En enero de 1966, apenas unos meses después de dar el salto al rock eléctrico, un periodista le preguntó a Bob Dylan : «¿Qué le ha hecho seguir el camino del rock and roll?». Y respondió: «La indiferencia. Acababa de perder a mi auténtico amor. Empecé a beber. Lo primero que recuerdo es que estaba en una partida de cartas. Luego en una de dados… Me desperté en una sala de billar. Entonces, una señora mexicana enorme me sacó a rastras de la mesa y me llevó a Filadelfia. Me dejó solo en su casa y la casa se quemó. Me largué entonces a Phoenix. Conseguí un trabajo disfrazado de chino…».El músico, de 25 años, continuó con aquel relato socarrón y surrealista y, tras un rato largo, concluyó: «Todo iba estupendamente bien hasta que un repartidor intentó apuñalarme. Como es fácil de adivinar, regresé a la carretera. El primer individuo que apareció me preguntó si quería ser una estrella. ¿Qué otra cosa podía responder?». El redactor, todavía con aliento, insistió: «¿Así fue cómo se convirtió en un cantante de rock and roll?». Y Dylan zanjó: «No, así fue como cogí la tuberculosis». Le pedía hechos, pero él solo le daba elucubraciones. Empezaba a estar cansado de que intentaran analizar y desentrañar cada paso que daba o verso que escribía. Ahí empezó a formarse así el halo misterioso e inescrutable que ha acompañado a Robert Zimmerman desde que adoptó el seudónimo de Bob Dylan. El último intento es ‘Un completo desconocido’, la película de James Mangold protagonizada por Timothée Chalamet que cuenta la historia de su meteórico ascenso desde que tenía 19 años hasta que alcanzó lo más alto de la lista de éxitos.Noticia Relacionada estandar No La historia detrás de ‘Mr. Tambourine Man’: cómo Bob Dylan compuso su primer gran éxito Nacho Serrano La casa Julien’s Auctions subasta la letra original de la canción y estima que las pujas superarán los 600.000 dólaresEl filme pone de nuevo el foco en la «mística», según la propia sinopsis, como causa principal de que el de Minnesota se convirtiera en un fenómeno mundial y provocara una obsesión por su obra contra la que siempre ha luchado… sin mucho éxito. Prueba de ello es la ingente bibliografía que ha generado su persona, con más de mil títulos entre biografías clásicas, comentarios políticos a su obra, interpretaciones poéticas de sus canciones, ensayos sobre la influencia judía en su música, diccionarios, tesis universitarias y enciclopedias, entre otras cosas. El cineEn el cine ya lo intentaron antes otros directores. En 1967, D. A. Pennebaker realizó el documental ‘Don’t Look Back’ , que seguía su gira por Inglaterra para penetrar en su intimidad. En 2005, con ‘No Direction Home’ , Martin Scorsese se centró en la vida del músico desde su llegada a Nueva York hasta su retiro de 1966. Lo volvió a intentar hace un lustro con el pseudo-documental ‘Rolling Thunder Revue’ , que mezclaba material ficticio y real. En 2007, el turno fue para Todd Haynes con ‘I’m not there’, un ‘biopic’ algo surrealista que jugaba con el mito. Sabía que, contara lo que contara, jamás descifraría el galimatías de su vida.«A pesar de todo lo escrito sobre Dylan, no se sabe con certeza gran cosa de él», declaraba Alex Ross en su crónica sobre el compositor, titulada ‘The Wanderer’ (1999), que también investigaba sobre el mito creado alrededor del cantante. El dramaturgo y actor Sam Shepard, premio Pulitzer en 1979, tuvo la misma sensación cuando lo acompañó como invitado en su gira de 1975. «Su identidad es un misterio. Lo tenemos aquí mismo ante nosotros, pero nadie puede tocarlo», concluyó, a pesar del tiempo que pasó con él.Zimmerman consiguió permanecer hermético desde los años en que se convirtió en una de las promesas de la escena folk en el barrio neoyorquino Greenwich Village, a principios de los 60. En ese ambiente surge la figura de Dylan como una especie de vocero que canta sobre los problemas de su tiempo, a pesar tener solo 20 años. Esa es la época que retrata ‘Un perfecto desconocido’ y a la que Dylan se refería en ‘Crónicas’, el primer tomo de su autobiografía: «Me sentía como un trozo de carne que hubieran echado a los perros. ‘The New York Times’ publicó delirantes interpretaciones de mis canciones. En la portada de la revista ‘Esquire’ aparecía un monstruo de cuatro cabezas formado por mi rostro y los de Malcolm X, Kennedy y Castro. ¿Qué demonios significaba eso?». Líder generacionalEl autor de ‘Blowin’ In The Wind’ rechazaba aquel papel que la sociedad le había otorgado como líder de una generación que luchaba contra la guerra y la segregación racial. Aún hoy, en semblanzas biográficas, se le recuerda así, como