‘La diplomática’ saca las uñas en su segunda entrega

Decíamos hace un año, tras la primera temporada de ‘La diplomática’, que no hay buenas personas en el negocio de la diplomacia, aunque su trabajo sea aparentar serlo. Si algo le quedó claro a la embajadora Wyler (Keri Russell) es que no podía fiarse ni de su sombra y que a su alrededor las sonrisas escondían secretos y los apretones de manos venían cargados de traición. La inteligente intriga política de Netflix nos dejó en vilo y a la espera de conocer las consecuencias de los sorprendentes sucesos de su capítulo final. Habría sido un grave error repetir fórmula en esta segunda temporada. El más de lo mismo no habría satisfecho a nadie y, por ello, ‘La diplomática’ en esta segunda entrega ha cambiado de marcha con una mayor dosis de acción y agresividad. Los trabajados diálogos siguen ahí, pero en sus nuevos seis capítulos se va más allá de las palabras. En esta entrega veremos sangrar tanto metafóricamente como literalmente hasta al apuntador. Y como el olor a sangre suele atraer a los tiburones nadie tendrá asegurada su supervivencia en las aguas infestadas de un conflicto político internacional con tintes de conspiración. Si algo le faltaba a ‘La diplomática’ era un antagonista claro y vaya si consigue llenar ese hueco por todo lo alto. La aparición de Allison Janney (‘El ala oeste de la Casa Blanca’) en el papel de la vicepresidenta Grace Penn eleva la categoría dramática de esta producción de forma exponencial. Su sola presencia en pantalla genera tensión, incertidumbre y dota a ‘La diplomática’ de una dosis de elegancia de la que carecía en su primera temporada. Las actuaciones de Keri Russell y Rufus Sewell se benefician claramente de la experiencia y el magnetismo de Janney y las escenas que comparten con ella son sin duda los momentos en que más brilla esta excelente producción. Ante un rival de semejante envergadura, la diplomática se verá obligada a sacar las uñas. Y se agradece. Quizá es una oportunidad perdida que Janney sólo aparezca en dos de los seis capítulos. Nos habría gustado especialmente ver mucho más de ella y esperamos y deseamos que así sea en la ya confirmada tercera temporada.’La diplomática’ ha demostrado que tiene cuerda para rato y nos alegra. Nos alegra a pesar del único fallo que comete en esta segunda temporada: usar como desencadenante de los acontecimientos finales un deus ex machina de manual que chirría cuando se compara al resto del guión. Y no sólo recurre a este burdo truco, sino que, además, lo hace fuera de cámara haciendo cierto el dicho de que ‘hasta el mejor escribano -o guionista- echa un borrón’. Decíamos hace un año, tras la primera temporada de ‘La diplomática’, que no hay buenas personas en el negocio de la diplomacia, aunque su trabajo sea aparentar serlo. Si algo le quedó claro a la embajadora Wyler (Keri Russell) es que no podía fiarse ni de su sombra y que a su alrededor las sonrisas escondían secretos y los apretones de manos venían cargados de traición. La inteligente intriga política de Netflix nos dejó en vilo y a la espera de conocer las consecuencias de los sorprendentes sucesos de su capítulo final. Habría sido un grave error repetir fórmula en esta segunda temporada. El más de lo mismo no habría satisfecho a nadie y, por ello, ‘La diplomática’ en esta segunda entrega ha cambiado de marcha con una mayor dosis de acción y agresividad. Los trabajados diálogos siguen ahí, pero en sus nuevos seis capítulos se va más allá de las palabras. En esta entrega veremos sangrar tanto metafóricamente como literalmente hasta al apuntador. Y como el olor a sangre suele atraer a los tiburones nadie tendrá asegurada su supervivencia en las aguas infestadas de un conflicto político internacional con tintes de conspiración. Si algo le faltaba a ‘La diplomática’ era un antagonista claro y vaya si consigue llenar ese hueco por todo lo alto. La aparición de Allison Janney (‘El ala oeste de la Casa Blanca’) en el papel de la vicepresidenta Grace Penn eleva la categoría dramática de esta producción de forma exponencial. Su sola presencia en pantalla genera tensión, incertidumbre y dota a ‘La diplomática’ de una dosis de elegancia de la que carecía en su primera temporada. Las actuaciones de Keri Russell y Rufus Sewell se benefician claramente de la experiencia y el magnetismo de Janney y las escenas que comparten con ella son sin duda los momentos en que más brilla esta excelente producción. Ante un rival de semejante envergadura, la diplomática se verá obligada a sacar las uñas. Y se agradece. Quizá es una oportunidad perdida que Janney sólo aparezca en dos de los seis capítulos. Nos habría gustado especialmente ver mucho más de ella y esperamos y deseamos que así sea en la ya confirmada tercera temporada.’La diplomática’ ha demostrado que tiene cuerda para rato y nos alegra. Nos alegra a pesar del único fallo que comete en esta segunda temporada: usar como desencadenante de los acontecimientos finales un deus ex machina de manual que chirría cuando se compara al resto del guión. Y no sólo recurre a este burdo truco, sino que, además, lo hace fuera de cámara haciendo cierto el dicho de que ‘hasta el mejor escribano -o guionista- echa un borrón’.  

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