Piotr Illich Chaikovsk i, Vladímir Putin y un director de orquesta moribundo llamado Pedro Berriel se mezclan, entre otros personajes, en ‘ La Patética ’, una obra de teatro escrita y dirigida por Miguel del Arco que se estrena este jueves 8 de mayo en el Teatro Valle-Inclán , dentro de la programación del Centro Dramático Nacional. Se trata del ‘regreso’ del dramaturgo madrileño, uno de los más aplaudidos de la última década en España, que no estrenaba una producción propia -y de su Teatro Kamikaze – desde que pusiera en pie ‘Jauría’. Desde entonces, Miguel del Arco ha vivido el cierre del proyecto Kamikaze en el Teatro Pavón, la pandemia del coronavirus (compartida con toda la humanidad) y la muerte de su padre en 2021. Con estos nubarrones sobrevolando, apareció la novela ‘Morir’, de Arthur Schnitzler , «de una negrura tremenda», y una «brecha de luz que yo realmente necesitaba, y que son los diarios y las cartas de Piotr Illich Chaikovski y, sobre todo, ese maravilloso canto del cisne que es su Sexta Sinfonía, ‘Patética’ ». Ahí comenzó a cobrar vida ‘La Patética’, un texto sobre Pedro Berriel, un director de orquesta de 53 años que, inmerso en una grabación de la Sexta Sinfonía, se entera de que tiene una enfermedad terminal que va a acabar con su vida de manera fulminante. «A partir de ahí -cuenta-, tiene la necesidad de entonar su propio canto del cisne, de dejar un legado a través de esa pieza sublime». «La obra -añade el dramaturgo- es un viaje enajenado entre la realidad y la ficción. Los delirios hilarantes de un hombre que se revuelve ante la tragedia de su propia extinción». En este viaje, Pedro Berriel -al que interpreta el ‘protagonista de cabecera’ de Miguel del Arco, Israel Elejalde – estará acompañado por el propio Chaikovski, a quien encarna Jesús Noguero (sus palabras proceden de sus cartas y sus diarios). Otros cinco actores: Jimmy Castro, Inma Cuevas, Juan Paños, Manuel Pico y Francisco Reyes interpretan a cerca de una treintena de personajes, entre los que figuran Montaigne , un crítico de música y Vladímir Putin ; la presencia del presidente ruso tiene una razón de ser. En la obra, Pedro Berriel -que es homosexual y tiene un marido negro, dos circunstancias que tienen su significado en la función- acepta dirigir en Moscú la ‘Patética’ en una velada que contará con la presencia del político. Miguel del Arco duda en calificar la obra como una comedia -«¿por qué no llamarla tragicomedia?», reinvindica Noguero, conocido en los ensayos no como Chaikovski, sino ‘Chococrispis’-; y es que en el título se juega con la dualidad de acepciones que tiene la palabra ‘patética’ : «La RAE la define como algo ‘que conmueve profundamente o causa un gran dolor o tristeza’, pero también como algo ‘penoso, lamentable o ridículo’. Y para nosotros, casi siempre, lo patético es algo ridículo y gris. Nos movemos en esa dualidad de la necesidad que tenemos de perdurar, de preservar nuestro legado, y de lo que muchas veces resulta ridículo ese intento de dejar una huella profunda. Es difícil enfrentar la muerte, pero cuando tienes cincuenta años todavía más…», concluye Del Arco, que asegura que encontrar el tono de la función también ha sido muy complejo. La partitura de Chaikovski -que el músico compuso entre febrero y finales de agosto de 1893, y estrenó el 28 de octubre de ese año, apenas nueve días antes de su muerte- está muy presente en la obra. «Es una pieza que a mí me ha fascinado siempre. Está dividida en cuatro movimientos , y Chaikovski hizo algo muy disruptivo en la última, que es casi un réquiem. Pero el tercer movimiento es un canto a la vida de lo más exultante y brutal que he escuchado en mi vida. Si Woody Allen hacía esa broma de que cuando escuchaba a Wagner le entraban ganas de invadir Polonia, con el tercer movimiento de la ‘Patética’ dan ganas de vivir, porque es apasionadamente vital».Noticia Relacionada ‘Los nuestros’, en el Valle-Inclán estandar No La historia de una familia sefardí que se reúne para cumplir con el Avelut, el duelo judío Julio Bravo Lucía Carballal ha escrito y dirige esta obra, que se estrena en el Valle-InclánConcluye Miguel del Arco: «Chaikovski es un músico evidentemente programático, un autor que necesita tener una historia a partir de la cual hacer música. En esta obra que él reconocía como autobiográfica se negó a desvelar el programa que había seguido y decía de manera juguetona que lo intentaran los oyentes. Hay muchas teorías… que confirma musicalmente la oscuridad de su homosexualidad ; que le obligaron a suicidarse… Sea lo que sea, de lo que no cabe duda es de que la ‘Patética’ es una obra absolutamente arrebatada que atraviesa todo tipo de estados», Piotr Illich Chaikovsk i, Vladímir Putin y un director de orquesta moribundo llamado Pedro Berriel se mezclan, entre otros personajes, en ‘ La Patética ’, una obra de teatro escrita y dirigida por Miguel del Arco que se estrena este jueves 8 de mayo en el Teatro