La promoción de Seismil, el primer libro “con palabras” de la editora y fotógrafa Laura C. Vela (Madrid, 31 años), fue un misterio dentro de un enigma. La editorial *niños gratis, especializada en literatura queer, lanzó una novela breve y fragmentaria de la que contó más bien poco (con toda la intención). “La gente se acercaba por mera curiosidad a una obra que parecía que trataba sobre la importancia de las palabras”, dice la autora. El interés fue creciendo al mismo ritmo que las recomendaciones en redes sociales y algunas reseñas en unos pocos medios de comunicación. A partir de ahí, desde abril, se ha convertido en un fenómeno literario y fue uno de los títulos más reclamados en la última Feria del Libro de Madrid.
Entonces, ¿estaba toda esa gente leyendo con fruición un libro sobre el lenguaje?
Esta es la primera referencia que aparece en Seismil que desvela el centro de la trama:
Me acuerdo del día en que me llamaron por megáfono para que abandonase la clase y fuese a dirección. Hacía dos años, un tío que conocí por internet me había violado en su coche, a plena luz del día. Yo tenía 12 y mucha curiosidad. Me amenazó con que, si lo contaba, difundiría el vídeo de mi violación por internet, el barrio y el colegio.
Es un texto, efectivamente, sobre la importancia de las palabras, en concreto, de las que la autora tuvo que reapropiarse durante los tres años que ha tardado en escribir el libro para poder, así, contar su historia y recuperar su voz.
—Ha parado de dar entrevistas. ¿Qué ha pasado en los últimos meses?
—Estoy un poco harta de escucharme. Me he rayado un poco porque se ha centrado mucho en los abusos sexuales. Es un tema autobiográfico muy importante y he publicado el libro porque creo que aún nos quedan muchas cosas que contar sobre esto; pero también trata de cómo afecta a la familia, del silencio, del lenguaje, incluso de mi propia identidad.
El origen de este libro está en un taller de la escritora Sabina Urraca al que C. Vela asistió antes del confinamiento. Allí leyó en alto un ejercicio en el que contó una parte de lo que vivió en su adolescencia. De aquel primer texto surgió este libro al que su autora ha conseguido llamar por su nombre cuando ha llegado a las librerías. “No sabía lo que estaba escribiendo, de verdad. Las palabras me salían solas, casi que las vomitaba”, cuenta. Lo que le brotaba lo describe como “duro” y “crudo”. Era el resultado de todas esas charlas que solo tenía consigo misma. Poco a poco se liberó de una parte de la losa con la que ha cargado durante tantos años de silencio hasta tal punto que, según cuenta, ahora, por primera vez desde que sufrió los abusos, ha empezado a dormir bien.
Para reconstruir las piezas de este puzle, C. Vela ha hablado con una de sus profesoras, con amigas y exparejas. Con los relatos de quienes estuvieron cerca de ella aquellos años rellena los huecos de su memoria y, en ocasiones, rescribe los recuerdos que la ficción ha ido completando.
Su familia también aparece: en la seguridad que encontraba de niña al abrazar a su madre y meterse en su sobaco; aquel día cuando se enteraron de lo que le llevaba ocurriendo dos años; las noches que se escapaba a dormir a la cama de una de sus hermanas; en su declaración ante la policía y en el juicio.
Jamás me preguntaron nada. […] Todos nos sentíamos avergonzados. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Si somos una familia muy normal.
Sus padres y sus hermanas se enteraron de que había escrito un libro cuando se publicó la primera reseña de Seismil en un medio de comunicación: “Me parecía que, si se lo decía antes, se iban a enfadar muchísimo, porque, al final, aunque sea mi historia, también toca y afecta a otras personas. Me daba mucho miedo. Si se lo contaba podía interferir en el proceso de escritura y edición”.
—En el libro escribe: “A mis 31 años, mi mayor miedo sigue siendo perder el amor de mamá y papá”. ¿Cómo han reaccionado?
—Muy bien. Me sorprendí. En mi familia hubo silencio, fue muy difícil, pero seguimos unidos y queriéndonos.
Durante mucho tiempo, estuvo convencida de que el libro no iba a salir. “Cuando decidí que se publicara me di cuenta de que era por dos motivos. Restaurar mi propia voz y voluntad que fueron anuladas, porque crear algo es un ejercicio de voluntad. Y, por otro lado, creo si no le ponemos palabras a estas situaciones y no las compartimos, se puede llegar a creer que todo está conseguido, que se trata de casos aislados. Por eso es muy importante nombrar y poner sobre la mesa”, explica.
Cuando te violan, sufres dos traumas: el primero al haber sido agredida, y el segundo el juicio público tras contarlo. Este segundo trauma es mucho peor que el primero.
—¿Tiene un precio exponerse de esta manera?
