¿Fue Miguel de Cervantes un ‘joven’ universitario de 66 años ? Un documento hallado recientemente en el Archivo de la antigua Universidad de Osuna, actualmente integrado en el Archivo Municipal de dicha localidad sevillana, parece acreditar que se matriculó en Leyes en el curso de 1613-1614. Sin embargo, voces reputadas como la del cervantista José Manuel Lucía Megías sostienen que no es auténtico, que se trata de una superchería documental habitual en el siglo XIX . Hasta ahora los estudios históricos y grafológicos y los análisis que se hacen al papel o al tipo de tinta empleado han arrojado luz en estos debates, aunque no siempre definitiva. Una nueva técnica, que estudia la composición de las tintas usadas en el Siglo de Oro , podría desvelar de forma científica si la anotación en el libro de matrículas de Osuna se realizó, o no, doscientos años después.«En el siglo XIX se hicieron muchos falsos en los que utilizaron papel antiguo, pero no se les ocurrió que la tinta les podría delatar. Incluso si usaron recetas antiguas de tintas, hay parámetros como el de la oxidación producida por el paso del tiempo que se puede detectar», explica la filóloga María del Valle Ojeda . Esta profesora de la Universidad Ca’ Foscari de Venecia lidera un ambicioso proyecto multidisciplinar con Francisco José Gómez-Fernández, del Instituto de Ciencias del Patrimonio (INCIPIT-CSIC) y los químicos Ana Crespo y Santiago Sánchez-Cortés, del Instituto de Estructura de la Materia (IEM-CSIC). Su objetivo es desarrollar una herramienta que permita a los filólogos saber cuántas manos escribieron un manuscrito y en qué momentos diferentes, a partir de las tintas empleadas. Un método sencillo, que no requiera de conocimientos químicos. «Como el del aparatito del azúcar, que cuando uno se mide no necesita saber cómo funciona», ejemplariza Ojeda. Noticia Relacionada estandar Si Descubren dos libros de la biblioteca personal de Lope de Vega en Ecuador Adrián J. Sáez El investigador Antonio Sánchez Jiménez halla los volúmenes en un convento de Santo Domingo en QuitoLa filóloga de Ca’ Foscari y sus colegas ya lo han probado con éxito en un manuscrito de la colección Gondomar, custodiado en la Real Biblioteca y atribuido a Abagaro Fescobaldi, alias Stefanelo Botarga . Este actor perteneció a la primera compañía de cómicos italianos que vinieron a España a finales del siglo XVI, la de Alberto Naselli, conocido como Ganassa. Según explica Ojeda, a diferencia del teatro de Cervantes, Juan de la Cueva o Lope de Vega, en el que el dramaturgo escribía por completo su obra, estos cómicos italianos se perfilaban sus propios personajes a partir de un argumento común. La huella dactilar de la tintaEl manuscrito analizado es un cuaderno de apuntes que Ojeda atribuyó a Botarga, con textos de diferente extensión, fragmentos escritos con tintas aparentemente distintas, además de correcciones, tachaduras o anotaciones al margen y entre líneas. Dada su complejidad, los investigadores pensaron que la química podría ayudar a desentrañar la maraña de textos y explicar cómo se gestó el manuscrito . Y si fuera posible, averiguar qué hay escrito bajo las tachaduras. El reto era de «gran envergadura», según relatan en un artículo publicado en ‘Avisos. Noticias de la Real Biblioteca ‘. Incluía, además, «el sueño de un filólogo: ¿se podría encontrar alguna marca temporal en la tinta para saber qué texto o qué fragmento de texto se ha escrito antes o después?». Santiago Sánchez-Cortés y Valle Ojeda, analizando un manuscrito del Archivo Histórico Provincial de Sevilla RAÚL DOBLADOUn primer análisis determinó que en el documento de Botarga se empleó tinta ferrogálica , la más usada desde el siglo XIII al XIX. La técnica no invasiva de espectroscopía Raman ha proporcionado ahora más datos. «Nos permite ver las moléculas presentes en la tinta, si están más o menos degradadas, si hay ingredientes añadidos a los componentes que normalmente se empleaban en su elaboración, las pequeñas diferencias en las recetas o en las proporciones usadas», explica Sánchez-Cortés. Esta