«¿Pero cuándo es la ceremonia?», pregunta despistado Antón Álvarez (Madrid, 1990) nada más llegar a la Sala Equis de Madrid , junto a la plaza de Antón Martín, en el barrio de Lavapiés. Viste un traje muy elegante de color marrón claro mucho más amplio de lo habitual. «Ni siquiera sé todavía qué me voy a poner», comenta el director de ‘La guitarra flamenca de Yerai Cortés’ , el documental nominado a dos premios Goya con el que ha aparcado su exitosa carrera musical, y su alias de C. Tangana , para cumplir su sueño de ser director de cine.«No sé qué te preocupa, tú tienes ropa de sobra y sabes vestir», bromea Isaki Lacuesta (Gerona, 1975) tras los cariñosos saludos iniciales. Se nota que se conocen. Hace tres años, el compositor hizo un cameo en la anterior película del veterano director –’Un año, una noche’–, que narró la masacre de la sala de conciertos Bataclan, en París. Ahora le ha devuelto el favor. «¡Ha sido mi consejero!», reconoce Álvarez con una sonrisa. Le envió varios montajes previos para conocer su experimentada opinión. «¿Has visto? En realidad soy un impostor, como lo fui con la música al principio. No tengo ni idea de cine, siento que me falta experiencia», repetirá en varias ocasiones durante este encuentro inédito, organizado por ABC Cultural, una semana antes de la ceremonia de entrega de los Goya. También participa Javier Macipe (Zaragoza, 1987), el primero en llegar. Mientras esperamos al resto, nos ayuda a colocar los títulos de las películas para la fotografía de la portada, en la entrada del que fue, hasta su cierre en 2017, el último cine porno de la capital. El suyo es ‘La estrella azul’ , una de las sensaciones del año, que acumula ocho nominaciones y ha recaudado más de medio millón de euros en los cines.Noticia Relacionada estandar No C. Tangana: «Suelo poner en riesgo mi vida, pero aquí me preocupó que jugaba con la de Yerai Cortés» Israel Viana Antón Álvarez estrena este viernes su debut como director de cine, el documental basado en la historia familiar del guitarrista flamencoLos tres directores tienen muchas probabilidades de convertirse en los protagonistas de la noche más importante del cine español, con tres largometrajes que tienen una cosa en común: están protagonizados por músicos. Mientras Álvarez indaga en un secreto de la familia de Yerai Cortés, para intentar sanar una pena que el guitarrista lleva dentro desde niño, Macipe aborda el viaje quijotesco de Mauricio Aznar , un cantante y guitarrista rockabilly de Zaragoza que, cuando parecía que iba a triunfar, decidió dejarlo todo y cruzar el Atlántico para descubrir el folclore argentino y, de paso, huir de sus adicciones.Isaki Lacuesta, por su parte, se sumerge en el turbulento proceso de grabación de ‘Una semana en el motor de un autobús’, disco que encumbró a Los Planetas en 1998 y que suele ser calificado como el más relevante e influyente de la historia del ‘indie’ español. «Nosotros tenemos 11 nominaciones. Me hace gracia, porque he dirigido 12 pelis y esta ha conseguido el doble que todas las anteriores juntas. Por cierto, Antón, estoy nominado a mejor canción [junto a Alondra Bentley], así que competimos», subraya con guasa el codirector de ‘Segundo premio’ junto a Pol Rodríguez . «¿Ah, sí? ¡Maldita sea!», entra al trapo el autor de ‘El madrileño’, disco que, en 2021, superó los cinco millones de reproducciones en las primeras 24 horas y se convirtió en el mejor debut de la historia de un artista español.—Hace poco Jonás Trueba dijo que la música le había ayudado más que el propio cine a hacer películas. ¿Sienten también esa deuda?— Antón Álvarez : Sí, porque es lo único que conozco. Siento que aún no estoy preparado para hacer cine. Ha tenido que venir Yerai a cogerme del pescuezo y decirme: «Vas a hacer esta peli». De hecho, todo lo que he utilizado son recursos que aprendí de la música, como la intuición y la sensibilidad. Lo más difícil ha sido el guión, que era nuevo para mí. — Javier Macipe : Yo también soy músico [llegó a grabar un disco con Ciudad Frontera y ahora está de gira con la banda que ha formado a raíz de su película]. Recuerdo que de niño lo que más hacía era escuchar música. Me pasaba horas. Y ahora pienso: ‘Joder, he acabado en el cine más que en la música’. En realidad lo que hacía cuando escuchaba música era imaginar películas y videoclips. Ahora me pongo canciones cuando me bloqueo con el guion. El cine es un arte muy relacionado con el ritmo y creo que el sentido musical ayuda. — Isaki Lacuesta : El montaje es puro ritmo, un trabajo muy musical. A mí me pasaba que, cuando escuchaba música, me entraban ganas de escribir o hacer películas. Es más, lo que he hecho en ‘Segundo premio’ ya lo imaginaba en los años 90 con Morente [hace un gesto porque suena el disco ‘Omega’ en la sala] y su familia en Granada, adaptando de una manera muy loca la historia de ‘Los persas’ escrita por Esquilo en el siglo V a. C. En realidad, todo eran las ganas que tenía de filmar música con ellos.Momentos del encuentro en la Sala Equis, con C. Tangana, Isaki Lacuesta y Javier Macipe Tania Sieira—La música siempre como fuente de inspiración…— I. L. : Sí. Recuerdo que escuchaba a PJ Harvey y Tom Waits y pensaba que sus discos eran como películas. Solemos pensar en guiones clásicos, pero la idea de escribirlos como si compones un disco y ensamblas emociones con las canciones, me fascina.— A. Á. : Hay gente muy pesada con la trama, como si hubiera que rodar una novela de Agatha Christie, pero las películas que me gustan son recorridos emocionales en los que no hay información que sonsacar, aunque esta te sirva como artefacto. Esa ambición tenía yo con Yeray, pero cada día de rodaje pasaba algo que lo cambiaba todo… ¡Era muy frustrante! —Quieren decir que las vidas de esos músicos son, en realidad, una excusa para contar otra historia no tan explícita…— I. L. : Yo lo diría al revés, que la historia es una excusa para poner música [risas].—¿Pero qué quieren contar más allá de puro ‘biopic’?— I. L. : En ‘Segundo premio’, la historia de Los Planetas no es lo que más me interesaba, era el anzuelo para que el espectador asista a otro tipo de conexiones más emocionales. — J. M. : ‘La estrella azul’ surgió por encargo de la madre de Mauricio Aznar. Hice mi primer corto y le pedí permiso para usar la canción ‘La pucha con el hombre’, una versión de Cuti Carvajal que grabó su hijo. Me dijo que Carlos Saura le había dado la idea de hacer una película, precisamente, con esa canción, pero luego vio el corto y me pidió que la hiciera yo. Tenía 18 años y le dije que no me veía capaz, pero empezamos a mantener una relación por carta que duró años. Al investigar, descubrí la historia que hay detrás de Mauricio, que fue lo que me interesó más allá de su biografía. Para mí representa al artista en el sentido más puro, alguien que cuando va a alcanzar la fama, dice que no le interesa y se va a recorrer Latinoamérica… Tú has vivido algo parecido con el cine, Antón. — I. L. : «¡Ahora que lo he petado en la música me paso al cine!» [imita, con cariño, la voz de C. Tangana y se ríe].— J. M. : Pues eso hizo Mauricio, empezar de cero con las chacareras [música folclórica de la provincia argentina de Santiago del Estero]. Eso lo convirtió en un referente para mí, alguien a quien imitar. Me gustaría trasladar esa manera tan pura de hacer música a mi cine, seguir sus pasos y, si alcanzo un lugar de seguridad, continuar con algo completamente distinto, pero siguiendo el camino del corazón y la autenticidad. — I. L. : ¿La escritura del guion duró todo ese tiempo, desde que la madre de Mauricio te pidió que hicieras la película? — J. M. : No. Empecé hace 10 años a dedicarme solo a esto, aunque la madre y yo manteníamos esa relación epistolar desde que yo tenía 18 años. Escribir el guion me llevó cuatro años, porque entrevisté a mucha gente e hice muchos viajes a Argentina. No quería tener la típica mirada del turista sobre su folclore. Y luego pasaron otros cuatro años más hasta que encontré productor. — A. Á. : ¿Y cómo fue el proceso de meterte en el folclore argentino? ¿Lo conocías de antes? — J. M. : Solo había escuchado lo que hizo Mauricio, así que todo era nuevo para mí. — A. Á. : Eso fue lo mejor, ¿eh? — J. M. : ¡Lo mejor!