—Sí, ser leída como una víctima y el miedo a que te traten con paternalismo, condescendencia y pena. Algo que detesto. Yo soy víctima de violencia de género y no pasa nada. Hay muchas mujeres que ya están hablando de esto y les dicen que es para llamar la atención, que por qué no lo contaron en su momento o por qué no denunciaron.
Tres años de cárcel y seis mil euros. ¡Qué victoria! Tenía 17 años y quería dejar el tema cuanto antes. No lo cuestioné. […] Fue otra condena más por abuso cuando debería haber sido una condena por pederastia y violación.
—Usted denunció. Recuerda en el libro que le dijeron: “¿Seguro que no te gustaba un poco?, ¿te lo estás inventando? Cuánto daño les has hecho a tus padres”. El miedo, la duda y la culpa.
—No sé si estamos demasiado ensimismadas y no nos podemos imaginar otros escenarios posibles y otras cosas que le puedan pasar a los demás. Cuando yo explico por qué tuve miedo a contarlo, cuando se genera una conversación como ha pasado con el libro, cualquiera de esas personas que en su día me juzgaron no tarda ni un minuto en entenderlo.
Con Seismil ha invitado a los lectores a ser parte de esa conversación interna que llevaba años rumiando. “Me ha gustado que me dijeran que a pesar de todo era luminoso, que tiene humor y, sobre todo, haber conseguido no caer en el cliché, algo que me daba mucho miedo”, afirma. “Me parece importante mostrar a otras personas que te puede ocurrir algo horrible, pero que luego la vida sigue. Es algo que nunca termina, nunca se cura, siempre va a estar conmigo. Pero quizá puede servir y acompañar”.
A ella le ha servido para seguir en el camino de identificar a “todas esas personas que somos”. La autora era una antes de la violación y fue otra después.
—¿Siente que ahora es una nueva persona?
—Estoy cambiando y probablemente me llegue a convertir en una tercera versión de mí. Me lo tragué todo y continué para adelante. Es muy difícil también preguntarme si cuando me siento feliz es porque no siento nada. Si incluso algún día, dentro de 10 años, me va a pasar algo en la cabeza y me voy a derrumbar. Por eso me cuesta tanto valorar todo lo que me está pasando, porque justo lo que es difícil para mí es saber a veces cómo me siento y cómo estoy.
El libro ‘Seismil’ reconstruye una parte de la adolescencia de la escritora y fotógrafa
La promoción de Seismil, el primer libro “con palabras” de la editora y fotógrafa Laura C. Vela (Madrid, 31 años), fue un misterio dentro de un enigma. La editorial *niños gratis, especializada en literatura queer, lanzó una novela breve y fragmentaria de la que contó más bien poco (con toda la intención). “La gente se acercaba por mera curiosidad a una obra que parecía que trataba sobre la importancia de las palabras”, dice la autora. El interés fue creciendo al mismo ritmo que las recomendaciones en redes sociales y algunas reseñas en unos pocos medios de comunicación. A partir de ahí, desde abril, se ha convertido en un fenómeno literario y fue uno de los títulos más reclamados en la última Feria del Libro de Madrid.
Entonces, ¿estaba toda esa gente leyendo con fruición un libro sobre el lenguaje?
Esta es la primera referencia que aparece en Seismil que desvela el centro de la trama:
Me acuerdo del día en que me llamaron por megáfono para que abandonase la clase y fuese a dirección. Hacía dos años, un tío que conocí por internet me había violado en su coche, a plena luz del día. Yo tenía 12 y mucha curiosidad. Me amenazó con que, si lo contaba, difundiría el vídeo de mi violación por internet, el barrio y el colegio.
Es un texto, efectivamente, sobre la importancia de las palabras, en concreto, de las que la autora tuvo que reapropiarse durante los tres años que ha tardado en escribir el libro para poder, así, contar su historia y recuperar su voz.
—Ha parado de dar entrevistas. ¿Qué ha pasado en los últimos meses?
—Estoy un poco harta de escucharme. Me he rayado un poco porque se ha centrado mucho en los abusos sexuales. Es un tema autobiográfico muy importante y he publicado el libro porque creo que aún nos quedan muchas cosas que contar sobre esto; pero también trata de cómo afecta a la familia, del silencio, del lenguaje, incluso de mi propia identidad.
El origen de este libro está en un taller de la escritora Sabina Urraca al que C. Vela asistió antes del confinamiento. Allí leyó en alto un ejercicio en el que contó una parte de lo que vivió en su adolescencia. De aquel primer texto surgió este libro al que su autora ha conseguido llamar por su nombre cuando ha llegado a las librerías. “No sabía lo que estaba escribiendo, de verdad. Las palabras me salían solas, casi que las vomitaba”, cuenta. Lo que le brotaba lo describe como “duro” y “crudo”. Era el resultado de todas esas charlas que solo tenía consigo misma. Poco a poco se liberó de una parte de la losa con la que ha cargado durante tantos años de silencio hasta tal punto que, según cuenta, ahora, por primera vez desde que sufrió los abusos, ha empezado a dormir bien.