un hombre que «escribía canciones políticas y contribuyó decisivamente a la introducción del término ‘protesta’ en el vocabulario del pop», a pesar de que Dylan negó por activa y por pasiva que se dedicara a la acción protesta. Ni siquiera aceptaba que sus letras tuvieran un mensaje político. «La contracultura, fuera lo que fuese, me tenía harto. Me ponía enfermo el modo en que subvertían mis letras y extrapolaban su significados a conflictos interesados», insistía. Como el mismo Dylan ha reprochado en alguna ocasión, muchos críticos y fanáticos se han ocupado durante décadas a analizar obsesivamente sus letras y encontrar mensajes encriptados. El caso más famoso es el de A. J. Weberman, un infame activista que, en 1969, fundó un curioso campo de estudio que llamó «Dylanología». Su método de trabajo consistía en establecer correspondencias entre las palabras usadas por el músico y los significados ocultos que, según él, escondían. Por ejemplo, aseguró que «lluvia» o «pollo» querían decir «heroína». Lo peor es que fue más allá y acabó escarbando en la basura de Dylan para recoger objetos y luego venderlos. El acoso acabó cuando el cantautor salió de su casa y le dio una paliza en una de aquellas noches que merodeaba por su casa y molestaba a su familia. El caso de Weberman, ingenuo y jocoso, no hace sino reflejar esa inagotable curiosidad por explorar los verdaderos pensamientos de Robert Zimmerman, el mismo al que James Mangold ha querido dedicar su última película. En enero de 1966, apenas unos meses después de dar el salto al rock eléctrico, un periodista le preguntó a Bob Dylan : «¿Qué le ha hecho seguir el camino del rock and roll?». Y respondió: «La indiferencia. Acababa de perder a mi auténtico amor. Empecé a beber. Lo primero que recuerdo es que estaba en una partida de cartas. Luego en una de dados… Me desperté en una sala de billar. Entonces, una señora mexicana enorme me sacó a rastras de la mesa y me llevó a Filadelfia. Me dejó solo en su casa y la casa se quemó. Me largué entonces a Phoenix. Conseguí un trabajo disfrazado de chino…».El músico, de 25 años, continuó con aquel relato socarrón y surrealista y, tras un rato largo, concluyó: «Todo iba estupendamente bien hasta que un repartidor intentó apuñalarme. Como es fácil de adivinar, regresé a la carretera. El primer individuo que apareció me preguntó si quería ser una estrella. ¿Qué otra cosa podía responder?». El redactor, todavía con aliento, insistió: «¿Así fue cómo se convirtió en un cantante de rock and roll?». Y Dylan zanjó: «No, así fue como cogí la tuberculosis». Le pedía hechos, pero él solo le daba elucubraciones. Empezaba a estar cansado de que intentaran analizar y desentrañar cada paso que daba o verso que escribía. Ahí empezó a formarse así el halo misterioso e inescrutable que ha acompañado a Robert Zimmerman desde que adoptó el seudónimo de Bob Dylan. El último intento es ‘Un completo desconocido’, la película de James Mangold protagonizada por Timothée Chalamet que cuenta la historia de su meteórico ascenso desde que tenía 19 años hasta que alcanzó lo más alto de la lista de éxitos.Noticia Relacionada estandar No La historia detrás de ‘Mr. Tambourine Man’: cómo Bob Dylan compuso su primer gran éxito Nacho Serrano La casa Julien’s Auctions subasta la letra original de la canción y estima que las pujas superarán los 600.000 dólaresEl filme pone de nuevo el foco en la «mística», según la propia sinopsis, como causa principal de que el de Minnesota se convirtiera en un fenómeno mundial y provocara una obsesión por su obra contra la que siempre ha luchado… sin mucho éxito. Prueba de ello es la ingente bibliografía que ha generado su persona, con más de mil títulos entre biografías clásicas, comentarios políticos a su obra, interpretaciones poéticas de sus canciones, ensayos sobre la influencia judía en su música, diccionarios, tesis universitarias y enciclopedias, entre otras cosas. El cineEn el cine ya lo intentaron antes otros directores. En 1967, D. A. Pennebaker realizó el documental ‘Don’t Look Back’ , que seguía su gira por Inglaterra para penetrar en su intimidad. En 2005, con ‘No Direction Home’ , Martin Scorsese se centró en la vida del músico desde su llegada a Nueva York hasta su retiro de 1966. Lo volvió a intentar hace un lustro con el pseudo-documental ‘Rolling Thunder Revue’ , que mezclaba material ficticio y real. En 2007, el turno fue para Todd Haynes con ‘I’m not there’, un ‘biopic’ algo surrealista que jugaba con el mito. Sabía que, contara lo que contara, jamás descifraría el galimatías de su vida.