técnica superlativa , capaz de agudos impresionantes, de cuidadas medias voces, de una musicalidad meticulosamente refinada, de una notable calidez vocal y de una capacidad de comunicación inmediata». Noticia Relacionada Crítica de ópera estandar No La trilogía Tudor alcanza un destino inevitable Alberto González Lapuente Lo mejor de este ‘Roberto Devereux’ es aquello que en primera instancia parece escaso: el angosto dormitorio el que se demuestra que todo es próximo, como si no hubiera rango ni aristocraciaAhora hay que añadir otras consideraciones que ahondan en la personalidad de Violetta Valéry: sibilina en el brindis inicial, poderosa en el dúo con Alfredo del segundo acto, impresionante en el cierre de este, perdida en un pianísimo ingrávido y, definitivamente, transfigurada en el tercero, muy particularmente en su romanza, ‘Addio del passato’, sin lugar a dudas el punto culminante de la representación y el detonante interiorizado de toda la tensión que venía acumulada. Nadine Sierra es una cantante definitivamente hecha que ha tenido como acompañante a Xabier Anduaga , todavía en un proceso de perfección personal que ya le coloca en una posición muy distinta a la que defendió en el Real en 2022 cuando cantó ‘La sonnambula’, también junto a Sierra. En su caso la estabilidad vocal no es tan precisa, el matiz, el detalle está menos conseguido. Pero Anduaga parte de una capacidad vocal deslumbrante, con un volumen poderoso y unos agudos definitivos, que ayer caminó desde un primer acto no bien equilibrado a la impetuosa presencia en el dúo del segundo y la ejecución del último definitivamente irreprochable. ‘La traviata’ Música: Giuseppe Verdi Libreto: Francesco Maria Piave. Dirección musical: Henrik Nánási. Dirección de escena: Willy Decker. Intérpretes: Nadine Sierra, Xabier Anduaga, Luca Salsi, Giacomo Prestia, Karina Demurova, Gemma Coma-Alabert, Albert Casals, Tomeu Bibiloni, David Lagares, Joan Laínez. Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real. Teatro Real, Madrid 4’La traviata’ quedó en manos de los cantantes, porque Henrik Nánási quiere que así sea: remó a favor de obra y lo hizo con una sutileza extraordinaria, dejando que el foso respirase con el escenario, que apenas molestase. El preludio inicial y, sobre todo, su repetición en el tercer acto dejó claro que su propuesta tiende a la dulzura que no a lo blando. Hay que atender a la precisión rítmica que impone, a la flexibilidad del acompañamiento, y sobre todo a la calidad sonora que surge del foso. El trabajo de Nánási importa por su devoción, antes que por la tendencia al protagonismo y, en este sentido, gran parte del éxito logrado por Nadine Sierra y Xabier Anduaga, se debe a la comodidad y a la sensata expresividad con que le apoyó. El reparto de anoche incluyó también a Luca Salsi en el papel de Giorgio Germont, al que dota de una fortaleza muy particular y un estado vocal reconociblemente mejorable. Y a todos le rodea la famosa producción de Willy Decker, que en Madrid ha repuesto Gina Lapinski, y que llega con las garantías que le otorga su rodaje internacional desde el estreno en el Festival de Salzburgo hace veinte años ayudando al lanzamiento de la pareja de moda formada por Anna Netrebko y Rolando Villazón. Decker vino a revolucionar la obra que pasaba a ser un hecho realista, a convertirse en un objeto capaz de revelar el fluir sicológico y sensible de los personajes. Es difícil que alguien desconozca esta producción que hay que ver sobre el escenario para entender toda su fuerza: desde antes de comenzar la representación, cuando telón arriba se deja ver el recinto abstracto y semicircular (cuyas consecuencias en la proyección de la voz no son siempre cómodas) en el que se encierra la acción, la presencia del gigantesco reloj que determina el inalienable transcurrir de un tiempo que es limitado, y la presencia callada del doctor Grenvil, profeta de la