Sale la E Street Band de Leiva. Los siete vestidos con trajes fardones a lo Travolta en Saturday Night Fever: chaqueta y pantalones blancos y camisa negra. A unos les quedaba mejor que a otros. El jefe, sin embargo, prefirió un pantalón azul celeste, botines blancos, sombrero y camisa desabrochada para que se viese bien el pelo del pecho. ¿A quién se parecía? Lo comentó, en plan chascarrillo, el propio Leiva: “Me ha visitado un amigo del barrio en el camerino y me ha dicho: ‘Todo bien, pero solo una cosa: pareces Marc Anthony’. Qué hijo de puta”. También anunció el músico madrileño que andaba desentrenado, que le perdonásemos, que había estado viviendo dos años en una casa en la montaña recuperándose de una operación en las cuerdas vocales que le había tenido “muy jodido”. No se notó.
A sus 45 años, vive Leiva un momento especialmente sembrado. Todo lo que le cae lo enchufa a gol, como su adorado Diego Forlán en aquellas temporadas inolvidables en el Atlético de Madrid. El músico madrileño queda de fábula tanto en las entrevistas serias como en los cuestionarios bromistas, y hasta sale con la cabeza alta cuando habla de sus intimidades. Dio espectáculo en La revuelta, editó hace nada un disco que se posiciona entre lo mejor de su carrera, Gigante, y sus directos viajan con un motor que no admite averías. Quizá funciona todo demasiado engrasado en sus recitales y se echa de menos una actitud más rock and roll a la antigua, algo de improvisación, incluso alguna imperfección. Su concierto de anoche en Movistar Arena ante 17.000 personas (lleno, igual que el pasado sábado) adoleció de un poco de riesgo, de una actitud intrépida que se puede permitir después de una carrera ya larga y con repertorio de sobra. Cerrar un concierto en 2025 con Princesas, aquel tema de Pereza que dice “de princesas que buscan tipos que coleccionar” quizá no es lo que se espera de un músico inquieto como él. No fue la única que sonó de su exgrupo: también incluyó Lady Madrid, Estrella polar (donde perdió el hilo de la letra) y Como lo tienes. En su descargo hay que señalar que fueron precisamente estos temas los que más enardecieron al público. Pero todo es cuestión de educar a la concurrencia.
“Es imposible acostumbrarse a una cosa así”, señaló el protagonista con sinceridad ante la cálida respuesta del público. Porque su cancionero resulta perfecto para un lugar como Movistar Arena, donde ha actuado más veces de las que se pueda acordar. Posee un gran talento el madrileño para componer temas de pop que parecen de rock y dotados de un vuelo melódico imparable para ser cantados por los seguidores. Esos coros tan Calamaro de Terriblemente cruel o Sincericidio se acoplaron perfectamente al recinto y a las ganas de “oooeees” de un público que no se podía decir que era masivamente rockero. Las canciones de su nuevo disco suenan ya rodadas (a pesar de ser solo el sexto concierto de la gira) y el público las acoge como algo familiar. De Gigante interpretó Bajo presión, Caída libre (sin Robe Iniesta, una lástima), Cortar por la línea de puntos o la sabiniana Ángulo muerto.
Aunque fue un concierto de estribillos, el mejor momento se salió de ese formato. Leiva contó la historia de un amigo, Álex, que “se quitó la vida” hace un año, y saludó a los familiares, que se encontraban en el recinto. Entonces pidió silencio, sugirió que se apagasen los móviles e interpretó él solo, con la guitarra acústica, Vis a Vis, esa historia de una relación de amor entre rejas. El respeto silencioso del público junto a una interpretación fabulosa consiguió que muchos soltaran alguna lágrima.
Mención especial para una banda espléndida donde Leiva concede mucho protagonismo a su hermano Juancho, del grupo Sidecars, que se encargó de realizar la mayor parte de los solos de guitarra. Todos completaron 110 minutos para certificar el reluciente momento del protagonista.