«A pesar de todo lo escrito sobre Dylan, no se sabe con certeza gran cosa de él», declaraba Alex Ross en su crónica sobre el compositor, titulada ‘The Wanderer’ (1999), que también investigaba sobre el mito creado alrededor del cantante. El dramaturgo y actor Sam Shepard, premio Pulitzer en 1979, tuvo la misma sensación cuando lo acompañó como invitado en su gira de 1975. «Su identidad es un misterio. Lo tenemos aquí mismo ante nosotros, pero nadie puede tocarlo», concluyó, a pesar del tiempo que pasó con él.Zimmerman consiguió permanecer hermético desde los años en que se convirtió en una de las promesas de la escena folk en el barrio neoyorquino Greenwich Village, a principios de los 60. En ese ambiente surge la figura de Dylan como una especie de vocero que canta sobre los problemas de su tiempo, a pesar tener solo 20 años. Esa es la época que retrata ‘Un perfecto desconocido’ y a la que Dylan se refería en ‘Crónicas’, el primer tomo de su autobiografía: «Me sentía como un trozo de carne que hubieran echado a los perros. ‘The New York Times’ publicó delirantes interpretaciones de mis canciones. En la portada de la revista ‘Esquire’ aparecía un monstruo de cuatro cabezas formado por mi rostro y los de Malcolm X, Kennedy y Castro. ¿Qué demonios significaba eso?». Líder generacionalEl autor de ‘Blowin’ In The Wind’ rechazaba aquel papel que la sociedad le había otorgado como líder de una generación que luchaba contra la guerra y la segregación racial. Aún hoy, en semblanzas biográficas, se le recuerda así, como un hombre que «escribía canciones políticas y contribuyó decisivamente a la introducción del término ‘protesta’ en el vocabulario del pop», a pesar de que Dylan negó por activa y por pasiva que se dedicara a la acción protesta. Ni siquiera aceptaba que sus letras tuvieran un mensaje político. «La contracultura, fuera lo que fuese, me tenía harto. Me ponía enfermo el modo en que subvertían mis letras y extrapolaban su significados a conflictos interesados», insistía. Como el mismo Dylan ha reprochado en alguna ocasión, muchos críticos y fanáticos se han ocupado durante décadas a analizar obsesivamente sus letras y encontrar mensajes encriptados. El caso más famoso es el de A. J. Weberman, un infame activista que, en 1969, fundó un curioso campo de estudio que llamó «Dylanología». Su método de trabajo consistía en establecer correspondencias entre las palabras usadas por el músico y los significados ocultos que, según él, escondían. Por ejemplo, aseguró que «lluvia» o «pollo» querían decir «heroína». Lo peor es que fue más allá y acabó escarbando en la basura de Dylan para recoger objetos y luego venderlos. El acoso acabó cuando el cantautor salió de su casa y le dio una paliza en una de aquellas noches que merodeaba por su casa y molestaba a su familia. El caso de Weberman, ingenuo y jocoso, no hace sino reflejar esa inagotable curiosidad por explorar los verdaderos pensamientos de Robert Zimmerman, el mismo al que James Mangold ha querido dedicar su última película.
En enero de 1966, apenas unos meses después de dar el salto al rock eléctrico, un periodista le preguntó a Bob Dylan: «¿Qué le ha hecho seguir el camino del rock and roll?». Y respondió: «La indiferencia. Acababa de perder a mi auténtico amor. … Empecé a beber. Lo primero que recuerdo es que estaba en una partida de cartas. Luego en una de dados… Me desperté en una sala de billar. Entonces, una señora mexicana enorme me sacó a rastras de la mesa y me llevó a Filadelfia. Me dejó solo en su casa y la casa se quemó. Me largué entonces a Phoenix. Conseguí un trabajo disfrazado de chino…».
El músico, de 25 años, continuó con aquel relato socarrón y surrealista y, tras un rato largo, concluyó: «Todo iba estupendamente bien hasta que un repartidor intentó apuñalarme. Como es fácil de adivinar, regresé a la carretera. El primer individuo que apareció me preguntó si quería ser una estrella. ¿Qué otra cosa podía responder?». El redactor, todavía con aliento, insistió: «¿Así fue cómo se convirtió en un cantante de rock and roll?». Y Dylan zanjó: «No, así fue como cogí la tuberculosis».
Le pedía hechos, pero él solo le daba elucubraciones. Empezaba a estar cansado de que intentaran analizar y desentrañar cada paso que daba o verso que escribía. Ahí empezó a formarse así el halo misterioso e inescrutable que ha acompañado a Robert Zimmerman desde que adoptó el seudónimo de Bob Dylan. El último intento es ‘Un completo desconocido’, la película de James Mangold protagonizada por Timothée Chalamet que cuenta la historia de su meteórico ascenso desde que tenía 19 años hasta que alcanzó lo más alto de la lista de éxitos.
