Crítica de ópera ‘Don Juan no existe’ Música Helena Cánovas Libreto Alberto Iglesias Dirección musical Jhoanna Sierralta Dirección de escena Bárbara Lluch Escenografía Blanca Añón Vestuario Clara Peluffo Iluminación Urs Schönebaum Diseño de sonido Sixto Cámara Lugar Teatro del Canal, Madrid Intérpretes Montserrat Seró, Josep-Ramon Olivé, Pablo García-López, solistas de la Orquesta Titular del Teatro Real 3El Teatro Real de Madrid se ha asociado con el Liceu de Barcelona, la Maestranza de Sevilla y Perelada en la coproducción de la ópera ‘ Don Juan no existe ‘ de la compositora Helena Cánovas (1994). Se estrenó el pasado verano en aquel festival tras recibir el premio Carmen Mateu que busca el talento en las disciplinas de ópera y danza entre jóvenes creadores. Llega ahora a la sala negra de los Teatros del Canal, convertida desde hace tiempo en espacio para la experimentación de proyectos singulares. Cánovas reside actualmente en Alemania donde se han visto otros trabajos escénicos habitualmente diseñados en formato reducido y muchos de ellos cercanos al ‘musiktheater’. Las recientes ‘ Imperium der Illusionen ‘ (2023) y ‘ Don Juan no existe – Sobre lo que olvidamos y lo que permanece ‘ (2024) amplían las posibilidades hacia ese género multiforme y expansivo que denomina ópera manteniendo en ambos casos similitudes argumentales en relación con problemas contemporáneos.La primera está especialmente dirigida a un público joven y narra la historia de Lia, joven que cambia de nombre, profesión y edad con facilidad, lo que lleva a explorar con sentido grotesco cuestiones sobre identidad. ‘Don Juan no existe’ es una relectura contemporánea del arquetipo y recupera la figura de la escritora Carmen Díaz de Mendoza , Condesa de San Luis, miembro fundador del Lyceum Club Femenino junto a María de Maeztu y Clara Campoamor , e implicada en causas feministas. La obra critica al mito, explica el fracaso de la obra homónima de Díaz de Mendoza y aspira a reconstruir su perdido ‘Don Juan’ antes de convertirse en un homenaje a mujeres invisibilizadas por la historia.Hay otros reconocimientos, quizá inevitables. Porque ‘Don Juan no existe’ nace desde la orquesta en donde adquiere una importancia fundamental la ópera de Mozart que permea la obra de Cánovas convirtiéndola en un comentario sonoro que resignifica y hasta ensalza el original. ‘Nada tengo contra Mozart’ se comenta en el libreto de Alberto Iglesias , lo que distancia al personaje, ‘que está en todas partes, para no existir’, del contexto musical. ‘Don Juan no existe’ se sostiene sobre una partitura muy sólida, para cuarteto de cuerda, saxofones y electrónica en vivo, trabada con buena técnica y, en este caso, estupendamente desarrollada por solistas de la Orquesta Titular del Teatro Real bajo la dirección de Jhoanna Sierralta . La directora, venezolana de origen y formada en El Sistema, destacó como integrante de la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar y, ahora lo hace ofreciendo una versión rigurosa, precisamente ordenada y muy bien orientada de la ópera de Cánovas. Pues es la orquesta la que genera un diálogo paralelo, con independencia de los momentos onomatopéyicos que ilustran la acción; la que sostiene la obra y también la lleva por territorios a veces demasiado uniformes y agitados, en ocasiones más concretas.En este sentido, ‘Don Juan no existe’ convierte en sutil lo que en realidad es profundamente dramático. La naturaleza predecible de la línea vocal se salva en los monólogos finales de Helena, la autora contemporánea que trata de reconstruir la historia de Carmen Díaz de Mendoza, y de Miguel, escéptico en el pasado y dubitativo ante la recuperación de la figura de la condesa y su obra. En Madrid, la soprano Montserrat Seró y el tenor Pablo García-López , junto con Josep-Ramon Olivé en el doble papel de Agustín y Don Juan, más respetuoso en su impulso vital, mantienen un claro compromiso e implicación, incluso desde la perspectiva