Se sabe y se disfruta y se admira y se envidia: la pequeña Irlanda es una tierra desde siempre poblada por titanes : Beckett, Behan, Bowen, Brennan, Cary, Dunsany, Joyce, Le Fanu, Moore, Iris Murdoch , O’Brien, O’Connor, Shaw, Sterne, Swift, Trevor, Wilde, Yeats entre los inmortales. John Banville —otro gigante nacional— se refirió a ese paisaje como «como poblado por esos colosales moáis de la Isla de Pascua». Y la leyenda continúa y aquí y ahora —entre la talla alta, el entretenimiento de altura y el ‘best-seller’ planetario— Doyle y Murray y Rooney y Tóibín . Está claro que me olvido de muchos inolvidables. Pero aceptemos esta injusticia como forma de abordar el, para nosotros, secreto a más que voces en su patria, que es Jennifer Johnston (Dublín, 1930). NOVELA ‘Las luces azules’ Autora Jennifer Johnston Editorial Automática Año 2024 Páginas 208 Precio 20 euros 4Y quien —luego de estar desaparecida en acción en nuestro idioma desde hace cuatro décadas; puede pensarse que Johnston ha sido tal vez un tanto injustamente opacada por variaciones sobre el mismo tema del ya mencionado y más laureado William Trevor— vuelve como regio regalo de principios de año con uno de sus títulos más celebrados: ‘Las luces azules’, de 1981. Y, si hay justicia, he aquí un pequeño gran libro que merecería la misma suerte en su triunfal reconsideración que ‘Stoner’ de John Williams. Y el título original de esta novela —de ser traducido rigurosa y fielmente— sería ‘El árbol de Navidad’. Pero, por una vez, hay algo de pertinente y hasta honesto para que nadie se llame al malentendido. Porque ‘Las luces azules’ lejos está de ser una novela festiva y se dedica más bien no a un armado sino a un metafórico desarmado del árbol de toda una vida . La de Constance Keating quien, luego de tanto tiempo alejada de su familia, de su país, decide volver a la casa de su infancia en Ballsbridge, barrio ‘posh’ de Dublín. Si hay justicia, he aquí un pequeño gran libro que merecería la misma suerte en su triunfal reconsideración que ‘Stoner’ de John WilliamsCostance, escritora a la que no le fue nada bien, tiene cuarenta y cinco años, es madre reciente y muerta próxima: porque no piensa en buscar soluciones o postergaciones médicas a una leucemia rampante . Va a morir como quien vive con mayor intensidad que nunca. Y —una vez acordado con su hermana que ella se hará cargo de su bebé, producto de breve pero intenso ‘affaire’ con un polaco sobreviviente al Holocausto — Constance, con elegante y firme constancia, se dedicará a hacer memoria de un tránsito intenso. Estado de iluminaciónY, a la vez que recuerda, pondrá todo eso por escrito en estado de iluminación junto a las luces de ese árbol junto a su mesa donde siempre hay un vaso lleno con whisky hasta los bordes. Considerado por firmas dispares pero estupendas como la del exultante Anthony Burgess o la maliciosa Lionel Shriver como la cima de una amplia y larga carrera donde se ordenan más de treinta novelas, obras de teatro y guiones de radio (‘Las luces azules’ fue telefilme en 1986) este es un libro tristemente feliz o felizmente triste. Su tema es la muerte, sí, pero se trata de una de las muertes más vitales jamás contadas. Y con una sencilla pero nunca simple perfección que la hace más que digna de volver a cambiar su título por el de ‘La muerta’ e incluirla como cierre de un volumen llamado ‘Dublinesa’. ¿Se entiende? Se sabe y se disfruta y se admira y se envidia: la pequeña Irlanda es una tierra desde siempre poblada por titanes : Beckett, Behan, Bowen, Brennan, Cary, Dunsany, Joyce, Le Fanu, Moore, Iris Murdoch , O’Brien, O’Connor, Shaw, Sterne, Swift, Trevor, Wilde, Yeats entre los inmortales. John Banville —otro gigante nacional— se refirió a ese paisaje como «como poblado por esos colosales moáis de la Isla de Pascua». Y la