Valle-Inclán , dentro de la programación del Centro Dramático Nacional. Se trata del ‘regreso’ del dramaturgo madrileño, uno de los más aplaudidos de la última década en España, que no estrenaba una producción propia -y de su Teatro Kamikaze – desde que pusiera en pie ‘Jauría’. Desde entonces, Miguel del Arco ha vivido el cierre del proyecto Kamikaze en el Teatro Pavón, la pandemia del coronavirus (compartida con toda la humanidad) y la muerte de su padre en 2021. Con estos nubarrones sobrevolando, apareció la novela ‘Morir’, de Arthur Schnitzler , «de una negrura tremenda», y una «brecha de luz que yo realmente necesitaba, y que son los diarios y las cartas de Piotr Illich Chaikovski y, sobre todo, ese maravilloso canto del cisne que es su Sexta Sinfonía, ‘Patética’ ». Ahí comenzó a cobrar vida ‘La Patética’, un texto sobre Pedro Berriel, un director de orquesta de 53 años que, inmerso en una grabación de la Sexta Sinfonía, se entera de que tiene una enfermedad terminal que va a acabar con su vida de manera fulminante. «A partir de ahí -cuenta-, tiene la necesidad de entonar su propio canto del cisne, de dejar un legado a través de esa pieza sublime». «La obra -añade el dramaturgo- es un viaje enajenado entre la realidad y la ficción. Los delirios hilarantes de un hombre que se revuelve ante la tragedia de su propia extinción». En este viaje, Pedro Berriel -al que interpreta el ‘protagonista de cabecera’ de Miguel del Arco, Israel Elejalde – estará acompañado por el propio Chaikovski, a quien encarna Jesús Noguero (sus palabras proceden de sus cartas y sus diarios). Otros cinco actores: Jimmy Castro, Inma Cuevas, Juan Paños, Manuel Pico y Francisco Reyes interpretan a cerca de una treintena de personajes, entre los que figuran Montaigne , un crítico de música y Vladímir Putin ; la presencia del presidente ruso tiene una razón de ser. En la obra, Pedro Berriel -que es homosexual y tiene un marido negro, dos circunstancias que tienen su significado en la función- acepta dirigir en Moscú la ‘Patética’ en una velada que contará con la presencia del político. Miguel del Arco duda en calificar la obra como una comedia -«¿por qué no llamarla tragicomedia?», reinvindica Noguero, conocido en los ensayos no como Chaikovski, sino ‘Chococrispis’-; y es que en el título se juega con la dualidad de acepciones que tiene la palabra ‘patética’ : «La RAE la define como algo ‘que conmueve profundamente o causa un gran dolor o tristeza’, pero también como algo ‘penoso, lamentable o ridículo’. Y para nosotros, casi siempre, lo patético es algo ridículo y gris. Nos movemos en esa dualidad de la necesidad que tenemos de perdurar, de preservar nuestro legado, y de lo que muchas veces resulta ridículo ese intento de dejar una huella profunda. Es difícil enfrentar la muerte, pero cuando tienes cincuenta años todavía más…», concluye Del Arco, que asegura que encontrar el tono de la función también ha sido muy complejo. La partitura de Chaikovski -que el músico compuso entre febrero y finales de agosto de 1893, y estrenó el 28 de octubre de ese año, apenas nueve días antes de su muerte- está muy presente en la obra. «Es una pieza que a mí me ha fascinado siempre. Está dividida en cuatro movimientos , y Chaikovski hizo algo muy disruptivo en la última, que es casi un réquiem. Pero el tercer movimiento es un canto a la vida de lo más exultante y brutal que he escuchado en mi vida. Si Woody Allen hacía esa broma de que cuando escuchaba a Wagner le entraban ganas de invadir Polonia, con el tercer movimiento de la ‘Patética’ dan ganas de vivir, porque es apasionadamente vital».Noticia Relacionada ‘Los nuestros’, en el Valle-Inclán estandar No La historia de una familia sefardí que se reúne para cumplir con el Avelut, el duelo judío Julio Bravo Lucía Carballal ha escrito y dirige esta obra, que se estrena en el Valle-InclánConcluye Miguel del Arco: «Chaikovski es un músico evidentemente programático, un autor que necesita tener una historia a partir de la cual hacer música. En esta obra que él reconocía como autobiográfica se negó a desvelar el programa que había seguido y decía de manera juguetona que lo intentaran los oyentes. Hay muchas teorías… que confirma musicalmente la oscuridad de su homosexualidad ; que le obligaron a suicidarse… Sea lo que sea, de lo que no cabe duda es de que la ‘Patética’ es una obra absolutamente arrebatada que atraviesa todo tipo de estados»,
Piotr Illich Chaikovski, Vladímir Putin y un director de orquesta moribundo llamado Pedro Berriel se mezclan, entre otros personajes, en ‘La Patética’, una obra de teatro escrita y dirigida por Miguel del Arco que se estrena este jueves 8 de mayo … en el Teatro Valle-Inclán, dentro de la programación del Centro Dramático Nacional. Se trata del ‘regreso’ del dramaturgo madrileño, uno de los más aplaudidos de la última década en España, que no estrenaba una producción propia -y de su Teatro Kamikaze– desde que pusiera en pie ‘Jauría’.