— A. Á. : De las cosas que más he disfrutado en mi vida fue cuando hice el himno del Celta de Vigo [‘Oliveira Dos Cen Anos’, en 2023]. Tenía ligeros conocimientos de música celta, porque mi viejo es gallego, pero fui a Toutón [parroquia de 300 habitantes de Pontevedra] a escuchar a una señora cantar cosas que cantaba mi abuela. Y luego descubrí a una joven que hablaba de las «recollidas» (recogidas), tradición que consistía en ir a los pueblos a grabar a las señoras que habían dejado de cantar cuando Franco prohibió el folclore en gallego. Conocí al chico que las grabó y me enseñó las cintas. Fue una de las experiencias más fuertes de mi vida. Con Yerai me pasó algo parecido en el flamenco. Ese momento de indagar y vivir algo de verdad, algo que huele al pueblo. —Se nota que lo que más le interesa y disfruta es investigar…— A. Á. : Sí. Estoy deseando encontrar un proyecto en el que necesite dos años de documentación y me lleve a otros paisajes, climas y gastronomías. — J. M. : La gente se piensa que lo pasamos muy bien en el rodaje, pero en realidad fue un infierno, siempre estresado. Sin embargo, esa parte previa de investigación fue la hostia, sin la presión del dinero que se pierde cada minuto que ruedas.Los actores que protagonizan las tres película: Los Planetas en la ficción (arriba), Pepe Lorente en la piel de Mauricio Aznar acompañado de Cuti Carvajal (abajo izquierda) y Yerai Cortés ABCRodajes accidentadosOtro punto en común de los tres largometrajes: los rodajes fueron una auténtica odisea, viajes quijotescos que estuvieron a punto de quebrarse en varias ocasiones. Así lo vivió Álvarez: «Quería poner todo el peso en la emoción que despierta la historia, pero no podía jugar con fuego como lo hago con mi propia vida. De hecho, hubo cosas bastante duras en el rodaje. Lo peor fue cuando pensamos que estábamos removiendo demasiado y que podía perjudicar a la familia de Yeray, hasta el punto de que paramos el rodaje».Macipe se enfrentó a todos los problemas del mundo durante los diez años que estuvo dedicado al filme en exclusiva, a los que hay que sumar los otros díez que estuvo investigando, viajando a Argentina y carteándose con la madre de Mauricio Aznar. La odisea de encontrar productor, sobrevivir a un rodaje más que difícil a ambos lados del Atlántico y la pandemia, que lo reventó todo. Dos décadas luchando sin la seguridad de que el barco fuera a llegar a buen puerto. Por último, el viacrucis de ‘Segundo premio’. En una entrevista del año pasado para el suplemento ‘La Lectura’, Alejandro Simón Partal, encargado de escribir el diario del rodaje que ha publicado Plaza & Janés bajo el título ‘La planta baja’, calificaba así su experiencia: «¡Ha sido perturbador, con muchos vaivenes! Todo siempre a punto de caerse». Al empezar a rodar supieron que Luna, la hija de nueve años de Isaki Lacuesta, estaba enferma de leucemia. «Recibí un mensaje de Isaki que me decía: ‘La idea de hacer una película maldita estaba bien, pero no hacía falta ser tan literal’», recordaba el escritor malagueño. Luna falleció al acabar el rodaje. Antes, el primer director que trabajó en el filme, Jonás Trueba, abandonó el proyecto tras seis años preparándolo. Lacuesta tuvo que volver a escribir el guión desde el principio. Después sufrió la poca implicación de la banda, que desde el principio mostró poco interés por una película que el mismo director le describió a Jota y Florent, el día que se conocieron, como un filme «de vaqueros gays o de un vampiro y un fantasma». Su interés no cambió ni cuando la cinta recibió la Biznaga de Oro en el Festival de Málaga ni al ser preseleccionada para los Oscar. Lacuesta lo intuía, porque en aquel primer encuentro, lo primero que le dijo a Jota fue: «Vamos a hacernos una foto hoy, porque igual la película no te gusta y no quieres saber nada más de mí». — I. L. : No estoy de acuerdo con esa idea de que Los Planetas nos pusieran las cosas jodidas, todo lo contrario. No se me ocurren otros músicos que hayan dejado hacer a alguien la película que le ha dado la gana, como a mí. Ni Jota ni los otros miembros del grupo me preguntaron, jamás, qué estaba haciendo, ni han querido ver montajes previos. Vieron la película terminada. Nos dieron una libertad absoluta, así que no me puedo quejar. —¿Qué fue lo más difícil?— I. L. : Cuando dimitió Jonás, hubo un momento que nadie sabía cuánto iba a costar la película. Eso retrasó todo aún más, hasta el punto de que tuvimos que cambiar de equipo. Dimití dos veces. Si no sabíamos qué película podíamos hacer, prefería no hacerla. No me imaginaba que pudiera salir adelante y, menos, estar en los Goya. Es bastante insólito.— J. M. : Para mí la pandemia fue una putada terrible, porque empezamos a rodar el 9 de marzo de 2020 [cinco días antes del primer estado de alarma]. Sin embargo, eso ha sido una anécdota en comparación con lo que fue el verdadero infierno: trabajar por primera vez dentro de la industria. Yo venía de hacer mis cortos y nadie opinaba. De repente, me vi en un entorno en el que se movía dinero y la gente que lo puso quería decidir sobre el contenido. En una película que trata sobre la búsqueda de la autenticidad de un artista, cuya historia me entregó su madre como lo más sagrado, que la industria viniera a mostrarme sus diferencias sobre la duración y otros aspectos, fue muy duro. La película que yo quería hacer se me iba de las manos y lo pasé verdaderamente mal, pero resistí e hice lo que quise. A partir de ahora lo dejaré claro al principio, para no arrastrar esas guerras toda la producción.— A. Á. : Pues para mí lo peor ha sido lo contrario, saber qué cojones estaba haciendo sin tener a nadie al que decir que dimitía. Cuando me desesperaba, preguntaba a compañeros, pero creo que me decían que todo iba bien porque no querían que me tirara de un puente. Mantener ese control, mientras gestionaba las emociones con Yerai y sus padres, fue muy complicado y frustrante. — I. L. : Bueno, al final todo salió bien… Las dos salieron bien. Me hace mucha ilusión comentar que me gustan mucho vuestras películas. ¡Es la verdad y lo puedo decir! —Es curioso que los músicos que protagonizan sus películas tengan una relación esquiva con el éxito.— I. L. : La verdad es que ‘Segundo premio’ tiene muchas cosas autobiográficas. En ocasiones había una coincidencia directa entre lo que les ocurrió a Los Planetas en la música y lo que me ocurrió a mí en el cine. Por ejemplo, las conversaciones que tienen con la discográfica son las mismas que tuve yo con plataformas de cine. También he tenido las mismas dudas, que es algo de lo que hemos hablado tú [se dirige a Álvarez] y yo, en el sentido de que, cuando hago la película que quiero, deseo que la vea mucha gente y se haga popular, pero soy como soy y, al final, mi forma de hacer las cosas, en ocasiones, boicotea ese objetivo. — J. M. : En ‘La estrella azul’ hay una pregunta implícita sobre qué es el éxito, porque en realidad Mauricio no vendió muchos discos, pero si miras lo que está pasando, te das cuenta de que sembró algo que recogí yo y lo convertí en una película. Ahora he visto en nuestros conciertos a rockabillies bailando chacareras. ¡Joder, eso es un éxito! Otra cosa es que se relacione el éxito con lo material. — A. Á. : Es que la manera de concebir el éxito es un error. Hay gente que gana muchísimo dinero y está fracasando estrepitosamente. Cada persona tiene una idea de qué es triunfar. Cuando limpiaba cocinas en mi antiguo curro y no tenía tiempo para hacer música, mi éxito era ganar el dinero suficiente para salir de allí. Ahora mi éxito es poder dejar de hacer música tres años y meterme en una peli. ¡Es un éxito increíble! —¿Hacer música ahora lo consideraría un fracaso?