del esfuerzo físico.Y es que los principios de ‘Don Juan no existe’ tienen solidez a pesar de que el libreto de Iglesias caiga en lugares comunes, haga referencias demasiado banales e incurra incluso en lo críptico. Bien es cierto que su estructura y diferentes situaciones temporales se diluyen en el espacio común, que propone la directora de escena Bárbara Lluch y en donde tiene importancia el proceso de desnudez al que se somete la protagonista quien comienza con un sofisticado vestido blanco y acaba con la ropa interior teñida con ‘la tinta que sale de su sangre’ que finalmente limpiara mientras se escuchan nombres de mujeres implicadas en la causa feminista. Escénicamente, ‘Don Juan no existe’ vive sobre una amplia ‘piscina’ blanca, accesible también desde una gran escalera y sobre la que cae una rampa de metacrilato que acabara sirviendo de cauce para la tinta negra desbordada. La condición abstracta del espacio, el contraste negro y blanco del vestuario, y el que implica la propia tinta, y una coherente circulación de los personajes son ideas básicas, llevadas con corrección y sencillamente desarrolladas en el contexto de una obra que, por contra, trata de conjugar con ingenio la realidad, la ficción, los deseos, las incertidumbres y, fundamentalmente, el compromiso. Crítica de ópera ‘Don Juan no existe’ Música Helena Cánovas Libreto Alberto Iglesias Dirección musical Jhoanna Sierralta Dirección de escena Bárbara Lluch Escenografía Blanca Añón Vestuario Clara Peluffo Iluminación Urs Schönebaum Diseño de sonido Sixto Cámara Lugar Teatro del Canal, Madrid Intérpretes Montserrat Seró, Josep-Ramon Olivé, Pablo García-López, solistas de la Orquesta Titular del Teatro Real 3El Teatro Real de Madrid se ha asociado con el Liceu de Barcelona, la Maestranza de Sevilla y Perelada en la coproducción de la ópera ‘ Don Juan no existe ‘ de la compositora Helena Cánovas (1994). Se estrenó el pasado verano en aquel festival tras recibir el premio Carmen Mateu que busca el talento en las disciplinas de ópera y danza entre jóvenes creadores. Llega ahora a la sala negra de los Teatros del Canal, convertida desde hace tiempo en espacio para la experimentación de proyectos singulares. Cánovas reside actualmente en Alemania donde se han visto otros trabajos escénicos habitualmente diseñados en formato reducido y muchos de ellos cercanos al ‘musiktheater’. Las recientes ‘ Imperium der Illusionen ‘ (2023) y ‘ Don Juan no existe – Sobre lo que olvidamos y lo que permanece ‘ (2024) amplían las posibilidades hacia ese género multiforme y expansivo que denomina ópera manteniendo en ambos casos similitudes argumentales en relación con problemas contemporáneos.La primera está especialmente dirigida a un público joven y narra la historia de Lia, joven que cambia de nombre, profesión y edad con facilidad, lo que lleva a explorar con sentido grotesco cuestiones sobre identidad. ‘Don Juan no existe’ es una relectura contemporánea del arquetipo y recupera la figura de la escritora Carmen Díaz de Mendoza , Condesa de San Luis, miembro fundador del Lyceum Club Femenino junto a María de Maeztu y Clara Campoamor , e implicada en causas feministas. La obra critica al mito, explica el fracaso de la obra homónima de Díaz de Mendoza y aspira a reconstruir su perdido ‘Don Juan’ antes de convertirse en un homenaje a mujeres invisibilizadas por la historia.Hay otros reconocimientos, quizá inevitables. Porque ‘Don Juan no existe’ nace desde la orquesta en donde adquiere una importancia fundamental la ópera de Mozart que permea la obra de Cánovas convirtiéndola en un comentario sonoro que resignifica y hasta ensalza el original. ‘Nada tengo contra Mozart’ se comenta en el libreto de Alberto Iglesias , lo que distancia al personaje, ‘que está en todas partes, para no existir’, del contexto musical. ‘Don Juan no existe’ se sostiene sobre una partitura muy sólida, para cuarteto de cuerda, saxofones y electrónica en vivo, trabada con