Sale la E Street Band de Leiva. Los siete vestidos con trajes fardones a lo Travolta en Saturday Night Fever: chaqueta y pantalones blancos y camisa negra. A unos les quedaba mejor que a otros. El jefe, sin embargo, prefirió un pantalón azul celeste, botines blancos, sombrero y camisa desabrochada para que se viese bien el pelo del pecho. ¿A quién se parecía? Lo comentó, en plan chascarrillo, el propio Leiva: “Me ha visitado un amigo del barrio en el camerino y me ha dicho: ‘Todo bien, pero solo una cosa: pareces Marc Anthony’. Qué hijo de puta”. También anunció el músico madrileño que andaba desentrenado, que le perdonásemos, que había estado viviendo dos años en una casa en la montaña recuperándose de una operación en las cuerdas vocales que le había tenido “muy jodido”. No se notó. A sus 45 años, vive Leiva un momento especialmente sembrado. Todo lo que le cae lo enchufa a gol, como su adorado Diego Forlán en aquellas temporadas inolvidables en el Atlético de Madrid. El músico madrileño queda de fábula tanto en las entrevistas serias como en los cuestionarios bromistas, y hasta sale con la cabeza alta cuando habla de sus intimidades. Dio espectáculo en La revuelta, editó hace nada un disco que se posiciona entre lo mejor de su carrera, Gigante, y sus directos viajan con un motor que no admite averías. Quizá funciona todo demasiado engrasado en sus recitales y se echa de menos una actitud más rock and roll a la antigua, algo de improvisación, incluso alguna imperfección. Su concierto de anoche en Movistar Arena ante 17.000 personas (lleno, igual que el pasado sábado) adoleció de un poco de riesgo, de una actitud intrépida que se puede permitir después de una carrera ya larga y con repertorio de sobra. Cerrar un concierto en 2025 con Princesas, aquel tema de Pereza que dice “de princesas que buscan tipos que coleccionar” quizá no es lo que se espera de un músico inquieto como él. No fue la única que sonó de su exgrupo: también incluyó Lady Madrid, Estrella polar (donde perdió el hilo de la letra) y Como lo tienes. En su descargo hay que señalar que fueron precisamente estos temas los que más enardecieron al público. Pero todo es cuestión de educar a la concurrencia. “Es imposible acostumbrarse a una cosa así”, señaló el protagonista con sinceridad ante la cálida respuesta del público. Porque su cancionero resulta perfecto para un lugar como Movistar Arena, donde ha actuado más veces de las que se pueda acordar. Posee un gran talento el madrileño para componer temas de pop que parecen de rock y dotados de un vuelo melódico imparable para ser cantados por los seguidores. Esos coros tan Calamaro de Terriblemente cruel o Sincericidio se acoplaron perfectamente al recinto y a las ganas de “oooeees” de un público que no se podía decir que era masivamente rockero. Las canciones de su nuevo disco suenan ya rodadas (a pesar de ser solo el sexto concierto de la gira) y el público las acoge como algo familiar. De Gigante interpretó Bajo presión, Caída libre (sin Robe Iniesta, una lástima), Cortar por la línea de puntos o la sabiniana Ángulo muerto.Aunque fue un concierto de estribillos, el mejor momento se salió de ese formato. Leiva contó la historia de un amigo, Álex, que “se quitó la vida” hace un año, y saludó a los familiares, que se encontraban en el recinto. Entonces pidió silencio, sugirió que se apagasen los móviles e interpretó él solo, con la guitarra acústica, Vis a Vis, esa historia de una relación de amor entre rejas. El respeto silencioso del público junto a una interpretación fabulosa consiguió que muchos soltaran alguna lágrima. Mención especial para una banda espléndida donde Leiva concede mucho protagonismo a su hermano Juancho, del grupo Sidecars, que se encargó de realizar la mayor parte de los solos de guitarra. Todos completaron 110 minutos para certificar el reluciente momento del protagonista. Seguir leyendo
El músico madrileño culminó anoche sus dos días en Movistar Arena y confirmó que está especialmente sembrado


Sale la E Street Band de Leiva. Los siete vestidos con trajes fardones a lo Travolta en Saturday Night Fever: chaqueta y pantalones blancos y camisa negra. A unos les quedaba mejor que a otros. El jefe, sin embargo, prefirió un pantalón azul celeste, botines blancos, sombrero y camisa desabrochada para que se viese bien el pelo del pecho. ¿A quién se parecía? Lo comentó, en plan chascarrillo, el propio Leiva: “Me ha visitado un amigo del barrio en el camerino y me ha dicho: ‘Todo bien, pero solo una cosa: pareces Marc Anthony’. Qué hijo de puta”. También anunció el músico madrileño que andaba desentrenado, que le perdonásemos, que había estado viviendo dos años en una casa en la montaña recuperándose de una operación en las cuerdas vocales que le había tenido “muy jodido”. No se notó.