— A. Á. : Tener que hacerla únicamente porque lo peté con ‘El Madrileño’ (2021), sí. Conozco a unas cuantas estrellas del rock actuales que viven sufriendo porque saben que lo que hacen no está a la altura de donde quieren estar artísticamente. Tú te puedes preguntar: ¿dónde quieren estar si venden millones de discos? Pero ellos son conscientes de que no aportan nada a su país y de que copian a otros. Viven con una profunda frustración, aunque tengan todas las cosas materiales. —¿Hasta qué punto les preocupó que los músicos o sus familias estuviesen de acuerdo con lo que querían contar?— J. M. : Eso fue una de las mayores dificultades para mí, porque cuando la madre de Mauricio me pidió que contase la historia de su hijo, fue bonito, pero había heroína y otras cosas que descubrí y que ella ni conocía. Siempre estaba la pregunta de cuánto de esa faceta oscura debía mostrar. También estaba el fantasma de Mauricio, porque no le podía pedir permiso. No paraba de preguntarme: ¿le parecería bien que cuente sus intimidades?, ¿tengo derecho a hacerlo? No hay que olvidar que él ya contó lo que quiso con sus canciones. —¿Cómo resolvió ese conflicto?— J. M. : Fui a Berlín a entrevistar a su hermano y le comenté esta duda. El pobre, que murió mientras hacíamos la peli, me dijo: «A él le parecería de puta madre si lo haces con el corazón». Aquello me liberó, porque lo estaba haciendo con mucha pasión y la mejor intención. Joder, además, se parecían mucho a Mauricio… Fue maravilloso. Y yo quería que la película mirara a la luz. Retratar a ese músico que, aunque tenía problemas de adicciones, buscaba la luz. — A. Á. : Mi película afectaba en tiempo real a la familia de Yerai y eso me preocupaba. Cada día, después de rodar, le preguntaba: «¿Has hablado con tus padres? ¿Cómo están? ¿Y tú con Tania [su novia]?». Si no les quisiera, podría haber hecho otra película, pero sabía que les podía hacer daño. Además, tenía el compromiso con Yerai de que era su película. No es que haya hecho lo que él quería. De hecho, tuvimos los típicos problemas de dejar claro quién era el director, pero es obvio que tenía una deuda con él. Y me gusta, porque ha salido una película de amor, un tono que no era mío de forma natural.— J. M. : ¿Y la película les ayudó a resolver sus problemas?— A. Á. : ¡Sí, sí! El día que la presentamos en el Festival de San Sebastián, sus padres, que llevaban años sin hablarse, se dieron un abrazo delante de la gente en mitad de los aplausos. Y la relación de ellos con Yerai también ha mejorado, porque han entendido cómo se sentía él y cómo le afectaron sus decisiones. —¿Y la madre de Mauricio no intentó censurar ninguna escena de los montajes previos?— J. M. : No. Cuando firmamos el contrato de los derechos para la película, solo puso una condición: que no contara la causa física de la muerte de su hijo. Fue lo único. Nunca quiso controlar nada. Le enseñé el guión sin que me lo pidiera y le pareció perfecto. Luego le enseñé la peli terminada y fue de los momentos más emocionantes. Tenía 90 años y ya no se levantaba. La vio en su cama con el oxígeno puesto, pero con total lucidez. Casi no podía hablar, pero al terminar, dijo: «No he visto a un actor, he visto a mi hijo». Aún no se había estrenado, pero ya todo me daba igual, porque tenía la sensación de que había cumplido. — A. Á. : Pues a mí me costó mucho darme cuenta de que había cumplido mi pacto con Yerai, hasta el abrazo de San Sebastián. María me decía: «Estoy flipando, Pucho, se me han acercado unas madres y me han dicho que las inspiro mucho». Les podría haber metido en un marrón muy grande. —Ahora que han visto las reacción de los espectadores, ¿cambiarían algo?— A. Á. : No. ‘La guitarra…’ es absolutamente imperfecta, sobre todo en las grabaciones, pero iba buscando eso para que tuviera esa flamencura y ese respeto por la idea que Yerai tiene del flamenco, que para él está más en el submundo, cuando se baja del escenario. Podría cambiarlo todo, sobre todo cosas técnicas, pero la película ya está y ha cumplido mis máximas expectativas. Es lo mejor que he hecho en mi vida. — J. M. : Yo tampoco, todo lo contrario. El otro día fuimos a un pueblo de Asturias a proyectarla y se acercó una chica de 20 años que me dijo que la película había hecho que empezara a dar clases de guitarra. Gracias a eso, estaba superando los graves problemas de ansiedad que tenía. ‘La estrella azul’ le había cambiado la vida y eso no me lo podía esperar. La película está perfecta como está. No se me ocurren chorradas técnicas que pudieran mejorarla. «El cine es muy jodido»Son alrededor de las 18.30 y empieza a oscurecer. La Sala Equis, reconvertida en un bar donde se proyectan películas (ya no pornográficas), ha abierto al público. Sigue sonando el ‘Omega’ de Morente. En concreto, la versión de ‘Aleluya’ que el cantaor hizo para este disco en el que homenajeaba a Lorca y Leonard Cohen. El mismo que, según dicen, cambió el flamenco. Los tres cineastas se tienen que ir corriendo a un acto de la Academia del Cine previo a la ceremonia de los Goya el sábado 8 de febrero. El primero en marcharse es Isaki Lacuesta: — I. L. : Bueno, ahora nos vemos.— A. Á. : Nos echaremos un baile después, ¿no?— I. L. : ¡No, yo madrugo! Tengo lío. ¡No me tientes! Que luego…Javier Macipe se va después. Acompañamos a la calle a Antón Álvarez. Sorprende un poco que nadie le pare para hacerse una foto, a C. Tangana, aunque algunos le miran de reojo. Pide un taxi con el móvil. Cuando está en la puerta, se percata de que la Sala Equis proyecta su película esa semana: «¡Anda!». Da tres pasos, se detiene y suelta: «La verdad es que el cine es muy jodido. Te tiras años preparando una película y puede que a la semana te la quiten de las carteleras… Muy jodido». «¿Pero cuándo es la ceremonia?», pregunta despistado Antón Álvarez (Madrid, 1990) nada más llegar a la Sala Equis de Madrid , junto a la plaza de Antón Martín, en el barrio de Lavapiés. Viste un traje muy elegante de color marrón claro mucho más amplio de lo habitual. «Ni siquiera sé todavía qué me voy a poner», comenta el director de ‘La guitarra flamenca de Yerai Cortés’ , el documental nominado a dos premios Goya con el que ha aparcado su exitosa carrera musical, y su alias de C. Tangana , para cumplir su sueño de ser director de cine.«No sé qué te preocupa, tú tienes ropa de sobra y sabes vestir», bromea Isaki Lacuesta (Gerona, 1975) tras los cariñosos saludos iniciales. Se nota que se conocen. Hace tres años, el compositor hizo un cameo en la anterior película del veterano director –’Un año, una noche’–, que narró la masacre de la sala de conciertos Bataclan, en París. Ahora le ha devuelto el favor. «¡Ha sido mi consejero!», reconoce Álvarez con una sonrisa. Le envió varios montajes previos para conocer su experimentada opinión. «¿Has visto? En realidad soy un impostor, como lo fui con la música al principio. No tengo ni idea de cine, siento que me falta experiencia», repetirá en varias ocasiones durante este encuentro inédito, organizado por ABC Cultural, una semana antes de la ceremonia de entrega de los Goya. También participa Javier Macipe (Zaragoza, 1987), el primero en llegar. Mientras esperamos al resto, nos ayuda a colocar los títulos de las películas para la fotografía de la portada, en la entrada del que fue, hasta su cierre en 2017, el último cine porno de la capital. El suyo es ‘La estrella azul’ , una de las sensaciones del año, que acumula ocho nominaciones y ha recaudado más de medio millón de euros en los cines.Noticia Relacionada estandar No C. Tangana: «Suelo poner en riesgo mi vida, pero aquí me preocupó que jugaba con la de Yerai Cortés» Israel Viana Antón Álvarez estrena este viernes su debut como director de cine, el documental basado en la historia familiar del guitarrista flamencoLos tres directores tienen muchas probabilidades de convertirse en los protagonistas de la noche más importante del cine español, con tres largometrajes que tienen una cosa en común: están protagonizados por músicos. Mientras Álvarez indaga en un secreto de la familia de Yerai Cortés, para intentar sanar una pena que el guitarrista lleva dentro desde niño, Macipe aborda el viaje quijotesco de Mauricio Aznar , un cantante y guitarrista rockabilly de Zaragoza que, cuando parecía que iba a triunfar, decidió dejarlo todo y cruzar el Atlántico para descubrir el folclore argentino y, de paso, huir de sus adicciones.Isaki Lacuesta, por su parte, se sumerge en el turbulento proceso de grabación de ‘Una semana en el motor de un autobús’, disco que encumbró a Los Planetas en 1998 y que suele ser calificado como el más relevante e influyente de la historia del ‘indie’ español. «Nosotros tenemos 11 nominaciones. Me hace gracia, porque he dirigido 12 pelis y esta ha conseguido el doble que todas las anteriores juntas. Por cierto, Antón, estoy nominado a mejor canción [junto a Alondra Bentley], así que competimos», subraya con guasa el codirector de ‘Segundo premio’ junto a Pol Rodríguez . «¿Ah, sí? ¡Maldita sea!», entra al trapo el autor de ‘El madrileño’, disco que, en 2021, superó los cinco millones de reproducciones en las primeras 24 horas y se convirtió en el mejor debut de la historia de un artista español.