Crítica de ópera El cuento del zar Saltán Música Nikolái Rimski-Kórsakov Libreto Vladímir Belski, basado en el cuento folclórico en verso de Aleksandr Pushkin Dirección musical Ouri Bronchti Dirección de escena y escenografía Dmitri Tcherniakov Intérpretes Ante Jerkunica (Zar Saltán), Svetlana Aksenova (Zarina Militrisa), Stine Marie Fischer (Tkachija), Bernarda Bobro (Povarija), Carole Wilson (Babarija), Bogdan Volkov (Príncipe Gvidon), Nina Minasyan (Princesa Cisne), Evgeny Akimov (Viejo abuelo), Alejandro del Cerro (mensajero), Alexander Vassiliev (Skomoroj), Alexander Kravets (marinero), Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real Lugar Teatro Real, Madrid Fecha 30-IV 4El trabajo del director teatral Dmitri Tcherniakov siempre deja en el aire interrogantes , incluso ante realizaciones tan persuasivas como ‘El cuento del zar Saltán’ que estos días se representa en el Teatro Real. Para entenderlo habría que volver sobre un término hoy desfasado pero de enorme importancia en la dramaturgia del siglo XVII: el decoro , es decir lo que conviene o no hacer en la estricta representación pero, también, en relación con la naturaleza profunda de las obras. El punto de partida es la leyenda que da forma a la ópera de Rimski-Kórsakov , escrita por Vladímir Belski, a partir de Aleksandr Pushkin; la llegada se resume en una historia paralela en relación con un niño autista que se comunica con su madre a través de los cuentos .A favor de Tcherniakov corre el constante tránsito entre lo fantástico y lo real, lo que escénicamente implica una muy particular sonoridad del coro colocado más allá del escenario, el transitar de los personajes por la sala con un vestuario magnífico, proyecciones animadas y algunos momentos realmente conmovedores: de manera muy particular, cuando el muchacho se balancea en el uterino ‘paraíso’ de lo ilusorio en donde encuentra espacio para la caricia. Que Tcherniakov descubra de una manera tan amable el parentesco existencial que encierra el cuento dice mucho sobre su intuición escénica. Noticia Relacionada estandar Si Joyce DiDonato: «Ahora se espera que los cantantes de ópera sean también ‘influencers’» Julio BravoLo que siempre se discutirá, es la obsesión por reescribir (no exactamente por reinterpretar) las obras o, puestos a volver sobre el término histórico, la obsesión por traducir cuestiones esenciales, en su caso mediante la inversión de los propios significados. En este caso, hay que recordar el final feliz de la obra, que Tcherniakov reconstruye introduciendo un ataque epiléptico que demuestra la poca eficacia que el cuento ha tenido sobre el comportamiento del muchacho. En definitiva, un golpe de efecto para el espectador, que tras haberse sumergido en el encanto bondadoso de lo sobrenatural y cuando cree que todo volverá a estar ordenado, pega un salto en la butaca para reencontrarse con la incómoda realidad. Y la de Tcherniakov siempre es negra, pesimista, dispuesta a retratar sin disimulo las miserias, quizá en línea con esa visión descarnada que asume su propio acervo cultural, al que maneja con precisión técnica pero con un grado de refinamiento poético menos trascendente.’El cuento del zar Saltán’ JAVIER DEL REAL/TEATRO REALSin embargo, que la ópera de Rimski-Korsakov penetra en lo fabuloso es muy evidente ante el muy característico personaje de la Princesa Cisne, que el autor vio hecho realidad a través de la cantante Nadezhda Zabela . Alguna grabación descubre su canto un punto afectado, evanescente y líricamente extendido. Ahora, muy en línea con el aspecto más obvio de la ejecución escénica, Nina Minasyan lo defiende con realismo, soltura y calidad terrenal. Luego, la casi totalidad del resto del reparto se presenta muy bien entrenado, pues ya participó en el estreno en La Monnaie en 2019, lo que trajo consigo el International Opera Award a la mejor producción. En Madrid añade como novedad la presencia en el foso del director francés Ouri Bronchti que es un detalle en el que merece la pena fijarse. A su muy cuidado trabajo se debe la comodidad con la que se mueve el tenor ucraniano Bogdan Volkov , príncipe Guidón e hijo, quien hace un trabajo físico impecable; la soprano Svetlana Aksenova como la zarina Miltrisa, y también madre, menos pulcra en lo vocal, o, por citar, lo evidente, el caudal de Ante Jerkunica en el papel del zar Saltán. ‘El cuento del zar Saltán’ llega en el 225º aniversario de Aleksandr Pushkin y, algo importante, colaborando a recuperar en Madrid el todavía parcialmente divulgado repertorio