«La obra es memoria» postuló Tennessee Williams. «El pasado nunca muere. Ni siquiera es pasado», avisó William Faulkner . Y aquí y ahora, mirando atrás y por delante, Richard Flanagan (Australia, 1961) nos advierte en ‘La pregunta 7’ de que «el pasado había regresado, que al final siempre regresa» y que «quienes ven el pasado con mayor claridad siempre son quienes nunca lo vieron»; que «el pasado, entonces, era distinto del pasado ahora; estaba más lejos y resultaba más difícil encontrarlo; se alejaba más deprisa y estaba poco documentado en comparación con el presente; existía solo en archivos muy lejanos o, simplemente, no existía»; y que «al mismo tiempo, el pasado también estaba más presente» y, por lo tanto, «tengo que inventarme qué ha pasado, para retenernos un poco más». Y de esto trata este pequeño inmenso libro de Flanagan : de cómo recuperar el recuerdo de lo inolvidable personalmente, en persona. NOVELA ‘La pregunta 7’ Autor Richard Flanagan Editorial Libros del Asteroide Año 2025 Páginas 290 Precio 19,90 euros 5Y ya se sabe: Flanagan —ya lo atestiguaron títulos suyos como ‘El libro de los peces de Gould’ o ‘El mar vivo de los sueños despiertos’ o la ganadora del Booker y del Lire Prix du Meilleur Livre Étranger y adaptada como miniserie de TV de nivel ‘El camino estrecho al norte profundo’— es un escritor muy personal. Alguien capaz de explorar diversas tramas —lo pastoral trágico o lo surrealista o la conspiranoia terrorista o el eco-drama o una investigación del fantasmal oficio de escribir a nombre de otro o una revisitación a la vida de Charles Dickens— pero sin nunca perder de vista la constante de un ‘grand style’ muy suyo. Y ‘La pregunta 7’ —receptora del muy prestigioso Baillie Gifford Prize a la no-ficción y finalista del Femina y el Medicis — es otro libro único de Flanagan. Y es, también, un virtual manual de instrucciones no a seguir y emular (porque para eso habría que tener y contar con el talento de Flanagan) pero sí a tener muy en cuenta por todo aquel que quiera apuntarse a eso de hijos-sobre -padres. Sí: la autoficción era esto y —si este fuese un mundo mejor— no debería ser otra cosa. En cualquier caso, el propio Flanagan se niega a definirlo: «Las etiquetas son para los frascos de mermelada», dijo.Busca una respuesta a cuestiones tan particulares como universales a partir de su padre: un prisionero de guerra de los japoneses Así, sabrosa y agridulce y fácil de abrir pero no tan sencilla de envasar, ‘La pregunta 7’ —cuyo título sale de un relato paródico-matemático de Chéjov que se pregunta quién ama más y por más tiempo: ¿un hombre o una mujer?— busca una respuesta a cuestiones tan particulares como universales a partir del padre de Flanagan. Un prisionero de guerra de los japoneses (de eso se ocupaba también ‘El camino estrecho al norte profundo’) y liberado por el estallido atómico en Hiroshima y Nagasaki para después volver a casa y vagar hasta encontrar a la un tanto felizmente excéntrica y muy resistente amor de su vida y casarse y tener hijos (lo que no priva a Flanagan de espiar a Rebecca West besando a H. G. Wells mientras escribe ‘El mundo liberado’ —que inspiraría la idea del Proyecto Manhattan— por los tiempos en el que este imagina otra guerra, una guerra marciana como todas las guerras lo son). Lo que propone aquí Flanagan es entonces la formulación de una imposible de calcular ciencia exacta de los sentimientos a la vez que resuelve lo que ya se sospechaba: sus certezas residen en las incógnitas siempre imposibles de despejar del todo. Y siempre habrá una mariposa aleteando su efecto y así la fisión del átomo resulta en la fusión del espermatozoide y del óvulo que resultará en el dar a