parca. La producción incide en una muy sugerente fantasmagoría. En la reciente historia del Teatro Real, ‘La traviata’ está llena de sobresaltos que van desde la huelga y la espantada de la soprano Angela Gheorghiu en 2003, al montaje fallido de la producción de Willy Decker en 2020, suspendido a consecuencia de la pandemia. En un entorno más favorable se anuncian ahora tres repartos, con dieciocho funciones programadas, además de la transmisión por auditorios y plazas de España el 19 de julio, incluyendo la actuación de Xabier Anduaga y la soprano rumana Adela Zaharia, además de la posterior emisión por Radio Clásica. Definitivamente, un acontecimiento popular. El Teatro Real llega al final de la temporada con la mirada puesta en uno de los títulos más indiscutiblemente populares del repertorio: ‘La traviata’. El aspecto que anoche ofrecía el teatro con el aforo quizá completo y la alegría (si es que semejante sentimiento es posible ante esta obra) que se respiraba en el ambiente, no dejaban lugar a dudas sobre la vigencia de la composición de Verdi. ‘La traviata’ es un éxito que puede convertirse en un triunfo, tal y como se comprobó ayer, gracias a la presencia arrolladora de la soprano Nadine Sierra , la poderosa contundencia vocal de Xabier Anduaga , la autoridad de un reparto bien armado, y la importante intervención del director húngaro Henrik Nánási, no tan bien considerado en los aplausos finales. Lo primero es Nadine Sierra , una vez más imponente y arrolladora desde el mismo arranque de la obra. El brindis inicial vino a recordar, y ya se ha escrito, que se trata de una intérprete de «técnica superlativa , capaz de agudos impresionantes, de cuidadas medias voces, de una musicalidad meticulosamente refinada, de una notable calidez vocal y de una capacidad de comunicación inmediata». Noticia Relacionada Crítica de ópera estandar No La trilogía Tudor alcanza un destino inevitable Alberto González Lapuente Lo mejor de este ‘Roberto Devereux’ es aquello que en primera instancia parece escaso: el angosto dormitorio el que se demuestra que todo es próximo, como si no hubiera rango ni aristocraciaAhora hay que añadir otras consideraciones que ahondan en la personalidad de Violetta Valéry: sibilina en el brindis inicial, poderosa en el dúo con Alfredo del segundo acto, impresionante en el cierre de este, perdida en un pianísimo ingrávido y, definitivamente, transfigurada en el tercero, muy particularmente en su romanza, ‘Addio del passato’, sin lugar a dudas el punto culminante de la representación y el detonante interiorizado de toda la tensión que venía acumulada. Nadine Sierra es una cantante definitivamente hecha que ha tenido como acompañante a Xabier Anduaga , todavía en un proceso de perfección personal que ya le coloca en una posición muy distinta a la que defendió en el Real en 2022 cuando cantó ‘La sonnambula’, también junto a Sierra. En su caso la estabilidad vocal no es tan precisa, el matiz, el detalle está menos conseguido. Pero Anduaga parte de una capacidad vocal deslumbrante, con un volumen poderoso y unos agudos definitivos, que ayer caminó desde un primer acto no bien equilibrado a la impetuosa presencia en el dúo del segundo y la ejecución del último definitivamente irreprochable. ‘La traviata’ Música: Giuseppe Verdi Libreto: Francesco Maria Piave. Dirección musical: Henrik Nánási. Dirección de escena: Willy Decker. Intérpretes: Nadine Sierra, Xabier Anduaga, Luca Salsi, Giacomo Prestia, Karina Demurova, Gemma Coma-Alabert, Albert Casals, Tomeu Bibiloni, David Lagares, Joan Laínez. Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real. Teatro Real, Madrid 4’La traviata’ quedó en manos de los cantantes, porque Henrik Nánási quiere que así sea: remó a favor de obra y lo hizo con una sutileza extraordinaria, dejando que el foso respirase con el escenario, que apenas molestase. El preludio inicial y, sobre todo, su repetición en el tercer acto dejó claro que su propuesta tiende a la dulzura que no a lo blando. Hay que atender a la precisión rítmica que impone, a la flexibilidad del acompañamiento, y sobre todo a la calidad sonora que surge del foso. El trabajo de Nánási importa por su devoción, antes que por la tendencia al protagonismo y, en este sentido, gran parte del éxito logrado por Nadine Sierra y Xabier Anduaga, se debe a la comodidad y a la sensata expresividad con que le apoyó. El reparto de anoche incluyó también a Luca Salsi en el papel de Giorgio Germont, al que dota de una fortaleza muy particular y un estado vocal reconociblemente mejorable. Y a todos le rodea la famosa producción de Willy Decker, que en Madrid ha repuesto Gina Lapinski, y que llega con las garantías que le otorga su rodaje internacional desde el estreno en el Festival de Salzburgo hace veinte años ayudando al lanzamiento de la pareja de moda formada por Anna Netrebko y Rolando Villazón. Decker vino a revolucionar la obra que pasaba a ser un hecho realista, a convertirse en un objeto capaz de revelar el fluir sicológico y sensible de los personajes. Es difícil que alguien desconozca esta producción que hay que ver sobre el escenario para entender toda su fuerza: desde antes de comenzar la representación, cuando telón arriba se deja ver el recinto abstracto y semicircular (cuyas consecuencias en la proyección de la voz no son siempre cómodas) en el que se encierra la acción, la presencia del gigantesco reloj que determina el inalienable transcurrir de un tiempo que es limitado, y la presencia callada del doctor Grenvil, profeta de la parca. La producción incide en una muy sugerente fantasmagoría. En la reciente historia del Teatro Real, ‘La traviata’ está llena de sobresaltos que van desde la huelga y la espantada de la soprano Angela Gheorghiu en 2003, al montaje fallido de la producción de Willy Decker en 2020, suspendido a consecuencia de la pandemia. En un entorno más favorable se anuncian ahora tres repartos, con dieciocho funciones programadas, además de la transmisión por auditorios y plazas de España el 19 de julio, incluyendo la actuación de Xabier Anduaga y la soprano rumana Adela Zaharia, además de la posterior emisión por Radio Clásica. Definitivamente, un acontecimiento popular.
El Teatro Real llega al final de la temporada con la mirada puesta en uno de los títulos más indiscutiblemente populares del repertorio: ‘La traviata’. El aspecto que anoche ofrecía el teatro con el aforo quizá completo y la alegría (si es que semejante … sentimiento es posible ante esta obra) que se respiraba en el ambiente, no dejaban lugar a dudas sobre la vigencia de la composición de Verdi.
‘La traviata’ es un éxito que puede convertirse en un triunfo, tal y como se comprobó ayer, gracias a la presencia arrolladora de la soprano Nadine Sierra, la poderosa contundencia vocal de Xabier Anduaga, la autoridad de un reparto bien armado, y la importante intervención del director húngaro Henrik Nánási, no tan bien considerado en los aplausos finales.
Lo primero es Nadine Sierra, una vez más imponente y arrolladora desde el mismo arranque de la obra. El brindis inicial vino a recordar, y ya se ha escrito, que se trata de una intérprete de «técnica superlativa, capaz de agudos impresionantes, de cuidadas medias voces, de una musicalidad meticulosamente refinada, de una notable calidez vocal y de una capacidad de comunicación inmediata».
Ahora hay que añadir otras consideraciones que ahondan en la personalidad de Violetta Valéry: sibilina en el brindis inicial, poderosa en el dúo con Alfredo del segundo acto, impresionante en el cierre de este, perdida en un pianísimo ingrávido y, definitivamente, transfigurada en el tercero, muy particularmente en su romanza, ‘Addio del passato’, sin lugar a dudas el punto culminante de la representación y el detonante interiorizado de toda la tensión que venía acumulada.