eslavo. Crítica de ópera El cuento del zar Saltán Música Nikolái Rimski-Kórsakov Libreto Vladímir Belski, basado en el cuento folclórico en verso de Aleksandr Pushkin Dirección musical Ouri Bronchti Dirección de escena y escenografía Dmitri Tcherniakov Intérpretes Ante Jerkunica (Zar Saltán), Svetlana Aksenova (Zarina Militrisa), Stine Marie Fischer (Tkachija), Bernarda Bobro (Povarija), Carole Wilson (Babarija), Bogdan Volkov (Príncipe Gvidon), Nina Minasyan (Princesa Cisne), Evgeny Akimov (Viejo abuelo), Alejandro del Cerro (mensajero), Alexander Vassiliev (Skomoroj), Alexander Kravets (marinero), Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real Lugar Teatro Real, Madrid Fecha 30-IV 4El trabajo del director teatral Dmitri Tcherniakov siempre deja en el aire interrogantes , incluso ante realizaciones tan persuasivas como ‘El cuento del zar Saltán’ que estos días se representa en el Teatro Real. Para entenderlo habría que volver sobre un término hoy desfasado pero de enorme importancia en la dramaturgia del siglo XVII: el decoro , es decir lo que conviene o no hacer en la estricta representación pero, también, en relación con la naturaleza profunda de las obras. El punto de partida es la leyenda que da forma a la ópera de Rimski-Kórsakov , escrita por Vladímir Belski, a partir de Aleksandr Pushkin; la llegada se resume en una historia paralela en relación con un niño autista que se comunica con su madre a través de los cuentos .A favor de Tcherniakov corre el constante tránsito entre lo fantástico y lo real, lo que escénicamente implica una muy particular sonoridad del coro colocado más allá del escenario, el transitar de los personajes por la sala con un vestuario magnífico, proyecciones animadas y algunos momentos realmente conmovedores: de manera muy particular, cuando el muchacho se balancea en el uterino ‘paraíso’ de lo ilusorio en donde encuentra espacio para la caricia. Que Tcherniakov descubra de una manera tan amable el parentesco existencial que encierra el cuento dice mucho sobre su intuición escénica. Noticia Relacionada estandar Si Joyce DiDonato: «Ahora se espera que los cantantes de ópera sean también ‘influencers’» Julio BravoLo que siempre se discutirá, es la obsesión por reescribir (no exactamente por reinterpretar) las obras o, puestos a volver sobre el término histórico, la obsesión por traducir cuestiones esenciales, en su caso mediante la inversión de los propios significados. En este caso, hay que recordar el final feliz de la obra, que Tcherniakov reconstruye introduciendo un ataque epiléptico que demuestra la poca eficacia que el cuento ha tenido sobre el comportamiento del muchacho. En definitiva, un golpe de efecto para el espectador, que tras haberse sumergido en el encanto bondadoso de lo sobrenatural y cuando cree que todo volverá a estar ordenado, pega un salto en la butaca para reencontrarse con la incómoda realidad. Y la de Tcherniakov siempre es negra, pesimista, dispuesta a retratar sin disimulo las miserias, quizá en línea con esa visión descarnada que asume su propio acervo cultural, al que maneja con precisión técnica pero con un grado de refinamiento poético menos trascendente.’El cuento del zar Saltán’ JAVIER DEL REAL/TEATRO REALSin embargo, que la ópera de Rimski-Korsakov penetra en lo fabuloso es muy evidente ante el muy característico personaje de la Princesa Cisne, que el autor vio hecho realidad a través de la cantante Nadezhda Zabela . Alguna grabación descubre su canto un punto afectado, evanescente y líricamente extendido. Ahora, muy en línea con el aspecto más obvio de la ejecución escénica, Nina Minasyan lo defiende con realismo, soltura y calidad terrenal. Luego, la casi totalidad del resto del reparto se presenta muy bien entrenado, pues ya participó en el estreno en La Monnaie en 2019, lo que trajo consigo el International Opera Award a la mejor producción. En Madrid añade como novedad la presencia en el foso del director francés Ouri Bronchti que es un detalle en el que merece la pena fijarse. A su muy cuidado trabajo se debe la comodidad con la que se mueve el tenor ucraniano Bogdan Volkov , príncipe Guidón e hijo, quien hace un trabajo físico impecable; la soprano Svetlana Aksenova como la zarina Miltrisa, y también madre, menos pulcra en lo vocal, o, por citar, lo evidente, el caudal de Ante Jerkunica en el papel del zar Saltán. ‘El cuento del zar Saltán’ llega en el 225º aniversario de Aleksandr Pushkin y, algo importante, colaborando a recuperar en Madrid el todavía parcialmente divulgado repertorio eslavo.