tecnología ha resultado muy útil para identificar las distintas manos en el documento o para saber que su autor principal dejaba páginas en blanco para volver sobre ellas con tintas que, por estar elaboradas en distintos momentos, variaban ligeramente en su receta. « Es como tener una huella dactilar de la tinta », resume el químico. Al distinguir las composiciones de las tintas, podrán leer además las palabras ocultas bajo los borrones . Lo han logrado con un cero y ahora, con ayuda de la Inteligencia Artificial, confían en reducir los tiempos para analizar la ingente cantidad de datos obtenidos y descubrir otros escritos tachados.Cervantes no mienteOjeda también pretende aplicar esta técnica a las copias manuscritas del teatro de Cervantes para aclarar un misterio. «Se ha dicho siempre que no escribió comedias en cinco jornadas (actos), pero puede ser que sí», sostiene esta estudiosa del teatro del siglo XVI que cree que «Cervantes no miente cuando dice que las hace de cinco a tres jornadas» . Las obras que se conservan están en cuatro, pero son copias manuscritas «y están reescritas, con tachaduras y demás». La espectroscopía Raman podría revelar las fases de esa reescritura y si se condensaron las jornadas, como sospecha Ojeda. «Ahora es una hipótesis, que deduzco de estudiar los textos, pero ¡cómo cambiaría si tuviera datos científicos!», señala esperanzada en el «salto» que supone esta nueva herramienta. ¿Fue Miguel de Cervantes un ‘joven’ universitario de 66 años ? Un documento hallado recientemente en el Archivo de la antigua Universidad de Osuna, actualmente integrado en el Archivo Municipal de dicha localidad sevillana, parece acreditar que se matriculó en Leyes en el curso de 1613-1614. Sin embargo, voces reputadas como la del cervantista José Manuel Lucía Megías sostienen que no es auténtico, que se trata de una superchería documental habitual en el siglo XIX . Hasta ahora los estudios históricos y grafológicos y los análisis que se hacen al papel o al tipo de tinta empleado han arrojado luz en estos debates, aunque no siempre definitiva. Una nueva técnica, que estudia la composición de las tintas usadas en el Siglo de Oro , podría desvelar de forma científica si la anotación en el libro de matrículas de Osuna se realizó, o no, doscientos años después.«En el siglo XIX se hicieron muchos falsos en los que utilizaron papel antiguo, pero no se les ocurrió que la tinta les podría delatar. Incluso si usaron recetas antiguas de tintas, hay parámetros como el de la oxidación producida por el paso del tiempo que se puede detectar», explica la filóloga María del Valle Ojeda . Esta profesora de la Universidad Ca’ Foscari de Venecia lidera un ambicioso proyecto multidisciplinar con Francisco José Gómez-Fernández, del Instituto de Ciencias del Patrimonio (INCIPIT-CSIC) y los químicos Ana Crespo y Santiago Sánchez-Cortés, del Instituto de Estructura de la Materia (IEM-CSIC). Su objetivo es desarrollar una herramienta que permita a los filólogos saber cuántas manos escribieron un manuscrito y en qué momentos diferentes, a partir de las tintas empleadas. Un método sencillo, que no requiera de conocimientos químicos. «Como el del aparatito del azúcar, que cuando uno se mide no necesita saber cómo funciona», ejemplariza Ojeda. Noticia Relacionada estandar Si Descubren dos libros de la biblioteca personal de Lope de Vega en Ecuador Adrián J. Sáez El investigador Antonio Sánchez Jiménez halla los volúmenes en un convento de Santo Domingo en QuitoLa filóloga de Ca’ Foscari y sus colegas ya lo han probado con éxito en un manuscrito de la colección Gondomar, custodiado en la Real Biblioteca y atribuido a Abagaro Fescobaldi, alias Stefanelo Botarga . Este actor perteneció a la primera compañía de cómicos italianos que vinieron a España a finales del siglo XVI, la de Alberto Naselli, conocido como Ganassa. Según explica Ojeda, a diferencia del teatro de Cervantes, Juan de la Cueva o Lope de Vega, en el que el dramaturgo escribía por completo su obra, estos cómicos italianos se perfilaban sus propios