luz a la muy expansiva onda de la vida y obra de Flanagan. Así, Flanagan vuelve y va para volver a volver con tablas y compases que tienen algo de W. G. Sebald (pero un Sebald con gran corazón además de cerebro privilegiado) y destellos de Michael Ondaatje y Bruce Chatwin y Geoff Dyer, algo de la últimos ‘cri de coeur’ de Tolstoi, y una pizca del insolado existencialismo de un libro clave para Flanagan: ‘El extranjero’, de Albert Camus. Y hay disquisiciones sobre especies animales en peligro y el genocidio de aborígenes, un casi mortal accidente en kayak (inspirador de ‘Muerte de un guía’, su excelente primera novela), una epifanía de Leo Szilard en Londres, un encuentro con uno de los guardias que aprisionaron al padre… Y pequeño gran detalle digno de mención (y que, inevitablemente, es parte inseparable de ‘La pregunta 7’): Flanagan lo escribió a toda velocidad luego de que, en 2022, se le diagnosticara una demencia que tan solo le concedería unos doce meses de lucidez antes de arrasar su memoria. El diagnóstico, afortunadamente, resultó equivocado; pero no ha aliviado a Flanagan —así lo ha insinuado en entrevistas— de la sospecha de que ya contó todo lo que tenía y le quedaba para contar en ‘La pregunta 7’. Esperemos que no sea así y que le resten y sumen aún muchas preguntas no por responder pero sí por preguntar como si fuesen respuestas, respuestas correctas. «La obra es memoria» postuló Tennessee Williams. «El pasado nunca muere. Ni siquiera es pasado», avisó William Faulkner . Y aquí y ahora, mirando atrás y por delante, Richard Flanagan (Australia, 1961) nos advierte en ‘La pregunta 7’ de que «el pasado había regresado, que al final siempre regresa» y que «quienes ven el pasado con mayor claridad siempre son quienes nunca lo vieron»; que «el pasado, entonces, era distinto del pasado ahora; estaba más lejos y resultaba más difícil encontrarlo; se alejaba más deprisa y estaba poco documentado en comparación con el presente; existía solo en archivos muy lejanos o, simplemente, no existía»; y que «al mismo tiempo, el pasado también estaba más presente» y, por lo tanto, «tengo que inventarme qué ha pasado, para retenernos un poco más». Y de esto trata este pequeño inmenso libro de Flanagan : de cómo recuperar el recuerdo de lo inolvidable personalmente, en persona. NOVELA ‘La pregunta 7’ Autor Richard Flanagan Editorial Libros del Asteroide Año 2025 Páginas 290 Precio 19,90 euros 5Y ya se sabe: Flanagan —ya lo atestiguaron títulos suyos como ‘El libro de los peces de Gould’ o ‘El mar vivo de los sueños despiertos’ o la ganadora del Booker y del Lire Prix du Meilleur Livre Étranger y adaptada como miniserie de TV de nivel ‘El camino estrecho al norte profundo’— es un escritor muy personal. Alguien capaz de explorar diversas tramas —lo pastoral trágico o lo surrealista o la conspiranoia terrorista o el eco-drama o una investigación del fantasmal oficio de escribir a nombre de otro o una revisitación a la vida de Charles Dickens— pero sin nunca perder de vista la constante de un ‘grand style’ muy suyo. Y ‘La pregunta 7’ —receptora del muy prestigioso Baillie Gifford Prize a la no-ficción y finalista del Femina y el Medicis — es otro libro único de Flanagan. Y es, también, un virtual manual de instrucciones no a seguir y emular (porque para eso habría que tener y contar con el talento de Flanagan) pero sí a tener muy en cuenta por todo aquel que quiera apuntarse a eso de hijos-sobre -padres. Sí: la autoficción era esto y —si este fuese un mundo mejor— no debería ser otra cosa. En cualquier caso, el propio Flanagan se niega a definirlo: «Las etiquetas son para los frascos de mermelada», dijo.Busca una respuesta a cuestiones tan particulares como universales a partir de su padre: un prisionero de guerra de los japoneses Así, sabrosa y agridulce y fácil de abrir pero no tan sencilla de envasar, ‘La pregunta 7’ —cuyo título sale de un relato paródico-matemático de Chéjov que se pregunta quién ama más y por más tiempo: ¿un hombre o una mujer?