—Hace poco Jonás Trueba dijo que la música le había ayudado más que el propio cine a hacer películas. ¿Sienten también esa deuda?— Antón Álvarez : Sí, porque es lo único que conozco. Siento que aún no estoy preparado para hacer cine. Ha tenido que venir Yerai a cogerme del pescuezo y decirme: «Vas a hacer esta peli». De hecho, todo lo que he utilizado son recursos que aprendí de la música, como la intuición y la sensibilidad. Lo más difícil ha sido el guión, que era nuevo para mí. — Javier Macipe : Yo también soy músico [llegó a grabar un disco con Ciudad Frontera y ahora está de gira con la banda que ha formado a raíz de su película]. Recuerdo que de niño lo que más hacía era escuchar música. Me pasaba horas. Y ahora pienso: ‘Joder, he acabado en el cine más que en la música’. En realidad lo que hacía cuando escuchaba música era imaginar películas y videoclips. Ahora me pongo canciones cuando me bloqueo con el guion. El cine es un arte muy relacionado con el ritmo y creo que el sentido musical ayuda. — Isaki Lacuesta : El montaje es puro ritmo, un trabajo muy musical. A mí me pasaba que, cuando escuchaba música, me entraban ganas de escribir o hacer películas. Es más, lo que he hecho en ‘Segundo premio’ ya lo imaginaba en los años 90 con Morente [hace un gesto porque suena el disco ‘Omega’ en la sala] y su familia en Granada, adaptando de una manera muy loca la historia de ‘Los persas’ escrita por Esquilo en el siglo V a. C. En realidad, todo eran las ganas que tenía de filmar música con ellos.Momentos del encuentro en la Sala Equis, con C. Tangana, Isaki Lacuesta y Javier Macipe Tania Sieira—La música siempre como fuente de inspiración…— I. L. : Sí. Recuerdo que escuchaba a PJ Harvey y Tom Waits y pensaba que sus discos eran como películas. Solemos pensar en guiones clásicos, pero la idea de escribirlos como si compones un disco y ensamblas emociones con las canciones, me fascina.— A. Á. : Hay gente muy pesada con la trama, como si hubiera que rodar una novela de Agatha Christie, pero las películas que me gustan son recorridos emocionales en los que no hay información que sonsacar, aunque esta te sirva como artefacto. Esa ambición tenía yo con Yeray, pero cada día de rodaje pasaba algo que lo cambiaba todo… ¡Era muy frustrante! —Quieren decir que las vidas de esos músicos son, en realidad, una excusa para contar otra historia no tan explícita…— I. L. : Yo lo diría al revés, que la historia es una excusa para poner música [risas].—¿Pero qué quieren contar más allá de puro ‘biopic’?— I. L. : En ‘Segundo premio’, la historia de Los Planetas no es lo que más me interesaba, era el anzuelo para que el espectador asista a otro tipo de conexiones más emocionales. — J. M. : ‘La estrella azul’ surgió por encargo de la madre de Mauricio Aznar. Hice mi primer corto y le pedí permiso para usar la canción ‘La pucha con el hombre’, una versión de Cuti Carvajal que grabó su hijo. Me dijo que Carlos Saura le había dado la idea de hacer una película, precisamente, con esa canción, pero luego vio el corto y me pidió que la hiciera yo. Tenía 18 años y le dije que no me veía capaz, pero empezamos a mantener una relación por carta que duró años. Al investigar, descubrí la historia que hay detrás de Mauricio, que fue lo que me interesó más allá de su biografía. Para mí representa al artista en el sentido más puro, alguien que cuando va a alcanzar la fama, dice que no le interesa y se va a recorrer Latinoamérica… Tú has vivido algo parecido con el cine, Antón. — I. L. : «¡Ahora que lo he petado en la música me paso al cine!» [imita, con cariño, la voz de C. Tangana y se ríe].— J. M. : Pues eso hizo Mauricio, empezar de cero con las chacareras [música folclórica de la provincia argentina de Santiago del Estero]. Eso lo convirtió en un referente para mí, alguien a quien imitar. Me gustaría trasladar esa manera tan pura de hacer música a mi cine, seguir sus pasos y, si alcanzo un lugar de seguridad, continuar con algo completamente distinto, pero siguiendo el camino del corazón y la autenticidad. — I. L. : ¿La escritura del guion duró todo ese tiempo, desde que la madre de Mauricio te pidió que hicieras la película? — J. M. : No. Empecé hace 10 años a dedicarme solo a esto, aunque la madre y yo manteníamos esa relación epistolar desde que yo tenía 18 años. Escribir el guion me llevó cuatro años, porque entrevisté a mucha gente e hice muchos viajes a Argentina. No quería tener la típica mirada del turista sobre su folclore. Y luego pasaron otros cuatro años más hasta que encontré productor. — A. Á. : ¿Y cómo fue el proceso de meterte en el folclore argentino? ¿Lo conocías de antes? — J. M. : Solo había escuchado lo que hizo Mauricio, así que todo era nuevo para mí. — A. Á. : Eso fue lo mejor, ¿eh? — J. M. : ¡Lo mejor!— A. Á. : De las cosas que más he disfrutado en mi vida fue cuando hice el himno del Celta de Vigo [‘Oliveira Dos Cen Anos’, en 2023]. Tenía ligeros conocimientos de música celta, porque mi viejo es gallego, pero fui a Toutón [parroquia de 300 habitantes de Pontevedra] a escuchar a una señora cantar cosas que cantaba mi abuela. Y luego descubrí a una joven que hablaba de las «recollidas» (recogidas), tradición que consistía en ir a los pueblos a grabar a las señoras que habían dejado de cantar cuando Franco prohibió el folclore en gallego. Conocí al chico que las grabó y me enseñó las cintas. Fue una de las experiencias más fuertes de mi vida. Con Yerai me pasó algo parecido en el flamenco. Ese momento de indagar y vivir algo de verdad, algo que huele al pueblo. —Se nota que lo que más le interesa y disfruta es investigar…— A. Á. : Sí. Estoy deseando encontrar un proyecto en el que necesite dos años de documentación y me lleve a otros paisajes, climas y gastronomías. — J. M. : La gente se piensa que lo pasamos muy bien en el rodaje, pero en realidad fue un infierno, siempre estresado. Sin embargo, esa parte previa de investigación fue la hostia, sin la presión del dinero que se pierde cada minuto que ruedas.Los actores que protagonizan las tres película: Los Planetas en la ficción (arriba), Pepe Lorente en la piel de Mauricio Aznar acompañado de Cuti Carvajal (abajo izquierda) y Yerai Cortés ABCRodajes accidentadosOtro punto en común de los tres largometrajes: los rodajes fueron una auténtica odisea, viajes quijotescos que estuvieron a punto de quebrarse en varias ocasiones. Así lo vivió Álvarez: «Quería poner todo el peso en la emoción que despierta la historia, pero no podía jugar con fuego como lo hago con mi propia vida. De hecho, hubo cosas bastante duras en el rodaje. Lo peor fue cuando pensamos que estábamos removiendo demasiado y que podía perjudicar a la familia de Yeray, hasta el punto de que paramos el rodaje».Macipe se enfrentó a todos los problemas del mundo durante los diez años que estuvo dedicado al filme en exclusiva, a los que hay que sumar los otros díez que estuvo investigando, viajando a Argentina y carteándose con la madre de Mauricio Aznar. La odisea de encontrar productor, sobrevivir a un rodaje más que difícil a ambos lados del Atlántico y la pandemia, que lo reventó