leyenda continúa y aquí y ahora —entre la talla alta, el entretenimiento de altura y el ‘best-seller’ planetario— Doyle y Murray y Rooney y Tóibín . Está claro que me olvido de muchos inolvidables. Pero aceptemos esta injusticia como forma de abordar el, para nosotros, secreto a más que voces en su patria, que es Jennifer Johnston (Dublín, 1930). NOVELA ‘Las luces azules’ Autora Jennifer Johnston Editorial Automática Año 2024 Páginas 208 Precio 20 euros 4Y quien —luego de estar desaparecida en acción en nuestro idioma desde hace cuatro décadas; puede pensarse que Johnston ha sido tal vez un tanto injustamente opacada por variaciones sobre el mismo tema del ya mencionado y más laureado William Trevor— vuelve como regio regalo de principios de año con uno de sus títulos más celebrados: ‘Las luces azules’, de 1981. Y, si hay justicia, he aquí un pequeño gran libro que merecería la misma suerte en su triunfal reconsideración que ‘Stoner’ de John Williams. Y el título original de esta novela —de ser traducido rigurosa y fielmente— sería ‘El árbol de Navidad’. Pero, por una vez, hay algo de pertinente y hasta honesto para que nadie se llame al malentendido. Porque ‘Las luces azules’ lejos está de ser una novela festiva y se dedica más bien no a un armado sino a un metafórico desarmado del árbol de toda una vida . La de Constance Keating quien, luego de tanto tiempo alejada de su familia, de su país, decide volver a la casa de su infancia en Ballsbridge, barrio ‘posh’ de Dublín. Si hay justicia, he aquí un pequeño gran libro que merecería la misma suerte en su triunfal reconsideración que ‘Stoner’ de John WilliamsCostance, escritora a la que no le fue nada bien, tiene cuarenta y cinco años, es madre reciente y muerta próxima: porque no piensa en buscar soluciones o postergaciones médicas a una leucemia rampante . Va a morir como quien vive con mayor intensidad que nunca. Y —una vez acordado con su hermana que ella se hará cargo de su bebé, producto de breve pero intenso ‘affaire’ con un polaco sobreviviente al Holocausto — Constance, con elegante y firme constancia, se dedicará a hacer memoria de un tránsito intenso. Estado de iluminaciónY, a la vez que recuerda, pondrá todo eso por escrito en estado de iluminación junto a las luces de ese árbol junto a su mesa donde siempre hay un vaso lleno con whisky hasta los bordes. Considerado por firmas dispares pero estupendas como la del exultante Anthony Burgess o la maliciosa Lionel Shriver como la cima de una amplia y larga carrera donde se ordenan más de treinta novelas, obras de teatro y guiones de radio (‘Las luces azules’ fue telefilme en 1986) este es un libro tristemente feliz o felizmente triste. Su tema es la muerte, sí, pero se trata de una de las muertes más vitales jamás contadas. Y con una sencilla pero nunca simple perfección que la hace más que digna de volver a cambiar su título por el de ‘La muerta’ e incluirla como cierre de un volumen llamado ‘Dublinesa’. ¿Se entiende?
Crítica De:
Narrativa
Esta conmovedora historia de la autora irlandesa es una de las muertes más vitales jamás contadas, con una sencilla pero nunca simple perfección
Se sabe y se disfruta y se admira y se envidia: la pequeña Irlanda es una tierra desde siempre poblada por titanes: Beckett, Behan, Bowen, Brennan, Cary, Dunsany, Joyce, Le Fanu, Moore, Iris Murdoch, O’Brien, O’Connor, Shaw, Sterne, Swift, Trevor, Wilde, …
Límite de sesiones alcanzadas
- El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a la vez. Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Volver a intentar
Has superado el límite de sesiones
- Sólo puedes tener tres sesiones iniciadas a la vez. Hemos cerrado la sesión más antigua para que sigas navegando sin límites en el resto.
Sigue navegando
Artículo solo para suscriptores
RSS de noticias de cultura