La literatura irlandesa siempre tiene interés para un lector español porque posee un punto de coincidencia con la narrativa de nuestro país: el peso social, a menudo abrumador, de la religión y de la moral católica en la sociedad civil de ambos países. En nuestro tiempo, además, se han ido produciendo fenómenos de adaptación de la realidad que siguen sustentando el paralelismo. En la literatura irlandesa han venido siendo asuntos dominantes la hambruna, la pobreza, la incultura y la emigración en lo que coinciden ambos países, excepto en uno: la lucha por la independencia de Inglaterra. Lo propio de las narraciones irlandesas es abordar el problema de su nacionalismo y, literariamente, acudir en auxilio de la lengua inglesa cuando esta flojea. A este respecto, la lista de sus grandes escritores brilla con luz propia, de Jonathan Swift a Laurence Sterne, de Oscar Wilde a James Joyce o Flann O’Brien y, en la actualidad, de William Trevor a John Banville y de Elizabeth Bowen a la recientemente fallecida Edna O’Brien. Una impresionante colección de grandes narradores.
Donal Ryan (Nenagh, Tipperary, 1976) es uno de los más recientes, publicado en España por la meritoria editorial Sajalín. Su temática difiere de sus antecesores en el tratamiento de la sociedad irlandesa más actual y en esta novela muestra la rara habilidad de mantener el escenario social tradicional de las zonas rurales e integrarlo en la evolución con la que su sociedad se ha venido integrando en el siglo XXI.
Esta excelente novela cuenta la suma de sensibilidades que se desarrollan en una población provinciana a través de las mujeres de la familia Aylward, formada por la abuela, su hija Eileen, la hija de ésta, Saoirse, y finalmente la hija de Saoirse, Pearl, todas mujeres sin hombres en el momento del relato, sólo los hijos de la abuela, Paudie y Chris. Donal Ryan trama su historia por medio de breves capítulos de dos páginas cada uno hasta hacer un total de 118. El relato opera como una sucesión de teselas que, al fin, acaban componiéndose en la mente del lector como un mosaico de gran fuerza expresiva. Todo lo que cuenta no es, en principio, más que la historia general de una familia, con sus amigos, allegados y vecinos. Este retrato de familia, que abarca la vida en un pueblo, es exactamente eso: riñas, amores, cabreos, rencores, emociones a flor de piel y reflexiones cotidianas sobre el sentido de la vida; la verdad es que podríamos calificarlo de relato costumbrista, pero su ambición es mayor. Ryan utiliza con gran habilidad e intención ese mundo tradicional para que el lector deduzca el cambio de conciencia moral de una Irlanda que se acaba sumiendo en el mundo contemporáneo y lo consigue utilizando un recurso que domina a la perfección: el uso de las elipsis que le permiten cubrir los años del relato, los mismos que acaba cumpliendo Pearl cuando parte hacia Nueva York. Sus espléndidos personajes sostienen una muy inteligente superación del costumbrismo que mezcla el humor y el dramatismo con la más exigente invención creativa. Un logro extraordinario de un nuevo gran narrador irlandés.
Donal Ryan supera el costumbrismo en un relato que compone, con una gran fuerza expresiva, la evolución de un país con un peso abrumador de la religión en la sociedad civil
La literatura irlandesa siempre tiene interés para un lector español porque posee un punto de coincidencia con la narrativa de nuestro país: el peso social, a menudo abrumador, de la religión y de la moral católica en la sociedad civil de ambos países. En nuestro tiempo, además, se han ido produciendo fenómenos de adaptación de la realidad que siguen sustentando el paralelismo. En la literatura irlandesa han venido siendo asuntos dominantes la hambruna, la pobreza, la incultura y la emigración en lo que coinciden ambos países, excepto en uno: la lucha por la independencia de Inglaterra. Lo propio de las narraciones irlandesas es abordar el problema de su nacionalismo y, literariamente, acudir en auxilio de la lengua inglesa cuando esta flojea. A este respecto, la lista de sus grandes escritores brilla con luz propia, de Jonathan Swift a Laurence Sterne, de Oscar Wilde a James Joyce o Flann O’Brien y, en la actualidad, de William Trevor a John Banville y de Elizabeth Bowen a la recientemente fallecida Edna O’Brien. Una impresionante colección de grandes narradores.
Donal Ryan (Nenagh, Tipperary, 1976) es uno de los más recientes, publicado en España por la meritoria editorial Sajalín. Su temática difiere de sus antecesores en el tratamiento de la sociedad irlandesa más actual y en esta novela muestra la rara habilidad de mantener el escenario social tradicional de las zonas rurales e integrarlo en la evolución con la que su sociedad se ha venido integrando en el siglo XXI.
El escritor irlandés Donal Ryan, en la 33ª edición del festival literario Étonnants Voyageurs en Saint-Malo (Francia), en 2023.RED TANNEAU (AFP / Getty Images)
Esta excelente novela cuenta la suma de sensibilidades que se desarrollan en una población provinciana a través de las mujeres de la familia Aylward, formada por la abuela, su hija Eileen, la hija de ésta, Saoirse, y finalmente la hija de Saoirse, Pearl, todas mujeres sin hombres en el momento del relato, sólo los hijos de la abuela, Paudie y Chris. Donal Ryan trama su historia por medio de breves capítulos de dos páginas cada uno hasta hacer un total de 118. El relato opera como una sucesión de teselas que, al fin, acaban componiéndose en la mente del lector como un mosaico de gran fuerza expresiva. Todo lo que cuenta no es, en principio, más que la historia general de una familia, con sus amigos, allegados y vecinos. Este retrato de familia, que abarca la vida en un pueblo, es exactamente eso: riñas, amores, cabreos, rencores, emociones a flor de piel y reflexiones cotidianas sobre el sentido de la vida; la verdad es que podríamos calificarlo de relato costumbrista, pero su ambición es mayor. Ryan utiliza con gran habilidad e intención ese mundo tradicional para que el lector deduzca el cambio de conciencia moral de una Irlanda que se acaba sumiendo en el mundo contemporáneo y lo consigue utilizando un recurso que domina a la perfección: el uso de las elipsis que le permiten cubrir los años del relato, los mismos que acaba cumpliendo Pearl cuando parte hacia Nueva York. Sus espléndidos personajes sostienen una muy inteligente superación del costumbrismo que mezcla el humor y el dramatismo con la más exigente invención creativa. Un logro extraordinario de un nuevo gran narrador irlandés.
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