todo. Dos décadas luchando sin la seguridad de que el barco fuera a llegar a buen puerto. Por último, el viacrucis de ‘Segundo premio’. En una entrevista del año pasado para el suplemento ‘La Lectura’, Alejandro Simón Partal, encargado de escribir el diario del rodaje que ha publicado Plaza & Janés bajo el título ‘La planta baja’, calificaba así su experiencia: «¡Ha sido perturbador, con muchos vaivenes! Todo siempre a punto de caerse». Al empezar a rodar supieron que Luna, la hija de nueve años de Isaki Lacuesta, estaba enferma de leucemia. «Recibí un mensaje de Isaki que me decía: ‘La idea de hacer una película maldita estaba bien, pero no hacía falta ser tan literal’», recordaba el escritor malagueño. Luna falleció al acabar el rodaje. Antes, el primer director que trabajó en el filme, Jonás Trueba, abandonó el proyecto tras seis años preparándolo. Lacuesta tuvo que volver a escribir el guión desde el principio. Después sufrió la poca implicación de la banda, que desde el principio mostró poco interés por una película que el mismo director le describió a Jota y Florent, el día que se conocieron, como un filme «de vaqueros gays o de un vampiro y un fantasma». Su interés no cambió ni cuando la cinta recibió la Biznaga de Oro en el Festival de Málaga ni al ser preseleccionada para los Oscar. Lacuesta lo intuía, porque en aquel primer encuentro, lo primero que le dijo a Jota fue: «Vamos a hacernos una foto hoy, porque igual la película no te gusta y no quieres saber nada más de mí». — I. L. : No estoy de acuerdo con esa idea de que Los Planetas nos pusieran las cosas jodidas, todo lo contrario. No se me ocurren otros músicos que hayan dejado hacer a alguien la película que le ha dado la gana, como a mí. Ni Jota ni los otros miembros del grupo me preguntaron, jamás, qué estaba haciendo, ni han querido ver montajes previos. Vieron la película terminada. Nos dieron una libertad absoluta, así que no me puedo quejar. —¿Qué fue lo más difícil?— I. L. : Cuando dimitió Jonás, hubo un momento que nadie sabía cuánto iba a costar la película. Eso retrasó todo aún más, hasta el punto de que tuvimos que cambiar de equipo. Dimití dos veces. Si no sabíamos qué película podíamos hacer, prefería no hacerla. No me imaginaba que pudiera salir adelante y, menos, estar en los Goya. Es bastante insólito.— J. M. : Para mí la pandemia fue una putada terrible, porque empezamos a rodar el 9 de marzo de 2020 [cinco días antes del primer estado de alarma]. Sin embargo, eso ha sido una anécdota en comparación con lo que fue el verdadero infierno: trabajar por primera vez dentro de la industria. Yo venía de hacer mis cortos y nadie opinaba. De repente, me vi en un entorno en el que se movía dinero y la gente que lo puso quería decidir sobre el contenido. En una película que trata sobre la búsqueda de la autenticidad de un artista, cuya historia me entregó su madre como lo más sagrado, que la industria viniera a mostrarme sus diferencias sobre la duración y otros aspectos, fue muy duro. La película que yo quería hacer se me iba de las manos y lo pasé verdaderamente mal, pero resistí e hice lo que quise. A partir de ahora lo dejaré claro al principio, para no arrastrar esas guerras toda la producción.— A. Á. : Pues para mí lo peor ha sido lo contrario, saber qué cojones estaba haciendo sin tener a nadie al que decir que dimitía. Cuando me desesperaba, preguntaba a compañeros, pero creo que me decían que todo iba bien porque no querían que me tirara de un puente. Mantener ese control, mientras gestionaba las emociones con Yerai y sus padres, fue muy complicado y frustrante. — I. L. : Bueno, al final todo salió bien… Las dos salieron bien. Me hace mucha ilusión comentar que me gustan mucho vuestras películas. ¡Es la verdad y lo puedo decir! —Es curioso que los músicos que protagonizan sus películas tengan una relación esquiva con el éxito.— I. L. : La verdad es que ‘Segundo premio’ tiene muchas cosas autobiográficas. En ocasiones había una coincidencia directa entre lo que les ocurrió a Los Planetas en la música y lo que me ocurrió a mí en el cine. Por ejemplo, las conversaciones que tienen con la discográfica son las mismas que tuve yo con plataformas de cine. También he tenido las mismas dudas, que es algo de lo que hemos hablado tú [se dirige a Álvarez] y yo, en el sentido de que, cuando hago la película que quiero, deseo que la vea mucha gente y se haga popular, pero soy como soy y, al final, mi forma de hacer las cosas, en ocasiones, boicotea ese objetivo. — J. M. : En ‘La estrella azul’ hay una pregunta implícita sobre qué es el éxito, porque en realidad Mauricio no vendió muchos discos, pero si miras lo que está pasando, te das cuenta de que sembró algo que recogí yo y lo convertí en una película. Ahora he visto en nuestros conciertos a rockabillies bailando chacareras. ¡Joder, eso es un éxito! Otra cosa es que se relacione el éxito con lo material. — A. Á. : Es que la manera de concebir el éxito es un error. Hay gente que gana muchísimo dinero y está fracasando estrepitosamente. Cada persona tiene una idea de qué es triunfar. Cuando limpiaba cocinas en mi antiguo curro y no tenía tiempo para hacer música, mi éxito era ganar el dinero suficiente para salir de allí. Ahora mi éxito es poder dejar de hacer música tres años y meterme en una peli. ¡Es un éxito increíble! —¿Hacer música ahora lo consideraría un fracaso?— A. Á. : Tener que hacerla únicamente porque lo peté con ‘El Madrileño’ (2021), sí. Conozco a unas cuantas estrellas del rock actuales que viven sufriendo porque saben que lo que hacen no está a la altura de donde quieren estar artísticamente. Tú te puedes preguntar: ¿dónde quieren estar si venden millones de discos? Pero ellos son conscientes de que no aportan nada a su país y de que copian a otros. Viven con una profunda frustración, aunque tengan todas las cosas materiales. —¿Hasta qué punto les preocupó que los músicos o sus familias estuviesen de acuerdo con lo que querían contar?— J. M. : Eso fue una de las mayores dificultades para mí, porque cuando la madre de Mauricio me pidió que contase la historia de su hijo, fue bonito, pero había heroína y otras cosas que descubrí y que ella ni conocía. Siempre estaba la pregunta de cuánto de esa faceta oscura debía mostrar. También estaba el fantasma de Mauricio, porque no le podía pedir permiso. No paraba de preguntarme: ¿le parecería bien que cuente sus intimidades?, ¿tengo derecho a hacerlo? No hay que olvidar que él ya contó lo que quiso con sus canciones. —¿Cómo resolvió ese conflicto?— J. M. : Fui a Berlín a entrevistar a su hermano y le comenté esta duda. El pobre, que murió mientras hacíamos la peli, me dijo: «A él le parecería de puta madre si lo haces con el corazón». Aquello me liberó, porque lo estaba haciendo con mucha pasión y la mejor intención. Joder, además, se parecían mucho a Mauricio… Fue maravilloso. Y yo quería que la película mirara a la luz. Retratar a ese músico que, aunque tenía problemas de adicciones, buscaba la luz. — A. Á. : Mi película afectaba en tiempo real a la familia de Yerai y eso me preocupaba. Cada día, después de rodar, le preguntaba: «¿Has hablado con tus padres? ¿Cómo están? ¿Y tú con Tania [su novia]?». Si no les quisiera, podría haber hecho otra película, pero sabía que les podía hacer daño. Además, tenía el compromiso con Yerai de que era su película. No es que haya hecho lo que él quería. De hecho, tuvimos los típicos problemas de dejar claro quién era el director, pero es obvio que tenía una deuda con él. Y me gusta, porque ha salido una película de amor, un tono que no era mío de forma natural.— J. M. : ¿Y la película les ayudó a resolver sus problemas?— A. Á. : ¡Sí, sí! El día que la presentamos en el Festival de San Sebastián, sus padres, que llevaban años sin hablarse, se dieron un abrazo delante de la gente en mitad de los aplausos. Y la relación de ellos con Yerai también ha mejorado, porque han entendido cómo se sentía él y cómo le afectaron sus decisiones. —¿Y la madre de Mauricio no intentó censurar ninguna escena de los montajes previos?