Desde entonces, Miguel del Arco ha vivido el cierre del proyecto Kamikaze en el Teatro Pavón, la pandemia del coronavirus (compartida con toda la humanidad) y la muerte de su padre en 2021. Con estos nubarrones sobrevolando, apareció la novela ‘Morir’, de Arthur Schnitzler, «de una negrura tremenda», y una «brecha de luz que yo realmente necesitaba, y que son los diarios y las cartas de Piotr Illich Chaikovski y, sobre todo, ese maravilloso canto del cisne que es su Sexta Sinfonía, ‘Patética’».
Ahí comenzó a cobrar vida ‘La Patética’, un texto sobre Pedro Berriel, un director de orquesta de 53 años que, inmerso en una grabación de la Sexta Sinfonía, se entera de que tiene una enfermedad terminal que va a acabar con su vida de manera fulminante. «A partir de ahí -cuenta-, tiene la necesidad de entonar su propio canto del cisne, de dejar un legado a través de esa pieza sublime».
«La obra -añade el dramaturgo- es un viaje enajenado entre la realidad y la ficción. Los delirios hilarantes de un hombre que se revuelve ante la tragedia de su propia extinción». En este viaje, Pedro Berriel -al que interpreta el ‘protagonista de cabecera’ de Miguel del Arco, Israel Elejalde– estará acompañado por el propio Chaikovski, a quien encarna Jesús Noguero (sus palabras proceden de sus cartas y sus diarios). Otros cinco actores: Jimmy Castro, Inma Cuevas, Juan Paños, Manuel Pico y Francisco Reyes interpretan a cerca de una treintena de personajes, entre los que figuran Montaigne, un crítico de música y Vladímir Putin; la presencia del presidente ruso tiene una razón de ser. En la obra, Pedro Berriel -que es homosexual y tiene un marido negro, dos circunstancias que tienen su significado en la función- acepta dirigir en Moscú la ‘Patética’ en una velada que contará con la presencia del político.
Miguel del Arco duda en calificar la obra como una comedia -«¿por qué no llamarla tragicomedia?», reinvindica Noguero, conocido en los ensayos no como Chaikovski, sino ‘Chococrispis’-; y es que en el título se juega con la dualidad de acepciones que tiene la palabra ‘patética’: «La RAE la define como algo ‘que conmueve profundamente o causa un gran dolor o tristeza’, pero también como algo ‘penoso, lamentable o ridículo’. Y para nosotros, casi siempre, lo patético es algo ridículo y gris. Nos movemos en esa dualidad de la necesidad que tenemos de perdurar, de preservar nuestro legado, y de lo que muchas veces resulta ridículo ese intento de dejar una huella profunda. Es difícil enfrentar la muerte, pero cuando tienes cincuenta años todavía más…», concluye Del Arco, que asegura que encontrar el tono de la función también ha sido muy complejo.
La partitura de Chaikovski -que el músico compuso entre febrero y finales de agosto de 1893, y estrenó el 28 de octubre de ese año, apenas nueve días antes de su muerte- está muy presente en la obra. «Es una pieza que a mí me ha fascinado siempre. Está dividida en cuatro movimientos, y Chaikovski hizo algo muy disruptivo en la última, que es casi un réquiem. Pero el tercer movimiento es un canto a la vida de lo más exultante y brutal que he escuchado en mi vida. Si Woody Allen hacía esa broma de que cuando escuchaba a Wagner le entraban ganas de invadir Polonia, con el tercer movimiento de la ‘Patética’ dan ganas de vivir, porque es apasionadamente vital».
Concluye Miguel del Arco: «Chaikovski es un músico evidentemente programático, un autor que necesita tener una historia a partir de la cual hacer música. En esta obra que él reconocía como autobiográfica se negó a desvelar el programa que había seguido y decía de manera juguetona que lo intentaran los oyentes. Hay muchas teorías… que confirma musicalmente la oscuridad de su homosexualidad; que le obligaron a suicidarse… Sea lo que sea, de lo que no cabe duda es de que la ‘Patética’ es una obra absolutamente arrebatada que atraviesa todo tipo de estados»,
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