— busca una respuesta a cuestiones tan particulares como universales a partir del padre de Flanagan. Un prisionero de guerra de los japoneses (de eso se ocupaba también ‘El camino estrecho al norte profundo’) y liberado por el estallido atómico en Hiroshima y Nagasaki para después volver a casa y vagar hasta encontrar a la un tanto felizmente excéntrica y muy resistente amor de su vida y casarse y tener hijos (lo que no priva a Flanagan de espiar a Rebecca West besando a H. G. Wells mientras escribe ‘El mundo liberado’ —que inspiraría la idea del Proyecto Manhattan— por los tiempos en el que este imagina otra guerra, una guerra marciana como todas las guerras lo son). Lo que propone aquí Flanagan es entonces la formulación de una imposible de calcular ciencia exacta de los sentimientos a la vez que resuelve lo que ya se sospechaba: sus certezas residen en las incógnitas siempre imposibles de despejar del todo. Y siempre habrá una mariposa aleteando su efecto y así la fisión del átomo resulta en la fusión del espermatozoide y del óvulo que resultará en el dar a luz a la muy expansiva onda de la vida y obra de Flanagan. Así, Flanagan vuelve y va para volver a volver con tablas y compases que tienen algo de W. G. Sebald (pero un Sebald con gran corazón además de cerebro privilegiado) y destellos de Michael Ondaatje y Bruce Chatwin y Geoff Dyer, algo de la últimos ‘cri de coeur’ de Tolstoi, y una pizca del insolado existencialismo de un libro clave para Flanagan: ‘El extranjero’, de Albert Camus. Y hay disquisiciones sobre especies animales en peligro y el genocidio de aborígenes, un casi mortal accidente en kayak (inspirador de ‘Muerte de un guía’, su excelente primera novela), una epifanía de Leo Szilard en Londres, un encuentro con uno de los guardias que aprisionaron al padre… Y pequeño gran detalle digno de mención (y que, inevitablemente, es parte inseparable de ‘La pregunta 7’): Flanagan lo escribió a toda velocidad luego de que, en 2022, se le diagnosticara una demencia que tan solo le concedería unos doce meses de lucidez antes de arrasar su memoria. El diagnóstico, afortunadamente, resultó equivocado; pero no ha aliviado a Flanagan —así lo ha insinuado en entrevistas— de la sospecha de que ya contó todo lo que tenía y le quedaba para contar en ‘La pregunta 7’. Esperemos que no sea así y que le resten y sumen aún muchas preguntas no por responder pero sí por preguntar como si fuesen respuestas, respuestas correctas.
«La obra es memoria» postuló Tennessee Williams. «El pasado nunca muere. Ni siquiera es pasado», avisó William Faulkner. Y aquí y ahora, mirando atrás y por delante, Richard Flanagan (Australia, 1961) nos advierte en ‘La pregunta 7’ de que «el pasado había regresado, … que al final siempre regresa» y que «quienes ven el pasado con mayor claridad siempre son quienes nunca lo vieron»; que «el pasado, entonces, era distinto del pasado ahora; estaba más lejos y resultaba más difícil encontrarlo; se alejaba más deprisa y estaba poco documentado en comparación con el presente; existía solo en archivos muy lejanos o, simplemente, no existía»; y que «al mismo tiempo, el pasado también estaba más presente» y, por lo tanto, «tengo que inventarme qué ha pasado, para retenernos un poco más».
Y de esto trata este pequeño inmenso libro de Flanagan: de cómo recuperar el recuerdo de lo inolvidable personalmente, en persona.

