Algo se quedó dando vueltas en la cabeza de Leticia Dolera tras una conversación con otra feminista. “Noté que se ponía muy a la defensiva cuando me dijo que en el colegio de su hijo, cada año, según se acercaba el 8M, los niños se sentían marginados. Sentía que el feminismo no estaba funcionando desde la perspectiva infantil de un niño”. Esa charla se sumó a un runrún que arrastraba desde que grababa la primera temporada de Vida perfecta. Las noticias sobre abusos sexuales entre menores empezaron a protagonizar los titulares y, con ellos, aumentó su preocupación e interés por este tema. “Pensaba mucho en la responsabilidad que estos menores podrían tener y si sería responsabilidad o no de los adultos a su cargo. Me pregunté qué estábamos haciendo tan mal como sociedad para que estuviera pasando cada vez en edades más tempranas y cómo eso podía afectar a las familias implicadas”, cuenta un martes soleado de inicios de octubre sentada en la cocina de una sofisticada casa con ascensor, piscina, jardín kilométrico y hasta pista de pádel junto a la casita de invitados en la zona montañosa de Sant Andreu de Llavaneres, en pleno Maresme barcelonés.
La cineasta, guionista y actriz finaliza la grabación de una serie coral para Max y 3Cat que se estrenará en 2025 y explora el impacto de una denuncia de abusos grupales entre menores
Algo se quedó dando vueltas en la cabeza de Leticia Dolera tras una conversación con otra feminista. “Noté que se ponía muy a la defensiva cuando me dijo que en el colegio de su hijo, cada año, según se acercaba el 8M, los niños se sentían marginados. Sentía que el feminismo no estaba funcionando desde la perspectiva infantil de un niño”. Esa charla se sumó a un runrún que arrastraba desde que grababa la primera temporada de Vida perfecta. Las noticias sobre abusos sexuales entre menores empezaron a protagonizar los titulares y, con ellos, aumentó su preocupación e interés por este tema. “Pensaba mucho en la responsabilidad que estos menores podrían tener y si sería responsabilidad o no de los adultos a su cargo. Me pregunté qué estábamos haciendo tan mal como sociedad para que estuviera pasando cada vez en edades más tempranas y cómo eso podía afectar a las familias implicadas”, cuenta un martes soleado de inicios de octubre sentada en la cocina de una sofisticada casa con ascensor, piscina, jardín kilométrico y hasta pista de pádel junto a la casita de invitados en la zona montañosa de Sant Andreu de Llavaneres, en pleno Maresme barcelonés.
Estamos en un descanso del rodaje de Pubertat, la serie para Max en coproducción con 3Cat que se estrenará a mediados de 2025. Seis capítulos que Dolera ha ideado, escrito, dirigido y en la que participa como actriz junto a Xavi Sáez, Betsy Túrnez, Biel Durán, Lluís Marco o Vicky Peña y un reparto con adolescentes de entre 13 y 14 años entre los que se incluye Carla Quílez (La maternal). Hoy se rueda una secuencia del inicio de la serie, ambientada en un verano en la casa familiar del pueblo costero al que regresa desde Barcelona su personaje, una socióloga y activista feminista, madre de un chaval que transita ese umbral púber en el que ni se es adolescente ni se es niño. El chico acabará siendo acusado, junto a dos de sus amigos, de una agresión sexual en grupo a una compañera de la colla castellera del pueblo de la que todos forman parte y de la que el abuelo materno es presidente. Esa denuncia lo explotará todo: ¿De quién es la culpa: de los niños o de sus padres? ¿Cómo acaba un crío de 13 años convertido en agresor sexual?
Respondiendo a su “necesidad de explorar el terreno de los grises y no colocarse en una trinchera”, la creadora catalana ha escrito la serie con Almudena Monzú como coguionista decidida a ponerse delante espejos poco complacientes, alejados del tono cómico que la había acompañado hasta ahora en sus creaciones.
Tras explorar las trampas de la heteronormatividad bajo los códigos de la comedia romántica en Requisitos para ser una persona normal (2015) y acercarse a la maternidad en la crisis de la treintena con la serie Vida Perfecta, la autora del libro Morder la manzana abandona ahora el universo psicológico exclusivamente femenino para ampliar el foco social. En Pubertat, ella es un personaje más en una serie coral. Aquí se aborda qué pasa con el tabú sexual en la familia, qué implica el consentimiento, dónde empieza la exploración sexual en la adolescencia y dónde el abuso o qué ocurre cuando un menor puede ser imputado penalmente por tener 14 años mientras su amigo, de 13 años, no lo será.