Nadine Sierra es una cantante definitivamente hecha que ha tenido como acompañante a Xabier Anduaga, todavía en un proceso de perfección personal que ya le coloca en una posición muy distinta a la que defendió en el Real en 2022 cuando cantó ‘La sonnambula’, también junto a Sierra. En su caso la estabilidad vocal no es tan precisa, el matiz, el detalle está menos conseguido. Pero Anduaga parte de una capacidad vocal deslumbrante, con un volumen poderoso y unos agudos definitivos, que ayer caminó desde un primer acto no bien equilibrado a la impetuosa presencia en el dúo del segundo y la ejecución del último definitivamente irreprochable.
‘La traviata’
-
Música:
Giuseppe Verdi -
Libreto:
Francesco Maria Piave. -
Dirección musical:
Henrik Nánási. -
Dirección de escena:
Willy Decker. -
Intérpretes:
Nadine Sierra, Xabier Anduaga, Luca Salsi, Giacomo Prestia, Karina Demurova, Gemma Coma-Alabert, Albert Casals, Tomeu Bibiloni, David Lagares, Joan Laínez. Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real. Teatro Real, Madrid
‘La traviata’ quedó en manos de los cantantes, porque Henrik Nánási quiere que así sea: remó a favor de obra y lo hizo con una sutileza extraordinaria, dejando que el foso respirase con el escenario, que apenas molestase. El preludio inicial y, sobre todo, su repetición en el tercer acto dejó claro que su propuesta tiende a la dulzura que no a lo blando. Hay que atender a la precisión rítmica que impone, a la flexibilidad del acompañamiento, y sobre todo a la calidad sonora que surge del foso. El trabajo de Nánási importa por su devoción, antes que por la tendencia al protagonismo y, en este sentido, gran parte del éxito logrado por Nadine Sierra y Xabier Anduaga, se debe a la comodidad y a la sensata expresividad con que le apoyó. El reparto de anoche incluyó también a Luca Salsi en el papel de Giorgio Germont, al que dota de una fortaleza muy particular y un estado vocal reconociblemente mejorable.
Y a todos le rodea la famosa producción de Willy Decker, que en Madrid ha repuesto Gina Lapinski, y que llega con las garantías que le otorga su rodaje internacional desde el estreno en el Festival de Salzburgo hace veinte años ayudando al lanzamiento de la pareja de moda formada por Anna Netrebko y Rolando Villazón. Decker vino a revolucionar la obra que pasaba a ser un hecho realista, a convertirse en un objeto capaz de revelar el fluir sicológico y sensible de los personajes. Es difícil que alguien desconozca esta producción que hay que ver sobre el escenario para entender toda su fuerza: desde antes de comenzar la representación, cuando telón arriba se deja ver el recinto abstracto y semicircular (cuyas consecuencias en la proyección de la voz no son siempre cómodas) en el que se encierra la acción, la presencia del gigantesco reloj que determina el inalienable transcurrir de un tiempo que es limitado, y la presencia callada del doctor Grenvil, profeta de la parca. La producción incide en una muy sugerente fantasmagoría.
En la reciente historia del Teatro Real, ‘La traviata’ está llena de sobresaltos que van desde la huelga y la espantada de la soprano Angela Gheorghiu en 2003, al montaje fallido de la producción de Willy Decker en 2020, suspendido a consecuencia de la pandemia. En un entorno más favorable se anuncian ahora tres repartos, con dieciocho funciones programadas, además de la transmisión por auditorios y plazas de España el 19 de julio, incluyendo la actuación de Xabier Anduaga y la soprano rumana Adela Zaharia, además de la posterior emisión por Radio Clásica. Definitivamente, un acontecimiento popular.
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