buena técnica y, en este caso, estupendamente desarrollada por solistas de la Orquesta Titular del Teatro Real bajo la dirección de Jhoanna Sierralta . La directora, venezolana de origen y formada en El Sistema, destacó como integrante de la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar y, ahora lo hace ofreciendo una versión rigurosa, precisamente ordenada y muy bien orientada de la ópera de Cánovas. Pues es la orquesta la que genera un diálogo paralelo, con independencia de los momentos onomatopéyicos que ilustran la acción; la que sostiene la obra y también la lleva por territorios a veces demasiado uniformes y agitados, en ocasiones más concretas.En este sentido, ‘Don Juan no existe’ convierte en sutil lo que en realidad es profundamente dramático. La naturaleza predecible de la línea vocal se salva en los monólogos finales de Helena, la autora contemporánea que trata de reconstruir la historia de Carmen Díaz de Mendoza, y de Miguel, escéptico en el pasado y dubitativo ante la recuperación de la figura de la condesa y su obra. En Madrid, la soprano Montserrat Seró y el tenor Pablo García-López , junto con Josep-Ramon Olivé en el doble papel de Agustín y Don Juan, más respetuoso en su impulso vital, mantienen un claro compromiso e implicación, incluso desde la perspectiva del esfuerzo físico.Y es que los principios de ‘Don Juan no existe’ tienen solidez a pesar de que el libreto de Iglesias caiga en lugares comunes, haga referencias demasiado banales e incurra incluso en lo críptico. Bien es cierto que su estructura y diferentes situaciones temporales se diluyen en el espacio común, que propone la directora de escena Bárbara Lluch y en donde tiene importancia el proceso de desnudez al que se somete la protagonista quien comienza con un sofisticado vestido blanco y acaba con la ropa interior teñida con ‘la tinta que sale de su sangre’ que finalmente limpiara mientras se escuchan nombres de mujeres implicadas en la causa feminista. Escénicamente, ‘Don Juan no existe’ vive sobre una amplia ‘piscina’ blanca, accesible también desde una gran escalera y sobre la que cae una rampa de metacrilato que acabara sirviendo de cauce para la tinta negra desbordada. La condición abstracta del espacio, el contraste negro y blanco del vestuario, y el que implica la propia tinta, y una coherente circulación de los personajes son ideas básicas, llevadas con corrección y sencillamente desarrolladas en el contexto de una obra que, por contra, trata de conjugar con ingenio la realidad, la ficción, los deseos, las incertidumbres y, fundamentalmente, el compromiso.
-
Música
Helena Cánovas -
Libreto
Alberto Iglesias -
Dirección musical
Jhoanna Sierralta -
Dirección de escena
Bárbara Lluch -
Escenografía
Blanca Añón -
Vestuario
Clara Peluffo -
Iluminación
Urs Schönebaum -
Diseño de sonido
Sixto Cámara -
Lugar
Teatro del Canal, Madrid -
Intérpretes
Montserrat Seró, Josep-Ramon Olivé, Pablo García-López, solistas de la Orquesta Titular del Teatro Real
El Teatro Real de Madrid se ha asociado con el Liceu de Barcelona, la Maestranza de Sevilla y Perelada en la coproducción de la ópera ‘Don Juan no existe‘ de la compositora Helena Cánovas (1994). Se estrenó el pasado verano en aquel … festival tras recibir el premio Carmen Mateu que busca el talento en las disciplinas de ópera y danza entre jóvenes creadores. Llega ahora a la sala negra de los Teatros del Canal, convertida desde hace tiempo en espacio para la experimentación de proyectos singulares. Cánovas reside actualmente en Alemania donde se han visto otros trabajos escénicos habitualmente diseñados en formato reducido y muchos de ellos cercanos al ‘musiktheater’. Las recientes ‘Imperium der Illusionen‘ (2023) y ‘Don Juan no existe – Sobre lo que olvidamos y lo que permanece‘ (2024) amplían las posibilidades hacia ese género multiforme y expansivo que denomina ópera manteniendo en ambos casos similitudes argumentales en relación con problemas contemporáneos.