A sus 45 años, vive Leiva un momento especialmente sembrado. Todo lo que le cae lo enchufa a gol, como su adorado Diego Forlán en aquellas temporadas inolvidables en el Atlético de Madrid. El músico madrileño queda de fábula tanto en las entrevistas serias como en los cuestionarios bromistas, y hasta sale con la cabeza alta cuando habla de sus intimidades. Dio espectáculo en La revuelta, editó hace nada un disco que se posiciona entre lo mejor de su carrera, Gigante, y sus directos viajan con un motor que no admite averías. Quizá funciona todo demasiado engrasado en sus recitales y se echa de menos una actitud más rock and roll a la antigua, algo de improvisación, incluso alguna imperfección. Su concierto de anoche en Movistar Arena ante 17.000 personas (lleno, igual que el pasado sábado) adoleció de un poco de riesgo, de una actitud intrépida que se puede permitir después de una carrera ya larga y con repertorio de sobra. Cerrar un concierto en 2025 con Princesas, aquel tema de Pereza que dice “de princesas que buscan tipos que coleccionar” quizá no es lo que se espera de un músico inquieto como él. No fue la única que sonó de su exgrupo: también incluyó Lady Madrid, Estrella polar (donde perdió el hilo de la letra) y Como lo tienes. En su descargo hay que señalar que fueron precisamente estos temas los que más enardecieron al público. Pero todo es cuestión de educar a la concurrencia.
“Es imposible acostumbrarse a una cosa así”, señaló el protagonista con sinceridad ante la cálida respuesta del público. Porque su cancionero resulta perfecto para un lugar como Movistar Arena, donde ha actuado más veces de las que se pueda acordar. Posee un gran talento el madrileño para componer temas de pop que parecen de rock y dotados de un vuelo melódico imparable para ser cantados por los seguidores. Esos coros tan Calamaro de Terriblemente cruelo Sincericidio se acoplaron perfectamente al recinto y a las ganas de “oooeees” de un público que no se podía decir que era masivamente rockero. Las canciones de su nuevo disco suenan ya rodadas (a pesar de ser solo el sexto concierto de la gira) y el público las acoge como algo familiar. De Gigante interpretó Bajo presión, Caía libre (sin Robe Iniesta, una lástima), Cortar por la línea de puntos o la sabiniana Ángulo muerto.
Aunque fue un concierto de estribillos, el mejor momento se salió de ese formato. Leiva contó la historia de un amigo, Álex, que “se quitó la vida” hace un año, y saludó a los familiares, que se encontraban en el recinto. Entonces pidió silencio, sugirió que se apagasen los móviles e interpretó él solo, con la guitarra acústica, Vis a Vis, esa historia de una relación de amor entre rejas. El respeto silencioso del público junto a una interpretación fabulosa consiguió que muchos soltaran alguna lágrima.
Mención especial para una banda espléndida donde Leiva concede mucho protagonismo a su hermano Juancho, del grupo Sidecars, que se encargó de realizar la mayor parte de los solos de guitarra. Todos completaron 110 minutos para certificar el reluciente momento del protagonista.
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Sobre la firma

Redactor de Cultura especializado en música. Empezó trabajando en Guía del Ocio de Madrid y El País de las Tentaciones. Redactor jefe de Rolling Stone y Revista 40, coordinó cinco años la web de la revista ICON. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y Máster de Periodismo de EL PAÍS. Vive en Madrid.
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