El filme pone de nuevo el foco en la «mística», según la propia sinopsis, como causa principal de que el de Minnesota se convirtiera en un fenómeno mundial y provocara una obsesión por su obra contra la que siempre ha luchado… sin mucho éxito. Prueba de ello es la ingente bibliografía que ha generado su persona, con más de mil títulos entre biografías clásicas, comentarios políticos a su obra, interpretaciones poéticas de sus canciones, ensayos sobre la influencia judía en su música, diccionarios, tesis universitarias y enciclopedias, entre otras cosas.
El cine
En el cine ya lo intentaron antes otros directores. En 1967, D. A. Pennebaker realizó el documental ‘Don’t Look Back’, que seguía su gira por Inglaterra para penetrar en su intimidad. En 2005, con ‘No Direction Home’, Martin Scorsese se centró en la vida del músico desde su llegada a Nueva York hasta su retiro de 1966. Lo volvió a intentar hace un lustro con el pseudo-documental ‘Rolling Thunder Revue’, que mezclaba material ficticio y real. En 2007, el turno fue para Todd Haynes con ‘I’m not there’, un ‘biopic’ algo surrealista que jugaba con el mito. Sabía que, contara lo que contara, jamás descifraría el galimatías de su vida.
«A pesar de todo lo escrito sobre Dylan, no se sabe con certeza gran cosa de él», declaraba Alex Ross en su crónica sobre el compositor, titulada ‘The Wanderer’ (1999), que también investigaba sobre el mito creado alrededor del cantante. El dramaturgo y actor Sam Shepard, premio Pulitzer en 1979, tuvo la misma sensación cuando lo acompañó como invitado en su gira de 1975. «Su identidad es un misterio. Lo tenemos aquí mismo ante nosotros, pero nadie puede tocarlo», concluyó, a pesar del tiempo que pasó con él.
Zimmerman consiguió permanecer hermético desde los años en que se convirtió en una de las promesas de la escena folk en el barrio neoyorquino Greenwich Village, a principios de los 60. En ese ambiente surge la figura de Dylan como una especie de vocero que canta sobre los problemas de su tiempo, a pesar tener solo 20 años. Esa es la época que retrata ‘Un perfecto desconocido’ y a la que Dylan se refería en ‘Crónicas’, el primer tomo de su autobiografía: «Me sentía como un trozo de carne que hubieran echado a los perros. ‘The New York Times’ publicó delirantes interpretaciones de mis canciones. En la portada de la revista ‘Esquire’ aparecía un monstruo de cuatro cabezas formado por mi rostro y los de Malcolm X, Kennedy y Castro. ¿Qué demonios significaba eso?».
Líder generacional
El autor de ‘Blowin’ In The Wind’ rechazaba aquel papel que la sociedad le había otorgado como líder de una generación que luchaba contra la guerra y la segregación racial. Aún hoy, en semblanzas biográficas, se le recuerda así, como un hombre que «escribía canciones políticas y contribuyó decisivamente a la introducción del término ‘protesta’ en el vocabulario del pop», a pesar de que Dylan negó por activa y por pasiva que se dedicara a la acción protesta. Ni siquiera aceptaba que sus letras tuvieran un mensaje político. «La contracultura, fuera lo que fuese, me tenía harto. Me ponía enfermo el modo en que subvertían mis letras y extrapolaban su significados a conflictos interesados», insistía.
Como el mismo Dylan ha reprochado en alguna ocasión, muchos críticos y fanáticos se han ocupado durante décadas a analizar obsesivamente sus letras y encontrar mensajes encriptados. El caso más famoso es el de A. J. Weberman, un infame activista que, en 1969, fundó un curioso campo de estudio que llamó «Dylanología». Su método de trabajo consistía en establecer correspondencias entre las palabras usadas por el músico y los significados ocultos que, según él, escondían. Por ejemplo, aseguró que «lluvia» o «pollo» querían decir «heroína».
Lo peor es que fue más allá y acabó escarbando en la basura de Dylan para recoger objetos y luego venderlos. El acoso acabó cuando el cantautor salió de su casa y le dio una paliza en una de aquellas noches que merodeaba por su casa y molestaba a su familia. El caso de Weberman, ingenuo y jocoso, no hace sino reflejar esa inagotable curiosidad por explorar los verdaderos pensamientos de Robert Zimmerman, el mismo al que James Mangold ha querido dedicar su última película.
Límite de sesiones alcanzadas
- El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a la vez. Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Volver a intentar
Has superado el límite de sesiones
- Sólo puedes tener tres sesiones iniciadas a la vez. Hemos cerrado la sesión más antigua para que sigas navegando sin límites en el resto.
Sigue navegando
Artículo solo para suscriptores
RSS de noticias de cultura