Hace unas semanas este diario informaba de que los artistas británicos estaban en pie de guerra contra el gobierno de Starmer por pretender modificar las leyes de derechos de autor para que las empresas de IA accedan sin permiso a contenidos protegidos (salvo que un creador decida excluir su obra, procedimiento aún inviable). El objetivo, según la noticia, es alentar el desarrollo del sector tecnológico, que da más dinero que el cultural, al que parece que no hay empacho en destruir. «¿Cómo va a sacar adelante un músico o un escritor su carrera si las máquinas se apoderan del ámbito artístico?», se preguntaba con escándalo Paul McCartney.Nuestro gobierno, supuestamente comprometido con los derechos de la industria cultural, está haciendo algo similar. El Ministerio de Cultura plantea unas «licencias colectivas ampliadas» que conllevan permitir a las IA acceder a obras protegidas por derechos de autor a cambio de compensaciones que, según afirman diversos colectivos de artistas, resultan insuficientes, pues, entre otras cosas, blanquearán el expolio ya realizado por empresas de IA.Ahora no comprendo cómo un ministro de izquierdas secunda los intereses del capital tecnológico frente a los de los creadoresEsta situación me recuerda al contexto en el que trató de abrirse paso la Ley Sinde (que no era una ley, sino una modificación). El problema sigue siendo el mismo, proteger la industria cultural, y si comparamos los argumentos que se usaban entonces con los actuales, podemos ver cómo ha cambiado la sociedad. Sobre la Ley Sinde cayó una especie de furia del pueblo, al que parecía prohibírsele el acceso a la cultura, cuyo valor se esgrimía en primer término: de su cualidad de ‘universal’ se colegía que debía ser gratuita. Hoy todo se centra en el dinero. ¿Debemos primar el crecimiento económico de las empresas tecnológicas? Yo que entendí y apoyé lo que hizo González-Sinde para defender el sector, ahora no comprendo cómo un ministro de izquierdas secunda los intereses del capital tecnológico frente a los de los creadores, que no radican sólo en recibir una compensación cuya justicia es imposible determinar, sino también en impedir que las máquinas se apropien de la creatividad humana. Hace unas semanas este diario informaba de que los artistas británicos estaban en pie de guerra contra el gobierno de Starmer por pretender modificar las leyes de derechos de autor para que las empresas de IA accedan sin permiso a contenidos protegidos (salvo que un creador decida excluir su obra, procedimiento aún inviable). El objetivo, según la noticia, es alentar el desarrollo del sector tecnológico, que da más dinero que el cultural, al que parece que no hay empacho en destruir. «¿Cómo va a sacar adelante un músico o un escritor su carrera si las máquinas se apoderan del ámbito artístico?», se preguntaba con escándalo Paul McCartney.Nuestro gobierno, supuestamente comprometido con los derechos de la industria cultural, está haciendo algo similar. El Ministerio de Cultura plantea unas «licencias colectivas ampliadas» que conllevan permitir a las IA acceder a obras protegidas por derechos de autor a cambio de compensaciones que, según afirman diversos colectivos de artistas, resultan insuficientes, pues, entre otras cosas, blanquearán el expolio ya realizado por empresas de IA.Ahora no comprendo cómo un ministro de izquierdas secunda los intereses del capital tecnológico frente a los de los creadoresEsta situación me recuerda al contexto en el que trató de abrirse paso la Ley Sinde (que no era una ley, sino una modificación). El problema sigue siendo el mismo, proteger la industria cultural, y si comparamos los argumentos que se usaban entonces con los actuales, podemos ver cómo ha cambiado la sociedad. Sobre la Ley Sinde cayó una especie de furia del pueblo, al que parecía prohibírsele el acceso a la cultura, cuyo valor se esgrimía en primer término: de su cualidad de ‘universal’ se colegía que debía ser gratuita. Hoy todo se centra en el dinero. ¿Debemos primar el crecimiento económico de las empresas tecnológicas? Yo que entendí y apoyé lo que hizo González-Sinde para defender el sector, ahora no comprendo cómo un ministro de izquierdas secunda los intereses del capital tecnológico frente a los de los creadores, que no radican sólo en recibir una compensación cuya justicia es imposible determinar, sino también en impedir que las máquinas se apropien de la creatividad humana.
cambio de tercio
¿Cómo va a sacar adelante un músico o un escritor su carrera si las máquinas se apoderan del ámbito artístico?
Hace unas semanas este diario informaba de que los artistas británicos estaban en pie de guerra contra el gobierno de Starmer por pretender modificar las leyes de derechos de autor para que las empresas de IA accedan sin permiso a contenidos protegidos (salvo que …
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