— J. M. : No. Cuando firmamos el contrato de los derechos para la película, solo puso una condición: que no contara la causa física de la muerte de su hijo. Fue lo único. Nunca quiso controlar nada. Le enseñé el guión sin que me lo pidiera y le pareció perfecto. Luego le enseñé la peli terminada y fue de los momentos más emocionantes. Tenía 90 años y ya no se levantaba. La vio en su cama con el oxígeno puesto, pero con total lucidez. Casi no podía hablar, pero al terminar, dijo: «No he visto a un actor, he visto a mi hijo». Aún no se había estrenado, pero ya todo me daba igual, porque tenía la sensación de que había cumplido. — A. Á. : Pues a mí me costó mucho darme cuenta de que había cumplido mi pacto con Yerai, hasta el abrazo de San Sebastián. María me decía: «Estoy flipando, Pucho, se me han acercado unas madres y me han dicho que las inspiro mucho». Les podría haber metido en un marrón muy grande. —Ahora que han visto las reacción de los espectadores, ¿cambiarían algo?— A. Á. : No. ‘La guitarra…’ es absolutamente imperfecta, sobre todo en las grabaciones, pero iba buscando eso para que tuviera esa flamencura y ese respeto por la idea que Yerai tiene del flamenco, que para él está más en el submundo, cuando se baja del escenario. Podría cambiarlo todo, sobre todo cosas técnicas, pero la película ya está y ha cumplido mis máximas expectativas. Es lo mejor que he hecho en mi vida. — J. M. : Yo tampoco, todo lo contrario. El otro día fuimos a un pueblo de Asturias a proyectarla y se acercó una chica de 20 años que me dijo que la película había hecho que empezara a dar clases de guitarra. Gracias a eso, estaba superando los graves problemas de ansiedad que tenía. ‘La estrella azul’ le había cambiado la vida y eso no me lo podía esperar. La película está perfecta como está. No se me ocurren chorradas técnicas que pudieran mejorarla. «El cine es muy jodido»Son alrededor de las 18.30 y empieza a oscurecer. La Sala Equis, reconvertida en un bar donde se proyectan películas (ya no pornográficas), ha abierto al público. Sigue sonando el ‘Omega’ de Morente. En concreto, la versión de ‘Aleluya’ que el cantaor hizo para este disco en el que homenajeaba a Lorca y Leonard Cohen. El mismo que, según dicen, cambió el flamenco. Los tres cineastas se tienen que ir corriendo a un acto de la Academia del Cine previo a la ceremonia de los Goya el sábado 8 de febrero. El primero en marcharse es Isaki Lacuesta: — I. L. : Bueno, ahora nos vemos.— A. Á. : Nos echaremos un baile después, ¿no?— I. L. : ¡No, yo madrugo! Tengo lío. ¡No me tientes! Que luego…Javier Macipe se va después. Acompañamos a la calle a Antón Álvarez. Sorprende un poco que nadie le pare para hacerse una foto, a C. Tangana, aunque algunos le miran de reojo. Pide un taxi con el móvil. Cuando está en la puerta, se percata de que la Sala Equis proyecta su película esa semana: «¡Anda!». Da tres pasos, se detiene y suelta: «La verdad es que el cine es muy jodido. Te tiras años preparando una película y puede que a la semana te la quiten de las carteleras… Muy jodido».
«¿Pero cuándo es la ceremonia?», pregunta despistado Antón Álvarez (Madrid, 1990) nada más llegar a la Sala Equis de Madrid, junto a la plaza de Antón Martín, en el barrio de Lavapiés. Viste un traje muy elegante de color marrón claro mucho más … amplio de lo habitual. «Ni siquiera sé todavía qué me voy a poner», comenta el director de ‘La guitarra flamenca de Yerai Cortés’, el documental nominado a dos premios Goya con el que ha aparcado su exitosa carrera musical, y su alias de C. Tangana, para cumplir su sueño de ser director de cine.
«No sé qué te preocupa, tú tienes ropa de sobra y sabes vestir», bromea Isaki Lacuesta (Gerona, 1975) tras los cariñosos saludos iniciales. Se nota que se conocen. Hace tres años, el compositor hizo un cameo en la anterior película del veterano director –’Un año, una noche’–, que narró la masacre de la sala de conciertos Bataclan, en París. Ahora le ha devuelto el favor. «¡Ha sido mi consejero!», reconoce Álvarez con una sonrisa. Le envió varios montajes previos para conocer su experimentada opinión.
«¿Has visto? En realidad soy un impostor, como lo fui con la música al principio. No tengo ni idea de cine, siento que me falta experiencia», repetirá en varias ocasiones durante este encuentro inédito, organizado por ABC Cultural, una semana antes de la ceremonia de entrega de los Goya. También participa Javier Macipe (Zaragoza, 1987), el primero en llegar. Mientras esperamos al resto, nos ayuda a colocar los títulos de las películas para la fotografía de la portada, en la entrada del que fue, hasta su cierre en 2017, el último cine porno de la capital. El suyo es ‘La estrella azul’, una de las sensaciones del año, que acumula ocho nominaciones y ha recaudado más de medio millón de euros en los cines.
Los tres directores tienen muchas probabilidades de convertirse en los protagonistas de la noche más importante del cine español, con tres largometrajes que tienen una cosa en común: están protagonizados por músicos. Mientras Álvarez indaga en un secreto de la familia de Yerai Cortés, para intentar sanar una pena que el guitarrista lleva dentro desde niño, Macipe aborda el viaje quijotesco de Mauricio Aznar, un cantante y guitarrista rockabilly de Zaragoza que, cuando parecía que iba a triunfar, decidió dejarlo todo y cruzar el Atlántico para descubrir el folclore argentino y, de paso, huir de sus adicciones.
Isaki Lacuesta, por su parte, se sumerge en el turbulento proceso de grabación de ‘Una semana en el motor de un autobús’, disco que encumbró a Los Planetas en 1998 y que suele ser calificado como el más relevante e influyente de la historia del ‘indie’ español. «Nosotros tenemos 11 nominaciones. Me hace gracia, porque he dirigido 12 pelis y esta ha conseguido el doble que todas las anteriores juntas. Por cierto, Antón, estoy nominado a mejor canción [junto a Alondra Bentley], así que competimos», subraya con guasa el codirector de ‘Segundo premio’ junto a Pol Rodríguez. «¿Ah, sí? ¡Maldita sea!», entra al trapo el autor de ‘El madrileño’, disco que, en 2021, superó los cinco millones de reproducciones en las primeras 24 horas y se convirtió en el mejor debut de la historia de un artista español.
—Hace poco Jonás Trueba dijo que la música le había ayudado más que el propio cine a hacer películas. ¿Sienten también esa deuda?
—Antón Álvarez: Sí, porque es lo único que conozco. Siento que aún no estoy preparado para hacer cine. Ha tenido que venir Yerai a cogerme del pescuezo y decirme: «Vas a hacer esta peli». De hecho, todo lo que he utilizado son recursos que aprendí de la música, como la intuición y la sensibilidad. Lo más difícil ha sido el guión, que era nuevo para mí.
—Javier Macipe: Yo también soy músico [llegó a grabar un disco con Ciudad Frontera y ahora está de gira con la banda que ha formado a raíz de su película]. Recuerdo que de niño lo que más hacía era escuchar música. Me pasaba horas. Y ahora pienso: ‘Joder, he acabado en el cine más que en la música’. En realidad lo que hacía cuando escuchaba música era imaginar películas y videoclips. Ahora me pongo canciones cuando me bloqueo con el guion. El cine es un arte muy relacionado con el ritmo y creo que el sentido musical ayuda.
—Isaki Lacuesta: El montaje es puro ritmo, un trabajo muy musical. A mí me pasaba que, cuando escuchaba música, me entraban ganas de escribir o hacer películas. Es más, lo que he hecho en ‘Segundo premio’ ya lo imaginaba en los años 90 con Morente [hace un gesto porque suena el disco ‘Omega’ en la sala] y su familia en Granada, adaptando de una manera muy loca la historia de ‘Los persas’ escrita por Esquilo en el siglo V a. C. En realidad, todo eran las ganas que tenía de filmar música con ellos.



Tania Sieira
—La música siempre como fuente de inspiración…
—I. L.: Sí. Recuerdo que escuchaba a PJ Harvey y Tom Waits y pensaba que sus discos eran como películas. Solemos pensar en guiones clásicos, pero la idea de escribirlos como si compones un disco y ensamblas emociones con las canciones, me fascina.