‘El cuento del zar Saltán’ llega en el 225º aniversario de Aleksandr Pushkin
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Música
Nikolái Rimski-Kórsakov -
Libreto
La ópera de Rimski lo tiene, desde luego -
Dirección musical
Ouri Bronchti -
Dirección de escena y escenografía
Dmitri Tcherniakov -
Intérpretes
Ante Jerkunica (Zar Saltán), Svetlana Aksenova (Zarina Militrisa), Stine Marie Fischer (Tkachija), Bernarda Bobro (Povarija), Carole Wilson (Babarija), Bogdan Volkov (Príncipe Gvidon), Nina Minasyan (Princesa Cisne), Evgeny Akimov (Viejo abuelo), Alejandro del Cerro (mensajero), Alexander Vassiliev (Skomoroj), Alexander Kravets (marinero), Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real -
Lugar
Teatro Real, Madrid -
Fecha
30-IV
El trabajo del director teatral Dmitri Tcherniakov siempre deja en el aire interrogantes, incluso ante realizaciones tan persuasivas como ‘El cuento del zar Saltán’ que estos días se representa en el Teatro Real. Para entenderlo habría que volver sobre un término hoy desfasado pero … de enorme importancia en la dramaturgia del siglo XVII: el decoro, es decir lo que conviene o no hacer en la estricta representación pero, también, en relación con la naturaleza profunda de las obras. El punto de partida es la leyenda que da forma a la ópera de Rimski-Kórsakov, escrita por Vladímir Belski, a partir de Aleksandr Pushkin; la llegada se resume en una historia paralela en relación con un niño autista que se comunica con su madre a través de los cuentos.
A favor de Tcherniakov corre el constante tránsito entre lo fantástico y lo real, lo que escénicamente implica una muy particular sonoridad del coro colocado más allá del escenario, el transitar de los personajes por la sala con un vestuario magnífico, proyecciones animadas y algunos momentos realmente conmovedores: de manera muy particular, cuando el muchacho se balancea en el uterino ‘paraíso’ de lo ilusorio en donde encuentra espacio para la caricia. Que Tcherniakov descubra de una manera tan amable el parentesco existencial que encierra el cuento dice mucho sobre su intuición escénica.
Lo que siempre se discutirá, es la obsesión por reescribir (no exactamente por reinterpretar) las obras o, puestos a volver sobre el término histórico, la obsesión por traducir cuestiones esenciales, en su caso mediante la inversión de los propios significados. En este caso, hay que recordar el final feliz de la obra, que Tcherniakov reconstruye introduciendo un ataque epiléptico que demuestra la poca eficacia que el cuento ha tenido sobre el comportamiento del muchacho. En definitiva, un golpe de efecto para el espectador, que tras haberse sumergido en el encanto bondadoso de lo sobrenatural y cuando cree que todo volverá a estar ordenado, pega un salto en la butaca para reencontrarse con la incómoda realidad. Y la de Tcherniakov siempre es negra, pesimista, dispuesta a retratar sin disimulo las miserias, quizá en línea con esa visión descarnada que asume su propio acervo cultural, al que maneja con precisión técnica pero con un grado de refinamiento poético menos trascendente.
JAVIER DEL REAL/TEATRO REAL
Sin embargo, que la ópera de Rimski-Korsakov penetra en lo fabuloso es muy evidente ante el muy característico personaje de la Princesa Cisne, que el autor vio hecho realidad a través de la cantante Nadezhda Zabela. Alguna grabación descubre su canto un punto afectado, evanescente y líricamente extendido. Ahora, muy en línea con el aspecto más obvio de la ejecución escénica, Nina Minasyan lo defiende con realismo, soltura y calidad terrenal. Luego, la casi totalidad del resto del reparto se presenta muy bien entrenado, pues ya participó en el estreno en La Monnaie en 2019, lo que trajo consigo el International Opera Award a la mejor producción. En Madrid añade como novedad la presencia en el foso del director francés Ouri Bronchti que es un detalle en el que merece la pena fijarse. A su muy cuidado trabajo se debe la comodidad con la que se mueve el tenor ucraniano Bogdan Volkov, príncipe Guidón e hijo, quien hace un trabajo físico impecable; la soprano Svetlana Aksenova como la zarina Miltrisa, y también madre, menos pulcra en lo vocal, o, por citar, lo evidente, el caudal de Ante Jerkunica en el papel del zar Saltán. ‘El cuento del zar Saltán’ llega en el 225º aniversario de Aleksandr Pushkin y, algo importante, colaborando a recuperar en Madrid el todavía parcialmente divulgado repertorio eslavo.
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