La primera está especialmente dirigida a un público joven y narra la historia de Lia, joven que cambia de nombre, profesión y edad con facilidad, lo que lleva a explorar con sentido grotesco cuestiones sobre identidad. ‘Don Juan no existe’ es una relectura contemporánea del arquetipo y recupera la figura de la escritora Carmen Díaz de Mendoza, Condesa de San Luis, miembro fundador del Lyceum Club Femenino junto a María de Maeztu y Clara Campoamor, e implicada en causas feministas. La obra critica al mito, explica el fracaso de la obra homónima de Díaz de Mendoza y aspira a reconstruir su perdido ‘Don Juan’ antes de convertirse en un homenaje a mujeres invisibilizadas por la historia.
Hay otros reconocimientos, quizá inevitables. Porque ‘Don Juan no existe’ nace desde la orquesta en donde adquiere una importancia fundamental la ópera de Mozart que permea la obra de Cánovas convirtiéndola en un comentario sonoro que resignifica y hasta ensalza el original. ‘Nada tengo contra Mozart’ se comenta en el libreto de Alberto Iglesias, lo que distancia al personaje, ‘que está en todas partes, para no existir’, del contexto musical. ‘Don Juan no existe’ se sostiene sobre una partitura muy sólida, para cuarteto de cuerda, saxofones y electrónica en vivo, trabada con buena técnica y, en este caso, estupendamente desarrollada por solistas de la Orquesta Titular del Teatro Real bajo la dirección de Jhoanna Sierralta. La directora, venezolana de origen y formada en El Sistema, destacó como integrante de la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar y, ahora lo hace ofreciendo una versión rigurosa, precisamente ordenada y muy bien orientada de la ópera de Cánovas. Pues es la orquesta la que genera un diálogo paralelo, con independencia de los momentos onomatopéyicos que ilustran la acción; la que sostiene la obra y también la lleva por territorios a veces demasiado uniformes y agitados, en ocasiones más concretas.
En este sentido, ‘Don Juan no existe’ convierte en sutil lo que en realidad es profundamente dramático. La naturaleza predecible de la línea vocal se salva en los monólogos finales de Helena, la autora contemporánea que trata de reconstruir la historia de Carmen Díaz de Mendoza, y de Miguel, escéptico en el pasado y dubitativo ante la recuperación de la figura de la condesa y su obra. En Madrid, la soprano Montserrat Seró y el tenor Pablo García-López, junto con Josep-Ramon Olivé en el doble papel de Agustín y Don Juan, más respetuoso en su impulso vital, mantienen un claro compromiso e implicación, incluso desde la perspectiva del esfuerzo físico.
Y es que los principios de ‘Don Juan no existe’ tienen solidez a pesar de que el libreto de Iglesias caiga en lugares comunes, haga referencias demasiado banales e incurra incluso en lo críptico. Bien es cierto que su estructura y diferentes situaciones temporales se diluyen en el espacio común, que propone la directora de escena Bárbara Lluch y en donde tiene importancia el proceso de desnudez al que se somete la protagonista quien comienza con un sofisticado vestido blanco y acaba con la ropa interior teñida con ‘la tinta que sale de su sangre’ que finalmente limpiara mientras se escuchan nombres de mujeres implicadas en la causa feminista. Escénicamente, ‘Don Juan no existe’ vive sobre una amplia ‘piscina’ blanca, accesible también desde una gran escalera y sobre la que cae una rampa de metacrilato que acabara sirviendo de cauce para la tinta negra desbordada. La condición abstracta del espacio, el contraste negro y blanco del vestuario, y el que implica la propia tinta, y una coherente circulación de los personajes son ideas básicas, llevadas con corrección y sencillamente desarrolladas en el contexto de una obra que, por contra, trata de conjugar con ingenio la realidad, la ficción, los deseos, las incertidumbres y, fundamentalmente, el compromiso.
Límite de sesiones alcanzadas
- El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a la vez. Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Volver a intentar
Has superado el límite de sesiones
- Sólo puedes tener tres sesiones iniciadas a la vez. Hemos cerrado la sesión más antigua para que sigas navegando sin límites en el resto.
Sigue navegando
Artículo solo para suscriptores
RSS de noticias de cultura