—A. Á.: Hay gente muy pesada con la trama, como si hubiera que rodar una novela de Agatha Christie, pero las películas que me gustan son recorridos emocionales en los que no hay información que sonsacar, aunque esta te sirva como artefacto. Esa ambición tenía yo con Yeray, pero cada día de rodaje pasaba algo que lo cambiaba todo… ¡Era muy frustrante!
—Quieren decir que las vidas de esos músicos son, en realidad, una excusa para contar otra historia no tan explícita…
—I. L.: Yo lo diría al revés, que la historia es una excusa para poner música [risas].
—¿Pero qué quieren contar más allá de puro ‘biopic’?
—I. L.: En ‘Segundo premio’, la historia de Los Planetas no es lo que más me interesaba, era el anzuelo para que el espectador asista a otro tipo de conexiones más emocionales.
—J. M.: ‘La estrella azul’ surgió por encargo de la madre de Mauricio Aznar. Hice mi primer corto y le pedí permiso para usar la canción ‘La pucha con el hombre’, una versión de Cuti Carvajal que grabó su hijo. Me dijo que Carlos Saura le había dado la idea de hacer una película, precisamente, con esa canción, pero luego vio el corto y me pidió que la hiciera yo. Tenía 18 años y le dije que no me veía capaz, pero empezamos a mantener una relación por carta que duró años. Al investigar, descubrí la historia que hay detrás de Mauricio, que fue lo que me interesó más allá de su biografía. Para mí representa al artista en el sentido más puro, alguien que cuando va a alcanzar la fama, dice que no le interesa y se va a recorrer Latinoamérica… Tú has vivido algo parecido con el cine, Antón.
—I. L.: «¡Ahora que lo he petado en la música me paso al cine!» [imita, con cariño, la voz de C. Tangana y se ríe].
—J. M.: Pues eso hizo Mauricio, empezar de cero con las chacareras [música folclórica de la provincia argentina de Santiago del Estero]. Eso lo convirtió en un referente para mí, alguien a quien imitar. Me gustaría trasladar esa manera tan pura de hacer música a mi cine, seguir sus pasos y, si alcanzo un lugar de seguridad, continuar con algo completamente distinto, pero siguiendo el camino del corazón y la autenticidad.
—I. L.: ¿La escritura del guion duró todo ese tiempo, desde que la madre de Mauricio te pidió que hicieras la película?
—J. M.: No. Empecé hace 10 años a dedicarme solo a esto, aunque la madre y yo manteníamos esa relación epistolar desde que yo tenía 18 años. Escribir el guion me llevó cuatro años, porque entrevisté a mucha gente e hice muchos viajes a Argentina. No quería tener la típica mirada del turista sobre su folclore. Y luego pasaron otros cuatro años más hasta que encontré productor.
—A. Á.: ¿Y cómo fue el proceso de meterte en el folclore argentino? ¿Lo conocías de antes?
—J. M.: Solo había escuchado lo que hizo Mauricio, así que todo era nuevo para mí.
—A. Á.: Eso fue lo mejor, ¿eh?
—J. M.: ¡Lo mejor!
—A. Á.: De las cosas que más he disfrutado en mi vida fue cuando hice el himno del Celta de Vigo [‘Oliveira Dos Cen Anos’, en 2023]. Tenía ligeros conocimientos de música celta, porque mi viejo es gallego, pero fui a Toutón [parroquia de 300 habitantes de Pontevedra] a escuchar a una señora cantar cosas que cantaba mi abuela. Y luego descubrí a una joven que hablaba de las «recollidas» (recogidas), tradición que consistía en ir a los pueblos a grabar a las señoras que habían dejado de cantar cuando Franco prohibió el folclore en gallego. Conocí al chico que las grabó y me enseñó las cintas. Fue una de las experiencias más fuertes de mi vida. Con Yerai me pasó algo parecido en el flamenco. Ese momento de indagar y vivir algo de verdad, algo que huele al pueblo.
—Se nota que lo que más le interesa y disfruta es investigar…
—A. Á.: Sí. Estoy deseando encontrar un proyecto en el que necesite dos años de documentación y me lleve a otros paisajes, climas y gastronomías.
—J. M.: La gente se piensa que lo pasamos muy bien en el rodaje, pero en realidad fue un infierno, siempre estresado. Sin embargo, esa parte previa de investigación fue la hostia, sin la presión del dinero que se pierde cada minuto que ruedas.


ABC
Rodajes accidentados
Otro punto en común de los tres largometrajes: los rodajes fueron una auténtica odisea, viajes quijotescos que estuvieron a punto de quebrarse en varias ocasiones. Así lo vivió Álvarez: «Quería poner todo el peso en la emoción que despierta la historia, pero no podía jugar con fuego como lo hago con mi propia vida. De hecho, hubo cosas bastante duras en el rodaje. Lo peor fue cuando pensamos que estábamos removiendo demasiado y que podía perjudicar a la familia de Yeray, hasta el punto de que paramos el rodaje».
Macipe se enfrentó a todos los problemas del mundo durante los diez años que estuvo dedicado al filme en exclusiva, a los que hay que sumar los otros díez que estuvo investigando, viajando a Argentina y carteándose con la madre de Mauricio Aznar. La odisea de encontrar productor, sobrevivir a un rodaje más que difícil a ambos lados del Atlántico y la pandemia, que lo reventó todo. Dos décadas luchando sin la seguridad de que el barco fuera a llegar a buen puerto.
Por último, el viacrucis de ‘Segundo premio’. En una entrevista del año pasado para el suplemento ‘La Lectura’, Alejandro Simón Partal, encargado de escribir el diario del rodaje que ha publicado Plaza & Janés bajo el título ‘La planta baja’, calificaba así su experiencia: «¡Ha sido perturbador, con muchos vaivenes! Todo siempre a punto de caerse». Al empezar a rodar supieron que Luna, la hija de nueve años de Isaki Lacuesta, estaba enferma de leucemia. «Recibí un mensaje de Isaki que me decía: ‘La idea de hacer una película maldita estaba bien, pero no hacía falta ser tan literal’», recordaba el escritor malagueño. Luna falleció al acabar el rodaje.
Antes, el primer director que trabajó en el filme, Jonás Trueba, abandonó el proyecto tras seis años preparándolo. Lacuesta tuvo que volver a escribir el guión desde el principio. Después sufrió la poca implicación de la banda, que desde el principio mostró poco interés por una película que el mismo director le describió a Jota y Florent, el día que se conocieron, como un filme «de vaqueros gays o de un vampiro y un fantasma». Su interés no cambió ni cuando la cinta recibió la Biznaga de Oro en el Festival de Málaga ni al ser preseleccionada para los Oscar. Lacuesta lo intuía, porque en aquel primer encuentro, lo primero que le dijo a Jota fue: «Vamos a hacernos una foto hoy, porque igual la película no te gusta y no quieres saber nada más de mí».
—I. L.: No estoy de acuerdo con esa idea de que Los Planetas nos pusieran las cosas jodidas, todo lo contrario. No se me ocurren otros músicos que hayan dejado hacer a alguien la película que le ha dado la gana, como a mí. Ni Jota ni los otros miembros del grupo me preguntaron, jamás, qué estaba haciendo, ni han querido ver montajes previos. Vieron la película terminada. Nos dieron una libertad absoluta, así que no me puedo quejar.
—¿Qué fue lo más difícil?
—I. L.: Cuando dimitió Jonás, hubo un momento que nadie sabía cuánto iba a costar la película. Eso retrasó todo aún más, hasta el punto de que tuvimos que cambiar de equipo. Dimití dos veces. Si no sabíamos qué película podíamos hacer, prefería no hacerla. No me imaginaba que pudiera salir adelante y, menos, estar en los Goya. Es bastante insólito.
—J. M.: Para mí la pandemia fue una putada terrible, porque empezamos a rodar el 9 de marzo de 2020 [cinco días antes del primer estado de alarma]. Sin embargo, eso ha sido una anécdota en comparación con lo que fue el verdadero infierno: trabajar por primera vez dentro de la industria. Yo venía de hacer mis cortos y nadie opinaba. De repente, me vi en un entorno en el que se movía dinero y la gente que lo puso quería decidir sobre el contenido. En una película que trata sobre la búsqueda de la autenticidad de un artista, cuya historia me entregó su madre como lo más sagrado, que la industria viniera a mostrarme sus diferencias sobre la duración y otros aspectos, fue muy duro. La película que yo quería hacer se me iba de las manos y lo pasé verdaderamente mal, pero resistí e hice lo que quise. A partir de ahora lo dejaré claro al principio, para no arrastrar esas guerras toda la producción.
