Juan Carlos Pérez de la Fuente recupera un texto con detalles desconocidos relatados por la artista, que nunca se pudo representar Leer Juan Carlos Pérez de la Fuente recupera un texto con detalles desconocidos relatados por la artista, que nunca se pudo representar Leer
Hay figuras difíciles de borrar por mucho que se empeñe el tiempo. Sobre todo si se trata de aquella a la que «el pueblo eligió como su Charles Chaplin, su patito feo, su antiheroína», como reivindica Juan Carlos Pérez de la Fuente, al frente del Teatro Fernán Gómez Centro Cultural de la Villa desde el pasado año. Porque, «cuidado, que movió a millones de personas», recuerda. Por ello, ese afán suyo, contra el mismo reloj y contra los barros de la revisión histórica, por que a Lina Morgan (Madrid, 1936-2015) se la recuerde a la altura merecida. Y por ello, ese tesoro que ha guardado «como oro en paño durante 20 años», con aquellas confidencias inéditas relatadas por la propia artista, en conversaciones con el director, que se titularon Lina Morgan o no, pero que nunca llegaron a estrenarse, allá por 2003, a causa del cáncer que sufrió la artista. Este sábado, al fin, ven la luz.
«Estamos hablando de una mujer fundamental, no se puede entender el siglo XX sin ella. Qué contentos están de Chaplin los americanos e, incluso, vas por Londres y todas las artistas que se han ido tienen estatuas a ras de suelo. Nosotros tenemos a Lina en un mural del Metro, un triste mural… ¿Ustedes creen que las instituciones no tengan la sensibilidad? Con una estatua a ras de suelo, porque Lina caminó con el pueblo, se existe en la memoria de la gente. España tiene un problema muy serio con sus artistas, atrás quedan. Y dejar huellas en una ciudad es necesario. Su figura debería estar más unida a Madrid», defiende, recién estrenado el año en el cual se cumplen los 10 años de su muerte.
Como las muchas que la propia vedette dejó también en este texto, que formó parte del ciclo dramatizado para inaugurar la Sala de la Princesa del Teatro María Guerrero, en los tiempos de Juan Carlos Pérez de la Fuente como director del Centro Dramático Nacional (1996-2004), cuando se convirtió entonces la cafetería en un nuevo escenario. Por una silla del nuevo espacio desfilaron con sus monólogos Lluís Homar, María Galiana, Ángel Pavlovsky, Carmen Conesa y Rossy de Palma, pero el de Lina Morgan se anunció sin fecha cerrada. «Lo hemos dejado para el 2004 porque hay que aprenderse mucho texto», bromeó la actriz durante la presentación, de lo que se suponía iba a ser su regreso a las tablas tras 10 años de ausencia. Pero nunca se produjo.
«En aquel momento dijimos que estaba indispuesta. No se dijo aquella palabra terrible que rodea la vida de los seres humanos. Ahora, ya han pasado 20 años y… fue el cáncer, fue el cáncer el que se llevó este proyecto», desvela su artífice, con quien, junto al dramaturgo José Luis Miranda, también ya fallecido, trabajó la actriz durante dos meses -«eso ya nos lo llevamos cada uno en nuestras alforjas»-, hablando sobre su propia vida y ensayando. «La veía desconcentrada y le pregunté: ‘Lina, ¿qué te pasa?’. Y dijo: ‘Que me he hecho unas pruebas…’, y al tercer día leí lo que decía aquel papel», revela con tono grave.
Así, quedaron conservaron en el tintero detalles desconocidos, «maravillosos», sobre la madrileña, como que «un productor le ofreció hacer Doña Rosita, la soltera, de Federico García Lorca», cuando pesaba sobre ella la consideración de actriz de revista, adelanta su cómplice. En un testimonio que, al fin, será lanzado a viva voz por Pérez de la Fuente – «estoy acojonado», confiesa-, en una lectura dramatizada bajo la batuta, esta vez, de José Luis Sixto, y con una boa del vestuario de la propia artista, para la que «se ha removido Roma con Santiago» hasta encontrarla.
«Aparecen momentos donde tuvo que tener coraje, la muerte de su hermano, la compañía Los chavalillos de España, donde ella empezó, su barrio, su teatro de La Latina… E incidimos en lo que pudo haber hecho y no hizo, pero que tiene un valor importante, porque se adentra en territorios de Calderón, Ionesco, Benavente, Lorca, Cernuda, Altolaguirre… O sea, esto da mucho morbo», proclama. «Yo la escuché y tenía verdad. E incido en una cosa, que dijo Jardiel: el humor nace del dolor».
Una Lina Morgan muy íntima, que sólo marcó una condición. «Nos dijo: ‘No me gustaría hablar de mi vida privada, de mi vida sexual’. Y yo lo entiendo, aunque que ella dijera eso no significa que el texto no esté lleno de guiños o ironías». Es decir, al estilo cercano y juguetón del que hizo gala la artista. Inconfundibles sus movimientos imposibles de piernas y sus muecas de pato, en pos de las risas del espectador. «Lina era una figura fundamental para que se la recuerde, no por si le gustaba el pescado o la carne, sino porque era una mujer que trabajó insaciablemente, y porque sólo dos mujeres tuvieron la titularidad de un teatro: María Guerrero y ella. Entonces, se acabaron las tonterías, la vida privada de Lina era suya».
Con la misma contundencia zanja que a aquellas vedettes se las asociara con el Franquismo. «Ahora hay un tufillo por lo que dice la gente, que yo digo: ‘¿También van a decir que Lina era franquista. No fastidie’. Estoy de la figura de Franco hasta las narices». Lo mismo asevera para la zarzuela, pues este Lina Morgan o no es el colofón para la muestra La Zarzuela. Patrimonio de la hispanidad, que lustra el Fernán Gómez desde el pasado septiembre. «¿Alguien tiene constancia de que Franco fuese alguna vez a la zarzuela? Yo, no. La primera zarzuela de la que se tiene constancia es de Calderón, hace 350 años. Nos la tenemos que tomar en serio, saber que el musical ha triunfado en Madrid gracias a ella y en su detrimento. Los poderes públicos tienen una responsabilidad frente a la zarzuela». Como Lina, son historia imperecedera.
Juan Carlos Pérez de la Fuente dirigía el CDN cuando se inició la reforma del histórico María Guerrero, en el 2000, que mudó su mítica cafetería en otro escenario, inaugurado con el ciclo ‘Confidencias’. Preguntado por aquel proyecto, anuncia: «Tenemos la Sala Jardiel, la Sala Guirau, y dentro de nada daremos una sorpresa, que irá unida al nombre de una mujer. O sea, sí, convertiré las cafeterías, los retretes, en teatro. Y si no, échenme».
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