personajes a partir de un argumento común. La huella dactilar de la tintaEl manuscrito analizado es un cuaderno de apuntes que Ojeda atribuyó a Botarga, con textos de diferente extensión, fragmentos escritos con tintas aparentemente distintas, además de correcciones, tachaduras o anotaciones al margen y entre líneas. Dada su complejidad, los investigadores pensaron que la química podría ayudar a desentrañar la maraña de textos y explicar cómo se gestó el manuscrito . Y si fuera posible, averiguar qué hay escrito bajo las tachaduras. El reto era de «gran envergadura», según relatan en un artículo publicado en ‘Avisos. Noticias de la Real Biblioteca ‘. Incluía, además, «el sueño de un filólogo: ¿se podría encontrar alguna marca temporal en la tinta para saber qué texto o qué fragmento de texto se ha escrito antes o después?». Santiago Sánchez-Cortés y Valle Ojeda, analizando un manuscrito del Archivo Histórico Provincial de Sevilla RAÚL DOBLADOUn primer análisis determinó que en el documento de Botarga se empleó tinta ferrogálica , la más usada desde el siglo XIII al XIX. La técnica no invasiva de espectroscopía Raman ha proporcionado ahora más datos. «Nos permite ver las moléculas presentes en la tinta, si están más o menos degradadas, si hay ingredientes añadidos a los componentes que normalmente se empleaban en su elaboración, las pequeñas diferencias en las recetas o en las proporciones usadas», explica Sánchez-Cortés. Esta tecnología ha resultado muy útil para identificar las distintas manos en el documento o para saber que su autor principal dejaba páginas en blanco para volver sobre ellas con tintas que, por estar elaboradas en distintos momentos, variaban ligeramente en su receta. « Es como tener una huella dactilar de la tinta », resume el químico. Al distinguir las composiciones de las tintas, podrán leer además las palabras ocultas bajo los borrones . Lo han logrado con un cero y ahora, con ayuda de la Inteligencia Artificial, confían en reducir los tiempos para analizar la ingente cantidad de datos obtenidos y descubrir otros escritos tachados.Cervantes no mienteOjeda también pretende aplicar esta técnica a las copias manuscritas del teatro de Cervantes para aclarar un misterio. «Se ha dicho siempre que no escribió comedias en cinco jornadas (actos), pero puede ser que sí», sostiene esta estudiosa del teatro del siglo XVI que cree que «Cervantes no miente cuando dice que las hace de cinco a tres jornadas» . Las obras que se conservan están en cuatro, pero son copias manuscritas «y están reescritas, con tachaduras y demás». La espectroscopía Raman podría revelar las fases de esa reescritura y si se condensaron las jornadas, como sospecha Ojeda. «Ahora es una hipótesis, que deduzco de estudiar los textos, pero ¡cómo cambiaría si tuviera datos científicos!», señala esperanzada en el «salto» que supone esta nueva herramienta.
¿Fue Miguel de Cervantes un ‘joven’ universitario de 66 años? Un documento hallado recientemente en el Archivo de la antigua Universidad de Osuna, actualmente integrado en el Archivo Municipal de dicha localidad sevillana, parece acreditar que se matriculó en Leyes en el curso … de 1613-1614. Sin embargo, voces reputadas como la del cervantista José Manuel Lucía Megías sostienen que no es auténtico, que se trata de una superchería documental habitual en el siglo XIX. Hasta ahora los estudios históricos y grafológicos y los análisis que se hacen al papel o al tipo de tinta empleado han arrojado luz en estos debates, aunque no siempre definitiva. Una nueva técnica, que estudia la composición de las tintas usadas en el Siglo de Oro, podría desvelar de forma científica si la anotación en el libro de matrículas de Osuna se realizó, o no, doscientos años después.
«En el siglo XIX se hicieron muchos falsos en los que utilizaron papel antiguo, pero no se les ocurrió que la tinta les podría delatar. Incluso si usaron recetas antiguas de tintas, hay parámetros como el de la oxidación producida por el paso del tiempo que se puede detectar», explica la filóloga María del Valle Ojeda.