“¿Qué hace una madre feminista que exige creer a las víctimas cuando su hijo es acusado de agresión sexual? Esto no es como cuando decimos que las mujeres ya se han deconstruido y ahora les toca hacer ese trabajo a los hombres. Con los menores todo es distinto. Tenemos una responsabilidad social toda la comunidad adulta sobre qué estamos haciendo, tolerando y qué sociedad estamos construyendo”, reflexiona. Los datos, como aquellos titulares que tanto le impactaron, no son esperanzadores. Según Silenciadas, un informe de Save the children presentado a mediados de 2024, las agresiones sexuales grupales se han disparado más de un 64% en España. Los agresores son en su mayoría adolescentes o jóvenes adultos. La víctima ronda, de media, los 15 años.
Con un casting de hasta 70 actores, cada episodio de Pubertat, de una hora de duración, estará narrado desde el punto de vista de un personaje o un grupo de personajes. Desde los padres, a la pandilla de amigos acusados de la agresión, pasando por la agredida sexual. La creadora sabía que para unirlos a todos necesitaba vehicular sus tramas en un elemento de la cultura popular, allí donde colisiona la herencia y el peso de la tradición frente a la modernidad. Aunque jamás fue castellera y valoró otras prácticas populares en España (“rodar la serie en catalán, como lengua minoritaria, implicaba recibir menos ayudas”, aclara), Dolera entendió que necesitaba narrarlo a través de los castells, “una comunidad que, pese a ser tradicional, tiene un compromiso ético con el progreso y es muy autocrítica, desde hace años ha integrado comisiones feministas en su organigrama”, defiende.
La metáfora del castell es clave en la trama: “Esa torre humanaes como una pequeña comunidad. Tienes que confiar en quien tienes arriba y en quien tienes abajo; si no lo haces, el castell se desmorona. La confianza también es clave en el terreno de las agresiones sexuales, juega un papel importantísimo, porque la mayor parte de los abusos se dan en entornos de personas conocidas”, apunta.
La colla de Pubertat no existe en la vida real, pero adopta el tono malva de los Minyons de Terrassa, entidad que alquiló sus espacios y participó en el rodaje, donde se han grabado hasta tres diadas castelleras. “Esta no es una serie sobre collas”, aclara la creadora, “esto va sobre el legado psicológico, social, cultural y político que estamos dejando y qué van a hacer las nuevas generaciones con todo esto”.
Dolera no ha querido grabar ni mostrar la agresión grupal que se denuncia a través de redes sociales en la serie. “Se han rodado flashes o determinados planos, pero nada explícito”. Lo interesante, cuenta, está en la mirada de los implicados. “Quería ponerme hasta en la contradicción de acabar queriendo a los agresores. Pero, ¿cómo puedes querer a un agresor? Luego, en contraposición, quería añadir el punto de vista de la niña y cómo ha vivido todo esto. Es lo bueno de la ficción, te pone en la piel del otro no para justificarlo, sino para comprenderlo”.
Los adolescentes que han participado en el rodaje, que acabó a mediados de octubre, no habían actuado antes a excepción de Carla Quílez. Todos recibieron varias charlas sobre consentimiento y han sido asesorados en todo momento por una coach infantil, además de contar con dos coordinadoras de intimidad, las actrices Mariona Ribas y Fátima Baeza. Tal y como aclara la productora de la serie, Fiona Vidal-Quadras, el acompañamiento psicológico de los actores más jóvenes continuará tras el estreno de la serie. “Vamos a hacer un seguimiento con ellos, para no dejarlos solos. Antes de rodar ya explicamos bien a las familias de qué va la serie y qué trataría, que entendieran la complejidad de la temática a explorar. Las familias han tenido el poder de decisión en todo momento. Solo una decidió que su hijo no participase pese a haber sido escogido, porque tenía 12 años y creyeron que era demasiado pequeño para interpretar ese papel”, explica.
Tras reunirse con abogadas, juezas, expertos en mediación, Mossos d’Esquadra o el departamento de agresiones sexuales del Hospital Infantil Sant Joan de Déu para documentarse para esta serie, Dolera no tiene una solución a esta problemática, pero sí sabe qué diría ahora a esa madre que tan marcada la dejó. “Entiendo sus miedos, pero le diría que deberíamos trabajar sobre esa inseguridad respecto a lo que es ser un hombre, en cómo hacer que ese sentimiento no lleve a su hijo al otro lado, al de consumir el odio de género tan simplista y dañino de redes. Le diría que, entre todos, debemos frenar esa misoginia construida desde el miedo”.
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