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Autor
Richard Flanagan -
Editorial
Libros del Asteroide -
Año
2025 -
Páginas
290 -
Precio
19,90 euros
Y ya se sabe: Flanagan —ya lo atestiguaron títulos suyos como ‘El libro de los peces de Gould’ o ‘El mar vivo de los sueños despiertos’ o la ganadora del Booker y del Lire Prix du Meilleur Livre Étranger y adaptada como miniserie de TV de nivel ‘El camino estrecho al norte profundo’— es un escritor muy personal. Alguien capaz de explorar diversas tramas —lo pastoral trágico o lo surrealista o la conspiranoia terrorista o el eco-drama o una investigación del fantasmal oficio de escribir a nombre de otro o una revisitación a la vida de Charles Dickens— pero sin nunca perder de vista la constante de un ‘grand style’ muy suyo.
Y ‘La pregunta 7’ —receptora del muy prestigioso Baillie Gifford Prize a la no-ficción y finalista del Femina y el Medicis — es otro libro único de Flanagan. Y es, también, un virtual manual de instrucciones no a seguir y emular (porque para eso habría que tener y contar con el talento de Flanagan) pero sí a tener muy en cuenta por todo aquel que quiera apuntarse a eso de hijos-sobre -padres. Sí: la autoficción era esto y —si este fuese un mundo mejor— no debería ser otra cosa. En cualquier caso, el propio Flanagan se niega a definirlo: «Las etiquetas son para los frascos de mermelada», dijo.
Busca una respuesta a cuestiones tan particulares como universales a partir de su padre: un prisionero de guerra de los japoneses
Así, sabrosa y agridulce y fácil de abrir pero no tan sencilla de envasar, ‘La pregunta 7’ —cuyo título sale de un relato paródico-matemático de Chéjov que se pregunta quién ama más y por más tiempo: ¿un hombre o una mujer?— busca una respuesta a cuestiones tan particulares como universales a partir del padre de Flanagan. Un prisionero de guerra de los japoneses (de eso se ocupaba también ‘El camino estrecho al norte profundo’) y liberado por el estallido atómico en Hiroshima y Nagasaki para después volver a casa y vagar hasta encontrar a la un tanto felizmente excéntrica y muy resistente amor de su vida y casarse y tener hijos (lo que no priva a Flanagan de espiar a Rebecca West besando a H. G. Wells mientras escribe ‘El mundo liberado’ —que inspiraría la idea del Proyecto Manhattan— por los tiempos en el que este imagina otra guerra, una guerra marciana como todas las guerras lo son).
Lo que propone aquí Flanagan es entonces la formulación de una imposible de calcular ciencia exacta de los sentimientos a la vez que resuelve lo que ya se sospechaba: sus certezas residen en las incógnitas siempre imposibles de despejar del todo. Y siempre habrá una mariposa aleteando su efecto y así la fisión del átomo resulta en la fusión del espermatozoide y del óvulo que resultará en el dar a luz a la muy expansiva onda de la vida y obra de Flanagan.
Así, Flanagan vuelve y va para volver a volver con tablas y compases que tienen algo de W. G. Sebald (pero un Sebald con gran corazón además de cerebro privilegiado) y destellos de Michael Ondaatje y Bruce Chatwin y Geoff Dyer, algo de la últimos ‘cri de coeur’ de Tolstoi, y una pizca del insolado existencialismo de un libro clave para Flanagan: ‘El extranjero’, de Albert Camus. Y hay disquisiciones sobre especies animales en peligro y el genocidio de aborígenes, un casi mortal accidente en kayak (inspirador de ‘Muerte de un guía’, su excelente primera novela), una epifanía de Leo Szilard en Londres, un encuentro con uno de los guardias que aprisionaron al padre…
Y pequeño gran detalle digno de mención (y que, inevitablemente, es parte inseparable de ‘La pregunta 7’): Flanagan lo escribió a toda velocidad luego de que, en 2022, se le diagnosticara una demencia que tan solo le concedería unos doce meses de lucidez antes de arrasar su memoria. El diagnóstico, afortunadamente, resultó equivocado; pero no ha aliviado a Flanagan —así lo ha insinuado en entrevistas— de la sospecha de que ya contó todo lo que tenía y le quedaba para contar en ‘La pregunta 7’. Esperemos que no sea así y que le resten y sumen aún muchas preguntas no por responder pero sí por preguntar como si fuesen respuestas, respuestas correctas.
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