Esta profesora de la Universidad Ca’ Foscari de Venecia lidera un ambicioso proyecto multidisciplinar con Francisco José Gómez-Fernández, del Instituto de Ciencias del Patrimonio (INCIPIT-CSIC) y los químicos Ana Crespo y Santiago Sánchez-Cortés, del Instituto de Estructura de la Materia (IEM-CSIC). Su objetivo es desarrollar una herramienta que permita a los filólogos saber cuántas manos escribieron un manuscrito y en qué momentos diferentes, a partir de las tintas empleadas. Un método sencillo, que no requiera de conocimientos químicos. «Como el del aparatito del azúcar, que cuando uno se mide no necesita saber cómo funciona», ejemplariza Ojeda.
La filóloga de Ca’ Foscari y sus colegas ya lo han probado con éxito en un manuscrito de la colección Gondomar, custodiado en la Real Biblioteca y atribuido a Abagaro Fescobaldi, alias Stefanelo Botarga. Este actor perteneció a la primera compañía de cómicos italianos que vinieron a España a finales del siglo XVI, la de Alberto Naselli, conocido como Ganassa. Según explica Ojeda, a diferencia del teatro de Cervantes, Juan de la Cueva o Lope de Vega, en el que el dramaturgo escribía por completo su obra, estos cómicos italianos se perfilaban sus propios personajes a partir de un argumento común.
La huella dactilar de la tinta
El manuscrito analizado es un cuaderno de apuntes que Ojeda atribuyó a Botarga, con textos de diferente extensión, fragmentos escritos con tintas aparentemente distintas, además de correcciones, tachaduras o anotaciones al margen y entre líneas. Dada su complejidad, los investigadores pensaron que la química podría ayudar a desentrañar la maraña de textos y explicar cómo se gestó el manuscrito. Y si fuera posible, averiguar qué hay escrito bajo las tachaduras. El reto era de «gran envergadura», según relatan en un artículo publicado en ‘Avisos. Noticias de la Real Biblioteca‘. Incluía, además, «el sueño de un filólogo: ¿se podría encontrar alguna marca temporal en la tinta para saber qué texto o qué fragmento de texto se ha escrito antes o después?».
RAÚL DOBLADO
Un primer análisis determinó que en el documento de Botarga se empleó tinta ferrogálica, la más usada desde el siglo XIII al XIX. La técnica no invasiva de espectroscopía Raman ha proporcionado ahora más datos. «Nos permite ver las moléculas presentes en la tinta, si están más o menos degradadas, si hay ingredientes añadidos a los componentes que normalmente se empleaban en su elaboración, las pequeñas diferencias en las recetas o en las proporciones usadas», explica Sánchez-Cortés. Esta tecnología ha resultado muy útil para identificar las distintas manos en el documento o para saber que su autor principal dejaba páginas en blanco para volver sobre ellas con tintas que, por estar elaboradas en distintos momentos, variaban ligeramente en su receta. «Es como tener una huella dactilar de la tinta», resume el químico.
Al distinguir las composiciones de las tintas, podrán leer además las palabras ocultas bajo los borrones. Lo han logrado con un cero y ahora, con ayuda de la Inteligencia Artificial, confían en reducir los tiempos para analizar la ingente cantidad de datos obtenidos y descubrir otros escritos tachados.
Cervantes no miente
Ojeda también pretende aplicar esta técnica a las copias manuscritas del teatro de Cervantes para aclarar un misterio. «Se ha dicho siempre que no escribió comedias en cinco jornadas (actos), pero puede ser que sí», sostiene esta estudiosa del teatro del siglo XVI que cree que «Cervantes no miente cuando dice que las hace de cinco a tres jornadas». Las obras que se conservan están en cuatro, pero son copias manuscritas «y están reescritas, con tachaduras y demás». La espectroscopía Raman podría revelar las fases de esa reescritura y si se condensaron las jornadas, como sospecha Ojeda. «Ahora es una hipótesis, que deduzco de estudiar los textos, pero ¡cómo cambiaría si tuviera datos científicos!», señala esperanzada en el «salto» que supone esta nueva herramienta.
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