—A. Á.: Pues para mí lo peor ha sido lo contrario, saber qué cojones estaba haciendo sin tener a nadie al que decir que dimitía. Cuando me desesperaba, preguntaba a compañeros, pero creo que me decían que todo iba bien porque no querían que me tirara de un puente. Mantener ese control, mientras gestionaba las emociones con Yerai y sus padres, fue muy complicado y frustrante.
—I. L.: Bueno, al final todo salió bien… Las dos salieron bien. Me hace mucha ilusión comentar que me gustan mucho vuestras películas. ¡Es la verdad y lo puedo decir!
—Es curioso que los músicos que protagonizan sus películas tengan una relación esquiva con el éxito.
—I. L.: La verdad es que ‘Segundo premio’ tiene muchas cosas autobiográficas. En ocasiones había una coincidencia directa entre lo que les ocurrió a Los Planetas en la música y lo que me ocurrió a mí en el cine. Por ejemplo, las conversaciones que tienen con la discográfica son las mismas que tuve yo con plataformas de cine. También he tenido las mismas dudas, que es algo de lo que hemos hablado tú [se dirige a Álvarez] y yo, en el sentido de que, cuando hago la película que quiero, deseo que la vea mucha gente y se haga popular, pero soy como soy y, al final, mi forma de hacer las cosas, en ocasiones, boicotea ese objetivo.
—J. M.: En ‘La estrella azul’ hay una pregunta implícita sobre qué es el éxito, porque en realidad Mauricio no vendió muchos discos, pero si miras lo que está pasando, te das cuenta de que sembró algo que recogí yo y lo convertí en una película. Ahora he visto en nuestros conciertos a rockabillies bailando chacareras. ¡Joder, eso es un éxito! Otra cosa es que se relacione el éxito con lo material.
—A. Á.: Es que la manera de concebir el éxito es un error. Hay gente que gana muchísimo dinero y está fracasando estrepitosamente. Cada persona tiene una idea de qué es triunfar. Cuando limpiaba cocinas en mi antiguo curro y no tenía tiempo para hacer música, mi éxito era ganar el dinero suficiente para salir de allí. Ahora mi éxito es poder dejar de hacer música tres años y meterme en una peli. ¡Es un éxito increíble!
—¿Hacer música ahora lo consideraría un fracaso?
—A. Á.: Tener que hacerla únicamente porque lo peté con ‘El Madrileño’ (2021), sí. Conozco a unas cuantas estrellas del rock actuales que viven sufriendo porque saben que lo que hacen no está a la altura de donde quieren estar artísticamente. Tú te puedes preguntar: ¿dónde quieren estar si venden millones de discos? Pero ellos son conscientes de que no aportan nada a su país y de que copian a otros. Viven con una profunda frustración, aunque tengan todas las cosas materiales.
—¿Hasta qué punto les preocupó que los músicos o sus familias estuviesen de acuerdo con lo que querían contar?
—J. M.: Eso fue una de las mayores dificultades para mí, porque cuando la madre de Mauricio me pidió que contase la historia de su hijo, fue bonito, pero había heroína y otras cosas que descubrí y que ella ni conocía. Siempre estaba la pregunta de cuánto de esa faceta oscura debía mostrar. También estaba el fantasma de Mauricio, porque no le podía pedir permiso. No paraba de preguntarme: ¿le parecería bien que cuente sus intimidades?, ¿tengo derecho a hacerlo? No hay que olvidar que él ya contó lo que quiso con sus canciones.
—¿Cómo resolvió ese conflicto?
—J. M.: Fui a Berlín a entrevistar a su hermano y le comenté esta duda. El pobre, que murió mientras hacíamos la peli, me dijo: «A él le parecería de puta madre si lo haces con el corazón». Aquello me liberó, porque lo estaba haciendo con mucha pasión y la mejor intención. Joder, además, se parecían mucho a Mauricio… Fue maravilloso. Y yo quería que la película mirara a la luz. Retratar a ese músico que, aunque tenía problemas de adicciones, buscaba la luz.
—A. Á.: Mi película afectaba en tiempo real a la familia de Yerai y eso me preocupaba. Cada día, después de rodar, le preguntaba: «¿Has hablado con tus padres? ¿Cómo están? ¿Y tú con Tania [su novia]?». Si no les quisiera, podría haber hecho otra película, pero sabía que les podía hacer daño. Además, tenía el compromiso con Yerai de que era su película. No es que haya hecho lo que él quería. De hecho, tuvimos los típicos problemas de dejar claro quién era el director, pero es obvio que tenía una deuda con él. Y me gusta, porque ha salido una película de amor, un tono que no era mío de forma natural.
—J. M.: ¿Y la película les ayudó a resolver sus problemas?
—A. Á.: ¡Sí, sí! El día que la presentamos en el Festival de San Sebastián, sus padres, que llevaban años sin hablarse, se dieron un abrazo delante de la gente en mitad de los aplausos. Y la relación de ellos con Yerai también ha mejorado, porque han entendido cómo se sentía él y cómo le afectaron sus decisiones.
—¿Y la madre de Mauricio no intentó censurar ninguna escena de los montajes previos?
—J. M.: No. Cuando firmamos el contrato de los derechos para la película, solo puso una condición: que no contara la causa física de la muerte de su hijo. Fue lo único. Nunca quiso controlar nada. Le enseñé el guión sin que me lo pidiera y le pareció perfecto. Luego le enseñé la peli terminada y fue de los momentos más emocionantes. Tenía 90 años y ya no se levantaba. La vio en su cama con el oxígeno puesto, pero con total lucidez. Casi no podía hablar, pero al terminar, dijo: «No he visto a un actor, he visto a mi hijo». Aún no se había estrenado, pero ya todo me daba igual, porque tenía la sensación de que había cumplido.
—A. Á.: Pues a mí me costó mucho darme cuenta de que había cumplido mi pacto con Yerai, hasta el abrazo de San Sebastián. María me decía: «Estoy flipando, Pucho, se me han acercado unas madres y me han dicho que las inspiro mucho». Les podría haber metido en un marrón muy grande.
—Ahora que han visto las reacción de los espectadores, ¿cambiarían algo?
—A. Á.: No. ‘La guitarra…’ es absolutamente imperfecta, sobre todo en las grabaciones, pero iba buscando eso para que tuviera esa flamencura y ese respeto por la idea que Yerai tiene del flamenco, que para él está más en el submundo, cuando se baja del escenario. Podría cambiarlo todo, sobre todo cosas técnicas, pero la película ya está y ha cumplido mis máximas expectativas. Es lo mejor que he hecho en mi vida.
—J. M.: Yo tampoco, todo lo contrario. El otro día fuimos a un pueblo de Asturias a proyectarla y se acercó una chica de 20 años que me dijo que la película había hecho que empezara a dar clases de guitarra. Gracias a eso, estaba superando los graves problemas de ansiedad que tenía. ‘La estrella azul’ le había cambiado la vida y eso no me lo podía esperar. La película está perfecta como está. No se me ocurren chorradas técnicas que pudieran mejorarla.
«El cine es muy jodido»
Son alrededor de las 18.30 y empieza a oscurecer. La Sala Equis, reconvertida en un bar donde se proyectan películas (ya no pornográficas), ha abierto al público. Sigue sonando el ‘Omega’ de Morente. En concreto, la versión de ‘Aleluya’ que el cantaor hizo para este disco en el que homenajeaba a Lorca y Leonard Cohen. El mismo que, según dicen, cambió el flamenco. Los tres cineastas se tienen que ir corriendo a un acto de la Academia del Cine previo a la ceremonia de los Goya el sábado 8 de febrero. El primero en marcharse es Isaki Lacuesta:
—I. L.: Bueno, ahora nos vemos.
—A. Á.: Nos echaremos un baile después, ¿no?
—I. L.: ¡No, yo madrugo! Tengo lío. ¡No me tientes! Que luego…
Javier Macipe se va después. Acompañamos a la calle a Antón Álvarez. Sorprende un poco que nadie le pare para hacerse una foto, a C. Tangana, aunque algunos le miran de reojo. Pide un taxi con el móvil. Cuando está en la puerta, se percata de que la Sala Equis proyecta su película esa semana: «¡Anda!». Da tres pasos, se detiene y suelta: «La verdad es que el cine es muy jodido. Te tiras años preparando una película y puede que a la semana te la quiten de las carteleras… Muy jodido».
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