Para reconstruir las piezas de este puzle, C. Vela ha hablado con una de sus profesoras, con amigas y exparejas. Con los relatos de quienes estuvieron cerca de ella aquellos años rellena los huecos de su memoria y, en ocasiones, rescribe los recuerdos que la ficción ha ido completando.
Su familia también aparece: en la seguridad que encontraba de niña al abrazar a su madre y meterse en su sobaco; aquel día cuando se enteraron de lo que le llevaba ocurriendo dos años; las noches que se escapaba a dormir a la cama de una de sus hermanas; en su declaración ante la policía y en el juicio.
Jamás me preguntaron nada. […] Todos nos sentíamos avergonzados. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Si somos una familia muy normal.
Sus padres y sus hermanas se enteraron de que había escrito un libro cuando se publicó la primera reseña de Seismil en un medio de comunicación: “Me parecía que, si se lo decía antes, se iban a enfadar muchísimo, porque, al final, aunque sea mi historia, también toca y afecta a otras personas. Me daba mucho miedo. Si se lo contaba podía interferir en el proceso de escritura y edición”.
—En el libro escribe: “A mis 31 años, mi mayor miedo sigue siendo perder el amor de mamá y papá”. ¿Cómo han reaccionado?
—Muy bien. Me sorprendí. En mi familia hubo silencio, fue muy difícil, pero seguimos unidos y queriéndonos.
Durante mucho tiempo, estuvo convencida de que el libro no iba a salir. “Cuando decidí que se publicara me di cuenta de que era por dos motivos. Restaurar mi propia voz y voluntad que fueron anuladas, porque crear algo es un ejercicio de voluntad. Y, por otro lado, creo si no le ponemos palabras a estas situaciones y no las compartimos, se puede llegar a creer que todo está conseguido, que se trata de casos aislados. Por eso es muy importante nombrar y poner sobre la mesa”, explica.
Cuando te violan, sufres dos traumas: el primero al haber sido agredida, y el segundo el juicio público tras contarlo. Este segundo trauma es mucho peor que el primero.
—¿Tiene un precio exponerse de esta manera?
—Sí, ser leída como una víctima y el miedo a que te traten con paternalismo, condescendencia y pena. Algo que detesto. Yo soy víctima de violencia de género y no pasa nada. Hay muchas mujeres que ya están hablando de esto y les dicen que es para llamar la atención, que por qué no lo contaron en su momento o por qué no denunciaron.
Tres años de cárcel y seis mil euros. ¡Qué victoria! Tenía 17 años y quería dejar el tema cuanto antes. No lo cuestioné. […] Fue otra condena más por abuso cuando debería haber sido una condena por pederastia y violación.
—Usted denunció. Recuerda en el libro que le dijeron: “¿Seguro que no te gustaba un poco?, ¿te lo estás inventando? Cuánto daño les has hecho a tus padres”. El miedo, la duda y la culpa.
—No sé si estamos demasiado ensimismadas y no nos podemos imaginar otros escenarios posibles y otras cosas que le puedan pasar a los demás. Cuando yo explico por qué tuve miedo a contarlo, cuando se genera una conversación como ha pasado con el libro, cualquiera de esas personas que en su día me juzgaron no tarda ni un minuto en entenderlo.
Con Seismil ha invitado a los lectores a ser parte de esa conversación interna que llevaba años rumiando. “Me ha gustado que me dijeran que a pesar de todo era luminoso, que tiene humor y, sobre todo, haber conseguido no caer en el cliché, algo que me daba mucho miedo”, afirma. “Me parece importante mostrar a otras personas que te puede ocurrir algo horrible, pero que luego la vida sigue. Es algo que nunca termina, nunca se cura, siempre va a estar conmigo. Pero quizá puede servir y acompañar”.
A ella le ha servido para seguir en el camino de identificar a “todas esas personas que somos”. La autora era una antes de la violación y fue otra después.
—¿Siente que ahora es una nueva persona?
—Estoy cambiando y probablemente me llegue a convertir en una tercera versión de mí. Me lo tragué todo y continué para adelante. Es muy difícil también preguntarme si cuando me siento feliz es porque no siento nada. Si incluso algún día, dentro de 10 años, me va a pasar algo en la cabeza y me voy a derrumbar. Por eso me cuesta tanto valorar todo lo que me está pasando, porque justo lo que es difícil para mí es saber a veces cómo me siento y cómo estoy.
EL PAÍS